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CELEBRACIÓN DE LOS 180 AÑOS DEL MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA
Octubre 15 de 2003 (Bogotá - Cundinamarca)

Compatriotas:

El Museo Nacional tiene 180 años de vida legal, pero 12 mil años de historia.

Cuando en la prehistoria de este bello territorio, se trabajaba con la paciencia de los antiguos dioses, en la confección de las herramientas para alimentarse o del arma para dar seguridad, se estaba construyendo también esa cultura cuyas huellas han ido recogiendo, minuciosamente, los creadores de este Museo que nos enorgullece.

El Museo Nacional es historia viva. Aquí está presente el Libertador, quien puso su empeño en la construcción de una gran Nación en el seno de las Naciones.

Está Zea, quien recorrió Francia para contratar a sus pares, los Sabios, a fin de fundar un establecimiento consagrado al estudio, a la naturaleza, al adelanto, a la agricultura, las artes y el comercio como fuentes de progreso.

Aquí está Santander, quien firmó la ley que creó un Museo de Historia Natural y Escuela de Minería, porque su sueño fue la educación del pueblo en la ciencia y en la democracia.

Y está el benemérito Sucre, quien tuvo el cuidado de recoger los estandartes y banderas del campo de Ayacucho, para que fueran las primeras reliquias expuestas en sus salas.

En el Museo Nacional está la presencia viva de Mutis, maestro de Nariño y de Caldas, fundador de la Expedición Botánica, cuya antigua casa fue su primera sede, porque en el fondo, el Museo es continuación de la obra y el pensamiento de los libertadores.

Tal como lo dijo Sucre en la carta enviada al primer director del Museo, ‘estos trofeos que envío, recordarán un día a los hijos de los libertadores que sus padres, penetrados de los deberes patrios y del sublime amor a la gloria, condujeron en triunfo las armas de Colombia’.

En este Museo están representadas las fortalezas de Colombia. Nuestra historia es una sumatoria de aciertos y logros de muchas generaciones, como también expresión de sus naturales yerros. Recorrer sus pasillos y salones es encontrar a nuestros padres fundadores, a las culturas que hemos desarrollado como pueblo, nuestros avances y retrocesos.

En el Museo están nuestras luces y nuestras sombras. Visitar el Museo es descubrir que tenemos más triunfos que fracasos y que hay grandeza humana en cada uno de los años de nuestra historia.

Ojalá todos los niños y jóvenes de Colombia pudiesen recorrer muchas veces en su etapa de formación académica el Museo Nacional.

Los libros son actas de los hechos, la vida y el pensamiento. El Museo, en cambio, recreación, es vida, es el contacto directo con los momentos fundacionales. Estudiar en el Museo -como era la idea de Santander-, permite retomar el que aquí tenemos el pasado para mirar el futuro con optimismo razonable, porque tenemos la demostración fehaciente, de que somos una gran Nación, pensada como ‘comunidad imaginada’ según Andersen.

El Museo es demostración de que tenemos más Patria, de lo que quisieran algunos y de que nuestras instituciones políticas son legítimas, estables y permanentes en el corazón de nuestra historia, en el recorrido de nuestro pueblo.

Pero también los analistas y los estudiosos consagrados, debieran recorrer el Museo con frecuencia. Aquí podrán comprender que si tenemos unos vínculos que unen a todos, a hombres y mujeres, a viejos y jóvenes, a pobres, ricos y clase media, a las pieles de todos los colores. Cuando ellos repasen el Museo, verán que son muchas las virtudes que nos unen y que no hay conflictos antagónicos que nos dividan, hasta el punto de ser considerados como contradicción incompatible no superable por el método sagrado y universal de la democracia.

Doctora, Elvira Cuervo de Jaramillo: usted recibe hoy la Gran Orden del Ministerio de Cultura como una expresión de reconocimiento y gratitud. Usted, vinculada desde niña a esta obra magnífica, representa a miles de mujeres y hombres que han decidido consagrarse a la conservación y divulgación de los valores culturales, a la promoción de las expresiones artísticas y a la integración, en este edificio emblemático, de todo lo que exprese bien la grandeza la de Patria.

Al hacer a usted este homenaje, estamos recordando a todos los directores, desde el primero, don Mariano de Rivero, hasta su tía, doña Teresa Cuervo Borda, la heroína anónima del 9 de abril de 1948, quien con su palabra y decisión impidió que el furor y la ira de aquella tarde incendiara la mejor herencia legada a este pueblo por sus mayores.

Doctora Elvira: que por estos pasillos y bajo su guía, sigan corriendo los vientos de la historia. Que estos muros, que antes sostuvieron grilletes, sean el lugar de exhibición de Grau y Botero. Que sus colecciones de etnografía, arqueología e historia sean testimonio vivo de nuestras luchas y sus colecciones de arte prueba de la belleza y generosidad del espíritu de los colombianos.

Muchas gracias.

 
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