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LA CÁRCEL

Por Luis Carlos Restrepo*

El común denominador de las dificultades que enfrentan el proceso de paz con las autodefensas y un eventual Acuerdo Humanitario con las FARC, es el tema de la cárcel. A los jefes paramilitares les asusta la cárcel, pues consideran que una vez en manos de la justicia, resultará fácil extraditarlos. Aunque la ley de Justicia y Paz establece penas de cinco a ocho años, no creen que les dé seguridad jurídica. Preocupa a las autodefensas que la norma pueda caerse por un fallo de la Corte Constitucional o ser desconocida por tribunales internacionales, lo que los dejaría expuestos a una pena plena. Y como ya han confesado todos sus delitos, bastará simplemente dictar las nuevas sentencias.

Por otro lado, las FARC están empecinadas en sacar a sus hombres de las cárceles. Esa es la única razón que tiene para mantener secuestrados a un grupo de ciudadanos inocentes. Ellos no reconocen la competencia del Estado ni de la comunidad internacional para juzgar los graves crímenes que han cometido sus hombres. Esperan, mediante este chantaje, imponernos sus condiciones y sacar a sus hombres de las prisiones colombianas y extranjeras, para integrarlos de nuevo a su estructura delictiva. Aún más, ni siquiera cuentan para esto con la opinión de los presos, motivo por el cual la mera presión y exigencia por un canje, actúa como factor de intimidación frente a los miembros de ese grupo encarcelados. Es tanto como decirles: pórtense bien, no colaboren con el Estado, no olviden a la organización, pues un día el Estado nos los devolverá, y ajustaremos cuentas con los traidores.

No es bueno simplificar el asunto de la cárcel. Resulta tan inadecuado menospreciarlo en el caso de los paramilitares, como en el caso de los guerrilleros. Un proceso de paz sólo puede avanzar si ofrece alternativas diferentes a la del cumplimiento de una pena plena de cárcel. Así de simple. De allí la necesidad de mantener una actitud ponderada que nos permita, tanto en el caso de los extremistas de derecha como de los extremistas de izquierda, mantener una posición unificada.

Hoy no sucede así. Mientras en el proceso de paz con las autodefensas sectores importantes de opinión minimizan el componente político, centrándose tan sólo en el componente judicial y la exigencia de cárcel para los responsables de delitos graves; en el caso del llamado acuerdo humanitario con las FARC se minimiza el componente judicial y se magnifica el componente político, a tal punto que se da por hecho que responsables de delitos atroces van a salir de las cárceles, sin reparar a las víctimas ni comprometerse a dejar de delinquir.

Resulta por demás curioso que los mismos sectores que piden cárcel perpetua para las autodefensas, defiendan un intercambio humanitario con las FARC, para que liberemos a los presos de ese grupo que están en las cárceles, sin exigirles ninguna contraprestación. Es como decir que la cárcel es para quien entrega las armas y se desmoviliza, pero a quien chantajea secuestrando inocentes se lo premia con la libertad. Esto envía un pésimo mensaje a los ilegales y favorece posturas como la asumida por el ELN, que critica la ley de Justicia y Paz diciendo que favorece la impunidad, pero pide indulto y amnistía para todos sus miembros, sin importar los delitos cometidos. Se hace necesario enviar un mensaje a los miembros de los grupos ilegales para que entiendan que la ley es para todos.

Pues el único instrumento que tenemos para conceder beneficios jurídicos que permitan la excarcelación de responsables de delitos no indultables, es la ley de Justicia y Paz. En esta norma se establecen tres vías de acceso a los beneficios: desmovilización individual, desmovilización colectiva y acuerdos humanitarios. En el caso de la desmovilización individual el beneficiario debe contribuir con información para desmantelar la estructura ilegal a la que pertenecía. En el caso de la desmovilización colectiva, dicho desmantelamiento debe hacerse de manera directa por el interesado. Y para los acuerdos humanitarios, los miembros del grupo armado ilegal deben contribuir a la paz del país con actos que quedan sujetos a la calificación del Presidente de la República. En todos los casos se deben confesar los delitos, pagar una pena privativa de la libertad mínima y reparar a las víctimas.

Resulta dañino enviar mensajes equívocos. Como hacerle creer a las FARC que van a obtener su propósito del canje pasando por encima de las leyes nacionales e internacionales. A paramilitares y guerrilleros hay que ofrecerles reglas claras de juego, que serán respetadas por la sociedad si hay seriedad en su comportamiento y credibilidad en los acuerdos que se logren.

El tema de la cárcel no se puede seguir viendo como un asunto secundario. Querámoslo o no, por él pasa en parte el éxito o fracaso de los esfuerzos por consolidar la paz en el país. Más vale empezar a tratarlo a fondo.

*Alto Comisionado para la Paz
Noviembre 10 de 2005

 
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