CORTE DE CUENTAS
Por Jorge H. Botero*
La negociación de un tratado de comercio con los Estados
Unidos se inició con la visita que funcionarios colombianos
realizaron a Washington en febrero del 2003 para plantear nuestro
interés al respecto, y culminará, si las etapas previas
se surten con éxito -cierre de la negociación, suscripción
del tratado, aprobación por el Congreso- con un pronunciamiento
de la Corte Constitucional en algún momento del próximo
año. A estas alturas del proceso bien puede realizarse un
corte de cuentas. Desde luego, hay aspectos positivos pero también
hay dificultades que sería necio ignorar.
Me refiero a los primeros. Creo que por vez
primera una negociación
comercial se aborda por un equipo constituido por funcionarios de
alto nivel técnico aportados por los diferentes ministerios,
y no exclusivamente por los vinculados al Ministerio de Comercio.
Entre enero y mayo de 2003 sus integrantes, liderados por un jefe
negociador experimentado y capaz, se entrenaron en estrategias de
negociación y colectivamente construyeron una “matriz
de objetivos e intereses” que permite conocer, para más
de 400 asuntos, cuales son los nuestros y cuales los de la contraparte.
Con este bagaje abordaron la negociación. En contra de la
afirmación de algún dirigente político (“negocian
con más ganas que estrategia”) las encuestas de opinión
registran que el equipo goza de credibilidad. Es cierto también
que la negociación cuenta con el respaldo unificado del Gobierno,
así se hayan presentado algunas diferencias de criterio que
han sido resueltas mediante el diálogo directo o con la intervención
del Presidente de la República. El Decreto 2314/04 establece
reglas de juego para las negociaciones internacionales de comercio
que serán muy útiles en la fase definitoria del tratado
con los Estados Unidos.
Colombia cuenta con una institucionalidad
gremial sólida
que cumple bien su tarea de articular intereses privados y armonizarlos
con el bien común. En vez de buscar que los empresarios fueran
representados por personalidades señaladas a dedo, como aconteció en
México, desde el comienzo se otorgó a los gremios plena
confianza en el ejercicio de esta tarea; además, se le concedió al
Consejo Gremial, en reconocimiento de su elevada representatividad,
una interlocución preferente. La relación de confianza
resultante ha permitido que entre sector privado y Gobierno exista
una sólida alianza que ayuda muchísimo a definir posiciones
en la mesa de negociaciones. Otro aspecto positivo es la elevada
participación del Congreso en el proceso, tanto a través
de los debates de control político, que, por cierto, han sido
abundantes, como mediante su nutrido acompañamiento en todas
las rondas realizadas hasta ahora. Así mismo, lo es la intensa
presencia de voceros gubernamentales en las distintas regiones del
país para explicar los retos y oportunidades que la negociación
les plantea, y conocer, de primera mano, sus anhelos y temores.
En cumplimiento de sus deberes, desde el
inicio mismo del proceso la Procuraduría General de la Nación vigila el transcurso
de las negociaciones para garantizar que ellas sean transparentes
y se mantengan adecuados espacios de participación para todo
aquel que sea titular de un interés legítimo. Existe,
y esta es una innovación positiva, un acuerdo formal entre
la Procuraduría y el Ministerio de Comercio, que regula las
modalidades de la vigilancia especial que aquella adelanta. En último
término, señalo que las universidades han sido involucradas
para que aporten elementos de juicio sobre los impactos macroeconómicos
y sociales del eventual acuerdo con los Estados Unidos, sus implicaciones
para los diferentes sectores productivos y el análisis de
escenarios de negociación en campos tan sensibles como el
de los medicamentos.
Todo esto es positivo pero también “hay llanto y crujir
de dientes”. Lo contaré la semana próxima.
*Ministro de Comercio, Industria y
Turismo