HAGAN SUS APUESTAS
Por Jorge H Botero*
Cuando está columna sea publicada el equipo
que ha venido negociando, a lo largo de veinte meses extenuantes,
el TLC con
los Estados Unidos estará a punto de culminar su tarea.
Todos los capítulos del acuerdo, salvo los que tienen que
ver con el sector agropecuario, se han cerrado ya. En la semana
pasada, quedaron acordados el de inversión, que es fundamental
para atraer mayores flujos de ahorro externo; el de textiles y
confecciones, de tanta importancia para sostener la dinámica
de las exportaciones y fortalecer la generación de empleo;
el de compras públicas, que abrirá nuevos mercados
a la industria nacional.
Y el de propiedad intelectual, tan arduamente
combatido con el argumento de que se traducirá en un incremento de los precios
de los medicamentos. Debo decir que no hay motivos para aceptar
la validez de este sombrío pronóstico. Entre otras
razones porque el Estado mantiene la capacidad de controlar los
precios para evitar la configuración de monopolios, o para
modular el efecto de las patentes a través de licencias
obligatorias o las importaciones paralelas; porque no se ha ampliado
el concepto de patentabilidad ni el periodo de duración
de las patentes; y porque tratándose de la protección
de los llamados “datos de prueba” no hemos ido más
allá de lo que nuestra normativa interna tiene establecido.
Pero, lo que tiene aún mayor importancia: porque si la economía
crece más, como lo esperamos, habrá más afiliados
a la Seguridad Social, tanto contributiva como subsidiada. En efecto:
los 10 millones de nuevos afiliados que el actual Gobierno con
legítimo orgullo proclama, no habrían sido posibles
sin la reactivación de la economía que en estos años
se ha presentado.
F. A Hayek, el gran economista austriaco,
premio Nóbel
en su disciplina, escribió en 1944: “Los eventos contemporáneos
difieren de la historia en que no sabemos los resultados que producirán.
Cuando miramos hacia atrás podemos evaluar el significado
de los eventos pasados y determinar las consecuencias que ellos
han producido. Pero cuando la historia despliega su curso, no es
todavía historia; es un camino que conduce a una tierra
desconocida. Por eso difícilmente podemos imaginar lo que
habrá de acontecer”. Esta cita me parece pertinente
luego de ver la publicidad de algunos candidatos que aspiran al
voto popular en los próximos comicios y leer ciertos columnistas
que, ante la inminencia del cierre del tratado, decretan, sin asomo
de duda, la ruina del país.
Esa clarividencia apocalíptica es impropia en un debate
que tenga altura académica; resulta, además, incongruente
con los diversos estudios que sobre los posibles impactos del TLC
se han realizado, y pasa por alto los muy positivos resultados
que han logrado otros países que decidieron antes que nosotros
internacionalizar sus economías. En efecto: los varios estudios
prospectivos realizados recientemente, sin excepción alguna
postulan crecimiento de la economía, las exportaciones,
la inversión extranjera, la capacidad de consumo, y, por
supuesto, el empleo. Que es justamente lo que ha pasado en la India,
China, Malasia, Corea del Sur, España, Irlanda, México,
Chile. Las cifras, que por falta de espacio no presento, son irrefutables.
A pesar de lo anterior, no es posible vaticinar
si, al finalizar esta semana, se habrá logrado un acuerdo con los Estados
Unidos. Para que ello sea posible es necesario llegar a un entendimiento
que, en los difíciles temas pendientes, sea aceptable para
los congresos de ambos países. Es decir, desde la perspectiva
de nuestra contraparte, que los cronogramas de desgravación
de todos los productos finalmente lleguen a cero; y desde la nuestra,
que se garantice adecuada protección a productos de gran
sensibilidad: arroz, maíz, pollo.
* Ministro de Comercio, Industria y Turismo
Febrero 21 de 2006