Discursos

Documentos

Noticias SNE

Fotografía

Banco de Voces

 

Devaluación, inflación y revaluación
LA CABAÑUELA CAMBIARIA

Por Carlos Gustavo Cano*
Tomado del diario El Tiempo

No puede haber fuente más sana y sostenible para atender cumplidamente los créditos en moneda extranjera, las compras del exterior y los impuestos, que la rentabilidad y el consiguiente crecimiento del sector real de la economía.

El peso se revaluó en 3,02 por ciento entre el 31 de diciembre del 2003 e igual fecha del 2002. Dicho proceso se ha venido acelerando durante las últimas semanas, constituyéndose en la más grave amenaza que podría echar por tierra la recuperación del empleo rural en el 2004, el cual mostró durante los últimos 12 meses un muy notable incremento: 327.000 nuevos puestos de trabajo permanentes en la agricultura lícita, es decir un crecimiento del 9,7 por ciento.

Para haber mantenido la paridad cambiaria del final del 2003, el peso ha debido devaluarse nominalmente en el 4 por ciento, que representa la diferencia entre la tasa anual de inflación interna en pesos y la externa en dólares. Es decir, la cotización de la divisa hoy debería estar cercana a 2.890 pesos, en vez de los 2.778 con que finalmente cerró. Ello representa una pérdida del 7 por ciento de nuestra competitividad, que premia las importaciones y castiga las exportaciones.

Se dirá que la revaluación del yen y del euro con respecto al dólar compensa la del peso, en virtud de nuestro comercio con Japón y la Unión Europea. Sin embargo, nuestra agricultura se halla mucho más atada al dólar y al mercado norteamericano desde el ángulo de la formación de sus precios internos.

En efecto, a través de los acuerdos de competitividad dentro de las cadenas productivas, de la creciente práctica de las llamadas siembras por contrato, y del nuevo sistema de subastas y contingentes arancelarios para garantizar la compra de las cosechas nacionales, se han venido imponiendo los pactos de precios de los bienes primarios entre los gremios de los productores y las agroindustrias denominados en la moneda norteamericana, tal como sucede en maíz, soya, sorgo, arroz y algodón, en el caso del mercado nacional.

Para no hablar de las exportaciones de café, cuyos precios domésticos han llegado a niveles ruinosos, y de las de flores, banano, azúcar, frutas, aceite de palma, y acuicultura y pesca, cuya pérdida de rentabilidad y estímulo resulta evidente.

Por otro lado, se dirá que la devaluación encarecería la deuda externa y las importaciones, y profundizaría el déficit fiscal. Pues bien, no se debe olvidar que no puede haber fuente más sana y sostenible para atender cumplidamente los créditos en moneda extranjera, las compras del exterior y los impuestos, que la rentabilidad y el consiguiente crecimiento del sector real de la economía. Aparte de que quienes más importan y más se endeudan afuera no son precisamente los más pobres, en su gran mayoría concentrados en el campo.

Una cosa es la independencia de la que debe gozar el Banco de la República en el desempeño de sus funciones, que no está en discusión. Pero otra muy distinta, el hecho de que el comportamiento del empleo y el bienestar de la población rural, en vez de independiente, se encuentra íntimamente condicionado por las decisiones que su Junta Directiva tome en materia de regulación e intervención en el mercado de divisas. Por el bien de Colombia, Dios quiera que la tasa de cambio actual no sea la cabañuela anticipante del clima económico que podría llegar a padecer la agricultura este año.

* Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural

 
| Quejas y Reclamos | Web Master |
Linea de Quejas y Reclamos 018000-913666

COPYRIGHT © 2006 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA