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SESIÓN SOLEMNE EXTRAORDINARIA EN EL
CONGRESO NACIONAL DE LA REPÚBLICA DE ECUADOR
Agosto 22 de 2003 ( Quito - Ecuador)

Señoras y señores:

Esta mañana salimos de Bogotá, allá en la altillanura que vivió tan conectada con Quito en los primeros momentos de nuestra historia como hoy, salimos de allá llenos de ilusiones y nos encontramos con este infinito sol quiteño y hemos tenido un día magnífico, de reflexiones, un día que nos ha permitido encontrar fortalezas, como aquellas que señala su brillante intervención que acabamos de escucharle, por cierto, llena de generosidad.

Tuve oportunidad, a primera hora, de colocar una ofrenda floral a los héroes de la independencia, aquellos mártires de 1809.

Después de asistir al Concejo Municipal y de recibir del Alcalde las llaves de Quito. Allí hice expreso reconocimiento del esfuerzo de esta gran ciudad para poder enfrentar los desafíos de su descomunal crecimiento urbano en los últimos 25 años, de los logros para mejorar su infraestructura y para dar, en general, comodidad a sus habitantes.

Posteriormente tuve la oportunidad de reunirme con el Presidente de la República y recibir generosamente de sus manos la Orden Nacional del Ecuador. Le expresé mi reconocimiento a su transparencia, a la solidaridad de su Gobierno con Colombia, a su verticalidad. Sus propuestas ante el Secretario General de las Naciones Unidas, ante el Grupo de Río, han sido unas propuestas para resolver el problema colombiano, formuladas con dignidad, con pragmatismo.

No se ha quedado en la declaración retórica que para cualquiera es fácil firmar, ha propuesto acciones con consecuencias. Por ejemplo, que las Naciones Unidas realice un oficio gestor en Colombia, conmine a los grupos violentos a sentarse a dialogar o que de lo contrario, para que ese derramamiento de sangre se suture, que se piense en alternativas entre el Grupo de Río, las Naciones Unidas y el Gobierno de Colombia.

Ha sido muy grato poder departir a lo largo del día con ustedes y llego ahora a esta casa de la democracia, llego con profundo respeto. Usted, señor Presidente, ha cumplido el acuerdo de este Congreso y me ha concedido generosamente la orden Eloy Alfaro. La recibo con mucho compromiso.

En Colombia hay profunda admiración por la tarea de Alfaro. Justamente, modernizó en la República ecuatoriana cuando Colombia, sumida en los estragos de la Guerra de los Mil Días, veía irse a Panamá. Sufría el más profundo retroceso de su economía y a tiempo que Alfaro modernizaba al Ecuador en su infraestructura, en sus concepciones políticas y sociales, traía las disposiciones legales para reconocer los derechos de la mujer, en Colombia el General Reyes empezaba una tarea de recuperación de la obra física que se había perdido en la guerra.

El General Uribe y el General Herrera inspiraron buena parte de sus propuestas políticas en la Colombia de la posguerra, en la tarea de Alfaro en el Ecuador. Y la obra modernizante llegó en 1934 con la presidencia de Alfonso López Pumarejo, bastante inspirada en lo que se había hecho en el Ecuador a finales y principios de siglo, bajo la comandancia democrática de Alfaro.

Esta orden compromete profundamente a mirar hacia delante, a estar en una tarea dialéctica ininterrumpida para contribuir a la modernización de nuestros pueblos.

Le agradezco profundamente a usted señor Presidente y a todos los integrantes del Congreso. Cuando lo escuchaba con atención y con profundo respeto, se ha provocado en mí también mi vocación parlamentaria. Permítanme pues entonces, con toda la solidaridad, hacer aquí un ejercicio de monólogo de debate, a partir de dos supuestos.

El primero: lo único que sentimos en Colombia por Ecuador, es solidaridad, afecto y gratitud. Nosotros nada tenemos que reclamarle al Ecuador. Todo lo que tenemos que formularle al Ecuador es la expresión de nuestra gratitud.

Y también déjeme decirle señor Presidente el segundo supuesto de este monólogo: cuando dos hermanos se encuentran y han tenido diferentes interpretaciones de los temas, se dedican las primeras horas de ese encuentro a debatir las apreciaciones de esta gran Nación sobre el Plan Colombia y sobre muchos de los temas de Colombia. Son comprensibles y en un debate constructivo plenamente aclarables. Entonces, con criterio solidario voy a exponer a ustedes algunas de esas inquietudes.

Ha manifestado usted, señor Presidente, la necesidad de que nuestros sectores productivos hagan alianzas estratégicas, que yo llamaría a profundidad. Se requieren sociedades de capital binacional privado, fundamentalmente. Usted lo ha dicho de manera clarividente, es la única manera de poder obtener las inmensas ventajas potenciales de dos economías en algunas facetas complementarias, en otras facetas que tienen que competir.

Pero dos economías que fundamentalmente se tienen que integrar en lo bilateral, no solo para surtir con éxito las demandas bilaterales, sino para proceder exitosamente en el marco de la Comunidad Andina y para afrontar exitosamente los desafíos de la globalización.

Esta mañana estuve también el templo de la Patria, en aquel sitio donde se recuerda la Batalla de Pichincha porque allí se llevó acabo. Y allí encontré en una de las salas dos estatuas: la de Bolívar y la de Sucre.

La Gran Colombia era una opción política, las circunstancia de los tiempos no la dejaron prosperar, pero las mismas circunstancias de los tiempos hoy la presentan no como opción sino como imperativo. La integración económica entre nuestras patrias es un imperativo, un imperativo para aumentar el producto, un imperativo para ser universalmente competitivos, un imperativo para mejorar el ingreso y un imperativo para construir justicia social. Comparto plenamente ese llamado suyo.

Usted, como su Gobierno, como el sector privado, formula preocupaciones por lo ocurrido en los últimos años con la balanza comercial. Allí hay unos factores que nos obligan a mirar tendencias y no la fotografía de un momento.

Cuando había un sucre devaluado y un peso colombiano revaluado, la tendencia era la contraria: Colombia le compraba mucho más a Ecuador, que lo que Ecuador compraba de Colombia. Ustedes han hecho un esfuerzo respetable y en su autonomía son los únicos llamados a evaluarlo, el de la dolarización.

Entendemos que todos esos procesos tienen que consumir etapas, tienen que ir produciendo madurez para los resultados e introduciendo ajustes. Nosotros simplemente queremos seguir el veredicto de ustedes, porque es a ustedes únicamente, a quienes compete definir su moneda.

Lo que sí quiero expresar es que somos conscientes que así como nos tenemos que integrar, esa integración solo prospera y se mantiene en la medida que haya ventajas para los dos pueblos. Los acuerdos entre los países son como los negocios de buena fe entre los particulares: para que duren tienen que ser equilibrados. Si se desequilibran, terminan en estragos y en enemistades.

Estamos dispuestos a reexaminar diariamente la marcha de nuestras relaciones comerciales para introducir resultados equitativos. Indudablemente Ecuador ha sido un destino muy importante de inversiones para el capital colombiano. Aquí han llegado empresas de la mejor procedencia y del más ilusinante futuro, a establecerse y han encontrado abiertas las puertas ecuatorianas.

Esta mañana yo le decía al Alcalde, cuando me entregó las llaves de Quito, que los colombianos no hemos necesitado llaves para abrir puertas que no nos han atravesado en Ecuador. Aquí ni siquiera ha habido puertas que tengamos que abrir. Aquí lo único que hemos encontrado es corazones abiertos para acoger a los colombianos y a sus tareas productivas.

Confío plenamente que este ritmo de inversiones tiene que continuar y ojalá sumadas las alianzas estratégicas, estimule el crecimiento de ese ritmo de inversión.

Las balanzas han ignorado un tema de fundamental importancia: el turismo. Cuando se suman, se muestran resultados diferentes. El año pasado 160 mil colombianos vinieron a hacer turismo Ecuador. En la medida en que en Colombia reestablezcamos el orden público en las carreteras y que ustedes vayan llegando a los puntos de competitividad que esperan en su proceso de dolarización, la tendencia turística de Colombia hacia el Ecuador será todavía mucho mayor.

Creo que es de la mayor conveniencia sumarle a nuestra balanza comercial la balanza turística, porque los colombianos han tenido en la Patria ecuatoriana uno de sus destinos turísticos favoritos.

En los próximos días empezarán las caravanas de turismo y para eso sí que hay que derrotar el terrorismo en las carreteras de Colombia. Ahí le voy dando razones, Presidente, para que me ayude a meditar sobre cómo vamos a derrotar ese terrorismo allá, porque para beneficio ecuatoriano, para el gozo de miles y miles de colombianos que tienen en esta Patria su principal destino turístico, tenemos que derrotar el terrorismo en Colombia.

También, nuestra oficina de promoción de comercio está organizando macrorruedas de negocios en Quito con empresarios colombianos que vengan a examinar más productos ecuatorianos para comprar acá. Confiamos que sean exitosas.

Y usted ha mencionado el tema de los servicios públicos: quiero agregarle al de la transmisión y provisión de energía dos: gas y petróleo.

En cuanto a petróleo, el panorama ecuatoriano es promisorio, el colombiano difícil. La verdad es que una de las opciones de provisión de estos combustibles que Colombia tiene, necesariamente es Ecuador.

En cuanto a gas, tenemos que completar la conexión por un lado Venezuela – Colombia – Panamá y por otro lado, Colombia – Ecuador. Eso nos permitiría vincularlos al Plan Panamá – Puebla, racionalizar todas nuestras fuentes de abastecimiento y por supuesto, los mercados que la demandan. Queremos avanzar en esa interconexión.

La corrupción hay que derrotarla. Estas democracias no se legitima mientras haya corrupción. Nosotros estamos dispuestos a hacer lo que nos pida el Gobierno ecuatoriano para contribuir a la derrota de la corrupción, bien sea en el marco del tratado multilateral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) o en el marco bilateral.

He propuesto en Colombia una tarea para recuperar la confianza de los colombianos en Colombia, de los empresarios para invertir en Colombia, de los trabajadores para trabajar en Colombia, de los jóvenes para acariciar las ilusiones de su futuro en el territorio colombiano.

He propuesto que recuperemos confianza a través de 3 ejes: el de la derrota de la corrupción y la politiquería –que le devuelva plena legitimidad a las instituciones democráticas-, el de la reactivación social y económica que ponga en la práctica el vocablo de solidaridad que deriva de nuestro concepto de Estado social de derecho. Y el tercer eje, el primero de mi discurso de campaña: la derrota del terrorismo.

Honorables Congresistas: legislaciones de las más avanzadas instancias democráticas, la de Gran Bretaña, la de España, definen el terrorismo la simple amenaza del uso de la fuerza, por razones políticas, religiosas o en general, ideológicas. Cuando yo leo esas legislaciones y las releo, llego a la conclusión que sin interpretar, hay un texto que dice: “la simple amenaza de uso de fuerza por razones ideológicas, religiosas o políticas, es terrorismo”, me pregunto ¿por qué hay que llamar al terrorismo de Colombia de otra manera?, ¿por qué hay que llamarlo conflicto?

Lo que hay en Colombia no es un conflicto, es un desafío de un grupo de terroristas contemplados por Estados permisivos, contra 44 millones de ciudadanos.

Yo veo la alegre deliberación de mi pueblo. El 26 de octubre Colombia tendrá nuevamente elecciones para elegir gobernadores y alcaldes y diputados de las asambleas departamentales y concejales municipales y veo todas las tendencias ideológicas participando activamente en ese proceso electoral.

Hay una bella competencia. Ayer no más en la ciudad de Bogotá, se llevaron a cabo dos debates con candidatos que aspiran a regir esa urbe con siete millones de habitantes en los próximos cuatro años, de los más diferentes orígenes ideológicos.

¿Qué hay en el ordenamiento jurídico y en la práctica del Estado colombiano frente a ese pluralismo? Exclusivamente respeto.

¿Quiénes atentan contra él?: los violentos. En mi juventud le leía a organizaciones terroristas como las Farc, la demanda de que Colombia incorporara en su ordenamiento jurídico, la posibilidad de que los alcaldes fueran popularmente elegidos.

Habíamos sostenido un debate durante 100 años en procura de la elección popular de alcaldes y solamente vino a consagrarla el ordenamiento constitucional en el cuatrienio 1982 – 1986. Más tarde, la Constitución de 1991, amplió esa democracia, extendiéndola a la elección popular de gobernadores.

¿Quiénes atentan hoy contra esa democracia? Los mismos grupos violentos que cuando no se habían dado esos pasos de ampliación democrática, justificaban en esas restricciones sus procederes violentos.

Todos los días encuentran sofismas y argumentos para tratar de justificar ante el mundo su acción terrorista.

¿Qué exige la democracia contemporánea como contraprestación para calificar la simple amenaza del uso de fuerza como terrorismo?: que no haya terrorismo de Estado. Que haya una democracia plena, la que se vive allá en Colombia, la que me lleva a mí a decir con espíritu polémico de hermano solidario y con el ánimo de convencer ante este Congreso ecuatoriano, que allí no hay conflicto. Que allí lo que hay es un desafío de los terroristas contra una democracia vigorosa.

Estamos comprometidos, honorables congresistas, en el pluralismo. Iniciada mi campaña, un ilustre ex presidente de Colombia me decía: ‘usted no puede ganar porque Colombia no es tierra fértil para una propuesta de seguridad, eso suena a militarismo, eso fue las restricciones democráticas’. Y le contesté: ‘¿sabe por qué voy a ganar?, porque llegó la hora de demostrar que lo que está ocurriendo en Colombia por falta de Estado, este crecimiento de la violencia, ha causado sus principales víctimas en los sectores populares’.

Las gentes pudientes pueden enajenar sus tierras en Bogotá e instalar sus cultivos de flores en el Ecuador o residir en Europa o en los Estados Unidos. El obrero, el profesional de la clase media, no tiene esperanza diferente a que en Colombia cese la violencia para que aflore la inversión, afluya el crecimiento y se le den todas las oportunidades.

Propuse entonces un concepto se seguridad con sentido social, mirando la defensa de un universo democrático pluralista y seleccioné un vocablo para acompañar la propuesta de seguridad: democrática.

Entonces hemos venido trabajando sobre lo que nosotros consideramos Seguridad Democrática.

No es un concepto de seguridad para que haya un partido armado que sustente el ejercicio de un régimen de gobierno. No es un concepto de seguridad como aquellos que se han visto con elementos comunes en la extrema derecha o en la extrema izquierda, que utilizan arbitrariamente el ordenamiento jurídico no para darle seguridad al pueblo, sino para asegurar sus hegemonías de poder.

El nuestro dista tanto de aquel concepto de armar al pueblo para sustentar al caudillo, como del que desde el otro extremo ideológico recorrió a nuestra América Latina en nombre de la doctrina de la seguridad nacional, que era un pretexto para perseguir disidentes y acallar sus voces en la Guerra Fría, cuando todavía estaba vivo el macartismo.

No. La nuestra es una educación de seguridad para el pluralismo. Por eso nos hemos dedicado a proteger con igual esmero al industrial que al trabajador, al líder gremial que al sindicalista, al profesor contestatario que al doctrinante amigo del Gobierno. Yo he asumido, personalmente, el buen cuidado de que los congresistas de la oposición reciban todas las garantías para su seguridad personal de parte de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía.

Seguridad Democrática para el pluralismo.

Y esa Seguridad Democrática no va a triunfar en pocos años. Un terrorismo que avanzó tanto, unos violentos contemplados que hicieron y deshicieron sin que se atravesaran controles, no los vamos a derrotar fácilmente de la noche a la mañana. Por eso esta política tiene que ser sostenible en el tiempo. Para que sea sostenible en el tiempo tiene que ser eficaz y transparente. Para que el pueblo la quiera, esta política tiene que ser respetuosa de los derechos humanos. Y esta política tiene que beneficiar a quienes comparten las ideas de Gobierno o a quienes están en la orilla opuesta.

Nosotros no nos vamos a dejar indicar el travieso camino de la violación de los derechos humanos para poderle asestar el golpe rápido y definitivo al terrorismo. Ha sido más fácil en otras latitudes y en otras vecindades derrotar el terrorismo con la violación de los derechos humanos, porque allí hay eficacia más no transparencia. Pero quedan heridas en el conglomerado social que afectan el resurgimiento del capital solidario y que toman mucho tiempo para ser restañadas.

Pueden tener ustedes la seguridad, cualquiera sea su concepción ideológica o su manera de apreciar, que el destino del actual Gobierno de Colombia, pueden tener la seguridad de nuestra adhesión a los derechos humanos.

Esta es la contraprestación que el mundo democrático tiene asegurada de nuestra parte, para poder nosotros insistirle al mundo democrático –empezando por la hermana Nación ecuatoriana- en que nos apoye.

El tema de la droga.

Colombia no tuviera estos problemas terroristas si no tuviera droga. Yo soy hijo de la universidad pública, muchos de mis compañeros de los años 70, después de que recibíamos con entusiasmo y las leímos con febrilidad devoradora, las revistas de la China Roja, las cuatro tesis filosóficas de Mao Tse Tung, el tratamiento correcto de las contradicciones en el cuoseno del pueblo o las ilustraciones sobre la planeación centralizada en Rusia y muchos de mis compañeros veían en la Revolución Castrista, el capítulo a repetir paras construir equidad en toda nuestra América Latina, muchos de ellos abrazaron la guerrilla. Lo hicieron en ese entonces por la noble causa de la adhesión ideológica, pero los años no pasan en vano. Vivir para ver como dijera López Pumarejo, discípulo ideológico de Alfaro.

Eso que vimos en los años 70 pugna con la realidad de hoy. De una guerrilla ideológica acertada o equivocada pero ideológica, hemos pasado a un mercenarismo terrorista que no tiene vocación noble ni ideales que permitan, siquiera, la presentación de su proyecto político.

Estuvieron la droga y la guerrilla en extremos opuestos y terminaron juntas, hoy es una mezcla indisoluble en la realidad de Colombia.

Entonces, eso también nos permite hacer dos diferencias: la guerrilla colombiana de hace unas décadas y el terrorismo colombiano de hoy. y otra diferencia: el terrorismo colombiano de hoy, con aquellas guerrillas del Continente con las que se lograron acuerdos de paz que todavía celebramos.

No habían perdido su norte ideológico, eran pobres, facilitaron la cooperación de países vecinos, de naciones unidas, de grupos religiosos, para que los indujeran a procesos de paz, que culminaron exitosamente.

La nuestra no. La nuestra rechaza a todo el mundo, porque es prepotente. Aquellas otras tenían acerbos ideológicos, carecían de plata, prácticamente eran guerrillas mendicantes de la cooperación internacional. La nuestra es arrogante porque tiene poder de fusil y de explosivos y porque tienen chequera propia, derivada de la droga. Y esa arrogancia, quisiera que los grandes teóricos del derecho penal, renacieran para que estudiaran la sicología de los terrositas ricos de la droga.

Esa es una categoría que no alcanzaron a anticipar Ferry ni sus maestros. Quisiera ver nuevamente a Ferry, a Carrara, a los grandes maestros del derecho penal en el mundo de hoy, examinando esa sicología de estructura, de una delincuencia sin norte ideológico, simplemente al servicio de la destrucción y del enriquecimiento.

Esos no son legítimos contradictores para decir que hay un conflicto. Esos son terroristas frente a quienes el Estado no puede tener sino una actitud: la de derrotarlos. Y me dirán ustedes ¿y lo social?, ¿no es primero lo social para después resolver este problema?: eso pensaba yo cuando era universitario.

Hoy sí que pienso diferente, hoy el capital quiere irse a China y a Vietnam y a Cuba. Si no fuera por la Ley Burton – Helms de los Estados Unidos, Cuba seguramente sería el mayor destino de captación de capital privado internacional. Y los nuestros no dejan que el capital llegue allí, lo han desterrado, han empobrecido esa economía. A ratos miro mi Patria y digo: cómo es espontánea y tiene ilusiones, después de los bombardeos constantes del terrorismo acompañado del narcotráfico.

Hoy, Colombia necesita un principio de paz para recuperar confianza inversionistas, para que la economía crezca, para que hayan recursos que al aplicarlos sin corrupción, construyan equidad y nos permitan consolidar la paz.

Si no hay una actitud firme y resulta para derrotar el terrorismo, en Colombia no va a haber inversión.

Y les preocupa a ustedes el tema de la droga. Hace 25 años, en Colombia se pensó que los narcotraficantes eran unos muchachos divertidos, unos “Robin Hood”, y que esa sería una moda inocente. Terminaron en carteles de matones.

En 1990, pensábamos que Colombia no iba a tener problemas de consumo de drogas. Entre 1992 y 1993, la Corte Constitucional, en nombre del libre desarrollo de la personalidad, prohibió la sanción al consumo. Hoy hay más de un millón de consumidores, miles de familias colombianas destruidas por el crecimiento del consumo.

Hace 30 años, pensábamos que la droga en Colombia se acabaría con la eliminación de los cultivos en Bolivia y Perú. Entre esas dos naciones se eliminaron 70 mil hectáreas, en Colombia aparecieron 160 mil.

Cuando las primeras administraciones advirtieron sembrados de coca y de amapola en Colombia, se les desestimó por la cifra. Después la cifra casi arrolla nuestra democracia.

¡La droga hay que derrotarla! Está bien que pidamos mayores esfuerzos de los países consumidores, pero es que los nuestros ya están contagiados del virus del consumo y el consumo amenaza con hacerle creciente daño a nuestras familias y a nuestras juventudes.

¿Y qué ha pasado en lo ecológico? Estos países nuestros, unos países sumamente bien dotados por la Providencia, son países en la primera categoría mundial en disponibilidad de agua dulce, por unidad de territorio y en biodiversidad, pero la droga puede destruir la ecología. En Colombia, la droga ha destruido 1.700.000 hectáreas de selva tropical. Si no frenamos eso, se produce un efecto de metástasis que podría destruir toda la selva amazónica.

Ojalá sean más eficaces los países industrializados, no sólo para controlar el consumo, sino también para controlar los precursores químicos. Pero independientemente de lo que ellos hagan, nosotros, por la dignidad de la juventud, por el futuro de nuestro pueblo que depende, en buena parte, de que le apliquemos ciencia a la biodiversidad, tenemos que derrotar la droga, destructora de nuestra juventud y de los recursos ecológicos.

No hay manera distinta de eliminar 160 mil hectáreas de droga que con fumigaciones. ¿Ustedes creen que cortando la droga, que es simplemente podarla y fertilizarla se va a acabar una extensión de 160 mil hectáreas? ¡Imposible!

El Plan Colombia no es político ni ideológico, es de sentido común. Por fortuna un país, los Estados Unidos pasó –frente a Colombia- de la retórica a la ayuda concreta. Yo, que me opuse a mi ilustre antecesor, el Presidente Pastrana, en la política que adoptó frente a la Farc, lo apoyé en lo del Plan Colombia. Un paso necesario.

Hoy tenemos 30 mil hectáreas de 160 mil y es posible que en los esfuerzos del año entrantes, los tengamos que destinar exclusivamente a controlar el rebrote. Sin fumigación, eso no se habría podido.

Y lo que se utiliza en la fumigación: el 90 por ciento del glifosfato que se consume en Colombia, lo consume la agricultura comercial. Yo he visto en el campo utilizarse glofosato desde que lo inventaron y nunca hubo escándalos de los ecologistas contra el glifosato en la agricultura comercial. El escándalo empieza –y parecería interesado- cuando el mismo agroquímico se utiliza para derrotar la droga.

Tiene dos elementos: uno que le aumenta el peso específico y que facilita la precisión de la fumigación, ¿nocivo?, ¡de ninguna manera! Otro que es adherente, tampoco es nocivo. Los estudios científicos han demostrado que lo que hace daño es el precursor químico utilizado para la droga y no la destrucción de la droga con fumigación. Y lo corrobora la experiencia del campesinado.

Hace pocos días, me visitó un campesino que llegó a montar una finca a orillas del río Putumayo hace 40 años. Y me dijo: ‘allí teníamos la mayor riqueza en variedad de peces, pero cuando empezaron a sembrar droga y a arrojar al río hoja impregnada con precursores químicos, también empezó la desaparición de especies.’ Me dijo: ‘Presidente, no eche para atrás, acabe la droga, que es lo único que nos va a devolver nuestro futuro, que es nuestra selva, que es la alcancía para que sea explotada por la investigación científica en las décadas que vienen.’

Todo eso hay que manejarlo científicamente, por supuesto. Pero yo sí quiero decirles a ustedes, con el afecto que siento por este pueblo ecuatoriano, que hay que derrotar la droga.

A mí me dolería mucho que en Colombia desaparecieran los cultivos ilícitos y que aquí crecieran. Y mientras más temprano se le derrote y más drásticas sean las acciones del Gobierno, es mejor. ¡Claro! se necesitan alternativas sociales, pero son menos difíciles. Ese cuento de que nuestros campesinos e indígenas no las tienen, es puro cuento.

¿Saben qué son ellos?: el conejillo de experimentación, el eslabón explotado del terrorismo de la droga.

Yo propuse que hiciéramos un experimento con 3 mil Familias en Orito, Putumayo, antiguos cocaleros, para que se comprometieran a abandonar la droga, a cuidar la recuperación del bosque y que cada familia recibiera cinco millones de pesos al año, más o menos, dos mil dólares.

Me decían: ‘eso no funciona, esa propuesta no se la van a aceptar, esa gente gana mucha plata.’ ¡Cuál! Ganan plata los terroristas, al campesino y al indígena lo explotan y lo maltratan. Primero lo involucran en el negocio indigno y después le acaban prematuramente su vida y participa de la menor parte de la percepción de ingresos del negocio maldito.

¿Qué ha hecho ese experimento con 3 mil Familias en el Putumayo y 2.400 en el Tolima?: mostrar que es posible. Hoy en el Putumayo ocurre todo lo contrario, hoy todo el mundo quisiera ser Guardabosques, quisiera cumplir las dos obligaciones que le hemos asignado a estas familias: cuidar los terrenos libre de droga y proteger la recuperación del bosque. No hemos avanzado más por falta de recursos.

¡Por Dios!, lo peor que le puede pasar a nuestros campesinos e indígenas, es que los sigan involucrando en la droga. Les quitan el pasaporte de la dignidad y los condenan a ser eternamente miserables.

Yo veo estas economías nuestras con tantas dificultades pero con tantas posibilidades. Esta economía ecuatoriana es profundamente diversificada, lo muestra la sola circunstancia de mirar la cantidad de productos que del Ecuador se exportan a Colombia. Y es profundamente diversificada la colombiana. La droga acaba con la cultura productiva.

Unas economías con una base social comunitaria, de tanta laboriosidad, de tanta cultura de producción, no pueden darle la espalda a la droga.

Alguna vez, unos congresistas visitaron a Abraham Lincon y le dijeron: ‘no suspenda el habeas corpus’. Y él dijo: aquí estamos salvando la unión de los Estados Unidos. Y los llevó por allá a este pasaje de la historia: un león quería casarse con la hija de un maderero, vino a pedir la mano, el maderero le dijo: con esos colmillos no lo recibo. El león fue donde el dentista, se sacó los comillos y regresó y el maderero ahí mismo le dijo: con esas garras, no lo recibo. Fue, se hizo quitar las garras y regresó y el maderero le dijo: ahora sí lo recibo, pero no para entregarle mi hija, sino para acabarlo.

Colombia le tiene que quitar al terrorismo las garras y los colmillos, por eso hay que golpearlo y acabar con la droga, para desfinanciarlo, en serio.

¿Nos oponemos a paz?: no. ¿Ustedes saben en el proceso de paz del M – 19, cuántas personas había en armas?: máximo 900. Proceso muy sonado, que el mundo aplaudió.

¿Ustedes saben cuántos integrantes de grupos violentos se han desmovilizado en el último año? Hace dos noches la ministra de la Defensa (Marta Lucía Ramírez), los altos mandos –aquí representados por los generales Jorge enrique Mora (Comandante del Ejército) y Teodoro Ocampo (Director de la Policía)- y yo, examinábamos el tema. Del 7 de agosto al año pasado, a la fecha, se han desmovilizado 1.923 integrantes de grupos violentos, en una inmensa mayoría, de la Farc.

¿Cómo los hemos recibido?: con los brazos abiertos. Están hoy en procesos humanos de reinserción y de desmovilización, los queremos integrar, sin discriminación, al seno de la sociedad colombiana. Reencontrarlos con su familia, con la democracia deliberante, con el techo y el amparo de la constitución.

Tengan ustedes la seguridad que tenemos la misma firmeza para derrotar el terrorismo, que la misma determinación para alcanzar la paz. Lo que pasa es que en el pasado aplicaron una lección que le aprendieron a Stalin a través de Maquiavelo. Ellos analizaron que los gobiernos generosos, eran gobiernos débiles y que no había que reciprocar la generosidad, sino aprovecharla para golpearlos, destruir la democracia y permitir avance del terrorismo al poder.

¡Y eso no es con este Gobierno!, ¡y no será en las décadas que vienen en Colombia, porque allí estamos construyendo una opinión pública con feracidad para derrotar el terrorismo y para defender el pluralismo democrático!

Yo, como Presidente Constitucional de la República, no voy a permitir engaños a nuestras instituciones. Procesos de paz serios, pero sin engaños.

Para eso, estamos dispuestos, por eso hemos agradecido profundamente el interés con que ha procedido el gobierno del Ecuador interpretando el sentimiento de nuestro hermano pueblo ecuatoriano. Procesos de paz serios, sí. Engaños, no.

Y les ofrecemos todas las garantías, incluso estamos buscando reformar el ordenamiento jurídico para que si hay procesos de paz, serios, pueda haber también garantías para autores de delitos atroces. Incluso hasta allá hemos llegado.

Algún político de mi país me decía: ‘no lo comprendo, porque usted todos los días procede como lo prometió, como el primer soldado, como el primer policía de la Nación contra el terrorismo; pero también ofrece todas las garantías para la desmovilización’. Y el otro que estaba por ahí cerquita, le dijo: ‘no, es que con Uribe tiene que haber paz si o si, a las buenas o a las malas’. Entonces le repliqué: ahí le dieron la respuesta.

Nosotros queremos eso: paz, si o si, a las buenas o a las malas y rapidito porque hemos sacrificado muchas generaciones por esta violencia.

Y cuando asumimos una actitud infinitamente generosa frente a la reinserción, lo hacemos en nombre de nuestras condiciones democráticas. Yo aspiro liberar a mis compatriotas de las cadenas del terrorismo sin jactancias. Estos 1.923 desmovilizados han llegado porque saben que nuestro interés no es mostrarlos en cárceles subterráneas, de pijamas de rayas y enjaulados. Que nuestro interés tiene dos componentes: liberar al pueblo colombiano de la pesadilla del terrorismo y darle todas las oportunidades a quienes quieran rectificar el camino.

Déjenme decir, con osadía, lo siguiente: no hay peor política que la del apaciguamiento. El terrorista se crece cuando lo pastorean.

Déjenme decirles que aquel que pretende tener cohabitación con el terrorismo, corre la misma suerte de aquel que cabalga en las ancas de un tigre y termina en sus fauces y en su vientre. Con el terrorismo no hay transacción. Con la rectificación son posibles todos los acuerdos.

Señor Presidente y honorables integrantes del Congreso ecuatoriano: dirigir una Nación como Colombia, la Patria hermana que tanto afecto siente por este pueblo ecuatoriano, es particularmente difícil. Hay que estar ajustando los proyectos diariamente. Allí hay toda la determinación.

Estas tesis suenan controversiales para muchos, pero por lo menos abónenle a estas tesis que buscan quitarle al pueblo colombiano la pesadilla de la violencia e impedir el contagio.

Estos terroristas no respetan fronteras, abusan de ellas. Estos terroristas no respetan partidos políticos de naciones amigas, los engañan. Estos terroristas no respetan posturas amables con ellos, las utilizan. El día que estos terroristas pudieran acabar con Colombia, les quedaría pequeña y entonces ya querrían salir con su terrorismo del Pacífico al Atlántico y del istmo a la Patagonia. Por eso hay que derrotarlos.

Creo, en medio de la flaqueza de la condición humana, que derrotarlos es conveniente para la democracia colombiana y para la democracia de la región. Si aquel héroe de las libertades, Eloy Alfaro, viviera, sus conceptos liberales no le darían un solo milímetro al terrorismo.

Esta condecoración que ustedes generosamente me imponen, me refuerza mi vocación democrática y mi determinación contra el terrorismo.

Muchas gracias, hermanos congresistas del Ecuador.

 
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