NO DEJARSE ENGRUPIR
Por José Obdulio Gaviria Vélez*
Galán (Eln), Caraballo (Epl) y Ateta
(Farc) pueden acogerse a esta ley.
¡Que se respeten los estándares internacionales!, dicen
algunos. Bueno..., busquémoslos.
Yo utilicé esa lámpara de Aladino que se llama google.com. ‘Lamparita –le
dije– quiero conocer las leyes de verdad, justicia y reparación
aplicadas a quienes se desmovilizaron últimamente en Sudán,
Afganistán, Sri Lanka o en la Cochinchina.
Miles de páginas y nada encontré sobre persecución,
retaliación, condenas a muerte o cadenas perpetuas. Lo que
leí fue predicaciones de paz, propósitos de enmienda
y reconciliación, lenguaje fraterno, mediación internacional
(Noruega) y de obispos y pastores.
Uno de los trabajos de Hércules fue limpiar los establos
de Augías que contenían un estiércol depositado
durante treinta años. Hoy, el Estado colombiano (Gobierno,
Congreso y Cortes) están teniendo que desviar el cauce de
ríos y quebradas para tener un abundante chorro de agua lustral
que purifique nuestra democracia.
El primer río es la seguridad democrática: en Colombia,
quien se obstine en disparar armas para obtener decisiones políticas,
está perdido; le esperan perpetuo autoexilio en la jungla,
o cárcel, o muerte.
El segundo río es la nueva ley. Si los alzados en armas quieren
vivir en paz, desmovilizarse y desarmarse, tienen al frente a un
gobierno que sabe de memoria el más bello poema de Martí: “Y
para el cruel que me arranca el corazón con que vivo; cardo
ni ortiga cultivo; cultivo una rosa blanca”.
Si en el mundo (¡en el mundo!) un experto quiere estudiar
leyes de verdad, justicia y reparación, solo tiene una a la
mano: la de Colombia.
Sí, hay mucha doctrina y jurisprudencia; pero leyes…,
no, no las hay. Puede que la nuestra no incorpore un “maximalismo
punitivo ni la totalidad de los argumentos justicieros” (certera
expresión que oí al profesor Iván Orozco), pero
sí es un cambio (¿avance?) con respecto a las impunidades
consentidas y pactadas por medio de las cuales arreglaron sus problemas
sudafricanos y salvadoreños.
Lector: ¡no se deje engrupir! La ley está a la mano
en internet. ¡Léanla! Vean por sus propios ojos que
es universal (si Galán (Eln), Caraballo (Epl), Arteta (Farc)
quieren salir de la cárcel, pueden acogerse a ella, ahí están
los textos). Se le aplicará ya a Mancuso, porque él
quiere acogerse; a nadie puede aplicársele a la fuerza.
Es una ley para quienes no quieran seguir
secuestrando, matando y metiéndole miedo a alcaldes, concejales y demás
ciudadanos.
El lector, al estudiar la ley, deberá tener presentes los
hechos, no los discursos (injustos, alejados de la caridad y el respeto
que merecen todos los semejantes, en particular los que han llevado
siempre una vida digna y proba): ¡No!, no es cierto que habrá impunidad.
Habrá pena alternativa (entre cinco y ocho años).
Pero, eso sí: no es una ley de sometimiento. Los guerrilleros
y ‘paras’ ni irán ante el implacable tribunal
de las horcas de Nuremberg ni ante el clemente juez que concedió indultos
totales en El Salvador. Irán ante un tribunal intermedio,
con conciencia humanitaria pero atento a que cese (en el presente
y en el futuro) el terror del pasado.
Es una ley que tiene en cuenta a las víctimas (incluidas
las familias de los policías y soldados asesinados o mutilados;
y de los secuestrados); que reglamenta por primera vez la reparación
y crea un fondo multimillonario para realizarla; es una ley que induce
y premia la confesión, la verdad, el arrepentimiento.
No crean lo de que es una ley para la legalización del narcotráfico.
Cuando alguien les diga eso, respondan: ¡Usted yerra: el artículo
11 numeral 6 es clarísimo. Los narcotraficantes no van en
esta ley!
* Asesor presidencial aochoa@presidencia.gov.co
Junio 24 de 2005