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COLOMBIA: PAZ Y SEGURIDAD

Josep Borrell, Presidente del Parlamento Europeo

Después de asistir en Bogota a la toma de posesión del Presidente Uribe, visito varios países centroamericanos que se preparan para las negociaciones del Acuerdo de Asociación con la UE.

Ese acuerdo debería servir de estímulo para avanzar en el proceso de integración centroamericano que sigue siendo lo que en Europa llamaríamos de geometría variable. Algunos países despegan económicamente pero en casi todos la pobreza y la violencia subsisten y la desigualdad no se reduce.

Costa Rica estrena nuevo gobierno con Arias dispuesto a jugar de nuevo un papel líder en la región y Panamá prepara el referéndum sobre la ampliación del canal.

Aunque la UE esta muy presente en todas partes a través de variados programas de cooperación, Nicaragua es el mayor receptor de ayuda europea. Por primera vez, las próximas elecciones no se presentan polarizadas entre el FSLN y los liberal-conservadores. Siendo el segundo país mas pobre de Latinoamérica es el menos violento. Probablemente gracias a la forma en la que se reinsertaron los combatientes desmilitarizados al final de la guerra civil, el control que ejerce el FSLN y el menor papel de la producción y el tráfico de droga.

Y ello me lleva, dejando a Nicaragua para otro día, a considerar el caso de la Colombia que busca aun camino que asocie paz con seguridad.

La política de “seguridad democrática” que Uribe propuso y aplicó en su primer mandato ha sido refrendada por los electores. Del 2002 al 2006 su apoyo electoral pasó del 53 al 62%, aumentó en casi 2 millones de votos y, por primera vez en la historia de Colombia, un Presidente es elegido por segunda vez consecutiva.

En un país exhausto por una violencia que dura ya 40 años y después del fracaso de la política de negociación con la guerrilla del Presidente Pastrana, la política de firmeza frente a la guerrilla ha conseguido aumentar la seguridad en algunas zonas del país y reducir las cifras de homicidios y secuestros.

Por ello, aunque la situación social no haya mejorado y el 60 % de los colombianos siga viviendo en la pobreza, Uribe pudo tomar de nuevo posesión de la Presidencia de la República en una Bogota en estado de sitio y rodeado de un impresionante despliegue del ejercito y de la policía.

Hace 4 años la guerrilla amargó la fiesta bombardeando el Palacio presidencial y causando 20 muertos en los barrios circundantes. Ahora solo pudo perpetrar en los días previos varios atentados, también mortales. Uribe, rodeado de su familia y mandos militares efectuó un simbólico paseo alrededor del Parlamento para mostrar el contraste entre las dos tomas de posesión desde el punto de vista de la seguridad.

En su discurso, retórico y poético, lo mas importante fue su muy cautelosa disposición a negociar con la guerrilla, con la permanente referencia a España para exigir pruebas fehacientes de abandono de la violencia como prerrequisito.

No tengo miedo a negociar, solo me preocupa no llegar a la paz y retroceder en seguridad”. Una frase clave que describe bien la situación de un país en el que la droga se ha convertido en el verdadero combustible de la violencia. Refugiada en la selva, el apoyo popular de la guerrilla es mínimo. Sin el tráfico de droga la guerrilla se habría acabado hace tiempo, pero las fabulosas ganancias que produce y la difícil geografía del país hacen difícil su derrota militar.

El alcalde de Medellín, joven profesor independiente representante de la nueva generación de políticos colombianos, considera que es posible derrotar a los narcotraficantes pero muy difícil acabar con el narcotráfico. Su ciudad acabó con el tristemente celebre cartel y Medellín ya no debería ser sinónimo de droga y violencia, pero el tráfico subsiste descentralizado en pequeñas organizaciones aunque sean menos peligrosas para la seguridad publica.

El también joven gobernador de Antioquia, región de la que Medellín es capital, es hermano de Guillermo Gaviria que fue secuestrado cuando era gobernador durante una marcha contra la violencia y asesinado por la guerrilla después de un año de cautiverio. Ese asesinato fue la muestra de que la guerrilla se había “bandolerizado” tanto que ya no era capaz de hacer ninguna clase de política. No puedo evitar pensar en M. A. Blanco, en la crónica de su muerte anunciada y en la actitud de la bestia humana que ha sido juzgada estos días en Madrid por ese crimen.

El gobernador también considera que mientras haya demanda de droga habrá producción y que la fumigación para erradicar el cultivo, quizá inevitable a corto plazo, es una solución dudosa porque los campos inutilizados por los pesticidas son rápidamente sustituidos por nuevas trochas abiertas en el bosque.

Todos coinciden en que el problema mayor del momento es la reinserción de los 35.000 paramilitares desmovilizados y la aplicación práctica de la controvertida Ley de Justicia y Paz recientemente modificada por el Tribunal Constitucional. La búsqueda del equilibrio entre las exigencias de la justicia y las condiciones del fin de la violencia es un ejercicio delicado. Uribe tuvo que soportar una dura controversia sobre esa Ley y su política de seguridad democrática cuando compareció ante el PE en Mayo del 2004.

Ahora sería seguramente mejor comprendido. Desde entonces la UE también se ha comprometido en la búsqueda de la paz y la reconciliación en Colombia. Es impresionante visitar los “Laboratorios de Paz” que financia la UE en las zonas montañosas de Antioquia, o los centros de atención psicosociológica a los paramilitares desmovilizados que han regresado a los barrios de chabolas de Medellín.

Esos jóvenes, que a los 16 años ya estaban en el monte matando y viendo morir, y que 3 o 4 años después tratan de volver a una vida normal muestran todas las taras psicosomáticas de su trágica experiencia. Son muchos y su reinserción no será fácil pero de ello depende la verdadera paz. En otros países centroamericanos el fracaso de la reinserción convirtió la violencia guerrillera en criminalidad organizada que, alimentada por la pobreza, se ha enquistado socialmente.

Por ello, toda la ayuda que podamos darles será poca.

jborrell@europarl.eu.int

Agosto 23 de 2006

 
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