Por Luis Guillermo Giraldo Hurtado*
Circula, por boca sólo de algunos, en los pasillos de las Naciones
Unidas un chiste. Nietzche, dicen, aseguró que Dios había muerto.
Relativo , agregan. Y al contrario, insisten, se ha reproducido, pues hoy
en algunas organizaciones no gubernamentales se consideran y actúan
como tales.
La respuesta de Amnistía
Internacional a las preguntas y cuestionamientos del presidente
Uribe sobre su silencio en relación con la masacre de
las Farc en La Gabarra, ratifica que el chiste anterior fue
configurado y se difunde para hacerle eco a una realidad.
Los seres humanos aceptamos
a Dios, no lo cuestionamos, y quien se atreviere a hacerlo
deberá ser tratado como un mentiroso osado hereje. No
pregunte, no dude, no opine, porque si así lo hace,
ni en esta vida ni en la otra tendrá posibilidad de
amnistía alguna.
No parece democrático
que exista en este mundo institución o persona, cualesquiera
que ella sean, que no sea susceptible de equivocarse, de recibir
observaciones por sus actuaciones o de ser refutado por sus
apreciaciones.
Pero no es sólo eso.
La respuesta de Amnistía Internacional constituye la
clásica jugada de distracción. Que se me persigue,
es la condicionada y automática respuesta de los acusados
de corrupción en todo el mundo. Que se busca deslegitimarla,
es la replica de Amnistía. Lo que está última
no contesta es el fondo del asunto. Si toda masacre es horrible, ¿por
qué se condena en algunas, con rapidez magnífica
y plausible, a los que de forma inicial y sin veredicto se
señalan como responsables, al paso que sobre otras se
calla o dizque se espera a que aparezcan los responsables?
O se condena, si, aunque sólo de manera genérica?
La llamada indignación selectiva. También hay
lo que se debería llamar estar con las víctimas,
auque de manera selectiva.
Falta a la verdad Amnistía
Internacional cuando dice que la política de Gobierno,
que ha conseguido la colaboración de la población,
es la causante de las masacres. Que revise, más bien,
esa organización, las estadísticas, pues lo que
se ha hecho con la cooperación de los civiles ha sido
precisamente conseguir un descenso en todos los niveles de
violaciones a los derechos humanos. ¿O es que Amnistía
cree que estábamos mejor antes y que por lo tanto hay
que proceder según lo prescribe ella, para así regresar
a los tiempos de aquellos altos índices?
Por último la ONU. El último
garrote de Amnistía para no contestar el fondo del asunto.
A las recomendaciones de Naciones Unidas habrá que hacerles,
en Nueva York o en Ginebra, un análisis tranquilo, pues
algunas de ellas, algunas repito - y esto lo aseguran imparciales
conocedores-, pueden no contener todos los elementos de conveniencia
para el debido progreso de los derechos humanos en Colombia.
El caso de la misma Procuraduría y la pretendida obligación
de reportarle fuentes de inteligencia, indican que algunas
recomendaciones de la ONU justifican un nuevo diálogo
e inclusive un nuevo debate sobre las mismas.
Por esta última iniciativa,
humilde pido a Amnistía Internacional que por Dios no
me vaya a condenar como a herético, remiso y reincidente
en falta en contra de tantos intocables de éste y de
los otros altos mundos.
*Embajador de Colombia en México.