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94 AÑOS DE LA ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA
Mayo 8 de 2003 ( Bogotá - Cundinamarca)

Compatriotas:

Las sociedades contemporáneas, numerosas, interdependientes, diversas, necesitan un principio rector que garantice la convivencia en medio de la diversidad para asegurar que la interdependencia produzca buenos resultados. Ese principio es el orden para garantizar que toda diferencia se tramite solidariamente por los causes de la democracia.

En la oficina de la Presidencia, en la Casa de Nariño, hay dos cuadros que se miran hoy el uno en frente del otro. Los iniciales biógrafos, presentaron a quienes allí están en esos cuadros, como enemigos políticos de su momento vital y quisieron proyectar esa enemistad a lo largo de la vida de la Nación. Hoy se miran allí, el uno al otro, porque el legado es complementario, es el legado de los valores fundantes, sobre los cuales tiene que vivir esta Nación. Es el legado del orden, sometido a la Ley, con la capacidad coercitiva de la Fuerza Pública para hacerla cumplir, sobre lo cual reposan las libertades.

El General Bolívar y el General Santander fundaron aquello que la Nación muchas veces ha olvidado: la complementariedad del orden y de la libertad, con dos garantías: el respeto a la Constitución y la eficacia y la transparencia de la Fuerza Pública.

Cuando los gobiernos son débiles con los corruptos y con los criminales, se esfuma la unidad de la Nación, se desmotiva la Fuerza Pública, se pierde el criterio de que la libertad no tiene sino una garantía que es el orden y se desintegra la unidad del pueblo y se desvanece la adhesión del pueblo a los valores de la Patria.

Cuando los gobiernos toman la decisión firme de recuperar el orden y la transparencia, la Fuerza Pública se reencuentra con su motivación, el pueblo se reencuentra con ella al hallarla nuevamente como la garantía eficaz de sus libertades y de sus derechos.

En el subconsciente popular empieza nuevamente a idearse aquella enseñanza del Libertador en la Carta a Ocaña, en 1828: “la energía de la Fuerza Pública es la salvaguardia del débil y es la esperanza de toda la sociedad”.

Cuando los gobiernos se comprometen, asumen toda la responsabilidad para apoyar a la Fuerza Pública, para derrotar el crimen, recuperar el imperio de la Constitución, el pueblo se reencuentra con sus deberes patrios, con sus ilusiones sobre la Patria.

Qué importante misión ha cumplido esta Escuela Superior de Guerra. Vengo en representación de toda la Nación, en este aniversario, a dar a la escuela una vez más la gratitud del pueblo. A todos quienes han tenido el momento de dirigirla, nuestra gratitud. A sus actuales directores, a sus profesores, a sus alumnos.

Esta escuela tiene la misión de formar defensores del orden, esta escuela tiene la misión de formar los garantes de las libertades, esta escuela tiene la misión de formar los únicos portadores legítimos de las armas para utilizarlas solamente a fin de defender al débil, a fin de hacerlas valer como la última salvaguardia del orden.

Habría muchos elementos a los cuales referirnos hoy, el curso de los acontecimientos dolorosos, también esperanzadores, no nos ha dejado un segundo en estos meses para sentarnos a articular una teoría. Pero tenemos los principios rectores, ustedes aquí mismo nos pueden ayudar a irla formulando, llegamos con esos principios, hemos querido practicarlos, a esa práctica hay que hacerle una evaluación para mejorar la teoría y volver nuevamente a la aplicación.

Esta dialéctica se necesita para que la práctica perfeccione nuestra teoría inicial de la Seguridad Democrática, esta dialéctica se requiere para construir una confianza permanente del pueblo en su Fuerza, una integración permanente del pueblo con su Fuerza. Ese ejercicio dialéctico se requiere para que esa integración de su Fuerza con su pueblo, en los momentos de éxitos y en los momentos de dificultades, nos ponga en un camino sin reversa, en el camino de derrotar la violencia y derrotar la corrupción.

Fue muy triste asistir ayer a la misa celebrada por nuestro obispo castrense para despedir ocho integrantes de la Fuerza Pública asesinados por los asesinos de la Patria. Es muy triste despedir a un colombiano de excepcional humanismo, Gilberto Echeverri Mejía. Es muy triste despedir a un joven Gobernador, lleno de ilusiones, Guillermo Gaviria Correa. Pero es esperanzador sentir una Fuerza Pública resuelta, como nunca antes, para derrotar el terrorismo.

Poco vamos a teorizar hoy, déjenme decir que la Nación está en júbilo al detectar la alta motivación de nuestra Fuerza Pública y que vamos a hacer todo el esfuerzo para que eso no sea oscilante sino permanente. Sentimos una Fuerza Pública en la iniciativa, la sentimos volcada a derrotar el terrorismo, la sentimos con una capacidad y con una decisión de derrotar el desorden como se había registrado en pocos momentos de la vida nacional.

Esa es la gran esperanza en medio del dolor, así lo percibe el pueblo y así lo ha expresado el pueblo a ustedes.

Es esperanzador que ya no hay refugio seguro para los delincuentes. Es esperanzador que las grandes mayorías nacionales están alrededor de su Fuerza y de la decisión del orden. Es esperanzador que no hay secretos, que no hay cálculos, que las operaciones se planean con todo profesionalismo, se ejecutan con toda la buena fe y con toda la decisión y se le cuentan al pueblo, con incurable buena fe, para que el pueblo pueda examinar tranquilamente errores y vicisitudes. Y nosotros, amparados en nuestra buena fe, en nuestra determinación inquebrantable, también corrijamos cuando haya que corregir.

Vengo a hacer una invitación a ustedes: que hagamos todo lo posible para que la opinión pública se mantenga, a lo largo de la historia venidera de Colombia, en una sola actitud, en la actitud de apoyar a su Fuerza Pública para que su Fuerza Pública derrote el terrorismo.

Esto no puede ser de momento efímero, esto tiene que ser permanente y nosotros tenemos que alimentar esa actitud de la opinión con nuestra entrega, con el sacrificio de ustedes, con su devoción, con su inclinación a no perder un minuto, con su disposición de estar siempre en la iniciativa.

¡Que esta Nación jamás vuelva a ser engañada por el terrorismo! Aquí tenemos que respetar a nuestros soldados, a nuestros policías, a nuestros comandantes, a las gentes de bien de la Patria, que no quieren sino defender la Constitución y las leyes.

Se acabó la tertulia, se acabó el trato zalamero, se acabó la lisonja con los terroristas. A los terroristas: aislarlos y derrotarlos y derrotarlos aún de nuestras selvas que las tenemos que recuperar para la ecología, para los recursos naturales y de allá también tenemos que sacar estos terroristas.

La Nación ha hecho una reflexión muy bella: durante años hubo un desfile de colombianos de buena fe a visitar a don Manuel y a visitar al señor Briceño. Hoy, esos colombianos de buena fe sienten que fueron víctimas del engaño y solamente quieren que estos bandoleros reciban la visita de la Fuerza Pública para reducirlos y eliminar esas fuentes de terror que ellos constituyen.

Ustedes en esta escuela, son hoy mirados con esperanza por toda la Nación porque esta lucha será de años. Pasará el período de los actuales comandantes, de la señora Ministra (Marta Lucía Ramírez) y del mío y el problema no se habrá superado totalmente. La lucha para recuperar el orden tiene que ser una lucha sostenida, permanente.

Y vendrán los relevos y entonces ustedes serán los comandantes y ustedes serán los responsables de primera línea y ustedes tendrán que llegar con mayor agresividad que nosotros, porque ustedes han tenido la oportunidad de recibir mejor preparación que nosotros, porque ustedes van a encontrar una opinión con mayor claridad a la que nosotros encontramos.

A nosotros nos ha tocado realizar el trabajo, durante años, de confrontar la oscuridad en la opinión para ir creando la claridad ciudadana sobre lo que debe hacer Colombia. Ustedes van a encontrar una Nación con mayor claridad y van a tener una gran oportunidad en el momento en que les corresponda tomar en sus manos las banderas de conducción, de ser todavía más eficaces para la derrota del terrorismo.

Tenemos la manera hoy de mirar a la cara a nuestros compatriotas y a la comunidad internacional porque aquí no hay motivos para sonrojarnos, aquí no hay motivos para mirar de reojo, aquí no hay motivos para avergonzarnos, aquí hay determinación y transparencia y aquí hay sentido democrático.

Determinación total, expresada con la misma contundencia en cualquier sitio, expresada aquí o en frente de los adversarios. Determinación total, que el mundo la sepa. Colombia dejó el titubeo, esta Nación es hoy dueña de su destino y abandonó el titubeo. Determinación total, transparente.

Nada más importante que la tradición de respeto a la Constitución y a los resultados democráticos de nuestra Fuerza Pública, esa es la raíz de la transparencia. Nada más importante que la subordinación histórica de ustedes a los gobiernos de elección popular, que su abrazo permanente a la Constitución. Nada más importante que su esfuerzo por presentar todos los días mejores resultados en materia de derechos humanos.

La sostenibilidad de esta política, depende de nuestra determinación que se debe traducir en resultados, para que el pueblo la apoye. La sostenibilidad de esta política depende de su transparencia, que tiene que expresarse en derechos humanos. La sostenibilidad de esta política depende de su espíritu democrático.

¿Por qué hemos llamado a esta política de Seguridad Democrática?: porque esta política es para defender a todos los colombianos, para defender al empresario y al trabajador, al líder gremial y al sindical, al rico y al pobre, a los amigos de las ideas del Gobierno y a los críticos de las ideas del Gobierno. Esa es la primera significación de nuestro postulado: Seguridad Democrática.

Y entonces preguntan muchos: ‘¿por qué con un Gobierno de tanta mano dura contra el terrorismo, se habla de Seguridad Democrática que implica un tratamiento humanitario?’ Por una razón: porque tenemos la misma decisión para derrotar a los terroristas que para abrazar la causa del diálogo cuando no nos engañen, cuando ese diálogo sea para respetar la Constitución.

Porque así como tenemos que ir hoy, detrás del propósito de anular a aquellos matones profesionales, también vamos detrás del propósito de recuperar, vía desmovilización, a toda la juventud que por engaño está en los grupos violentos.

Tenemos que seguir propiciando unas divisiones, que los que están en el terrorismo piensen quiénes son los matones profesionales y quiénes, que conserven alguna dosis intelectual, alguna finalidad noble, están dispuestos a una solución pacífica.

Entonces que aflore esa división para nosotros saber cómo procedemos, para aniquilar a esos matones profesionales y para dar una oportunidad a aquellos que preserven alguna noble finalidad ideológica.

Y otra división: allá están los engañadores, los negociantes de droga, los matones profesionales y miles de jóvenes colombianos engañados. El hijo del campesino a quien le dijeron: ‘si no nos entrega sus hijos los matamos’. La niña del obrero a quien le dijeron: ‘si no se va con nosotros asesinamos a sus padres’ y ella termina esclava en la prostitución. Allá están colombianos engañados, por eso un elemento fundamental es nuestra política de desmovilización.

Cuando hace semana y media, la señora Ministra y los altos mandos llegaron con Rafael a Cartagena, nos contó su historia: 40 años de edad, 20 en la guerrilla. Su conclusión y su evaluación: 20 años perdidos, inútiles, 20 años de ver derramar sangre para crear más duelo, para sembrar nada nuevo, 20 años perdiendo su familia. Ahí vimos que hay una gran posibilidad de reflexión y que en esos grupos están los matones criminales y los engañados y a los engañados tenemos que atraerlos y abrazarlos y darle toda la oportunidad en la desmovilización.

Ese día, en presencia de la señora Ministra y de los altos mandos le pregunté: Rafael, ¿cuando tomó la decisión? y me dijo: ‘el viernes’. Le dije: hasta el viernes mano firme, desde el viernes corazón grande.

Eso marca una gran diferencia en esta política, con experiencias que han ocurrido en diferentes sitios del mundo. Nosotros no estamos motivados aquí por la soberbia, por el deseo personal de lucimiento, estamos motivados por superiores aspiraciones de la Patria.

En consecuencia, no estamos interesados en presentarlos en cárceles subterráneas, en piyamas de rayas, enjaulados, no. Todos aquellos que se desmovilicen lo recibimos con los brazos abiertos y nuestro deber es proporcionar a ellos todas las oportunidades.

Ustedes que están llamados a ser los comandantes de esta acción, tienen que ejercer un gran liderazgo, ese gran liderazgo se tiene que caracterizar por su competencia, que surge del estudio diario. Ese gran liderazgo se tiene caracterizar por su consecuencia, que surge de la necesidad de mantener la misma actitud en todos los momentos y ante todos los auditorios. Ese gran liderazgo se origina en la congruencia y esa congruencia se da cuando hay la capacidad de actuar de acuerdo con lo expresado y ese gran liderazgo también necesita el componente humanitario y ese gran liderazgo requiere energía y requiere honradez.

Recuerdo uno de mis profesores que decía que hay tres elementos de ese liderazgo: la competencia –como vocación al mejoramiento continuo, al estudio permanente-, la energía –como esa fuerza de la resolución interior para convertir los propósitos en realidad- y la honradez, la transparencia. Los tres se necesitan.

Piensen en alguien honrado y competente, pero sin energía, a ninguna parte llega. ¡La Fuerza Pública tiene que tener la honradez y la competencia y la energía! Piensen en alguien con otra mezcla de esos tres valores: honradez y energía pero no tiene la competencia, no sabe para dónde va. Piensen en alguien que tenga la energía y la competencia, pero carezca de la honradez, es un peligro, es una estafa a la Nación.

Se necesita los tres valores: la competencia, la energía, la honradez.

Esta semana, en los episodios tristes por los muertos, esperanzadores por el compromiso de nuestra Fuerza Pública, hicimos claridad sobre tres maneras, tres elementos para proceder: comunicar toda la verdad al pueblo, para que el pueblo tenga más confianza en su Estado, en su Ejecutivo, en su Fuerza Pública.

Mantener toda la firmeza, ninguna de las dificultades nos puede afectar la firmeza. Toda mañana, pido a Dios que nos de energía y que se le de a todo el pueblo colombiano para que ninguna dificultad nos afecte la firmeza.

Como dijera el pensador: “tenemos que hacer de toda dificultad una trinchera para fabricar desde allí la artesanía de una nueva victoria”. Firmeza en las horas de dificultad, la firmeza en el momento delirante de la victoria no es difícil. La firmeza en el momento de la tragedia, del duelo, de la controversia, se vuelve difícil, ahí es donde tenemos que fortalecer esa firmeza.

Miguel de Unamuno decía que ‘el fuego que derrite la manteca, templa el acero’.

El pueblo colombiano ha cruzado por todas las dificultades y ahora hay que decirle que esas dificultades tienen que templar el acero para derrotar a los enemigos de la Patria.

Y por supuesto, proceder con respeto por la crítica, constructivamente, para afirmar ante el pueblo nuestra buena fe, la validez de nuestros propósitos, la legitimidad de la causa, la diligencia para planear y rectificar, pero también nuestra disposición a la autocrítica constructiva. Creo que eso será muy importante.

Que bonito fue ver en diciembre, en Semana Santa, miles de colombianos en las carreteras, vivando su Fuerza Pública, flameando el tricolor nacional, contribuyendo a generar empleo.

Que bonito que los vendedores de artesanías de San Jacinto, los vendedores de quesillos en Espinal, reciban al Comandante del Ejército con gratitud, con una expresión de reencuentro con la esperanza.

Que bonito esa integración de nuestra Fuerza Pública con la sociedad.

Vamos a derrotar a estos enemigos del desorden y en todas las zonas organizar a la comunidad, para que con radios, para que con integración permanente con la Fuerza Pública, para que con información, para que con apoyo a la Fuerza Pública, nos ayuden a derrotar la delincuencia.

Creo que es un momento de mucha reflexión de la Nación. Nuestra tarea apenas empieza.

Ayer frente al cadáver de los suboficiales, frente al féretro de Gilberto Echeverri, pasaba por mi mente una frase del general Uribe: “la fuerza de nuestras convicciones tiene que pasar por la prueba de las desgracias”. La muerte de nuestros compañeros, de nuestros compatriotas, nos tiene que afianzar las convicciones para derrotar el terrorismo y poder darle vida a todos nuestros compatriotas.

Tenemos dos caminos: claudicar un momento para caer más en el engaño y entonces afianzar la pena de muerte a la Patria entera o asumir cuidadosamente y con firmeza todos los riesgos para darle vida por siempre a la Nación.

Nosotros hemos escogido este último camino. Vamos a enfrentar con toda determinación, con juicio operativo, con toda voluntad política al terrorismo, con todo valor, para pasar por el frente de las dificultades, a fin de darle vida a esta gran Nación.

El Libertador en aquella carta memorable al Congreso de Angostura les decía a los legisladores que para tener una ley respetada, un gobierno acatado era necesaria la eficacia de la Fuerza Pública en su propósito de ser la defensora del débil. Hoy, más que nunca, tenemos que cumplir con ese legado del Libertador.

Muchas felicitaciones en este nuevo aniversario de la Escuela y toda la esperanza de su contribución a que esta Nación viva.

 
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