MASACRE
AVÍCOLA
Por Jorge H. Botero*
Después de más de dos años de arduas discusiones
del TLC con los Estados Unidos se arribó a un acuerdo que
ya fue publicado oficialmente y que los gobiernos de ambos países
no tienen interés alguno en reabrir. En la actualidad, transcurre
el plazo de noventa días previsto en la ley de ese país
para que el Tratado pueda ser suscrito por los representantes de
ambos gobiernos; a partir del 22 de noviembre podrá celebrarse
la ceremonia correspondiente. Cuando así acontezca, se dará comienzo
el segundo tramo, que es el de la aprobación o rechazo integral
del acuerdo por los respectivos congresos. Bajo el supuesto de
que así ocurrirá, se abrirá la fase tercera
y última del proceso: su revisión por la Corte Constitucional
de Colombia.
Este período de espera debe usarse para explicar sus beneficios
y replicar las críticas recibidas, por ejemplo, sobre la “masacre
avícola” derivada de una pésima negociación.
La causa de este fúnebre resultado provendría de
la distorsión generada por los diferentes hábitos
de consumo entre los Estados Unidos y Colombia; mientras allá los
cuartos traseros del pollo no son apreciados, y por ende, su precio
es bajo, aquí lo son y su precio es atractivo para quienes
quieran importar el producto.
El temor consiste en que nuestra industria
no podría competir
en estas condiciones, así los plazos de desgravación
y los aranceles de partida sean dilatados, como en efecto lo serán:
la desgravación se realizará en 18 años, a
partir de un gravamen del 164.4% para los trozos refrigerados y
70% para los sazonados. Además, se estipularon “períodos
de gracia”, durante los cuales no habrá desgravación:
5 años para los primeros y 10 para los segundos.
Desde luego, la eficacia protectora de
los impuestos aduaneros depende tanto de su magnitud como de
la dinámica de los
precios de importación. A partir de la información
estadística disponible puede afirmarse que la industria
avícola nacional gozaría de un largo período
de protección. ¿Y si los precios internacionales
se derrumban y aumentan las cantidades importadas? Se podría
acudir a mecanismos de salvaguardia. ¿Y si ese fenómeno
ocurre después de finalizado el plazo de desgravación,
cuando ya no es posible su utilización? Tal vez la respuesta
sea que los consumidores, especialmente los pobres, tendrían
en ese tiempo remoto derecho a adquirir el pollo a precios menores…
Debe advertirse que el supuesto implícito de los pronósticos
sobre la suerte horrenda del sector avícola, cuya importancia,
tanto desde el punto de vista de la producción como del
empleo, es innegable, consiste en que no puede mejorar su competitividad
para afrontar la competencia externa. La verdad es la contraria:
durante los 10 años precedentes el precio doméstico
del pollo ha caído 22.5%. Y puede seguir cayendo si somos
capaces de reducir los costos de producción a los niveles
del Brasil, por ejemplo. Una contribución importante del
Gobierno a este resultado consiste en la liberalización
inmediata de las materias primas de los concentrados, los cuales
son alrededor del 10% de los costos de producción del sector
avícola y que hoy están gravados con un arancel promedio
del 20%.
Finalizo diciendo que hay que poner en
contexto la radicalidad de ciertas críticas. Se discute en el Congreso el proyecto
de ley “Agro Ingreso Seguro”, un paquete de cuantiosos
recursos para facilitar la reconversión del sector agropecuario
a fin de usarlo como una gran palanca de desarrollo rural. La puja
tácita por ganar participación en esta torta ya comenzó;
y como es obvio, aparecerán muchos “perdedores”,
en tanto que los “ganadores” dirán que no logran
serlo sin el respaldo de cuantiosos recursos públicos. Vaya
difícil tarea tienen por delante parlamentarios y Gobierno.
*Ministro de Comercio, Industria
y Turismo
Octubre 18 de 2006