LA LEYENDA
DEL “NARCOMICO”
Por Luis Carlos
Restrepo *
Colombia es un país de pasiones explosivas. En política vamos
de tumbo en tumbo, girando alrededor de discusiones que, en la mayoría
de los casos, sólo responden a la prevención y suspicacia de
los opositores de turno. Así las cosas, los debates terminan siendo
asuntos de farándula sin seriedad ni fundamento. Tal es el caso del “narcomico”,
denunciado por un senador liberal bastante imaginativo, que creyó encontrar
en el proyecto de ley de Justicia y Paz una fórmula escondida para impedir
la extradición de narcotraficantes amparados en el proceso de paz con
las autodefensas.
Con argucia retórica insinuó que se trataba de un mico con sacoleva,
fabricado de manera subrepticia en los salones de la Casa de Nariño.
Resultaba tan absurda la acusación, que en principio se me hizo un chiste
de mal gusto, que ni siquiera ameritaba una respuesta pública. Afirmar
que al calificar a los miembros de las autodefensas como incursos en el delito
de sedición, se abría la puerta para considerar el narcotráfico
como delito conexo a fin de impedir la extradición, era una leyenda
fantástica. Entre otras cosas porque ni la ley ni la jurisprudencia
permiten la conexidad del narcotráfico con el llamado “delito
político”. Si así fuera, ni Sonia ni Simón Trinidad,
acusados originalmente de rebelión, hubiesen podido ser extraditados.
No obstante lo absurdo del argumento, con el paso de las horas el debate creció hasta
convertirse en histeria colectiva. Era grotesco pero real: Un gobierno comprometido
hasta la médula en la lucha contra las drogas, que ha extraditado más
colombianos que todas las administraciones anteriores juntas, que ha insistido
en que el tema de la extradición no es negociable, aparecía ahora
abriendo a escondidas y por la puerta de atrás la posibilidad de borrar
con el codo lo que con tanto esfuerzo había hecho con la mano. Sólo
la salida oportuna del Presidente a los medios de comunicación pudo
contener la avalancha.
Las suspicacias del senador Rodrigo Rivera no son nuevas. Días atrás
había llamado la atención sobre un inciso de la ley de Justicia
y Paz que establece como condición para acceder a los beneficios, que
la organización a la que pertenezca el beneficiado no se haya organizado
para el tráfico de drogas o el enriquecimiento ilícito. Como
cosa curiosa, el entendió el inciso exactamente al revés, sugiriendo
que de esta forma le estábamos abriendo la puerta a los narcotraficantes.
Creo en la recta intención del senador Rivera al buscar con celo cerrarle
la puerta a los colados del narcotráfico, que quieran limpiar su delito
y sus fortunas al amparo de un proceso de paz. Pero no puede el senador exagerar
su suspicacia, sospechando así del equipo de Gobierno, máxime
cuando unos días antes estos temas habían sido tratados por él
de manera directa con el Presidente, quien le contó con transparencia
como avanzaba la concertación que se adelantaba en Palacio sobre el
tema.
Más curioso resultó el pedio del senador Andrés González
de retirar el artículo que tipifica la conducta de las autodefensas
como delito de sedición, convertido en piedra del escándalo.
Entre otras cosas, porque él conocía desde hace un año
que dicho artículo se había incluido en el texto concertado en
abril de 2004 entre el Gobierno y los ponentes de la Comisión Primera
del Senado que estudiaban el primer proyecto de Alternatividad Penal. ¿Por
qué hasta ahora se pronunciaba al respecto, dando crédito a conjeturas
infundadas?
Baste contar una anécdota final sobre el origen del “narcomico”.
En marzo del 2004 el senador Rafael Pardo entregó al gobierno su informe
sobre las audiencias públicas que convocó el congreso a comienzos
de ese año sobre el problema de las Autodefensas. Allí sugiere
que la ley en discusión “defina con claridad y precisión
el marco del delito político atribuible a miembros de estos grupos”.
Tomando como base este argumentos y otros que salieron dentro del debate, se
consideró pertinente agregar un inciso al artículo del Código
Penal que tipifica el delito de sedición, para incluir bajo esta figura
la conformación de grupos de autodefensa. Todo con el único propósito
de darle solidez jurídica al indulto que se podía considerar
a los miembros de estos grupos no responsables por delitos graves.
En aquella época el asunto fue bien recibido y no suscitó críticas.
Sólo un año después el volcán explotó, anunciado
el senador Rivera que se venía la hecatombe. Pero al cabo de 24 horas
nos dimos cuenta que la erupción era apenas un tablado pueblerino de
fuegos artificiales. Mejor hubiese sido que nos invitaran a la fiesta sin armar
pánico social, que tanto daño le hace a una nación que
olvidó los debates de fondo para quedarse en el simple espectáculo.
*Alto Comisionado para la Paz
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