AÑO 2003

Enero

Febrero

Marzo

Abril

Mayo

Junio

Julio

Agosto

Septiembre

Octubre

Noviembre

Diciembre

 

CONDECORACIÓN CON LA ÓRDEN NACIONAL “AL MÉRITO”
EN EL GRADO DE GRAN COLLAR DE ECUADOR
Agosto 22 de 2003 ( Quito - Ecuador)

Señor Presidente:

Confieso que me da dificultad encontrar palabras para agradecer toda su generosidad. Tengo inmensos motivos de gratitud con usted y con su pueblo.

Usted, elegido con gran entusiasmo popular, con unas banderas que produjeron eco en toda nuestra América Latina, no vaciló ni un momento, después de su elección, para dirigirse a Colombia y para coordinar con el Gobierno de Colombia los esfuerzos que usted consideraba oportunos realizar para la paz en Colombia. No solamente por la paz en Colombia sino por todo lo que implica el problema del terrorismo en Colombia en riesgos para su comunidad ecuatoriana.

Y no conforme con haber tenido esa gran expresión de lealtad y solidaridad democráticas, al coordinar esa política con el Gobierno de Colombia, emprendió usted la tarea de ser un gran vocero del Continente y nuestro, ante Naciones Unidas, para que Naciones Unidas tenga una mejor comprensión del problema colombiano, para que se juegue –como no lo ha hecho- en la dimensión que se requiere para ayudar a resolver el problema colombiano. Usted se desplazó a Nueva York, habló directamente con el secretario general, Kofi Annan y se convirtió en un gran vocero del Continente y de Colombia.

En el Grupo de Río, tuvo la feliz iniciativa de abrir un camino para que todos los países integrantes de ese grupo produjeran dos decisiones: la decisión de pedir que Naciones Unidas cumpla su tarea de gestor de buenos oficios para conminar a los grupos violentos de Colombia a sentarse en la mesa de diálogo, pero con consecuencias.

Aquel día, después de haber conocido su proposición, me permití decir desde Cuzco, donde se reunía el Grupo de Río, que la proposición suya era innovativa y no retórica.

Innovativa porque lograba reunir el consenso del Grupo de Río para pedirle a Naciones Unidas una gestión que no había hecho, la de conminar a los grupos violentos de Colombia a sentarse alrededor de la mesa de diálogo a buscar la paz.

Y no retórica porque era una proposición con consecuencias, una proposición llamada a producir resultados. Recuerdo el segundo párrafo, vigente hoy, de su autoría, señor Presidente: ‘si los grupos violentos de Colombia desatienden el llamado del Grupo de Río y el llamado de Naciones Unidas, entonces el Grupo de Río, con Naciones Unidas y con el Gobierno de Colombia coordinará las acciones subsiguientes’.

Señor Presidente, además eso tuvo mucho valor porque fácilmente, los Jefes de Estado, los delegados de las Naciones, apoyan una proposición pidiendo la paz. Pero son muy escasos aquellos que le dicen a los grupos terroristas: ‘o hacen la paz o déjennos saber que vamos a buscar alternativas porque, de todas maneras, tiene que haber paz’. Eso fue lo que más me gustó de su valor civil. Usted hizo un llamado democrático al diálogo, pero al mismo tiempo nos advirtió que era necesario una conminación.

Y nos ha abierto un gran camino. Regresé Colombia, después de aquella reunión cuando se aprobó su proposición, lleno de entusiasmo. Dije: tenemos compañía, tiene que haber paz. Ya no es sí o no, ahora es sí o sí. Y se consigue a través del diálogo estimulado con las Naciones Unidas o a través de otras alternativas que vamos a buscar con nuestros vecinos, con el liderazgo del pueblo y del Gobierno ecuatoriano y todo el apoyo de los países del Grupo de Río.

En sus escasos meses de Gobierno, el conjunto de sus iniciativas, presentadas con toda lealtad, con toda transparencia y con toda verticalidad, han sido de inmensa ayuda a Colombia. En Colombia nos queremos sacudir la pesadilla del terrorismo. En usted hemos encontrado un gran aliado.

Y no es fácil, nosotros le causamos todos los problemas porque, infortunadamente, la Patria colombiana que un día envió acá a Bolívar victorioso, acompañado de dos jóvenes oficiales –Córdoba y Sucre-, para que en estas faldas del Pichincha obtuvieran finalmente la independencia ecuatoriana, también Colombia, después, en mala hora, ha envidado droga y ha enviado terrorismo y ha enviado mal ejemplo.

Y la posición cómoda y comprensible del Gobierno del hermano país debería ser: ‘ese no es mi problema’, debería ser como tantas veces lo hemos dicho: contemplativa, mimosa, rayando entre lo prudente y lo débil frente a los grupos terroristas de Colombia.

Quiero agradecerle señor Presidente porque la suya ha sido todo lo contrario, usted no se ha puesto a medir riesgos. Usted no se ha puesto con actitudes para ganarse el favor de los grupos terroristas de Colombia para que no le hagan daño acá. Usted no ha asumido la fácil posición del apaciguamiento. Usted se ha comprometido con toda verticalidad de decir: ‘hacen la paz a través del diálogo o vamos a buscar cómo la hacen, pero la tienen que hacer’. Usted ha sido solidario con el pueblo colombiano para correr todos los riesgos que implica enfrentar el terrorismo.

Y eso es de todo el talento para el pueblo ecuatoriano, porque si los gobiernos de los países hermanos adoptan la vía del apaciguamiento, están simplemente tranquilizando la fiera por minutos. Pero habrá un día en que la fiera apaciguada finalmente se dará cuenta de nuevo que es fiera y la fiera del terrorismo, con aquella arrogancia que se produce con la mezcla de la droga y las armas, no respeta fronteras.

Esa fiera apaciguada será la misma fiera que mañana o pasado mañana, después de destruir a Colombia, podrá destruir al Ecuador y a todas las naciones hermanas.

Eso lo ha entendido Usted, señor Presidente y por eso, sin renunciar a sus condiciones democráticas, sin renunciar al multilateralismo, sin renunciar al papel de la ONU, al contrario, demandándolo, sin renunciar a su vocación de diálogo, usted ha dicho claramente: ‘este problema hay que resolverlo ya y sin dilaciones’.

Eso es resolución y es oposición al apaciguamiento dañino. Aquellos que apaciguan y pastorean la fiera, terminan –como dijera el pensador- devorados por la fiera. Usted ha comprendido que no nos podemos dejar devorar por la fiera, que tenemos que derrotar la fiera sin negarle las oportunidades de que regrese a la vía constitucional y democrática a través del diálogo.

Queremos, señor Presidente, agradecer la claridad de su manejo económico. No es fácil lo que usted ha hecho. Cuando se toman decisiones de tanta responsabilidad como las tomadas por usted, los gobiernos son incomprendidos, las dificultades populares crecen y, por supuesto, también se pueden afectar transitoriamente las condiciones de gobernabilidad. Pero usted no ha buscado el aplauso de inmediato, sino el bienestar de su pueblo en el largo plazo. Y hacia allá entendemos orientadas todas sus medidas.

Y quiero destacar, Presidente, su transparencia. En usted siempre hay un interlocutor transparente. Lo que usted le propone al pueblo ecuatoriano lo hace con tanta transparencia como aquello que se convierte en el tema obligado de nuestras conferencias internacionales. En buena hora el Ecuador está dirigido por unas manos como las suyas, a las que les cabe plenamente el decir del poeta: ‘firmes como el acero y puras como el oro’.

Recibo esta Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Collar con profunda gratitud. Esta Orden surge de su generosidad, del afecto de nuestros pueblos, de esta vida en común, de este futuro que nos desafía para que lo enfrentemos en equipo.

Esta Orden mi implica un gran compromiso con el pueblo ecuatoriano. Esta Orden me profundiza mi ya acentuada convicción de que tenemos que derrotar el terrorismo, de que nosotros tenemos que liberar a los colombianos de esa pesadilla y evitar el contagio que tanto daño podría hacerle al gran pueblo ecuatoriano.

Quiero, señor Presidente, que el pueblo ecuatoriano, usted y su Gobierno sientan que al recibir esta Orden, la percibo como Presidente de todos los colombianos y la percibo como un ciudadano de la Gran Colombia, que ama y admira entrañablemente al pueblo de Pichincha, que diariamente honra la memoria de Sucre.

Esta orden siempre la miraré para no fallar ni en el pensamiento ni en la obra a los deberes de nuestras relaciones porque, esta mañana, cuando veía el cielo infinito de Quito en la hora temprana, recordaba que, si bien, la Gran Colombia fue una opción que se frustró, que de pronto le faltó la Reunión del Istmo que tanto reclamó Bolívar desde Guayaquil y en la cual pensó mucho después del encuentro en la costa ecuatoriana con el general San Martín, esa Gran Colombia, que fue una opción política, que infortunadamente se fugó en la época, hoy no es una opción, hoy es una necesidad.

Nuestra integración bilateral en el seno de la Comunidad Andina, de cara al sur del Continente, de cara al norte para poder sacar adelante la expectativa de nuestros pueblos, es una imposición del destino y la vamos a hacer solidariamente ecuatorianos y colombianos.

Señor Presidente, mi gratitud con usted y, por su conducto, mi compromiso de afecto y de solidaridad con éste, su gran pueblo, la hermana Nación ecuatoriana.

Muchas gracias.

 
CONTÁCTENOS
MAPA DEL SITIO
| Quejas y Reclamos | Web Master |
Linea de Quejas y Reclamos 018000-913666

COPYRIGHT © 2006 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA