Discursos

Documentos

Noticias SNE

Fotografía

Banco de Voces

 

ÁLVARO GÓMEZ HURTADO O LA VIDA DE UN SABIO

Por Álvaro Uribe Vélez*

Álvaro Gómez tenía una estatura moral, espiritual e intelectual que lo hizo inmune a la muerte. Los colombianos lo seguiremos teniendo presente y recordaremos sus ideas -a la vez tan profundas y tan sencillas-, para buscar orientación que conduzca al bienestar y felicidad pública.

Siendo un niño y luego en mi juventud, oí a mi tía Cecilia Vélez de Vélez, con la autoridad que le daba ser Representante a la Cámara, hablar largamente sobre el ex presidente Laureano Gómez y su hijo Álvaro. Sus palabras eran de ecuánime admiración. Después, cuando conocí al doctor Álvaro, confirmé el concepto de Cecilia: encontré a un hombre muy amable, con esa amabilidad inconfundible que es natural en los sabios.

Cuando hablo de un sabio, lo digo en sentido literal. Fue un sabio como intelectual. Su conocimiento de los idiomas le permitió leer a muchos pensadores en la fuente; conocía en profundidad la historia, la filosofía política y, en detalle, todas las expresiones del arte. Él mismo fue un gran artista pictórico y caricaturista.

Pero no era el sabio para sí. Le deleitaba la cátedra universitaria porque podía esparcir entre los jóvenes sus conocimientos -que eran a la vez profundos en el concepto y detallados en los hechos y las anécdotas-. Seguramente sus alumnos guardan como recuerdo indeleble cada palabra de la última clase de historia del arte que dictó antes de ir a encontrarse, minutos después, con las manos asesinas que nos arrebatarían uno de los mejores hombres de nuestra historia.

Á lvaro Gómez fue sabio como político. Luchó por crear un nuevo lenguaje, en el que fueran coincidentes los conceptos con las realidades; que las palabras evocaran el significado exacto, no el vulgarismo; y las estratagemas de la retórica no se impusieran sobre el sentido del sus pensamientos. Su verticalidad lo hacía sospechoso de fundamentalismo en un escenario político en el que campeaban como dueños los diletantes y predicadores del “apaciguamiento” con el terrorismo y el crimen organizado. Alguna vez dijo: “(…) disimular la atrocidad de los delitos cometidos por la guerrilla y después de cada uno de ellos tenderle la mano a los criminales; no es fácilmente entendible como una muestra de pacifismo”.

Álvaro Gómez fue sabio como periodista. Colombia está en mora de publicar el libro que contenga sus editoriales y artículos; tanto por lo que ganaríamos para la memoria histórica, como por la sabiduría y ejemplo que podrían recibir los jóvenes que hoy se forman para ejercer esa bella profesión. Verían los lectores de ese texto, cómo fue de cuidadoso el doctor Gómez en el cultivo de la forma, ya que la consideraba la envoltura del pensamiento. La lectura de una compilación del pensamiento de Gómez nos permitiría ver al político moderno, al precursor de la elección popular de alcaldes y gobernadores, al luchador contra la corrupción y el desgobierno; demostraría que las categorías izquierda y derecha son un simplismo, una obsolescencia ideológica, una polarización artificial y nada práctica. Los conceptos de Gómez Hurtado desbarataban los linderos de esa aparente división, porque sabía bien que a los gobernantes se les mide por la oferta o no de seguridad con alcance democrático; de libertades públicas; de transparencia como factor de confianza; de cohesión social como principio de sostenibilidad democrática y de independencia de las instituciones. Creo que Álvaro Gómez habría coincidido con nuestra idea de que eso es lo que define si una democracia es institucional o caudillista; si está regida por el ordenamiento jurídico o por caprichos personalistas; si es una democracia progresista o retardataria.

Como editorialista, Gómez se adelantó a su tiempo. Muchas de sus definiciones sobre la criminalidad disfrazada de política, que parecieron a muchos un destemplado derechismo, son aceptadas hoy como definiciones naturales, casi tautologías. Cuando Colombia tiene que disponerse a recuperar el imperio de sus instituciones, a recobrar el poder para el Estado, para sus formas democráticas de manera real, el pensamiento de Álvaro Gómez Hurtado es guía insustituible.

Solamente un poder, el legítimo del Estado, es capaz de cautivar al pueblo, de obtener su obediencia al ordenamiento jurídico; es el único que es capaz de construir ese lazo vinculante entre los individuos, que nos permite pasar de ser masa a constituirnos en nación; para ello está plenamente vigente y es iluminante el legado ideológico de Álvaro Gómez Hurtado.

*Presidente de la República de Colombia

2 de noviembre de 2005

 
| Quejas y Reclamos | Web Master |
Linea de Quejas y Reclamos 018000-913666

COPYRIGHT © 2006 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA