Discursos

Documentos

Noticias SNE

Fotografía

Banco de Voces

 


TOMAR UNA LÍNEA DURA

Por Francisco Santos*

El compromiso de Europa para con los derechos humanos y el medio ambiente debe combinarse con la auto-examinación en torno al consumo de drogas, dice el vicepresidente Santos.

El mes pasado volé por una extensión prístina de la selva tropical de la Costa Pacífica colombiana, una región que cuenta con una de las mayores biodiversidades del planeta, según afirman ambientalistas. Pero mientras me maravillaba con la alfombra verde de árboles, observé que a lo largo del terreno había muchos huecos rectangulares.

Estas cicatrices negras son producto de dos acciones - tajar y quemar - que no fueron ejecutadas por multinacionales madereras, sino por cultivadores de coca que buscan sembrar más hojas de esta planta para cumplir con la gran demanda de la misma que existe en Europa y los Estados Unidos.

Los cultivadores de coca en Colombia trabajan directamente para los grupos ilegales paramilitares, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y los dos grupos izquierdistas que las AUC combaten: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Las AUC son responsables de la mayoría de abusos de derechos humanos que hay en Colombia y, juntos, los tres grupos son los peores violadores de derechos humanos en las Américas.

Aparte de los asesinatos, secuestros y otras actividades criminales, las AUC, las Farc y el ELN han gasto aproximadamente 1.8m hectáreas de selva tropical.

Hace falta algo en esta destrucción de la selva colombiana, que constituye el 10 por ciento de la biodiversidad del planeta. No ha habido indignación. Por el contrario, las organizaciones de derechos humanos se centran en la presunta relación del Gobierno con las AUC y sus políticas para con las Farc y el ELN, que se dice son duras. Pero las organizaciones series de derechos humanos y los ambientalistas deben dirigir sus energías para detener el enorme daño ambiental y las violaciones a los derechos humanos causados por estos grupos rebeldes, calificados en su totalidad como terroristas por la Unión Europea.

En Colombia, la producción de cocaína no es una extensión orgánica de la cultura medicinal indígena, como algunos nos lo harían creer. Es una industria liderada por las AUC, las Farc y el ELN que contamina los ríos y los bosques con millones de galones de fertilizantes tóxicos, que quema los hábitat naturales de especies en peligro de extensión.

Las políticas de mano dura del Gobierno de Colombia no son implementadas en una aspiradora. Sin una respuesta a la violencia financiada directamente por las ganancias que produce el narcotráfico, negocio administrado por los grupos rebeldes. Estas ganancias ilegales trastocan cada comunidad, cada individuo, cada sistema, incluyendo la banca, el fortalecimiento de las leyes, el sistema judicial y el legislativo.

Algunos europeos han criticado abiertamente las "instituciones débiles" en Colombia y el "gasto excesivo" en seguridad. Pedimos a estos mismos críticos que miren con honestidad al efecto debilitador del narcotráfico internacional en nuestras instituciones democráticas, los cuerpos que necesitamos para fortalecer la ley y prevenir las violaciones de los derechos humanos.

El Informe 2003 de Derechos Humanos de Naciones Unidas claramente relaciona a las AUC, Farc y ELN con el narcotráfico, extorsión y el uso de minas antipersonales. Adicionalmente, Human Rights Watch ha documentado el reclutamiento forzado de niños para ejercer actos criminales y violentos por parte de estos tres grupos en un informe llamado "Aprenderán a no llorar". No obstante, el nexo entre estas atrocidades y el consumo internacional de drogas parece caer en oídos sordos.

Si la industria petrolera financiera directamente dicha violencia o destrucción ambiental, los activistas europeos ya lo hubieran reprochado. Pero a pesar del hecho de que la violencia y la destrucción ambiental es una consecuencia directa de la demanda de cocaína y del consumo por parte de su propia sociedad, los europeos permanecen en silencio frente a lo que no es más que un ciclo de consumo y violencia de "cocaína para la sangre."

Este fracaso para conectar el consumo de drogas de los europeos con las violaciones de los derechos humanos en Colombia expone una paradoja moral. Los países europeos cuyos hábitos en torno a las drogas han creado la necesidad de estrictas medidas antiterroristas en Colombia son los mismos que critican las políticas de seguridad del actual Gobierno.

Europa no puede tener un ponqué moral de derechos humanos y, además, la cocaína. Hasta que Europa reduzca su consumo de cocaína y haga un compromiso multilateral para enfrentar este crimen transnacional, se necesitará en Colombia un gasto sacrificado en defensa y no en la reducción de la pobreza.

La Unión Europea ha aumentado recientemente el número de sus miembros en 10. Si el aumento en el consumo de la cocaína crece a la par de la expansión económica, entonces los colombianos sufrirán de más violencia, más minas antipersonales, más soldados infantes, más secuestros y más cicatrices en la selva.

* Vicepresidente de la República de Colombia.

 
| Quejas y Reclamos | Web Master |
Linea de Quejas y Reclamos 018000-913666

COPYRIGHT © 2006 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA