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SE NECESITAN LOS TURBOHÉLICE

Por Jorge Alberto Uribe Echavarría*
Tomado del diario El Tiempo

¿Aviones o soldados?

Un debate sobre si el objetivo estratégico es lograr la paz o causar bajas.

El pasado jueves, en Villanueva (Guajira), cuatro aviones A-37 de la Fuerza Aérea Colombiana lograron asegurar el área para que pudieran entrar tropas de la Brigada 10 y ganar el control territorial, ante el avance de los frentes 41 y 59 de las Farc. Se salvaron muchas vidas de nuestros soldados. En dos años, varios de esos aviones tendrán que salir del servicio activo por terminación de su vida útil, pues tienen un promedio de antigüedad de 35 años.

Algunos analistas han sugerido que la compra de aviones de combate táctico no se ajusta a las necesidades propias del conflicto colombiano y que, por el contrario, la actual coyuntura demanda o bien un mayor incremento del pie de fuerza o la adquisición de helicópteros para aumentar la movilidad de las tropas. En uno y otro caso, es lo que ha venido haciendo el país en forma acelerada en los últimos años. Prácticamente se ha duplicado el tamaño de las Fuerzas Armadas comparado con los efectivos que teníamos al inicio de la década de los 90.

Hoy tenemos la Policía de nivel nacional más grande de América Latina y el Ejército más numeroso de toda la región, inclusive por encima de Brasil. El próximo año tendremos 17.573 nuevos soldados y policías, y en el 2006 el pie de fuerza crecerá en 12.176 hombres. En dos años tendremos el mayor número de militares por kilómetro cuadrado de América Latina. De igual forma, hoy en día Colombia cuenta con la quinta flota de helicópteros de UH-60 Black Hawk más importante del mundo, después de Estados Unidos, Corea, Turquía y Japón.

Pero así como hemos invertido importantísimos recursos en movilidad y aumento en el número, entrenamiento y poder de combate de nuestras tropas, el país dejó de hacerlo en aviones que sirvan para multiplicar la capacidad de fuego y la seguridad de nuestros soldados en tierra: mientras en 1991 Colombia contaba con 23 aviones tácticos para acciones contra los grupos terroristas, hoy apenas tenemos 6 en operación. En 1991 teníamos una aeronave para apoyar con fuego aéreo a 8.288 hombres, mientras que hoy esta relación es de un avión por cada 34.507 soldados. Y si tenemos en cuenta que para el 2006 Colombia contará con un pie de fuerza de 386.125 hombres, de no adquirirse los aviones de combate táctico, la correlación entre hombres y aeronaves de este tipo llegaría a uno para apoyar cada 48.250 soldados.

Los conflictos modernos han demostrado que la superioridad aérea es la variable determinante del triunfo o la derrota. El bombardeo aéreo disuade al contrincante, limita su movilidad, reduce su moral y, lo que es más importante, salva muchas vidas de nuestros soldados. Los aviones de combate y apoyo táctico crean importantes oportunidades para el avance, la concentración y el establecimiento de tropas en sectores hostiles, y además brindan apoyo en actividades de reconocimiento e inteligencia. La movilidad de tropas sin apoyo de fuego no es un recurso estratégico, apenas operativo.

El dominio del aire es el elemento de desequilibrio de la confrontación en tierra, y es donde los Estados tienen una ventaja comparativa con los grupos irregulares. En el fondo, el solo aumento de soldados cambiaría el objetivo estratégico de buscar la paz -que es el nuestro- por la de causar bajas, que son apenas victorias transitorias.

Algunos sugieren también que, de adquirirse los aviones tácticos, el Gobierno debiese optar por los llamados 'turbofan', frente a nuestra primera opción, los 'turbohélice'. En realidad, necesitamos ambos, pues tienen funciones y capacidades diferentes. Pero los recursos son limitados y se han priorizado aquellos que pueden apoyar a nuestras tropas de manera más eficiente, los 'turbohélice'. Por el tamaño del teatro de operaciones, las características topográficas y climáticas y la distancia relativa de los frentes de batalla con centros de reabastecimiento y reacondicionamiento técnico, logístico y humano, nuestra preferencia ha sido la de adquirir aviones que puedan operar en pistas cortas, sin pavimentar, que son las que encontramos en las zonas selváticas o montañosas, como Araracuara, Puerto Leguízamo, La Pedrera, Barrancominas o Carimagua. El costo de combustible de los 'turbohélice' en diez años sería de 7,5 millones de dólares, mientras que los 'turbofan' nos costarían 25,9 millones de dólares. En una operación de Apiay a Mitú, con el mismo tipo de armamento, un 'turbohélice' podría sostenerse sobre el blanco 60 minutos, mientras el 'turbofan' apenas 5, cuando tendría que regresar a reabastecerse.

Termino con un argumento crudo pero realista: un país como el nuestro debe invertir en seguridad, no por opción, sino por necesidad. Lo que está en juego es la supervivencia de miles de compatriotas que también tienen derecho a que su vidas y sus hogares sean protegidos. Lo que está en juego es la supervivencia de nuestra democracia. Y lo que está en juego es que podamos tomar las decisiones más adecuadas para que logremos acabar esa violencia lo más pronto y al menor costo de vidas humanas que sea posible.

* Ministro de Defensa Nacional

 
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