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EL PLAN DE DESMOVILIZACIÓN ES UN CAMINO PARA TERMINAR LA VIOLENCIA

THE MIAMI HERALD
23 DE AGOSTO DE 2005
OPINIÓN

Por Francisco Santos Calderón

Los colombianos han vivido con la violencia terrorista por más de 40 años. Estos grupos guerrilleros – y más notablemente las FARC y el ELN – emergieron en la década de los 50 como organizaciones de izquierda. Pero a lo largo de los años, han abandonado su agenda política, y hoy son redes sofisticadas y bien organizadas que trafican con droga y aterrorizan a la población civil por medio de la violencia, ataques y secuestros.

En respuesta a años de violencia guerrillera, un número de grupos paramilitares emergieron para proteger a los hacendados de la extorsión y el secuestro. Pero con el paso del tiempo, igual que las guerrillas, se vincularon a las actividades del narcotráfico y el secuestro. En años recientes, estos grupos, bien financiados y altamente armados, se unieron para conformar lo que hoy se conoce como las Auto Defensas Unidas de Colombia o AUC.

Luego de décadas consumidas combatiendo estos grupos en esfuerzos para traer la paz a Colombia, es claro que un proceso de negociación es la única y definitiva manera de ponerle fin a la violencia.

Previos esfuerzos para negociar un fin a la violencia con estos grupos armados ilegales han fallado. Pero en los últimos tres años, el Gobierno de Colombia ha reforzado su habilidad para perseguir a los terroristas y, como resultado, los homicidios han reducido en un 40%, los secuestros por 70% y los ataques han decaído sustancialmente. Ahora es el momento preciso para extender una mano para desarmar y desmovilizar a los grupos terroristas.

Por cerca de dos años, el Congreso de Colombia debatió intensamente las condiciones para la paz. Todos los sectores de la sociedad colombiana y muchos de la comunidad internacional participaron en este proceso democrático, por medio de consejos comunales, audiencias legislativas, conferencias y los medios. El 22 de junio, el Congreso aprobó la ley.

La nueva ley establece un marco legal y global para desmantelar estas organizaciones – tanto las guerrillas como los paramilitares – y asegura la futura seguridad de los ciudadanos colombianos a la vez que garantiza un nivel de castigo y reparación para enmendar los crímenes cometidos.

Con esta ley, los combatientes pertenecientes a grupos armados ilegales deben entregarse al gobierno, renunciar al terrorismo, confesar la totalidad de sus crímenes y aceptar los cargos formulados en su contra. Más aún, deben desmantelar completamente todas las estructuras de sus grupos, entregar sus bienes mal habidos, liberar a los secuestrados, compensar financieramente a sus víctimas y jurar a no reincidir en conductas criminales.

Quienes cumplan con todas estas condiciones se vuelven elegibles para una sentencia de 5 a 8 años por los crímenes que confesaron. Hasta 18 meses del tiempo empleado en las áreas de concentración durante las negociaciones, pueden ser contabilizadas como tiempo cumplido de esa condena. La ley no otorga futuras reducciones a las sentencias.

Los críticos de esta medida, conocida como la Ley de Justicia y Paz, afirman que otorga amnistía para crímenes graves. Pero esto no podría estar más alejado de la verdad: La ley no otorga amnistía en absoluto. Ofrece una sentencia de 5 a 8 años, lo cual es un precio razonable a cambio de la posibilidad de alcanzar la paz. A todo esto solo pueden acceder las personas que confiesen; cualquier crimen que los excombatientes no confiesen – pero del que son sospechosos – puede ser investigado y enjuiciado, sin acceso a los beneficios de la ley. Por estos crímenes, pueden cumplir sentencias de hasta 40 años.

Los narcotraficantes nos son elegibles para beneficiarse de esta ley en absoluto.

Además, la cuestión de la extradición no se negocia, por ende el Gobierno de Colombia mantiene su poder discrecional para autorizar las extradiciones requeridas. El Gobierno de Álvaro Uribe ha usado la extradición como una herramienta poderosa en contra del narcotráfico, enviando a 270 sospechosos a EEUU en los últimos 3 años – más que cualquier otro país. La política de extradición en Colombia nunca ha sido sujeto de negociación con los grupos armados ilegales.

Los derechos de las víctimas son plenamente garantizados. La ley crea una Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación y un Fondo para la Reparación de las Víctimas y además crea una serie de comisiones regionales para la restitución de propiedad.

Las cortes están dirigidas a ordenar medidas de reparación – que serán pagadas por el estado con recaudos provenientes de los bienes mal habidos o ilegales entregados por los desmovilizados – inclusive en casos cuando no es posible identificar al autor del crimen.

La tarea crítica del gobierno ahora es implementar efectivamente la ley de Justicia y Paz. Para esto se necesita una cantidad considerable de recursos, personal e instituciones y una firme determinación por parte de la nación. El Presidente Uribe se merece una oportunidad de producir resultados para Colombia.

La ley no es perfecta, es el producto de un compromiso político. Pero es más firme – y hará mayor justicia – que cualquier otro esfuerzo de desmovilización previo en la historia del país.

* Vicepresidente de la República de Colombia

 
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