MEROS FUNCIONARIOS
Jorge H. Botero*
Con motivo de un foro reciente, el Miami
Herald pide a un grupo de expertos y meros funcionarios públicos que hablen del
clima de negocios en América Latina, y, para incitarlos
a ser agudos, les plantea un dilema sobre la región: ¿Certeza
o incertidumbre?. Olvida que sobre el desempeño futuro
de la economía sólo es posible establecer grados
de probabilidad; gústenos o no, el futuro es ignoto.
Entonces comencé mencionando el impacto ocasionado por
el gran dinamismo económico de China sobre nuestros países.
En lo diez años transcurridos entre 1994 y 2004 los precios
de los productos mineros se han duplicado, en tanto que el índice
de los bienes agrícolas y manufacturados apenas ha subido
un 20%. Este comportamiento ha tenido una incidencia muy positiva
para Perú y Chile, que cuentan con enormes capacidades
productivas de cobre y estaño. Bien distinta es la historia
de México: Numerosas empresas ensambladoras, que durante
largo tiempo estuvieron instaladas en su territorio, han migrado
hacia China; además, productos de este origen se han convertido
en una competencia temible en su mercado doméstico y desplazado
exportaciones suyas a los Estados Unidos. Es el caso de la industria
del vestuario, por ejemplo.
Para nosotros, que con excepción del níquel no
exportamos metales en magnitudes importantes, y producimos manufacturas
livianas que compiten con las de China, tanto aquí como
afuera, la nación asiática constituye una amenaza
notable que, en parte, se materializa en un déficit comercial
creciente. De ahí la importancia de tener pronto en vigor
el TLC con los Estados Unidos, y de ser capaces de atraer inversionistas
chinos hacia los sectores textil, de hidrocarburos e infraestructura.
Los procesos en curso lucen promisorios.
Para buena parte de los países de América Latina
y el Caribe, con la notable excepción de Venezuela, el
incremento, irreversible en el corto plazo, de los precios de
la energía es un severo lastre para el crecimiento de
sus economías. En el caso extremo, que es el de Uruguay,
los combustibles representan el 24% de las importaciones totales;
difícil es también la situación para Perú,
Chile, Brasil y toda Centroamérica. Por ahora, a Colombia
le va bien: Sus importaciones de energéticos equivalen,
apenas, al 2.4% de sus compras externas, pero estamos en una
situación frágil por la insuficiencia de nuestras
reservas de petróleo. La decisión de desarrollar
los bio-combustibles reduce esta vulnerabilidad y genera una
promisoria oportunidad para el agro.
El exodo masivo hacia los Estados Unidos
y España, principalmente,
ha convertido las remesas que los emigrantes envían a
sus familias en una fuente prolífica de ingresos en moneda
extranjera. El caso más notable es el de Honduras, que
recibe recursos por este concepto equivalentes a casi en 20%
del PIB; las cifras para los demás países de Mesoamérica
son semejantes. Sin embargo, esta fuente podría secarse
a mediano plazo si los flujos migratorios se reducen como consecuencia
de leyes más rigurosas, o acontece una mejora sustancial
de la situación económica en casa; hay que tener
en cuenta, además, que sólo la primera generación
de emigrantes, que dejaron atrás a sus padres o hijos
pequeños, está dispuesta a prescindir de parte
de su ingreso; la segunda carece, por lo general, de este compromiso.
Termino señalando que la integración económica
con los Estados Unidos, que han emprendido buena parte de los
países de la región, puede generar importantes
beneficios. En este contexto, el caso de Chile resulta notable;
durante los primeros dos años de vigencia del TLC, Estados
Unidos ha duplicado las importaciones provenientes del país
austral. Conviene tomar atenta nota.
*Ministro de Comercio,
Industria y Turismo
Septiembre 19 de 2006