ALGO ESTÁ PASANDO EN COLOMBIA
Por Jaime Bermúdez Merizalde*
Alvaro Uribe llegó a la presidencia de
Colombia por primera vez en 2002, en un país con índices
aterradores de violencia y terrorismo, con el fracaso reciente
del proceso de paz con las FARC, con las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC) fortalecidas en todas las regiones, con un crecimiento
marginal de la economía, con un déficit fiscal cercano
al 4,2% y con un desempleo que rondaba el 17%. La autoestima nacional
estaba destrozada.
En su campaña por la presidencia, Uribe introdujo una nueva
doctrina, que contó con muchos contradictores y fue vista
por un buen grupo de analistas como un error estratégico.
Su principal propuesta consistía en fortalecer las instituciones
y la capacidad disuasiva de la fuerza pública, puesto que
los principales problemas del país habían surgido
por la tímida presencia del Estado o por su ausencia total.
En muy pocas ocasiones el país había tenido un liderazgo
con la plena determinación de derrotar al narcotráfico
y al terrorismo.
Esa nueva doctrina la acompañó el presidente desde
el primer día de gobierno con acciones concretas y victorias
tempranas. Las cifras de secuestros, homicidios y masacres disminuyeron
considerablemente. De esa forma se rompió una inercia que
parecía incontenible.
El presidente Uribe logró también, a partir de 2002,
crear una doctrina alrededor de la necesidad de recuperar la confianza
para que hubiera inversión y crecimiento, se generara empleo
y la gente viviera más feliz en Colombia.
Los resultados se hicieron visibles: la
economía creció,
en promedio, a tasas superiores a las registradas en los últimos
20 años, la inversión aumentó un 356% desde
2002, las exportaciones no tradicionales se duplicaron y el desempleo
bajó cerca de 7 puntos.
Un informe recientemente publicado por
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(Unctad) señala a Colombia
como el país de América del Sur donde más
creció la inversión extranjera directa en 2005.
Algo similar sucedió en el frente internacional. En agosto
de 2002, muchos sectores, países y ONG veían a Alvaro
Uribe como un monstruo autoritario. Con el paso del tiempo y los
resultados de su gestión, incluida una mejoría significativa
en la situación de los derechos humanos, el reconocimiento
al país y a su gobierno empezó a dar un giro. En
poco tiempo, la comunidad internacional comprendió que el
fortalecimiento de nuestras instituciones era necesario para garantizar
la estabilidad política, jurídica y económica.
Fue así como Europa incluyó al Ejército de
Liberación Nacional (ELN) en su lista de terroristas, la
crisis con Venezuela por el caso de un guerrillero de las FARC
capturado en Caracas se solucionó con el apoyo de los países
de la región -particularmente, de Cuba-, y las relaciones
con Estados Unidos dejaron de centrarse en temas como el narcotráfico
y la extradición para ocuparse del TLC y del liderazgo regional.
En ese contexto, Colombia está entrando en una etapa que
sugiere la apertura de nuevos escenarios. El segundo gobierno de
Uribe, que se inició en agosto de este año, ha enviado
señales a las que vale la pena prestar atención.
En materia de paz y seguridad, se han desmovilizado
más
de 40.000 hombres pertenecientes a los grupos terroristas, la mayoría
de ellos paramilitares. El frente de negociación con las
AUC está demarcado por la aplicación de la ley de
justicia y paz, que aprobó el Congreso. Con las FARC, dos
días después de las elecciones y en su primer pronunciamiento
público, el gobierno envió una clara señal
de querer avanzar en la búsqueda de la paz, para lograr
un acuerdo humanitario. La respuesta de ese grupo ha sido contradictoria.
Con el ELN las conversaciones avanzan en La Habana. Sin embargo,
el presidente tiene en claro que cualquier negociación debe
implicar señales serias, como el cese de hostilidades. Sin
cambiar su discurso contra el terrorismo, el nuevo gobierno busca
opciones para avanzar en esa materia.
Entre 2002 y 2006, la pobreza se redujo
en 9 puntos. Hace pocos días, el gobierno lanzó la estrategia para reducirla
14 puntos más. Particular énfasis tiene el aumento
de la cobertura escolar básica y media y el montaje de un
sistema de seguridad social integral.
La continuidad de Alvaro Uribe, con ocasión de su reelección,
implicó para América latina una lectura diferente
de Colombia. El presidente ha asumido un liderazgo dentro de la
Comunidad Andina y aboga ante el gobierno de los Estados Unidos
por la extensión de las preferencias arancelarias (Aptdea).
A su vez, ha sido claro en que nuestra
política exterior
no pretende promover la polarización, sino todo lo contrario:
una relación de hermandad con la región y de cooperación
con los Estados Unidos.
Por esa razón, la relación de Colombia con sus países
vecinos es muy activa. Con Venezuela, su segundo socio comercial,
la integración se profundiza día a día. Con
Chile, avanza en la firma de un tratado. Con el Mercosur se promovió un
acuerdo de profundización comercial, y busca aumentar el
comercio bilateral y el turismo con la Argentina.
Sin duda, algo está pasando en Colombia. Los años
venideros pueden ser definitivos en la transformación de
un país que ha sufrido el rigor del narcotráfico,
el terrorismo y la pobreza, pero que cuenta con unas ganas enormes
de pasar definitivamente la página de la mano de sus líderes
y sus instituciones, para que su democracia sea un punto de referencia
en la región.
*Embajador de Colombia en
Argentina
Noviembre 07 de 2006