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EL AÑO AGRÍCOLA

Por Carlos Gustavo Cano *

Con base en cifras ya conocidas y comprobadas sobre las áreas cultivadas y la producción agropecuaria entre enero y septiembre de 2004, es posible concluir que la superficie sembrada se amplió dicho año en 5.8 por ciento, es decir 243.000 hectáreas, extensión que sumada al incremento alcanzado en el 2003, arroja un total de 402.000 hectáreas entre el 2002 y el 2004. Y que gracias a ese crecimiento se han creado en este mismo lapso 371.000 nuevos puestos de trabajo directo y permanente en la agricultura, y 303.000 en oficios conexos y derivados en las zonas rurales. O sea la mitad del área y de los empleos que se habían perdido durante la gran crisis agrícola de la década de los años 90.

Entre los cultivos de ciclo corto sobresalen los incrementos de algodón, maíz, soya, yuca industrial y tabaco rubio. Y entre los de ciclo prolongado, los de palma de aceite y cacao, aunque en menor proporción que los anteriores. Sin embargo, tras la ley presentada por el Gobierno y aprobada el mes anterior por el Congreso, que estableció una exención del impuesto de renta durante los primeros diez años del período productivo para nuevos cultivos de tardío rendimiento – palma, cacao, caucho y frutales -, además de la exención del impuesto a las ventas y del tributo global al diesel de origen biológico destinado a sustituir el diesel fósil, su desarrollo constituirá un hito histórico para el agro al representar el más eficaz estímulo en pro de su reconversión. Así las cosas, el crecimiento del PIB agrícola sin café en 2004 será del 6 por ciento, en tanto que el de la ganadería bovina del 7.5. No obstante, debido a la gran baja del PIB cafetero 6.3 entre enero y septiembre, y al modesto crecimiento de silvicultura, caza y pesca, el incremento del PIB sectorial total será equivalente al del total de la economía.

Ahora bien, cabe destacar que la tan favorable evolución de la agricultura y la ganadería - sin contar café ni cultivos ilícitos - observada durante los dos últimos años, ha sido propiciada de manera notable por tres factores, a saber: los progresos logrados en materia de seguridad democrática en el campo; la solidez de las instituciones del Ministerio de Agricultura encargadas de ejecutar bajo su rectoría la política sectorial; y la protección que le hemos otorgado a la actividad frente a las importaciones de productos subsidiados en el exterior.

Primero, la fuerza pública merece nuestro profundo reconocimiento por su patriótica tarea. Segundo, no obstante la sensible disminución de la inversión pública en infraestructura y ciencia y tecnología por razones de índole fiscal, la institucionalidad del sector es una de sus fortalezas. Basta subrayar la recuperación del crédito en cabeza de Finagro y del Banco Agrario, con la más amplia red de servicios financieros de la Nación, los cuales, en conjunto, han incrementado los desembolsos en más del 80 por ciento, en especial para los pequeños productores. Y la creación del Incoder, una entidad más pequeña pero más eficiente que la suma del Dri y el Inpa, ya liquidadas, y del Incora y el Inat, en la última etapa de disolución. Por último, hay que señalar la prohibición de las importaciones de leche; la suspensión de las de arroz y de maíz blanco; la salvaguardia para el azúcar; la protección de la cadena avícola y los trozos de pollo; y el sistema de subastas públicas para las importaciones a fin de garantizar las compras internas de buena parte de las cosechas nacionales.E/5

*Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural

 
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