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CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA INDEPENDENCIA
Julio 20 de 2003 ( Bogotá– Cundinamarca)

Compatriotas:

Todos los días, entre los primeros pensamientos, debe estar aquel para los soldados y policías de la Patria, para los integrantes de los organismos de seguridad, para los jueces y fiscales. Debemos evocar su dura tarea, su sacrificio y entrega, su determinación para garantizar al pueblo de Colombia el bien de vivir en paz.

Todos los días debemos dirigir una oración por ellos, para que Dios los guarde, para que estén más y más tonificados, para proteger sus vidas, para tener éxito en el rescate de la paz de Colombia.

En el último año, la Fuerza Pública ha hecho un gran esfuerzo, ha aportado más sacrificios.

El Congreso de Colombia ha aprobado leyes de gran importancia. Está en trámite una reforma constitucional contra el terrorismo, aprobada en la primera legislatura, que confiamos será texto constitucional dentro de pocos meses.

Los colombianos han aumentado el pago de sus impuestos, entre otras y muy importantes razones, para apoyar la Fuerza Pública. Ya ha sucedido algo muy bello, se ha incrementado muchísimo la confianza en la Fuerza Pública y ha reverdecido la determinación de los colombianos de recuperar el imperio institucional.

Los colombianos han salido por las carreteras para que sus hijos conozcan la Patria, para que funcione la economía, para hacer turismo, para generar empleo.

Los humildes vendedores de artesanías, aquellos miles de compatriotas que tienen su fuente de empleo a la vera del camino, se han reencontrado con la posibilidad de tener un ingreso menos injusto.

¿Qué es lo bello allí?, ¿cómo esa circunstancia ha unido al Pueblo y a la Fuerza Pública? ¡Qué emocionante!, cuando el Comandante del Ejército transita la carretera entre Espinal y Neiva y los vendedores, situados a la vera del camino, salen a enviar por su conducto la gratitud a toda la Fuerza Pública de la Patria.

¡Qué emocionante!, cuando de los buses que transitan por las carreteras sale por una ventanilla el tricolor nacional para agitarlo en frente de los soldados y policías que, abnegadamente, con la piel curtida por el sol, cuidan el camino para que se recupere Colombia.

¡Qué emocionante!, cuando los niños saludan en las carreteras de Colombia con afecto a los soldados y a los policías.

Confianza. Confianza y afecto entre la Fuerza Pública y la ciudadanía, son valores que hay que cimentar. Y eso nos ha ayudado a que los colombianos tomen la decisión de que el país requiere el imperio de las instituciones.

Esta semana, a raíz de los acuerdos que se anunciaron con grupos de autodefensas ilegales, algunos comunicadores preguntaban: ¿y si ellos se desmovilizan quién va a cuidar esas zonas?

Esa pregunta sirve para hacer una pedagogía, para ejercer un magisterio, para decir a los colombianos que la soberanía de la Patria, la seguridad de los ciudadanos, el ejercicio del poder como facultad de tomar decisiones y hacerlas cumplir coercitivamente, no puede, en centímetro alguno del territorio nacional, recaer sobre grupos ilegales.

Vamos a recuperar el imperio institucional, la geografía es extensa, la selva lo es, accidentado el perfil del terreno, difíciles las comunicaciones en muchas áreas, pero la determinación de la sociedad colombiana y de su Fuerza Pública es indestructible: ¡vamos a recuperar el imperio institucional!

El país no se puede seguir desgajando, no podemos tener en unas zonas a la ciudadanía sometida por la guerrilla y en otras zonas con la falsa creencia de que su defensa reposa en los mal llamados paramilitares. En todas partes tenemos que recuperar el imperio de las instituciones, de su Fuerza Pública, sometida al ordenamiento jurídico.

Y lo tenemos que hacer con más sacrificio de la Fuerza Pública, con más transparencia del manejo de los recursos públicos, con mayor esfuerzo de los contribuyentes, con la decisión de todos de enrolarnos en las filas, de cooperar con la Fuerza Pública, de tener presente que el imperio de la Fuerza Pública como expresión de la Constitución para proteger a los ciudadanos, en todos los puntos de la geografía nacional, es un imperativo.

Esta Patria nuestra no puede seguir en manos de feudales modernos, de feudales con poder terrorista. ¿Qué es eso? Que allí donde se juntan tres bandidos, adquieren cuatro fusiles, siembran 10 matas de coca y se hacen a 20 kilos de explosivos, fundan un estado terrorista para maltratar al pueblo. ¡Eso no puede seguir! Ese sería el camino de la destrucción de la unidad nacional. Por ese camino pueden sucumbir las instituciones democráticas. Eso hay que derrotarlo y reemplazarlo por el imperio institucional del Estado de Leyes, por la presencia efectiva y transparente de la Fuerza Pública.

Nuestra Fuerza Pública ha realizado una gran tarea, su cuota de sacrificio es mucha. En el último año, desde el pasado agosto, 654 integrantes de la Fuerza Pública han sido asesinados, 1.855 heridos en su tarea abnegada de confrontar el crimen.

Una guerra en Irlanda del Norte, con más de 80 años, arroja 1.400 víctimas. Solamente en este año, repito, 654 integrantes de la Fuerza Pública asesinados por el terrorismo y 1.855 heridos. Muchos de ellos han quedado lisiados, muchos de ellos han sido heridos por la cobarde práctica de las minas antipersonales. ¡Qué sacrificio tan grande!

El Congreso de la República otorgó facultades al Gobierno para reformar el régimen de seguridad social de la Fuerza Pública. Inicialmente el ministro Juan Luis Londoño –que nos acompaña desde el cielo- con la Ministra de la Defensa (Marta Lucía Ramírez), emprendieron la tarea de examinar la situación y se ha vinculado con entusiasmo el Ministro de la Protección Social (Diego Palacio) y el Ministro de Hacienda (Alberto Carrasquilla) y sus equipos.

La Ministra, los Altos Mandos, han estado luchando por un régimen de seguridad social más justo con la Fuerza Pública, más equitativo. Nos cuesta más, pero ese sacrificio lo vamos a hacer para poder que ustedes estén mejor protegidos en casos de invalidez, mejor protegidas sus familias cuando ustedes aportan el sacrificio de la muerte en la confrontación del terrorismo.

Los soldados voluntarios estaban totalmente desprotegidos, gracias a estos decretos con alcance de ley quedan cobijados con el régimen especial de las Fuerzas Armadas, con el régimen de pensión de retiro, con el régimen de incapacidad, con el régimen de sobrevivencia para sus familias.

En invalidez se reduce del 75 al 50 por ciento el umbral de pérdida de capacidad para adquirir derecho a la pensión.

En sobrevivencia, cuando se trate de casos en los cuales se pierde la vida en el combate del terrorismo, la familia está protegida desde el día cero.

En nombre de la Ministra, de los Comandantes, quiero anunciar a todos los integrantes de la Fuerza Pública de la Patria, que el Ministerio de Hacienda ha aceptado extender el beneficio de la pensión de sobrevivencia con retroactividad para las familias de todos los que han sido asesinados en el combate del terrorismo en el último año.

Por supuesto que también tenemos que hacer esfuerzos, hay un aumento de cotizaciones, pero ese aumento de cotizaciones se ha hecho de tal manera que grave más a los suboficiales y a los oficiales de alta graduación.

Quiero dar un testimonio: a lo largo de este proceso, los Generales, Almirantes, expresaron su voluntad de aumentar sus cotizaciones para contribuir ellos con mayor aporte a la financiación de la seguridad social de toda la Fuerza Pública. En ningún momento tuvimos que imponerles normas, al contrario, su oferta fue generosa y espontánea. Y eso nos permitirá que aquellos que están en la base tengan que hacer un sacrificio no tan alto en términos de cotización.

Quiero expresar –también- que al aumentar los beneficios, en lo que se refiere a la pensión de invalidez y a la pensión de sobrevivencia para los familiares, se avanza mucho en protección del integrante de la Fuerza Pública y su familia, pero eso en alguna manera hay que compensarlo, endureciendo algo las condiciones para la pensión de retiro. Y se han vuelto en alguna forma, para la pensión de retiro, más exigentes las condiciones, pero respetando derechos adquiridos, respetando expectativas próximas. Fundamentalmente ese cambio cobija a los que están ingresando por primera vez a la Fuerza Pública.

Compatriotas: El Libertador envió una bella carta el Congreso de Ocaña de 1828, quiero leer un párrafo y hacer algunas reflexiones.

Dijo allí, El Libertador, a los legisladores reunidos en Ocaña:

“Asomad vuestras miradas penetrantes sobre el recóndito corazón de nuestros electores. Allí veréis la prolongada angustia que los agoniza, ellos suspiran por reposo, por seguridad.

Dadnos un Gobierno en que la ley sea obedecida, el gobernante respetado y el pueblo libre. Un Gobierno que impida la trasgresión de la voluntad general y de los mandamientos populares.

Considerad legisladores, que la energía de la Fuerza Pública, la energía de la autoridad, es la salvaguarda a la flaqueza individual, es la protección del débil, es la única disuasión del criminal, es la única amenaza que aterra al injusto, es la aspiración de toda la sociedad.

Considerad legisladores, que la corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad del delito.

Mirad, legisladores que sin fuerza no hay virtud y sin virtud perece la República”.

Miremos el significado actual de este párrafo, de ese valioso documento del Libertador.

Hoy también los colombianos tienen una prolongada angustia por la seguridad, los colombianos, todos hoy, suspiran por seguridad.

Sin seguridad no hay inversión, sin seguridad no hay empleo. A mí, de pronto me llama mucho la atención que, mientras los gobiernos de Cuba, China y Vietnam, intervienen activamente en el mercado internacional para atraer inversiones privadas a fin de que les ayuden a expandir sus economías, aquí esos grupitos de terroristas feudales impiden que crezca la economía y se genere empleo.

La angustia de los colombianos por la seguridad se explica en varias razones.

Esta inseguridad ha enlutado al 50 por ciento de las familias de la Patria. Esta inseguridad ha hecho que por lo menos el 40 por ciento de los colombianos tengamos un familiar o un conocido cercano que ha tenido que abandonar la Patria, presionado por la inseguridad. Esta inseguridad redujo sustancialmente la tasa de inversión del sector privado en Colombia. Esta inseguridad ha contribuido a que el desempleo hubiera subido a niveles que nunca anticipamos.

Por eso tenemos que comprender el suspiro de nuestros compatriotas por la seguridad, como suspiraban en 1828 cuando El Libertador escribió esta bella carta.

“Dadnos un Gobierno en que la ley sea obedecida, el gobernante respetado y el pueblo libre”.

La ley obedecida. Quien tiene que dar ejemplo de cumplimiento de la ley es el Gobierno, el nuestro, es un Gobierno con toda la determinación de derrotar la violencia, aquí no hay dubitaciones. Aquí todos los días amanecemos más tonificados para derrotar la violencia.

Pero este no es un Gobierno de caprichos del Mandatario, este no es un Gobierno de dogmatismos, este no es un Gobierno de abusos de la Fuerza Pública, este es un Estado de Leyes y este es un Gobierno de Leyes.

Procedemos en el marco de lo que emana de aquel edificio (Capitolio Nacional), en el marco de las leyes de Colombia. Y eso nos da toda la autoridad moral para poder afianzar nuestra voluntad, para que esa voluntad sea de hierro para derrotar el terrorismo.

Y para que el Gobierno sea respetado, el Gobierno tiene que cumplir la Ley, el Gobierno tiene que demostrar pulcritud en todas sus actuaciones, el Gobierno tiene que demostrar que avanza serena, pero firmemente en el camino de la derrota de la corrupción. Y reclamaba El Libertador que el pueblo sea libre.

En este 20 de julio, recordamos los episodios que nos dieron la Independencia. Pero esa independencia, en las últimas décadas, se convirtió en una independencia formal y de papel porque la independencia real, la libertad material, nuestro pueblo la ha perdido por los violentos.

En muchas regiones de Colombia nuestro pueblo no es libre, nuestro pueblo vive sometido al imperio de los terroristas –que vamos a derrotar-. La derrota del terrorismo es una condición para devolverle la libertad a nuestro pueblo para que esta Independencia que hoy celebramos no sea, en adelante, una independencia de papel, de textos, de ceremonial, de formalidad, sino una Independencia real que el Pueblo disfrute en sus libertades.

LA ENERGÍA DE LA FUERZA PÚBLICA

Decía el Libertador que “la energía de la Fuerza Pública es la salvaguarda a la flaqueza individual. Es la garantía del débil”. ¡Qué importante esa reflexión! La garantía de protección del débil reposa en ustedes, los hombres que tienen el privilegio de portar las armas institucionales de la República.

El maestro desprotegido en la vereda colombiana, maltratado por el terrorismo, tiene que ser eficazmente protegido por la energía de la Fuerza Pública.

El sindicalista condicionado de un lado o de otro, inerme, simplemente adherente de sus tesis y de sus convicciones a favor de los trabajadores, tiene que ser protegido por la energía de la Fuerza Pública.

El periodista, que en Colombia es respetado por el Estado pero condicionado y agredido por los terroristas, tiene que ser protegido por la energía de la Fuerza Pública.

Esta semana, es esa inolvidable estadía en Arauca, surgieron muchas reflexiones: el ganadero de Cravo Norte, de la llanura araucana, débil, inerme, tiene que ser protegido por la energía de la Fuerza Pública.

El comerciante de las ciudades, extorsionado y con la amenaza de la represalia de la bomba terrorista contra su establecimiento de comercio, tiene que ser protegido por la energía de la Fuerza Pública.

El industrial, deseoso de invertir en Colombia, de expandir nuestras fuentes de empleo, tiene que ser protegido por la energía de la Fuerza Pública.

La infraestructura de hidrocarburos, para poder ampliarla, para poder superar el túnel de una posible pérdida de la autosuficiencia en materia petrolera, tenemos que fortalecerla en la confianza de los inversionistas con la energía de la Fuerza Pública.

Esta semana me expresaban los alcaldes de Arauca que ellos, en el último año, han llegado a una conclusión: es decirles ‘no’ a los grupos violentos y expresarle al pueblo que el único camino es el de la recuperación del imperio institucional, el de buscar protección a través de la energía de la Fuerza Pública.

Colombia se apresta a un bello debate electoral para elegir alcaldes, gobernadores, diputados y concejales y ese mismo fin de semana para que el Pueblo se pronuncie sobre el referendo. Los violentos que siempre, en cada momento, han buscado un nuevo argumento para tratar de justificar sus acciones, hace años decían que persistirían en la violencia mientras no hubiera elección popular de alcaldes. El país vinculó la elección popular de alcaldes al ordenamiento jurídico, posteriormente el Constituyente del 91 amplió más la democracia al decirle al pueblo de los departamentos que de manera libre, elija a sus gobernadores. Pues bien, esos violentos, que justificaron tanta sangre por falta de aquellos espacios democráticos, son hoy los que amenazan a los alcaldes y a los gobernadores y a los candidatos.

La energía de la Fuerza Pública tiene que hacer respetar el derecho del Pueblo colombiano de acudir libremente a las elecciones de octubre.

La energía de la Fuerza Pública tiene que expresarse para proteger eficazmente a todos los candidatos y para evitar conductas delictivas de encubrimiento.

Como lo expresé esta semana en Arauca y me propongo repetirlo en toda Colombia, que la energía de nuestra Fuerza Pública cuide a todos los candidatos e impida que algún candidato vaya a tener diálogos con los grupos violentos para recibir las órdenes que condicionan su elección.

¡No más alcaldes elegidos con el patrocinio de los violentos!

¡No más gobernadores condicionados por grupos violentos!

Los alcaldes y gobernadores en el último año han venido cerrando filas en torno a la decisión de recuperar el imperio institucional. Hay que proteger a los candidatos, pero aquel candidato que vaya a enajenar las libertades democráticas en diálogo con los violentos, hay que meterlo a la cárcel porque esta democracia tiene que tener protección para los candidatos y protección para la Constitución y protección para el ejercicio soberano de los gobernadores y de los alcaldes y protección para que no se engañe la buena fe democrática del Pueblo.

Decía El Libertador que la energía de la Fuerza Pública es la única disuasión del criminal. Allí veo en frente aquella leyenda: “a la ofensiva por Colombia”.

Tanto sacrificio, tanto luto, requiere más ofensiva. Los violentos son cobardes. Cuando las instituciones se arredran, cuando el pueblo vacila, cuando la Fuerza Pública duda, los violentos se crecen en su arrogancia y en su cinismo.

Cuando las instituciones se mantienen fuertes e imperturbables, el legislador no se deja condicionar, el Gobierno no cambia su determinación y la Fuerza Pública se mantiene en creciente energía ofensiva, los violentos se arredran.

Lo único que disuade a los violentos, es la energía de la Fuerza Pública. Lo único que nos va a conducir a la paz, es la energía de la Fuerza Pública.

Recordemos la buena fe de ilustres compatriotas que me antecedieron en el ejercicio de la Presidencia, cómo fueron engañados por los violentos.

Los violentos solamente van a negociar cuando sientan que una Fuerza Pública con energía y a la ofensiva es capaz de derrotarlos. Ese es el único camino.

Si la Fuerza Pública se mantiene a la ofensiva, si la Fuerza Pública aumenta día a día su determinación, su sacrificio en heridos, en lisiados y en muertes, se irá reduciendo. El violento termina acobardado, pasa de la euforia del cinismo a la confusión de la cobardía y el Estado de Derecho transparente con energía, siempre culmina vencedor.

Entonces, esa Fuerza Pública tiene que disuadir al criminal, es la única que aterra al injusto.

Y tenemos que derrotar la corrupción. Decía El Libertador que esa corrupción y esa impunidad del delito no permiten que la ley sea acatada por todo el pueblo. Somos conscientes que necesitamos transparencia, que hay que derrotar la corrupción, que hay derrotar la corrupción en cualquiera de sus conductas, en todas sus conductas.

¡Qué importante, en este punto, hablar de los Derechos Humanos!

Colombia, con la tradición de su Fuerza Pública, de ser respetuosa del ordenamiento jurídico, de no interferir la acción de la democracia, pero de respetar sus resultados, de tener una Fuerza Pública que ha estado abierta a la crítica, que no ha vivido paraísos de impunidad, Colombia tiene que darle al mundo el ejemplo de derrotar el terrorismo y simultáneamente mejorar los Derechos Humanos.

Aspiramos que llegue un momento en el cual en Colombia no pueda haber una sola queja contra las instituciones en materia de Derechos Humanos. Ganarles a los terroristas este desafío, con limpieza en el acatamiento a la ley, con limpieza en Derechos Humanos, le va a dar a Colombia una medalla en la historia de las democracias del mundo.

El Vicepresidente (de la República, Francisco Santos) y la Canciller (Carolina Barco) han encabezado recientemente las delegaciones de nuestra Patria ante la comunidad internacional. Nuestras instituciones gozan de creciente apoyo y ese apoyo lo vamos a avivar con el respeto a los Derechos Humanos.

Que el mundo sepa que aquí hay tanta energía para derrotar el terrorismo, como para defender los Derechos Humanos, como para defender el pluralismo.

Nosotros no reconocemos enemigos en la crítica. Nosotros no reconocemos enemigos en quienes piensen de manera diferente. Voces críticas, expresiones de ideologías diferentes, todas bienvenidas, pero todas respetando la Constitución, respetando la convivencia. Aquí tenemos solamente dos enemigos: el terrorismo y la corrupción y a esos enemigos los tenemos que derrotar para que florezca de manera totalmente libre el pluralismo en la Patria.

Con la energía de la Fuerza Pública vamos a recuperar la plena expresión de las virtudes colombianas mancilladas por la corrupción y por el terrorismo.

Y esa droga, que tanto ha corrompido a Colombia, la tenemos que derrotar definitivamente. Nosotros tenemos que ser los campeones mundiales del esfuerzo y de los resultados. Los países industrializados, si nos ayudan a derrotar la droga aquí y si la derrotan allá, cuánto mejor. Pero nuestra determinación no depende de que quieran ayudarnos o no. Nuestra determinación es autónoma.

La droga que ha corrompido a la sociedad, que ha infiltrado las instituciones, que ha financiado a los grupos violentos, que es el fertilizante del terrorismo, que ha destruido un millón 700 mil hectáreas de selva tropical, es un enemigo de la sociedad colombiana y la vamos a derrotar como un ejemplo de la transparencia de nuestras instituciones y de nuestra Fuerza Pública.

Quiero rendir a cada uno un homenaje, a cada uno de los integrantes de la Fuerza Pública. Llamo a todos mis compatriotas para que queramos más a nuestra Fuerza Pública, reconozcamos a cada uno de sus integrantes por su nombre, exaltemos a su Fuerza Pública, la miremos con respeto.

Los pueblos que a lo largo de la historia de la humanidad han derrotado desafíos criminales, lo han hecho exaltando a su Fuerza Pública, apoyándola y queriéndola.

Aquí, por épocas, se exige mucho de la Fuerza Pública, pero se tiene poca consideración por la Fuerza Pública.

Recuerdo hoy ante mis compatriotas el nombre de los oficiales que han sido exaltados esta mañana con la Orden de Boyacá. Por sus méritos, por su trayectoria de servicio, los Generales Óscar Enrique González Peña, Mario Enrique Correa Zambrano, Carlos Ovidio Saavedra Saénz, Luis Alberto Ardila Silva, Ciro Enrique Peña Díaz, José Vicente Urueña, José Arturo Camelo. Y los Contralmirantes Édgar Augusto Celi Núñez, Luis Fernando Yance Villamil y Jaime Alberto Parra Cifuentes.

A ellos, a sus familias, la expresión de gratitud de una Nación que aplaude sus esfuerzos y está contenta de que ellos puedan lucir como el buen soldado la máxima Orden de la República, brillando en su pecho para que su vida siga brillando para Colombia.

Y quiero hacer este homenaje a la Ministra de la Defensa, por su rectitud y temple, a los Comandantes, en cabeza de su Comandante General, el General Jorge Enrique Mora Rangel, que son el retrato vivo de la abnegación, del decoro y de la determinación de nuestra Fuerza Pública.

Y quiero hacer llegar la voz de aplauso a todos aquellos que hoy prestan su servicio en todos los rincones de la Patria. Esta mañana, mientras nosotros nos aprestábamos a llegar a la Catedral para el “Te Deum”, un soldado de la Patria era asesinado por los terroristas en Planadas, Tolima.

Esta semana, en ese inolvidable recorrido por Arauca, antes de llegar a Arauca, encontramos en la base Marandúa un grupo de compatriotas de la Fuerza Aérea y del Ejército, que son ejemplo de devoción, de determinación.

Quiero saludar a todos los que están en esos sitios de la Patria, al Coronel Sotelo en Marandúa.

Cómo ha aumentado la presencia de la mujer en la Fuerza Pública, cómo garantiza la presencia de la mujer en la Fuerza Pública transparencia y eficacia. Rindo un homenaje a todas las mujeres que están en la Fuerza Pública, que emulan con la señora Ministra, y solamente cito el nombre de una de ellas: una niña jovencita, subteniente, con total patriotismo que trabaja en Marandúa, la Subteniente Karina. Y este cobarde terrorismo, cómo asfixia a Colombia con minas antipersonales y con atentados. Pero está mejorando nuestra Fuerza Pública para derrotar esos caminos censurables.

Rindo un homenaje a quienes viven en la Fuerza Pública en permanente disposición de sacrificio.

En Caño Limón encontramos esta semana un grupo sumamente bien entrenado de compatriotas del Ejército enfrentados a desarticular objetos terroristas. Desde aquí saludo a todos los integrantes de la Fuerza Pública, de la Fiscalía, de los organismos de seguridad, que están enfrentando los explosivos.

Saludo al Cabo Néstor Fabio Vilonza, quien comanda uno de los grupos antiterroristas de Arauca y a todos aquellos que como él, están realizando esa tarea.

Soldados y Policías de mi Patria: ustedes han hecho un gran sacrificio, pero las circunstancias de la Patria exigen sacrificios adicionales. ¡Vamos a derrotar totalmente el terrorismo! ¡Llegó el momento de no mirar el terrorismo como algo que no se puede erradicar de Colombia!

¡El Pueblo nos ha dado un mandato, el Pueblo nos apoya una determinación para que de una vez por todas le quitemos a Colombia la pesadilla del terrorismo!

Nosotros no tenemos vanidades. Nosotros simplemente tenemos el propósito de que las nuevas generaciones puedan vivir en Colombia con felicidad, con oportunidades, con educación, con justicia social.

Nosotros no estamos en plan arrogante de mostrar estos grupos en cárceles bajo tierra, enjaulados y con piyamas de rayas.

Nosotros los queremos derrotar por salvar a la sociedad colombiana, pero también les queremos ofrecer el camino de la desmovilización y el de la negociación seria.

Mil 700 integrantes de grupos terroristas se han desmovilizado en el último año, ese es un gran proceso de paz. Aquellos procesos de paz tan importantes para el país que permitieron la desmovilización de organizaciones violentas, uno de ellos desmovilizó 1.200 hombres en armas, otro 600 en armas, otro 280 en armas. Desmovilizar en un año 1.700 es un gran proceso de paz.

La Ministra de Defensa y el Ministro del Interior y de Justicia (Fernando Londoño) tienen toda la disposición de mejorar las condiciones de tratamiento a los desmovilizados, para que ellos sientan que la Patria los recibe de corazón y que la Patria les ofrece todas las oportunidades.

Esta mañana, en la Catedral, venían a mi memoria dos reflexiones: el 20 de Julio de 1810 hubo un ‘florero Llorente’ para la Independencia de la Nación en aquel momento. En nuestra época hay otro florero de Llorente: nosotros nos cansamos del terrorismo, nosotros estamos saturados de la arrogancia y del cinismo de los terroristas. Nosotros no queremos que la Patria se convierta en una colcha de retazos de imperios de terroristas feudales.

Nosotros vemos en el terrorismo, en su ensañamiento contra el Pueblo de Colombia, un Florero de Llorente que desata nuevas y creativas energías en la Fuerza Pública y en las instituciones democráticas para derrotar el terrorismo y reconquistar la independencia material, la libertad efectiva de los colombianos.

El Cardenal y Arzobispo de Bogotá nos llamaba en el “Te Deum” a contestar con esta plegaria sus invocaciones. Contestábamos a sus plegarias: “Dios de la paz, ten piedad de Colombia’.

Invito a todos mis compatriotas a que cada mañana, cuando despunte el sol, elevemos una plegaria al cielo y digamos: “Dios de la paz, fortalece la energía de nuestra Fuerza Pública para recuperar la libertad a Colombia”.

 
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