A MEDIO CAMINO
Por Jorge H. Botero*
No existe acuerdo entre los economistas
sobre el papel del sector financiero en el crecimiento. Incluso
ganadores del Premio Nóbel
como Robert Lucas y Merton Miller sostienen puntos de vista opuestos.
Mientras el primero desestima al sector financiero como un determinante
del crecimiento, para Miller la idea de que los mercados financieros
contribuyen al desarrollo es tan obvia que no merece mayor discusión.
Para mi no hay duda de que un buen sistema financiero es un ingrediente
clave en el elusivo camino hacia la prosperidad. Lo demuestran
la estrecha correlación positiva entre la tasa de crecimiento
y el grado de profundidad financiera, y el impacto negativo que
las crisis bancarias tienen en el desempeño de la economía. Dicho lo anterior cabe añadir que existe cierto grado de
indiferencia sobre la participación relativa en el mercado
financiero de los dos canales que lo integran: el intermediado
o bancario y el no intermediado o “mercado de capitales”,
siempre y cuando entre ellos exista adecuada complementación.
O sea que el primero sea eficiente movilizando los excesos de liquidez
de unos agentes hacia otros y atendiendo las necesidades de crédito
de hogares y pequeñas empresas, en tanto que el segundo
satisfaga las de medianos y grandes emprendimientos y de los agentes
estatales mediante la emisión de deuda y participaciones
de capital. Uno y otro deben ampliar las coberturas de tipos de
cambio e interés en lo cual tenemos un lamentable retraso
que el Gobierno actual no ha tenido éxito en resolver. Todavía
hay muchos agentes económicos persuadidos de que el tipo
de cambio puede ser objeto de medidas directas de control. De otro lado, un marco legal que garantice
el cumplimiento de los contratos, proteja los derechos de acreedores
y accionistas
minoritarios (no sólo los de los deudores, como a veces
tiende a creerse), garantice la transparencia de la información
y promueva el buen gobierno corporativo, facilita la canalización
del ahorro hacia proyectos de inversión y costos razonables
para los usuarios. Los dos últimos gobiernos han venido trabajando en el fortalecimiento
y consolidación del sector financiero. La Administración
Pastrana evitó la extensión de la crisis financiera
que se gesto en años que preceden a su mandato y aunque
es posible discrepar de la forma de financiarla (el impuesto a
las transacciones financieras) la resolvió con celeridad
y firmeza. La actual ha ayudado a extender el crédito institucional
a sectores que tradicionalmente han tenido poco acceso. La Ley
de valores recientemente aprobada por el Congreso propicia el buen
gobierno corporativo, mejora la protección de los accionistas
minoritarios, contribuye a reducir los riesgos inherentes a las
operaciones bursátiles e induce mayor transparencia de la
información. De esta forma se estimula la oferta de valores
en el mercado por el sector privado, que deberá ser su gran
animador en años futuros, si somos capaces, lo que está por
verse, de resolver el grave problema fiscal que arrastramos desde
hace una década. Esta ley se enmarca dentro de un proceso
de modernización
de las instituciones económicas de la que hace parte la
ley de estabilidad jurídica, recientemente aprobada, la
cual deberá ser complementada, ojalá en un futuro
cercano, con un nuevo régimen de insolvencia, una reforma
tributaria estructural y otra profunda del estatuto orgánico
del presupuesto. Resolver, de modo definitivo, los problemas financieros
y de equidad inherentes al financiamiento de las pensiones es una
condición indispensable para despejar el futuro de las finanzas
publicas. Igualmente se precisa una reforma financiera centrada
en la eficiencia operativa de la banca para que sea factible reducir
los márgenes de intermediación. Hemos avanzado, es
cierto, pero falta muchísimo por hacer. *Ministro de Comercio, Industria y Comercio
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