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ENTREGA DE LA ORDEN DE SAN CARLOS EN EL GRADO DE GRAN CRUZ CON PLACA DE ORO AL CARDENAL DARÍO CASTRILLÓN
Julio 08 de 2003 ( Bogotá – Cundinamarca)

Compatriotas:

Estábamos atisbando una visita de nuestro Cardenal (Dario Castrillón) a Colombia para celebrar sus 50 años de ordenación, que se cumplieron hace unos meses.

Hoy, se hace un merecido reconocimiento a uno de los más ilustres colombianos. Con usted, Eminentísimo Cardenal, se ha inscrito el nombre de Colombia en las más altas instancias de la Iglesia Católica: en el Cónclave Cardenalicio, en la Prefectura de la Congregación para el Clero, en la Presidencia de la Comisión Pontificia, Iglesia de Dios.

Usted ha dedicado 51 años al Ministerio Sacerdotal. Siempre, en tiempos tan difíciles, la Nación ha asentido su bienhechora influencia como Pastor de Almas, Orientador Moral y Critico Social.

En sus mensajes Evangélicos y de Semana Santa, los colombianos hemos encontrado la presencia de un Cristo Vivo. En sus opiniones públicas, la sabia concepción cristiana del buen gobierno. Con sus admoniciones, usted ha conmovido nuestra conciencia colectiva.

La Providencia, Eminentísimo Cardenal, le otorgo el don de la Sabiduría. Como los primeros discípulos de Cristo, usted puede dirigir el mensaje Apostólico en varias lenguas, elevar sus plegarias en latín, dirigirse al Santo Padre en polaco, a los Obispos de Egipto en árabe o al Patriarca de Oriente en ruso. Usted puede predicar el Evangelio a las antiguas comunidades de la zona de influencia soviética en alemán o a los indígenas de su antigua Diócesis de Pereira, en la lengua Chami.

El pueblo de Colombia oye sus consejos y enseñanzas. Su larga experiencia como activista social y como guía espiritual, ha impreso en nosotros una huella profunda.

Como no recordar los cursillos de cristiandad en los que se formaron tantos católicos o la predicación de valores que se impartió desde la acción cultural popular y la radio Sutatenza. Muchos obreros deben su formación como dirigentes a la Juventud Obrera Católica.

La Congregación Mariana y la Catequesis, han sido puntales en la formación de una visón cristiana para miles de dirigentes nacionales y en todas esas actividades pastorales, esta inscrito su nombre, Cardenal Castrillón.

Colombia, durante años, tuvo una sólida autoestima que provenía en buena parte del alimento espiritual aportado por la predicación de sus pastores.

Después, un discurso miserabilista, desmoralizador, hizo mella en la conciencia nacional. Se llegó a predicar por parte de algunos dirigentes, que nuestro país se merecía la violencia, puesto que sus instituciones eran injustas. ¡Que grave daño ha hecho a nuestra moral nacional, la justificación del crimen!, ¡que grave pecado cometen los que han mantenido la tertulia y la zalamería con el terrorismo!

El Estado colombiano trabaja arduamente para que esta Patria sea hogar acogedor para todos. Los retos son enormes, pero hay que asumirlos con entusiasmo y responsabilidad. En esa bella tarea la Iglesia Católica es fuente de inspiración y aliento.

En cada Diócesis, los colombianos cuentan con un equipo de obispos y sacerdotes, preocupados por llevar redención social a las comunidades pobres, por luchar fraternalmente contra la exclusión social y las desigualdades.

Por intermedio suyo, Eminentísimo Cardenal, enviamos un mensaje de agradecimiento a todos los miembros de la Iglesia colombiana, que trabajan entre sus feligreses, por llevar progreso y asentar la paz.

En el informe sobre Índice de Desarrollo Humano, del programa de Naciones Unidas que mide algunos indicadores de la calidad de vida de los colombianos, hay avances, tenues avances pero hay avances en los que tenemos que destacar el aporte de la Iglesia, perenne gestora de soluciones de salud, educación, techo y seguridad integral para el pueblo.

En esos frentes, instituciones regentadas por sacerdotes, monjas y seglares, desarrollan una fructífera acción social.

¡Qué bueno! Cardenal Castrillón saber que podemos progresar. Con el apoyo de la Iglesia tenemos que hacer que crezca la esperanza de vida de cada colombiano, eliminar el analfabetismo, que aumenta el ingreso per capita, que se incremente la escolaridad, la nutrición infantil, el acceso a la salud y que haya más cupos en la educación técnica y tecnológica.

Usted, que es como nuestro Embajador de buena voluntad ante el mundo, sea también intercesor ante la nueva Beata, la Madre Laura, nuestra paisana misionera, para que nos ayude desde el cielo, a avanzar en la solución de los problemas de la Patria.

Pídale en sus oraciones para que acertemos en llevar dinamismo e integración a las comunidades. Ruéguele para que haga realidad nuestro sueño de convivencia y tolerancia y para que el mensaje de desmovilización y reinserción, sea semilla que de buena cosecha.

Exprésele, Cardenal Castrillón, al Santo Padre, su santidad Juan Pablo II, cuánto lo quiere y respeta este pueblo de Colombia y cuanto le agradece sus bendiciones y las palabras de estímulo.

Recordando el mensaje evangélico, los colombianos podemos decir de usted, que es árbol que da frutos, que es planta bien cultivada, que es el hombre que dice cosas buenas, puesto que el bien esta en usted.

Por eso merece esa condecoración que hoy queda en su pecho, a nombre de los colombianos y que la debíamos en el momento en que se cumplieron 50 años de su Ordenación Sacerdotal.

Muchas gracias.

 
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