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HOMENAJE A JUAN LUIS LONDOÑO
Marzo 20 de 2003 (Bogotá- Cundinamarca)

Compatriotas:

El pueblo de Colombia, capaz como ningún otro de enfrentar las penalidades del camino y de reponerse ante el dolor, ya no solloza por la pérdida física del ministro Juan Luis Londoño, porque sabe que su inteligencia sigue siendo guía perpetua para la Nación, porque acepta el insondable designio de la Providencia, que ha determinado que él pasara a ser nuestro intercesor ante ella.

Un sabio consejo de los autores de la Enciclopedia dice que las condecoraciones públicas, al tener como finalidad honrar, no pueden ser abundantes ni obedecer a la generosidad con que el gobernante congracia a quienes el definía; que en una democracia, los galardones oficiales para enaltecer a ciudadanos, deben traducir la voluntad inequívoca de toda una comunidad nacional y ser el eco del clamor por el justo reconocimiento. ¡Pareciera que los enciclopedistas hubiesen prefigurado a Juan Luis y el sentimiento nacional de consenso por él!

Las nuevas generaciones tienen en Juan Luis Londoño un ejemplo excepcional. He repetido muchas veces, que el estudio fue la gran empresa para su sueño de servicio. Administrador de la Universidad EAFIT, economista de la Universidad de Antioquia, con maestría de los Andes y de Harvard, llegó a ser uno de los pocos colombianos a quienes esa universidad otorgó el grado de doctor en tan delicado saber.

Pero aunque ningún día de su vida se apartó del estudio, no fue el académico diletante y abstracto. Saltaba con ímpetu ilimitado de la teoría a la práctica del experimento social. Fue un volcán de trabajo que desconoció la fatiga y respondió a todos los retos con diligencia y asombrosa disposición, porque su temperamento era el de los realizadores.

Vidas como la de Juan Luis merecen vivirse: transparente, patriota, abnegadamente dedicado a las responsabilidades.

Dedicó sus esfuerzos a servir bien al pueblo de Colombia. Los pobres recordarán su imagen cada que logremos alcanzar una de las metas que trazamos durante los meses de arduo trabajo, compartido por él, por nosotros, por todos los integrantes del Gobierno.

El pueblo, cuando exhiba el carné del Régimen Subsidiado de Salud, cuando disfrute de los programas de vacunación infantil, cuando se inscriba como aprendiz en el SENA, cuando reciba el apoyo del emprendimiento empresarial, sabrá que debe entonar una oración agradecida en su memoria.

Su familia añora al esposo, al padre, al hijo cálido y respetuoso. El Gobierno lamenta la ausencia de su brillo y energía. Cuando coronemos con éxito las tareas que hemos abocado, pensaremos, agradecidos, en su imagen inspirada, su sonrisa alegre, sus movimientos espontáneos que contagiaban con su energía y optimismo al gabinete al que perteneció y dedicó su liderazgo en los últimos meses de su vida.

Su escuela de trabajo sigue intacta en el equipo que lo acompañaba fervorosamente en el Ministerio. Ellos mantienen ese sano contagio de trabajar sin desmayo en una de las tareas cruciales de la Patria: la protección social de los colombianos.

María Zulema, Juliana, Daniela y Juan Felipe, doña Lucía de la Cuesta, hermanos y demás familiares del ministro: la Orden de Boyacá en el grado de Gran Cruz y la Cruz Cívica del Mérito Asistencial y Sanitario ‘Jorge Bejarano’ que entregamos póstumamente a Juan Luis, sirva para que reavivemos el bello ejemplo que ustedes nos han dado: de unidad, dignidad y entereza ante el dolor y las dificultades y para que Juan Luis ilumine el comportamiento de todos los colombianos.

 
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