COLOMBIA COMPITE
Por Jorge H. Botero*
La IX versión de “Colombia Compite” que tuvo lugar la
semana pasada, propició un debate amplio y pluralista sobre los efectos
que la estrategia de internacionalización económica tiene en
el bienestar de la comunidad, que es, en última instancia, lo que
importa. Este objetivo se cumplió a cabalidad. Tanto amigos como adversarios
gozaron de un espacio adecuado para exponer sus criterios. Ni siquiera faltó el “fuego
amigo”. Alejandro Gaviria, por ejemplo, hasta hace poco Sub-Director
de Planeación Nacional, afirmó, sin sustento analítico
y fáctico, que el tratado de comercio con Estados Unidos “Tendrá un
efecto adverso sobre el empleo agrícola y sobre la pobreza rural”.
Dado que siempre es noticia que un hombre muerda a un perro y no a la inversa,
al día siguiente sus afirmaciones recibieron amplio despliegue.
Como sus rotundas manifestaciones
fueron expuestas cuando apenas comienzan las negociaciones, y no se ha
suscrito compromiso
alguno sobre el ámbito
agrícola en sus dimensiones cruciales de acceso de nuestra producción
al mercado norteamericano, de protección frente a subsidios distorsivos
y de cronogramas de desgravación, ellas implican que sea cuales fueren
los acuerdos estamos perdidos, lo cual es absurdo, o que el equipo negociador
es incapaz de representar de modo adecuado los intereses nacionales, implicación
que me parece injusta. Mejor contribución al debate prestaría
nuestro antiguo colega si se ocupara de analizar las transformaciones que
ha tenido el agro en México y Chile en estos años de apertura
económica. De seguro encontraría muchas lecciones útiles
para el país y razones para respaldar, con las debidas cautelas, la
política comercial que adelantamos.
Interesante la exposición de Carlos Rodríguez, Presidente
de la CUT, organización que se opone al TLC. No es extraño
que así ocurra. El sindicalismo colombiano representa los intereses
de los empleados públicos que son titulares de privilegios difíciles
de mantener, dadas la penuria del Fisco y la necesidad de mayor eficiencia
en el funcionamiento del Estado, pero poco se ocupa de la gran masa de trabajadores
del sector privado a los que, en muchos casos, conviene una inserción
más abierta con el exterior. Pero su lenguaje es bien diferente del
confrontacional que la izquierda ha utilizado durante años y abre
valiosos espacios para el diálogo. Tiene razón en clamar por
la garantía de los derechos laborales fundamentales, en la necesidad
de preservar mecanismos para impedir excesos de volatilidad derivadas de
flujos financieros especulativos, en su preocupación por los trabajadores
emigrantes, y en el manejo prudente de los impactos sobre la salud pública
en las negociaciones sobre propiedad intelectual.
La visión de la Iglesia fue presentada por Guillermo Escobar, Embajador
nuestro en el Vaticano y consejero del Papa. Citando a Juan Pablo II señaló que “La
globalización es un fenómeno intrínsecamente ambivalente,
a mitad de camino entre un bien potencial para la humanidad y un daño
social con graves consecuencias. Para orientar en sentido positivo su desarrollo,
será necesario esforzarse a fondo con vistas a una globalización
de la solidaridad”. Tal fue el compromiso asumido por los países
avanzados en Doha cuya concreción hay que seguir buscando en el campo
multilateral y en el tratado que se discute con los Estados Unidos.
Hernán Vallejo, brillante profesor de los Andes, fue claro en mostrar
las ventajas de avanzar en una mayor integración económica
con el exterior a sabiendas de que hacerlo es una condición necesaria
mas no suficiente para lograr crecimiento sostenible con equidad social.
Se impone avanzar en la “Agenda Interna”, asunto que trató en
detalle Santiago Montenegro. Avanzamos, pues, en la dirección correcta
y lo hacemos de cara al país.
*Ministro de Comercio, Industria y Turismo
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