BHAGWATI EN COLOMBIA
Por Jorge Humberto Botero*
Gracias al empeño de la Senadora Cecilia
López, estuvo
entre nosotros el profesor Bhagwati, el célebre autor de “En
Defensa de la Globalización” y reputada autoridad
en economía internacional. De su exposición quiero
inicialmente comentar dos planteamientos: el mejor mecanismo para
la inserción en el mundo global consiste en una apertura
profunda y generalizada de los mercados mundiales negociada en
el seno de la Organización Mundial de Comercio; la globalización
puede ser eficiente en la reducción de la pobreza, pero
no en la distribución del ingreso.
Tiene razón con ciertas modulaciones. Sin duda, los países
pobres y de desarrollo intermedio tienen en ese foro una mayor
capacidad para hacer valer sus intereses; no obstante como sus
avances son lentísimos tiene sentido abrirse camino por
la vía bilateral o regional, en especial si se trata de
ampliar y consolidar las preferencias frente al principal socio
comercial. En países como el nuestro, en los que el principal
factor de inequidad es el desempleo, las políticas que tengan éxito
en su reducción generan, por sí solas, efectos redistributivos
importantes aún cuando no suficientes. De todos modos, hay
que continuar trabajando en otras políticas que tienen impactos
directos en la equidad social, tales como la universalización
de la salud y la educación.
Habló también Bhagwati sobre la relación
entre globalización, desarrollo y democracia. A ello me
refiero.
La globalización puede ser considerada como una condición
necesaria mas no suficiente para el desarrollo económico;
en realidad, puede darse una globalización empobrecedora,
que es lo que ocurriría si no está acompañada
de una buena política, tanto macro como meso económica;
es decir, que mantenga en línea variables claves como las
tasas de interés y de cambio, de un lado; y de otro, promueva
la competitividad del país y sus regiones.
Por definición, para que haya globalización económica
es necesaria la liberalización de los flujos de comercio
e inversión, y que la economía doméstica goce
de un grado alto de libertad. Pero puede haber liberalización
sin democracia; en realidad, los conceptos de democracia y liberalismo,
que en la experiencia de Europa Occidental y los Estados Unidos
se materializan juntos, no se implican recíprocamente. Puede
haber democracias no liberales, estados liberales no democráticos
y la simultánea realización de ambos paradigmas:
Chile bajo Allende, Pinochet y Bachelet, respectivamente.
De otro lado, la relación entre democracia y desarrollo
económico es ambigua. La democracia, al facilitar espacios
para el debate de las políticas públicas, ayuda a
mejorar su calidad y a combatir los riesgos, siempre presentes,
de malversación y corrupción. No hay en el mundo
ningún país de ingreso alto gobernado en forma tiránica.
También en ocasiones las instituciones democráticas
pueden retrasar el crecimiento económico. Ello ocurre por
la dificultad, a veces insalvable, de afrontar problemas que trascienden
el ciclo electoral de quienes gobiernan. Así, en la solución
de problemas de equidad intergeneracional, tales como el financiamiento
de las pensiones de retiro, es grande la tentación de no
hacer nada si actuar resulta impopular. O por los problemas de
coordinación que pueden darse entre los distintos poderes
del Estado. Son frecuentes las crisis de gobernabilidad derivadas
del enfrentamiento entre gobierno y parlamento; o entre los gobiernos
centrales y regionales.
De lo anterior no puede concluirse que
sea legítimo, en
ciertas instancias, prescindir de la democracia. Como es el único
sistema de gobierno que se fundamenta en el respeto de la dignidad
del hombre, hay que mantenerse fiel a sus principios, pese a que
no resulte, temporalmente, el mejor vehículo para el progreso
económico.
*Ministro de Comercio,
Industria y Turismo
Octubre 3 de 2006