LA POLÍTICA DE CRÉDITO
AGROPECUARIO
Por Andrés F. Arias*
Una agricultura
débil equivale a
un terrorismo fuerte.
Hay quienes piensan que es de “mal gusto” utilizar el “espejo
retrovisor” para evaluar y aprender de las políticas
públicas pasadas, sobre todo las comerciales y las agrícolas.
Mal gusto, por el contrario, es trivializar la discusión con
ese término y hacer de cuenta que en este país no tenemos
un alto nivel de pobreza atribuible, en buena medida, al debilitamiento
de la agricultura lícita como resultado de políticas
públicas anteriores. Debilitamiento agrícola que ha
fortalecido el narcotráfico. Narcotráfico que comenzó con
una bonanza marimbera en la década de los 70 y que, desde
entonces, ha venido nutriendo el terrorismo que los colombianos hemos
tenido que padecer.
Este gobierno sí entiende que una agricultura débil
equivale a un terrorismo fuerte. Por ende, nuestra política
agropecuaria ha sido diseñada para fortalecer a como dé lugar
los sectores rurales colombianos. Una de las herramientas más
poderosas para ello es la política de crédito agropecuario.
La política ha sido diseñada, por un lado, para romper
los obstáculos que los pequeños productores venían
enfrentando para acceder al crédito y, por otro, para estimular
su asociatividad.
Por ejemplo, las garantías que se otorgan a través
del Fondo Agropecuario de Garantías (FAG) son más altas
para los pequeños productores (hasta del 80 por ciento), con
especial tratamiento para los proyectos de productores desplazados
por el terrorismo o de desarrollo alternativo (hasta del ciento por
ciento). Las tasas de interés que se ofrecen también
son más bajas para los pequeños productores y tienen
una reducción adicional si el proyecto es asociativo. Es así como
un crédito asociativo para pequeños productores solo
paga una tasa equivalente a DTF+2, una de las más bajas del
mercado financiero colombiano.
Con esta política crediticia, desde agosto del 2002, 336.420
nuevos productores rurales han accedido a crédito a través
de Finagro. De los cuales, 253.067 son pequeños, que han recibido
desembolsos por 948 mil millones de pesos. Sólo durante los
primeros cinco meses de este año se desembolsaron créditos
para pequeños productores por 250 mil millones de pesos (¡un
crecimiento de 92 por ciento con respecto al mismo período
del año anterior!).
En general, los desembolsos para para el
sector agropecuario pasaron de 1,2 billones de pesos en 2002 a
1,9 billones en 2004. Esto representa
un crecimiento de 37 por ciento. Solo durante los primeros cinco
meses de este año los desembolsos para el sector agropecuario
llegan a 730 mil millones de pesos, lo que representa un crecimiento
de 12,6 por ciento con respecto al mismo período del año
anterior. Es así como la cartera agropecuaria hoy asciende
a 3,1 billones de pesos. Esto equivale el 5,6 por ciento del total
de la cartera del sistema financiero, porcentaje que cayó desde
un nivel similar en 1991 (5,4 por ciento) a 2,3 por ciento en 1997,
el punto más bajo tras el descalabro agrícola de los
90.
Por último, es importante desvirtuar tres mitos sobre el
crédito agropecuario. Primero, el crédito no se puede
otorgar sin requisitos mínimos. Hacerlo sería volver
al esquema Caja Agraria (hoy en liquidación por una buena
decisión del gobierno anterior). Segundo, el crédito
para los grandes productores no se debe estigmatizar.
Ellos también generan empleo y desarrollo en el campo. Tercero,
el crédito no es la única forma de apalancar los negocios
en el sector agropecuario. Los fondos de capital de riesgo (como
el de Finagro, con 31 mil millones de pesos) son buena alternativa
para proyectos de largo plazo, como los forestales o los cultivos
de tardío rendimiento. Otra alternativa es la Bolsa Nacional
Agropecuaria, cuyas operaciones durante los primeros cinco meses
de este año (344 mil millones de pesos) han crecido 22 por
ciento con respecto al mismo período del año anterior.
* Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural
Junio 16 de 2005