ALBERTO LLERAS
Jorge H Botero *
Suele decirse que la época que se inicia
con el siglo XX está caracterizada por una aceleración
de los tiempos de la Historia. Procesos de cambio social que demoraban
décadas, cuando no centurias, ocurren ahora en el reducido
lapso de una generación. El vertiginoso cambio tecnológico,
que comienza con la masificación de la energía eléctrica
y el motor de gasolina, y se expresa ahora en las máquinas
que piensan y se comunican a escala planetaria, tal vez sea la
causa primordial de que los jóvenes consideren que el legado
de generaciones anteriores es moneda caduca, y se dediquen a romper,
con festiva irresponsabilidad, los “viejos paradigmas”.
Está bien que así acontezca a condición de
que sean capaces de sustituirlos por otros que nos ayuden a dar
sentido a sus vidas.
En este mes se celebran los 100 años del nacimiento de
Alberto Lleras. Recordar algunos hitos de su vida puede servir
de modelo a quienes ignoran casi todo de este colombiano ejemplar.
En julio de 1944 un grupo de militares apresó al Presidente
López Pumarejo en Pasto, seguramente con la intención
de instaurar un gobierno militar de corte fascista como el que
gobernaba en España desde 1939 y que algunos sectores veían
con ostensible simpatía. Lleras, a la sazón Ministro
de Gobierno, proclamó por la Radio Nacional que el Gobierno
contaba con el respaldo unánime de las Fuerzas Armadas,
los partidos políticos y la sociedad civil.
La teoría era falsa, pero la expuso con tan convincentes
argumentos y perfecta dicción que al final del día
la había convertido en verdad incuestionable. Vaya hazaña:
poner fin a una revuelta militar teniendo un micrófono como única
arma.
En 1945 el Presidente López Pumarejo, a quien faltaba un
año para culminar su mandato, renunció en medio de
una grave crisis política. Lleras fue elegido por el Congreso
para culminar el periodo y realizar, en medio de una visceral pugna
partidista, las elecciones para el siguiente cuatrienio. Lo hizo
con pulcritud intachable y entregó el poder a un ciudadano
del partido opositor. Este comportamiento parece hoy trivial, pero
no lo era en la débil democracia de entonces.
En 1954 Lleras fue nombrado rector de la
recién fundada
Universidad de los Andes. Honrosa designación para quien,
apasionado desde la adolescencia por el periodismo y la política,
ni siquiera había terminado la secundaria. La nueva institución
educativa era laica, privada y no partidista, características
que él compartía y que eran novedosas en su tiempo
(y que siguen siendo valiosas hoy).
En su discurso de posesión dijo: “Es muy fácil
entre los 25 y 40 años que un empleado público se
identifique, casi involuntariamente, con la abstracción
del Estado, y que acabe por sentirse como él, infalible,
omnipotente, representante exclusivo del interés público
y adversario paternal de todo interés privado… He
llegado sin embargo a la conclusión de que hay demasiado
Gobierno en el mundo, y entre nosotros no siempre por la sola culpa
de los gobernantes, sino porque el ciudadano emplea sistemáticamente
sus restos de libertad para pedir que lo gobiernen un poco más”.
Esta concepción del gobierno limitado, que deja a los grupos
sociales y a los individuos una amplia esfera de libertad para
progresar y ser felices, ya no inspira, me parece, al partido al
que Lleras sirvió con tanto empeño; tampoco a los
que de su seno han surgido en tiempos recientes. Apegados a una
mala tradición hispánica, para casi todo problema
tenemos una solución que pasa por el presupuesto público,
olvidando que si bien el Estado es poderosa palanca jamás
puede sustituir el esfuerzo personal. Harta falta hacen en la actualidad
liberales del estilo de Albero Lleras.
* Ministro de Comercio, Industria y Turismo
Julio 25 de 2006