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TRANSICIÓN PENSIONAL

Por Alberto Carrasquilla*

Tras un debate amplio, la Comisión I de la Cámara aprobó una reforma constitucional en materia pensional. Por fortuna, el país contó con parlamentarios serios que, en dos ponencias, resistieron arrebatos populacheros y le pusieron, ambos, altura y sensatez. Qué bien por los doctores Devia y Piedrahita, quienes coordinaron estos esfuerzos.

La única diferencia importante entre lo aprobado en Comisión frente a lo propuesto inicialmente por el Gobierno se refiere al régimen de transición. Este régimen de transición fue definido en la misma Ley 100, nuestro Sistema General de Pensiones, y dice que aquellos colombianos que hoy tienen 50 años o más, y todas aquellas colombianas que hoy tienen 45 años o más, están cobijados por el viejo régimen pensional.

En blanco y negro, ello significa que se van a jubilar a los 60 y 55 años, respectivamente, siendo que la regla es 62 y 57 años. Por otra parte, significa también que pueden obtener una pensión significativamente más alta, como porcentaje del salario en el momento del retiro, respecto de lo que es la regla general en el régimen de prima media.

Los regímenes de transición tienen mucho sentido. Resulta insensato que un cambio fuerte en el sistema pensional afecte a unas pocas personas que están a punto de recibir una determinada mesada. Pero, ojo: en esto la vela hay que manejarla con el sabio criterio de “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”. Hoy día, el régimen es demasiado generoso y amenaza con quemar al santo. El Gobierno ha propuesto, y en ello fue respaldado en el debate por un número significativo de importantes parlamentarios, que corramos la vela un poco. Que protejamos a los hombres que hoy tienen 53 años o más y a las mujeres con 48 años o más, y que, para bien del sistema en su conjunto, le alejen la vela a los demás.

Se verán afectados, es cierto, algunos colombianos. ¿Cuántos? Por el ISS se jubilarán unos 150.000 colombianos que hoy tienen, los hombres, entre 50 y 53 años y las mujeres entre 45 y 48; por Cajanal y demás sistemas públicos, quizás otros 100.000, llevando el gran total a 250.000 personas. El hecho es que estas 250.000 personas se jubilarán más jóvenes y lo harán con mesadas más cuantiosas. ¿Por qué el Gobierno, y diversos parlamentarios, insisten en que no sea así?

Ciertamente, no es por maldad, sino por dos factores. Primero, por el costo que ello representa. Segundo, por justicia con quienes tendrían que sufragarlo. En plata blanca, ello vale $45 billones en valor presente. Buena parte de esta suma, la van a poner los contribuyentes a lo largo de la vida, ojalá larga y saludable, de estos 250.000 colombianos. Lo demás, y en la lógica del esquema de reparto, lo pondrán los trabajadores jóvenes y sus empresas.

Bien sé que en estos asuntos resulta difícil y complejo decidir. Al fin y al cabo, los legítimos intereses de unos y otros se contraponen bruscamente. En este debate particular sobre la Transición, buenos ejemplos de las partes son mi amigo Julio César y sus hijos colegiales. Entre más se acepte el punto de vista del Gobierno, más se protege a los hijos de Julio César, descargándoles un pedazo de su ya cuantiosa deuda como futuros contribuyentes. Entre más mantengamos el esquema actual de la Ley 100, más joven se jubila mi amigo Julio César y más protegido queda. Estoy seguro que hablo a nombre de decenas de miles de compañeros de mi amigo: bien pensadas las cosas, honorables parlamentarios, ese favor no lo necesitan.

*Ministro de Hacienda y Crédito Público

 
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