REFLEXIONES
Por Diego Palacio Betancourt *
Los últimos acontecimientos de violencia intra familiar
superan cualquier historia de terror y nos sumen en un monstruoso
delirio de la razón. No hay como explicar la muerte de los
tres niños asesinados por su padre, la de las dos niñas
envenenadas por madre, ni el suicidio de niños de ocho ni
de once años. ¿Qué nos está pasando? ¿Qué hay
detrás de estas monstruosas situaciones? ¿De seguir
las cosas como van, en donde estarán y qué les tocara
afrontar a nuestros futuros nietos?
Inicialmente es necesario discutir una
realidad que, por sus características,
algunas personas prefieren desconocer. Cuarenta y siete (47%) de
las mujeres que viven en pareja dicen haber sido maltratadas físicamente
en algún momento de su relación. Cerca de 30% de
los padres creen que las palmadas son parte integrante del proceso
de educación de sus hijos. Poco más del 20% de las
parejas le pegan a su hijo con un objeto duro para “educarlo”,
mientras que el 60% de los padres le gritan al niño para
corregirlo.
En el país se han desarrollado, en los últimos años,
múltiples esfuerzos para enfrentar esta violencia “cotidiana”.
Mokus demostró que con educación, este tipo de comportamientos
son “manejables”. El Ministerio ha desarrollado, conjuntamente
con Bogotá, Cali y Medellín, programas que permiten
ser optimistas frente a la reacción de la comunidad cuando
se interviene con actividades educativas. La realización
del estudio nacional de salud mental y la aprobación de
un par de leyes por parte del Congreso, demuestran que el tema
va ganando terreno, aunque tengo la convicción de que los
hechos, van a mayor velocidad que la reacción de la sociedad.
Otro tema, necesario en la discusión, hace referencia a
que la mitad de los embarazos en nuestro país son no deseados.
Una de cada cinco niñas entre 15 y 19 años ha estado,
está o estará embarazada. En el caso de las niñas
desplazadas, de esta misma edad tres de cada diez niñas
han sufrido un embarazo. Dieciocho (18%) de estos y estas jóvenes
(entre 15 y 19 años), dice no haber tenido fácil
acceso a los métodos de planificación familiar producto,
entre otras, de barreras culturales, económicas y éticas
(?). A esto hay que añadirle la edad y la poca madurez con
que nuestros jóvenes están iniciando su vida sexual
activa. La iniciación promedio es de 13,4 años para
los varones y 14,8 años para las mujeres.
Por si esto fuera poco, y aunque es un
tema recurrentemente silenciado, cientos de mujeres se practican
abortos en el país. Muchos
de ellos, según algunos estudios epidemiológicos,
se realizan en condiciones técnicas e higiénicas
poco recomendables no sólo para este, sino para cualquier
procedimiento médico.
Aunque diferentes entidades internacionales
han resaltado el trabajo que se ha desarrollado en las políticas de salud sexual
y reproductiva, todavía nos queda mucho camino por recorrer.
No hay tiempo para seguir en la eterna discusión sobre si
es más importante la planificación o la educación.
Se necesitan las dos. Tampoco debemos seguir discutiendo sobre
si tenemos que educar acerca de los diferentes métodos anticonceptivos
o por el contrario sólo promover la abstinencia absoluta.
Debemos trabajar en los dos y en muchos otros aspectos, principalmente
educación, entendiendo que todas las posiciones son muy
respetables, pero no por ello menos responsables.
Cada uno debe utilizar su escenario (aulas,
púlpitos, clínicas,
reuniones, periódicos, programas de televisión, radio,
etc.), para que hablemos con firmeza de la paternidad y la maternidad
responsables y poder gritar, abajo los embarazos no deseados. Adicionalmente,
cada uno de los padres, abuelos y tíos debemos entender
que cada uno tiene una gran responsabilidad, no delegable ni en
los colegios ni en el gobierno. pues cada uno de ellos también
tiene su propia responsabilidad. Hay que reflexionar y, lo más
importante, hay que actuar pues un requisito indispensable para
la paz y para el desarrollo social es tener un buen clima en las
relaciones familiares.
* Ministro de la Protección Social
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