EL
LÍO PENSIONAL
Por Alberto Carrasquilla*
Difícil encontrar un solo
país del mundo en el cuál el problema
pensional no ocupe lugar privilegiado en las angustias y los debates nacionales.
Los colombianos hemos venido resucitando el largo y ancho asunto en virtud
de la combinación de tres hechos que merecen toda la reflexión
y todo el cuidado.
Primero, lo más injusto socialmente:
en nuestro país el 75% de
las personas en edad de recibir pensión, reciben cero punto cero.
Más
aun, este cero inaceptable seguirá siendo la cifra dominante, dentro
de una generación, si no tomamos decisiones serias y prontas.
Segundo,
lo más injusto con los jóvenes: mientras que el
pensionado promedio es bastante más pudiente que el resto de ciudadanos,
en nuestro país ningún pensionado aportó, en su juventud,
una suma de dinero equivalente a la suma de lo que ha recibido y seguirá recibiendo
por la vía de sus mesadas. La diferencia, en todo el amplio sentido
de la palabra, es un subsidio que sufraga una población, en promedio,
mas pobre.
Tercero, quizás lo más
angustioso: como duramos una generación
entera tomando el pelo al amparo de una demografía ilusamente
favorable –mucho
joven trabajando, poco viejo pensionado—hoy, cuando la demografía
ha dado la vuelta y los jóvenes –con toda la razón--
prefieren apostarle a su ahorro individual y no a las promesas, la totalidad
del déficit
pensional tiene que ser asumido por el presupuesto nacional. Es decir,
por los contribuyentes de hoy y –vía la emisión de
deuda pública—por
los contribuyentes del mañana.
Las tres aristas de nuestro lío
pensional, en síntesis, son: la
cobertura inaceptable, el subsidio costoso y usualmente injusto, y
la total ausencia de todo colchón, salvo el bolsillo de los
jóvenes.
La solución
debe consultar las tres aristas al mismo tiempo. Esto es, debe buscar
ampliar la cobertura, quitarle alguito al peso descomunal del piano
que tienen a cuestas
los jóvenes de hoy y de mañana y aliviar la difícil
situación
de caja que implica honrar la deuda pensional que, por fortuna, es
una deuda sagrada en Colombia.
Este Gobierno y este Congreso, como
pocos en el mundo, han dado muestras
amplias de su voluntad de corregir el problema. Por el Congreso han
hecho tránsito
exitoso tres iniciativas pensionales: las leyes 797 de 2003 y 860
de 2003, además
de la ley del referendo. Esto marca un contraste marcado con nuestra
historia reciente. Recordemos que desde la expedición de la
Ley 100 de 1993, no había un solo avance real en materia pensional.
Empero, tal y como se dijo muy claramente en su momento, estos son
pasos significativos, pero insuficientes.
Para repartir con mas justicia
las cargas pensionales entre jóvenes y
viejos, partiendo del hecho de que hoy tenemos un subsidio enorme,
el gobierno propone eliminar, para los nuevos pensionados, privilegios
pensionales insostenibles.
Ello incluye las implicaciones pensionales de convenciones colectivas
frecuentemente impagables, regímenes especiales, pensiones
en exceso de 25 salarios mínimos
y la mesada catorce.
Para aliviar la enorme carga que
implica el cumplimiento estricto –como
debe ser—de nuestras obligaciones pensionales, $16 billones
en 2005, el gobierno propone que las mesadas de los pensionados
sean asimilables, para fines
tributarios, al ingreso laboral de los jóvenes. El impuesto
de renta en Colombia es inmensamente progresivo y la medida afectaría
a una proporción
mínima de los pensionados, aquellos con mesadas superiores
a los 6.5 salarios mínimos. A este sano principio ya han
llegado muchos países del
mundo, de tal suerte que la exención absoluta que hoy
prima para estos flujos en Colombia, es cada vez más insólito.
Estas propuestas, por supuesto, son
discutibles y el debate que comienza es más
que bienvenido. Ojalá tengamos como país -una vez
más- la
seriedad y la mesura para afrontar un reto incuestionablemente
difícil.
La historia, por fortuna, está de nuestro lado. Aunque
en ocasiones lo hacemos demasiado gradualmente, los colombianos
siempre nos hemos caracterizado,
a diferencia de otros pueblos, por ponerle la cara a los todos
los desafíos,
por grandes y por difíciles que ellos sean.
*Ministro de Hacienda y Crédito Público
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