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PALABRAS VICEPRESIDENTE EN ENTREGA DE LOS PREMIOS SIMÓN BOLÍVAR
Septiembre 27 de 2002 (Bogotá, Cundinamarca)

"El artículo de la Constitución que más me gusta es el 20. Contiene en una frase muy breve el mandato que más puede satisfacer a un periodista: no habrá censura.

Sin embargo, con este, como con tantos otros artículos de la Constitución, sucede que es muy grande la distancia que existe entre la letra y la realidad.

En un país tan convulsionado y martirizado por la violencia como Colombia, los periodistas experimentamos en carne propia que los conflictos encuentran en la información a una de las principales y primeras víctimas.

Daniel Samper afirmó alguna vez que el periodismo era la forma más divertida de ser pobre. Hoy lamentablemente es también una de las más peligrosas.

Según la Fundación para la Libertad de Prensa, entre 1995 y 2001 fueron asesinados 29 periodistas por razones de oficio.

Nuestro periodismo es víctima de las violencias todos los orígenes: de la guerrilla, de las autodefensas, de la delincuencia común. Y también de presiones de todas las fuentes de poder: el económico, el político y el militar.

Según el citado informe de la Fundación para la Libertad de Prensa la composición de los presuntos autores que cometieron más asesinatos de periodistas en ese período son los paramilitares, la subversión, políticos y funcionarios públicos.

Es fácil encontrar explicaciones. En épocas de confrontación y de conflictos, de corrupción rampante y de debilidad institucional, abundan los individuos y los sectores interesados en manipular la información para favorecer a uno de los bandos en conflicto.

Ahí aparece el gran reto y el gran desafío para los medios y para los periodistas: nada más nocivo para la credibilidad del medio, para la independencia y solvencia moral de los periodistas que hacerle el juego a quienes se encuentran envueltos en el conflicto.

La experiencia de Colombia y del mundo en los años recientes deja importantes e indelebles lecciones para los periodistas.

La primera que yo destacaría es que en la defensa del sistema democrático, la soberanía nacional, la unidad territorial y los derechos fundamentales de los colombianos, nadie, incluidos los periodistas, directivos y propietarios de los medios de comunicación debe ni puede ser neutral.

Visto hoy con alguna perspectiva, se puede señalar que una de las más graves deficiencias del último proceso de paz con las Farc es que se hizo con "fly away" y muchos micrófonos y muchas grabadoras instaladas en el sitio mismo de las negociaciones.

Ahí vimos, para comenzar, la presión constante y en ocasiones agresivas de los directores que demandaban informes proporcionales a la inversión del desplazamiento de su equipo periodístico y técnico. Todo un peligro en un lugar en donde la masa crítica de la información debía ser confidencial. Y donde la mayor parte del tiempo no ocurría ni debía ocurrir nada noticioso.

Todos sabemos lo que resultó de ese coctel explosivo: una demanda permanente de información que resultó muchas veces en la magnificación de pequeños episodios. O en la filtración de informaciones críticas, con serio daño para las negociaciones. Para no hablar de la permanente y exitosa tentación de las Farc de utilizar las cámaras para presionar resultados en la mesa. Supe por varios enviados especiales que el Mono Jojoy se jactaba de haber logrado la más barata y contundente operación de su vida cuando le abrieron las cámaras para anunciar que avanzaría sobre las ciudades. Sembró un estado de zozobra y de pánico en la ciudad con apenas 30 segundo en horario triple A o con un titular de cuatro columnas en primera página en un periódico, a cero costo.

Aquí aparece otra lección fundamental: es muy importante en medio de un conflicto que los directivos de los medios entiendan su rol para que las presiones del afán informativo no terminen por anteponerse a los intereses de la comunidad. Se exige con frecuencia resultados, sacrificios, rigor y ética a periodistas sin olvidar que trabajan en medios cuyos propietarios y jefes también requieren ser educados en ese sentido.

La prensa y los periodistas debemos estar siempre a la defensiva contra las manipulaciones, en favor del ciudadano y aferrados a la verdad, porque el conflicto es el escenario por excelencia para gentes y organizaciones que quieren esconder, manipular y engañar en torno a estos sucesos.

Ahí quiero traer a colación una autocrítica que expresé públicamente antes de que el destino me trajera a mis responsabilidades de hoy, y que además planteé en Cartagena el sábado pasado. En este momento tan crítico, en donde confluyen tantas y tan importantes decisiones, hay una inquietante superficialidad en el cubrimiento que realizan los medios de los temas de enorme trascendencia para el presente y para el futuro del país.

Pongo como ejemplo los decretos de Conmoción, tema acerca del cual lo que le queda a la gente es lo que se ve en los medios, que son finalmente la gran caja de resonancia de este debate. Lo que se percibe es una discusión sin contexto, sin evaluación, con poquísima profundidad, sin visión histórica de ninguna naturaleza. No he visto hasta ahora una comparación, por ejemplo, del estatuto de seguridad y de los decretos de Conmoción, pero sería muy valiosa para demostrar lo que se ha evolucionado y lo que ha avanzado esta democracia. Otros medios anuncian que vamos para un gobierno autoritario, algo que contrastado con los hechos no corresponde para nada a la realidad.

Desafortunadamente muchos de los medios, se están preocupando mucho más de la forma que por el fondo. No he visto en este sentido una historia sobre cual va a ser el control de las medidas, el control institucional por parte del Estado, el control por parte del Gobierno, temas que representan mucho más que las medidas en sí. Vende más un titular "vamos hacia un gobierno autoritario" que un artículo de fondo en ese sentido. Así mismo, no deja de sorprenderme el peligroso aumento de ese periodismo light de esas cosas secretas o no tan secretas que inundan nuestros noticieros de televisión, de radio y de nuestros periódicos y revistas.

No puede ser posible que unos decretos de Conmoción o cualquier medida importante de cualquier naturaleza o un éxito de nuestra Fuerza Pública para rescatar a cuatro secuestrados le dan los mismos segundos o despliegue en el espacio, si nos va bien a los televidentes y lectores, que la renuncia de una Miss Universo.

Sueño, sí, soñar no cuesta nada, con que nuestros medios electrónicos le den a lo light un espacio por fuera de los noticieros. Sueño, sí, los sueños, sueños son, con el momento en el que los periódicos y las revistas dejen el chisme, los confidenciales y los teléfonos rosa para publicaciones de otra índole.

Quizás al ver con claridad la crisis que afronta el país, y ver con tristeza cómo la explicación de ella y el análisis sobre ésta cede espacio a presiones comerciales o a la lucha despiadada por el raiting, siento que me estoy convirtiendo en un dinosaurio de la prensa y de la comunicación moderna. Pero me niego a creer que esa necesaria información, con esas bellas presentadoras, no tienen espacio en otros lugares.

Quitarle segundos preciosos a la economía, a la política, al conflicto, a lo social, no se compadece con lo que hoy vive y sufre el ciudadano colombiano que exige más y mejor información para poder entender y salir adelante en una situación tan compleja como la que tenemos.

Para quienes se dedican a especular acerca de si el Gobierno quiere o busca cerrar espacios a la libertad de prensa, así como dice el Presidente, dejo un mensaje muy claro: nuestro apego irrenunciable a la Constitución nacional, donde NO HABRA CENSURA.

Pero sí nos interesa positivamente los debates que los propios periodistas y medios de comunicación adelantan para aprender de los errores y para asumir la enorme responsabilidad que representa informar en medio del conflicto.

Basta el apego a normas y experiencias de otras latitudes como no divulgar entrevistas, comunicados ni informaciones cuyo contenido esté orientado a exaltar la violencia. Respetar a la audiencia y no emitir imágenes escabrosas, no emplear lenguaje que exalte la violencia, ni facilitar desde la información que estrategias y tácticas de los violentos se consuman. La situación bien difícil de Colombia así lo demanda".

 
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