FALACIAS AGRÍCOLAS
Por Jorge H. Botero*
En carta enviada por algunos gremios agrícolas del departamento
de Córdoba al Presidente Uribe en diciembre pasado, se afirma
que “La triste experiencia mexicana en el sector del maíz
debe servir de enseñanza; con preocupación le manifestamos
que se está haciendo caso omiso de ella”. Aun cuando
son comprensibles los temores que suscita la negociación agrícola
en el TLC de Colombia con los Estados Unidos, no resulta adecuado
sustentarlos con una versión incorrecta de la experiencia
mexicana. No es verdad que el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN) acabó con el cultivo del maíz en
México, sumió en la miseria a los campesinos y generó una
masiva migración de población rural a los cinturones
de miseria de las ciudades.
Mitos como este surgen por problemas de información, pues
decisiones económicas tales como la integración económica
no se pueden evaluar con resultados de corto plazo. Y se fomentan
por opositores a las políticas gubernamentales dado que son
fáciles de crear, suenan bien a los oídos del público
y nadie pide pruebas. Verbigracia, en Colombia han surgido recientemente
afirmaciones del siguiente tenor sobre los presuntos impactos del
TLC con Estados Unidos: “arrebatará los recursos biogenéticos
y los conocimientos tradicionales de nuestros pueblos indígenas”; “acabará con
la cultura nacional”; “arrasará con las universidades
públicas”; “achicará la capacidad nacional
de generar riqueza y aumentará la pobreza”; “lesionará el
desarrollo, la salud pública y la seguridad alimentaria”.
Los debates que se avecinan permitirán demostrar que nada
de esto es verdad.
Pues bien: transcurridos diez años de la firma del TLCAN
comienzan a publicarse evaluaciones rigurosas de ese proceso de integración.
En el caso del maíz mexicano, Norbert Fiess y Daniel Lederman,
economistas del Banco Mundial, acometieron la tarea de refutar el
mito. En un trabajo reciente presentaron los siguientes resultados:
1. La producción de maíz en México siguió creciendo
después de la entrada en vigencia del TLC. 2. El maíz
no tecnificado (que usualmente se asocia a la producción campesina)
fue el que más creció. 3. El valor real de la producción
de maíz ha caído durante el TLCAN, continuando una
tendencia descendente de largo plazo. 4. La caída del valor
real de la producción responde a la tendencia descendente
de largo plazo de los precios internacionales del maíz. Por
estas razones, no es posible concluir que el deterioro de los ingresos
reales de los cultivadores de maíz sea consecuencia de ese
acuerdo comercial.
Hay otros estudios que muestran que en el
caso del maíz no
sólo aumentó el área sembrada y la producción,
sino también los rendimientos (mejora tecnológica).
Según Yunez-Naude y Barceinas, investigadores de El Colegio
de México, los rendimientos de los cultivos dotados de riego
pasaron de 3.13 toneladas por hectárea en 1983-1990, a 4.83
en el periodo 1994-2000, y en el maíz no tecnificado, de 1.58
toneladas a 1.83 en los mismos periodos. Es obvio que las tierras
dotadas de riego sean las que registran mayores incrementos de productividad.
Los mismos autores señalan que la producción de autoconsumo
no fue afectada ni en su oferta ni en su productividad, lo que repercutió en
migraciones rurales moderadas.
Al Gobierno le interesa muchísimo la prosperidad del cultivo
del maíz. Al definir su política agropecuaria tiene
en cuenta la experiencia de países como México, en
donde no ha ocurrido la tragedia que algunos respetables dirigentes
advierten, tal vez sin contar con todos los elementos de juicio,
o influidos por visiones apocalípticas que carecen de sustento.
De allí la importancia de fortalecer un diálogo serio
del que se excluyan las pasiones propias de una época electoral.
*Ministro de Comercio, Industria y Turismo
Enero 24 de 2006