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ORDEN DE BOYACÁ EN EL GRADO DE GRAN CRUZ A HERNANDO AGUDELO VILLA
Mayo 14 de 2003 ( Bogotá – Cundinamarca)

Compatriotas:

Cuando los intelectuales se resuelven a intervenir en la política, ejercen sobre ella un efecto vivificador y dejan huella profunda en la sociedad.

Hernando Agudelo Villa, hijo de Antioquia, elevada expresión de la formación que se imparte en nuestras instituciones de educación pública, es el padre de una generación política a la que yo definiría por estas características: demócratas integrales, poseedores de una férrea independencia intelectual, expresiones –todos ellos- de una concepción patriótica de la economía, comprometidos en la búsqueda de la felicidad y el bienestar del pueblo como razón de ser de la función estatal y política, comprometidos, de manera cierta y sincera con el desarrollo nacional.

Nunca, en épocas aciagas para la democracia colombiana, Hernando Agudelo y la pléyade de hombres y mujeres que fueron y siguen siendo sus discípulos, se inscribieron en el sectarismo político, en el fanatismo ideológico o en la intolerancia.

En los tiempos del Frente Nacional, cuando fue llamado por el presidente Alberto Lleras Camargo, para ocupar el ministerio de Hacienda, era un hombre joven pero que ya podía mostrar una hoja intachable de servicios al país.

En ese cargo dedicó su inteligencia y su formación profunda a una tarea administrativa que dio frutos prodigiosos. Fue el ejemplo del Ministro del deber ser, un vendaval de ideas, un río de iniciativas, una cantera de soluciones a los problemas de la comunidad. Fue el ejemplo del Ministro que debe nutrir la vida nacional, fecundándola con nuevas instituciones.

Así fue su papel histórico, su aporte a la economía colombiana como zar de las finanzas en el primer gobierno del Frente Nacional y como ministro de fomento en el último de ese sistema.

Usted, doctor Agudelo, valoró siempre un hecho que en ocasiones suele ser subestimado por la academia y particularmente, por algunos historiadores.

Colombia, desde 1904, cuando el presidente Rafael Reyes, apoyado por los generales Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera, decidió que hubiera más administración y menos política, sembrar agricultura e industria y no guerras civiles, tuvo un modelo de desarrollo y crecimiento, fundado en el esfuerzo propio de industrialización en el ahorro interno, en la producción de bienes y servicios con capital humano y financiero propios.

Sus brillantes iniciativas se fundaron en la alta valoración de anteriores ejecutorias de gobiernos como los de Reyes, de los dos Ospinas –impulsadores de la industria-, de Olaya que dirigió el timón en los azarosos días de la gran depresión, de López Pumarejo –adalid del Estado Social de Derecho- o de antecesores suyo en los ministerios, como Esteban Jaramillo.

Quiso el ministro Agudelo Villa, apoyado con entusiasmo por el presidente Alberto Lleras, revitalizar el proceso de industrialización y lo interno, la agricultura comercial y nuestra inmersión en el mercado internacional.

Cómo no exaltar la idea implícita en la Ley 26 de 1959, en ella los bancos que por la época ni conocían la actividad agropecuaria, dedicaron el 15 por ciento de su cartera a sectores como la palma africana, soya, sorgo y algodón. Esa sola decisión legal permitió que, por primera vez, tuviéramos autoabastecimiento de algodón y con ello, un gran apoyo al crecimiento de la industria textil.

La teoría y la práctica siempre han ido de la mano en la vida del doctor Agudelo. Por ejemplo, su famoso texto: Plataforma Económica de la década de los 50, describía un país que daría por entonces el nuevo concepto de planeación económica, que impulsaba la industrialización, que estimulaba las exportaciones agrícolas e industriales, que sustituía importaciones, que controlaba los monopolios y regulaba el mercado de capitales.

Entre sus sueños veía una nueva industria que exigiría más educación y más tecnología, que garantizarían el crecimiento económico y el consiguiente bienestar del pueblo.

Pues bien, su iniciativa convertida en la Ley 81 de 1960, concretó los mecanismos para realizar algunas de esas tareas, con ideas sabias, simples en apariencia, se dispararon las exportaciones distintas a las tradicionales, hubo crecimiento industrial –se situó en el 7 por ciento-, se redujo la compra de bienes en el exterior, se crearon las zonas francas.

Por la Ley 81 surgió el complejo industrial de Mamonal que cambió a Cartagena. Por esa Ley, Ecopetrol incursionó en la petroquímica y muchos empresarios invirtieron en la siderúrgica, en la metalmecánica y en otras manufacturas.

¿Cuáles mecanismos legales permitieron tamaños logros?: la reforma arancelaria, el presumir que solamente el 20 por ciento del ingreso de los exportadores era utilidad y el restante 80 por ciento eran costos de producción y de despache. Las exenciones tributarias totales por 10 años a las nuevas empresas y a los accionistas, cuando el objeto empresarial fuese la sustitución de importaciones.

El esfuerzo integrador del Continente fue titánico en ese Gobierno memorable del presidente Lleras Camargo, la adhesión a la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) permitió que conociéramos a los vecinos, con quienes prácticamente no teníamos comercio hasta entonces.

Doctor Agudelo Villa: bien dice ustedes que en Colombia la corrupción, el clientelismo y la ineficiencia de la administración se han extendido escandalosamente. Esos flagelos impiden el progreso y son el principal obstáculo para que el pueblo de Colombia goce de bienestar.

Su carrera política ha sido consistente en la lucha por la transparencia. Cuando se creyó que el clientelismo era indestronable, usted libró bellas batallas para demostrar lo contrario.

Usted, doctor Agudelo, conocedor de la teoría económica, de la historia y de la sociología de la Patria, ha elaborado diagnósticos y soluciones que han servido bien a todos los colombianos.

Aunque las fórmulas pueden variar, aunque cada circunstancia concreta demande una salida diferente, usted ha sido un ejemplo de estudio, de disposición a profundizar teorías, a confrontarlas con la práctica, a pulirlas y a defenderlas.

Usted ha enseñado a valorar lo nacional, a apreciar como condiciones para el desarrollo, la solidaridad y el esfuerzo colectivo, a confiar en la infinita capacidad de nuestros trabajadores y empresarios.

No existe, en mi opinión, una biblia infalible que aporte las soluciones perfectas a las enormes dificultades económicas que vive la Nación.

En la dinámica de los hechos, toda escuela económica queda parcialmente revaluada y también, parcialmente confirmada.

Sin embargo, hay constantes que no admiten objeción, como son la lucha contra la inflación y el esfuerzo por la innovación productiva, que agregue valor con alta competitividad e ingresos equitativos para las clases trabajadoras.

Su fecunda tarea política e intelectual, cimentó en la conciencia de los colombianos que la inflación es el peor de los impuestos, porque expropia los escasos ingresos de los pobres.

Su persistencia en la industrialización, habría hoy que traducirla en el objetivo de que el país ascienda en la escalera tecnológica para que su comercio valga más y su tejido social tenga mejor financiación.

Usted ha creído en una economía privada sin monopolios y en un Estado que intervenga para conciliar, sin interferir la iniciativa productiva. Son presupuestos que la Nación jamás podrá abandonar, a fin de contar con un crecimiento más veloz, una base productiva con una gama más amplia de propietarios y una estructura social más justa.

Recuerdo hoy, con gratitud, que la iniciación de mi carrera política, como la de muchos colombianos, tuvo su acertada guía. En los encuentros liberales de La Ceja y de tantas otras ciudades de la Patria, mi generación –que con arrestos de adolescencia se asomaba a la vida pública, pudo tener la orientación de su estilo político, en el cual ha primado el reto del estudio de los problemas nacionales y de la búsqueda de soluciones.

Recuerdo hoy, con gratitud, que pude acompañarlo en muchas de sus tareas políticas en Antioquia, que para mi generación eran cátedras de buena política y de amor a Colombia.

Viene usted de una estirpe de patriotas consagrados al estudio y al servicio comentario. Su abuelo, el doctor José María Villa, dio brillo a la ingeniería colombiana, con el puente histórico de la vieja Santa Fe y su participación en el de Brooklyn.

Hoy, la Cruz de Boyacá, empieza a brillar en el pecho de un patriota, admirado por empresarios y trabajadores, respetado por pensadores sin importar que compartan o disientan de sus ideas y acatado por miles de luchadores en el cotidiano ejercicio de la deliberación democrática.

Muchas gracias.

 
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