EL SALTO GLOBAL
Por Jorge H Botero*
En “Aquí Estoy y Aquí Me Quedo”,
el Presidente Samper dejó escrita su defensa ante el
Tribunal de la Historia por los dramáticos hechos que
rodearon su ejercicio del gobierno. En su más reciente
libro, “El Salto Global”, su propósito es
el de explicar el alcance múltiple de la globalización,
formular duras críticas al papel que ciertos países
e instituciones multilaterales han desempeñado, y esbozar
lo que considera una agenda relevante para una América
Latina que asume globalizada aunque de manera diferente a la
actual.
Para disfrutar este libro -bien escrito
y documentado- debe aceptarse que su autor no es un académico, así pueda
exhibir credenciales como tal, sino un político que
no ha perdido el gusto por el poder. No es posible hallar en
su texto juiciosas demostraciones de las tesis que sostiene;
por el contrario, reparte con gratuidad elogios y vituperios
en función de sus preferencias ideológicas. No
hay nada de extraño en esto. Las ideologías que
todos profesamos, de modo consciente o no, aportan un esquema
para entender el mundo que nos rodea. Esa estructura mental
básica no es de carácter racional sino emocional;
se fundamenta en la adhesión a unos valores -éticos
y estéticos- o a simples preferencias. A partir de ahí se
impone el rigor del ejercicio racional.
A nadie puede sorprender que Samper
lance duras críticas
a los postulados económicos liberales que predominan
desde comienzos de la década pasada: apertura de los
mercados domésticos de bienes, servicios e inversión;
eliminación de los controles de cambios; flexibilización
del régimen laboral; abandono de las políticas
de apoyo a determinados sectores industriales; defensa del
equilibrio fiscal; acotamiento de la intervención estatal,
etc. Todas estas políticas serían la causa eficiente
del pobre desempeño de la región en los últimos
quince años.
El debate hay que asumirlo de manera
constructiva. Si bien el pasado es irrevocable, aporta enseñanzas que debemos
tener en cuenta para garantizarle a la región -y a Colombia
en particular- tasas mayores de crecimiento sostenible y una
mejor distribución del ingreso. No imagino al Ex-presidente
defendiendo un nuevo ciclo de incremento del gasto público
financiado con deuda o, peor aún, con emisión
monetaria; tampoco la reapertura de la banca estatal de primer
piso, cuya quiebra nos obligó a destinar cuantiosos
recursos a enjugarla, los cuales habría sido mejor invertir
en programas focalizados en los pobres, agua potable o educación,
por ejemplo. Tampoco creo que ahora defienda el control de
cambios, fuente fecunda de corrupción y de traumáticas
devaluaciones monetarias.
Del otro lado, hace bien en proponer
que la apertura se realice primero en el ámbito latinoamericano; que sea gradual
para darle tiempo a los sectores rezagados de mejorar su competitividad;
y que se fundamente, tratándose de economías
más desarrolladas, como las de Brasil y Estados Unidos,
en un tratamiento asimétrico que nos favorezca en la
dura puja por conquistar y defender mercados. Son estos postulados
que el gobierno actual prohíja.
Un mundo globalizado necesita mejores
instituciones. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
requiere una reforma fundada
en el reconocimiento de que las realidades políticas
de hoy son diferentes a las de 1945; la Asamblea General debería
ser bastante más que un recinto para decir discursos;
es preciso abolir la unanimidad que paraliza a la Organización
Mundial de Comercio. En esto Samper no es innovativo pero acierta.
Sin embargo, como lo discutiré en otra oportunidad,
sus propuestas de reforma del Fondo Monetario y el Banco Mundial
me parecen poco prácticas. Bienvenido Samper al debate
político. A algunos servirá de guía; a
otros de inteligente contradictor.
*Ministro de Comercio, Industria y Turismo