BANCA DE LAS OPORTUNIDADES
Jorge H. Botero *
A pesar
de arraigados prejuicios, la provisión de servicios
financieros de distinta índole es un componente fundamental
en el difícil tránsito hacia la generalización
del bienestar material. Lo demuestra la alta correlación
positiva existente entre ahorro financiero e ingreso per cápita.
Por ejemplo: mientras que en los países plenamente desarrollados
toda la población en algún momento de su vida accede
al crédito institucional, en nuestro país ello sólo
ocurre para el 22%.
Cabe registrar, sin embargo, algunos logros
positivos en el segmento crucial del microcrédito, que ha crecido entre enero de
2003 y diciembre de 2005 en el 96%, al paso que la cartera total
del sistema financiero sólo lo hizo en ese período
a la tasa del 34%. Esto en parte obedece al fortalecimiento institucional
del Fondo Nacional de Garantías, el ente estatal que ofrece
respaldo parcial a las obligaciones crediticias de los más
pequeños usuarios; como también al entusiasmo con
que la banca y las ONGs especializadas han cumplido su tarea. Ortodoxia
financiera y compromiso social han sido los factores de esta positiva
dinámica.
A pesar de estos avances, lejos estamos
de poder reclamar éxitos
definitivos. La profundización financiera del país,
medida por el coeficiente entre cartera crediticia y el PIB, que
en 1997, antes de la crisis financiera, era de 34%, al cierre de
2005 había descendido al 22%, una cifra bajísima
para países de similar grado de desarrollo. Hay, pues, que
forzar la máquina, no sólo para que la movilización
del ahorro financiero hacia el crédito tenga, en estos próximos
años, una aceleración a fondo, sino, también,
para avanzar en la provisión de otros servicios bancarios
a los estratos pobres.
Este es el objetivo que el documento Conpes
3424 de mayo pasado denomina “la banca de las oportunidades”. Allí se
propone que para combatir los altos costos que implica la expansión
de la banca en zonas remotas o con baja densidad poblacional, se
cree la figura de los corresponsales no bancarios, los cuales,
actuando por encargo de uno o varios bancos y bajo responsabilidad
de estos, puedan ofrecer servicios tales como movilización
de fondos, realización de pagos, consultas de saldos, expedición
de extractos. Este mecanismo, que será reglamentado en cuestión
de días, permitirá avanzar hacia una mayor cobertura
de los sectores populares. Pronostico que, en el corto plazo, la
banca llegará a nuevos usuarios, pobres en su mayoría,
a través de los comités municipales de cafeteros,
las proveedurías, los organismos cooperativos, las empresas
de transporte, etc.
Con estos mismos fines es crucial la eliminación paulatina
del 4x1.000, y, con prontitud, a las operaciones de menor cuantía.
Este tributo, virtuoso desde el punto de vista del recaudo, genera
un sesgo claro en contra de la bancarización y a favor del
efectivo, cuya manipulación es, por su propia naturaleza,
costosa, pero más en un país que padece de inseguridad
y tiene una geografía singularmente abrupta.
A fin de liberar a la banca de cargas cuasi-fiscales,
que al encarecer su operación dificultan la oferta de servicios de bajo costo
a pequeños usuarios, se recomienda la eliminación,
para las cuentas de ahorro de bajo monto, de las inversiones forzosas
existentes. Entre nosotros ellas se usan para transferir al sector
agropecuario recursos subsidiados, una política que ya casi
ningún país utiliza.
Pero hay otras medidas que, a pesar de
que existe consenso técnico
y amplia evidencia sobre sus bondades, no son “políticamente
correctas”. Me refiero al fortalecimiento de las bases de
datos, la eliminación de la tasa de usura, o la ejecución
expedita de las garantías en caso de incumplimiento. Hay
que dar, con serenidad y buen juicio, esos debates.
* Ministro de Comercio, Industria y Turismo
Julio 04 de 2006