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DOS DISCURSOS DEL PRESIDENTE
Palabras llenas de simbolismo (14 de Julio de 2006)

Eduardo Posada Carbó

Uribe reafirmó los valores de una tradición defendida por Alberto Lleras.

Dos celebraciones, dos discursos, dos ocasiones utilizadas por el presidente Uribe para reiterar significativos principios de gobierno y enviar mensajes de importancia. Tanto en la conmemoración del centenario de Alberto Lleras Camargo como en la de los quince años de la Constitución de 1991, el Presidente ‘tiró línea’.

Sus palabras, sin embargo, han sido generalmente ignoradas por la prensa y el debate público, en medio de un clima de opinión donde la política suele confundirse con la banalidad –y no por culpa exclusiva de los dirigentes políticos–.

En ambos discursos, el Presidente reafirmó los valores de una tradición colombiana defendida por Alberto Lleras Camargo: aquí"la ley es superior y más importante que el gobernante". Es interesante señalar otros aspectos que seleccionó del vastísimo legado de Lleras Camargo para su intervención en el centenario: su "intransigencia" contra el "ejercicio omnímodo" del poder, haberle "entregado (...) el mando presidencial a sucesores del partido contrario", su oposición a la deliberación y al voto de los militares, su defensa de los partidos políticos. Sobre estos últimos, el Presidente repitió dos veces una frase de Lleras Camargo (que volvió a repetir en el quinceañero de la Constitución): los partidos no podían ser "bárbaras montoneras impacientes de burocracia".

No creo hilar delgado al interpretar estas palabras como un mensaje para los partidos que lo acompañan. Mucho de lo que el Presidente dijo debería ser aleccionador para sus mismos seguidores: de cómo el mandatario entiende el manejo del poder y sus límites. Y debería ser igualmente apreciado por la oposición, entre quienes insisten en anunciarnos que con Uribe tendremos "democracia recortada", o que con su reelección se nos viene una "autocracia" o la perpetuación del caudillismo. Es difícil identificar en aquellas palabras del Presidente una concepción del poder ajena a los postulados de la Constitución de 1991. Como tampoco podría identificarse allí una noción ‘neoliberal’ de la economía: cualquier ‘neoliberal’ encontraría en esos discursos bastantes razones para discrepar del Presidente.

Uribe elogió la Constitución de 1991 y sus avances democráticos frente a la de 1886. Importa también señalar aquellos aspectos que seleccionó para destacar de la Carta: su reconocimiento de la diversidad étnica y cultural de la nación, haber servido para sellar un proceso de paz (la sugirió como referencia para esta nueva "etapa de la consolidación de la paz definitiva"), el equilibrio de poderes y los controles del Ejecutivo, el derecho de tutela. El Presidente no concibe una Constitución intocable y mostró sus preferencias por varias reformas. Algunas pueden ser desacertadas. Pero no me parece que sus propuestas choquen con el espíritu de la Constitución.

Uribe sigue mostrando entusiasmo por la democracia participativa y directa. Aquí la oposición se encuentra en terreno débil para argumentar en contra, pues sus dirigentes son responsables de su consignación constitucional. Advirtió que las entiende como complemento de la democracia representativa, tras subrayar la importancia de los partidos. Dudo, sin embargo, de que el pensamiento de Lleras Camargo hubiese estado tan cerca de la democracia participativa, como lo sugiere el Presidente. Es cierto que sin una opinión activa la democracia nunca existiría como "juego limpio de la inteligencia". No obstante, Lleras Camargo creía –como lo expresó en 1945– que solo en las elecciones se daba una "representación cabal del pueblo": no podía reemplazarse ese sistema "por las manifestaciones (...), por los actos pasionales y confusos en los cuales no participa sino una porción, siempre mínima de la sociedad".

Defensores y críticos del Presidente harían bien en examinar ambos discursos, llenos de simbolismo y con elementos para animar un debate público que se tome las ideas en serio.

Julio 14 de 2006

 
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