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EL MAL RECUERDO DE UN GUAYABO

Por Luis Ernesto Mejía Castro*

Corrían los alegres inicios de los años 90; nuestro país no terminaba de celebrar los éxitos de una extraordinaria faena exploratoria. En solo 10 años encontramos 3 yacimientos “gigantes” (de 5 que hemos encontrado en 100 años), surgían nombres jocosos como Arauca Saudita, la dirigencia rebosaba de felicidad y en medio de la fiesta se dio como un hecho la entrada de Colombia al exclusivo Club de los “Países petroleros”.

Las consideraciones, muy “nacionalistas”, obligaban a reflexionar y se optó entonces por cambiar las reglas de juego, pues “no era lógico que un país petrolero compartiera su riqueza”. Contratos de producción escalonada, impuestos de guerra, precios exóticos, en fin, toda una suerte de medidas que buscaban “aumentar” la renta del Estado, conformaron la receta.

Al mismo tiempo el mundo prospectivo (el que tiene menor riesgo exploratorio) se abría al capital privado; las posibilidades en Rusia, Mar del Norte, Medio Oriente (incluso Cuba que no es prospectivo) quedaban abiertas al capital.

La embriaguez de las buenas producciones de los 3 gigantes nos impidió ver nuestra realidad de “País con petróleo” y sólo en los estertores de un duro guayabo nos vimos enfrentados a la huida del capital necesario para impedir el deterioro de la actividad exploratoria; de un vigoroso ritmo observado durante los 80, pasamos a cifras lamentables: 1.400 Km. de sísmica, 11 nuevos contratos, 12 nuevos pozos exploratorios fueron el promedio anual, cuando la necesidad era al menos 6 o 7 veces esas cifras.
El Estado, por su parte, debía (y debe) destinar sus escasos recursos a proveer bienes públicos y no destinarlos a la ruleta exploratoria. Colombia empezó a consumir sus reservas a un ritmo mayor a su incorporación y hoy nos enfrentamos a la pérdida de nuestra doble condición de autoabastecedor de combustibles y generador de excedentes para exportación.

Gran diferencia existe entre Venezuela, Bolivia y Colombia; ellos tienen la bendición de sus enormes reservas y nosotros la angustia del agotamiento de las pocas que nos quedan.

Hoy, que hemos logrado la reactivación de la exploración (58 nuevos contratos, 12.500 Km. de sísmica, 35 nuevos pozos exploratorios, inversión extranjera directa superior a USD 1.200 Millones para el año 2005), vemos iniciativas para armar otra fiesta, ésta con un trago distinto, ya no el volumen sino el precio, buscamos entonces otro duro guayabo, esta vez no bajo el agotamiento de las reservas sino sobre su segura extinción.

Pero además, la motivación es equivocada. Colombia nacionalizó todos los recursos del subsuelo en los 60 (reforma constitucional de Lleras Restrepo), fue el primero en incorporar mayor participación estatal por efecto del precio (la cláusula de precios altos incorporada a los contratos nuevos y a los extendidos le permite al país tener 30% del excedente sobre un precio base de USD 27 por barril). La participación del Estado en el actual escenario es de 62 % (impuestos, regalías, canon superficiario, cuota de administración de la ANH, costo de licenciamiento, cláusula de precios altos) sin invertir un solo centavo y dejando al inversionista 38% para ocuparse del100 % de la inversión y del riesgo, la generación de empleo, la mitigación ambiental, la inversión en comunidades, etc.

Ahora bien, yo celebro que existan iniciativas para mejorar los ingresos fiscales, pero me parece un verdadero contrasentido proponer que los mismos se trasladen en forma de subsidio a los dueños de vehículos (aproximadamente 60% de los 3 millones de vehículos que ruedan en Colombia son de uso particular; curiosa “propuesta social” de utilización de los recursos públicos), en vez de proponer que se destinen al mejoramiento de los indicadores sociales, alcanzar las metas del milenio, ampliar la cobertura del servicio subsidiado de salud o la cobertura de educación o el mejoramiento de las condiciones para impartir justicia, que tanto se requieren y que son verdaderos bienes públicos.

En resumen, los cambios de política son buenos para el país, coinciden con su realidad de “País con petróleo”, y se han incluido, como debe ser, por la vía contractual, en consenso. No se requieren más cambios. No juguemos más con la estabilidad jurídica. No afectemos el nivel de seriedad de que hoy goza el país. No nos arriesguemos a otro guayabo del que seguro no saldremos bien librados.

* Ministro de Minas y Energía
Mayo 17 de 2006

 
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