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CEREMONIA DE ASCENSOS DE LA POLICÍA NACIONAL
Diciembre 02 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)

Compatriotas:

Nos reunimos en la Escuela General Santander para solemnizar unos ascensos y conferir unas condecoraciones. En el día de hoy el general Alonso Arango Salazar ha ascendido al grado de mayor general. Nuestras felicitaciones a él, a su familia, que lo ha acompañado en esta dura brega de servir bien a la Patria. Que este ascenso sea un estímulo para que ese compromiso que él ha tenido en su alma y en su ser por devolverle la seguridad a Colombia, produzca para la Patria mejores resultados.

Nos hemos reunido para solemnizar el ascenso a brigadieres generales de Jorge Alirio Barón Leguizamón y Luis Alejandro Gómez Villalobos. El general Barón Leguizamón, director de la Dirección Administrativa y Financiera de la Policía Nacional, con una trayectoria de servicios de gran importancia en diferentes regiones de la Patria. A él, a su señora Magda Yamile, a sus hijos Juan Sebastián y Jorge Andrés, todas las felicitaciones. Que este ascenso sea un premio de la Patria que le confiere un grado más de confianza, para que esa vida útil a la Patria siga produciendo resultados hasta que Colombia recupere plenamente la seguridad.

Y al general Luis Alejandro Gómez Villalobos, a su señora Gloria del Pilar, a sus hijos Luis Alejandro, Sonia Esperanza y Óscar Mauricio, todas nuestras felicitaciones por este ascenso. Le ha tocado una tarea dura, de mucho apremio. El último de sus cargos, en el departamento del Atlántico, donde tenemos el compromiso de derrotar plenamente la delincuencia. El general Gómez Villalobos retorna a Barranquilla, ya como brigadier general de la República, a cumplir esa tarea de la Patria de devolverle a esa tierra querida plenamente la seguridad.

Y hemos condecorado con la medalla de servicios por 30 años al brigadier general Jaime Augusto Vera Garavito, inspector general de la Policía. A él, a su señora Amanda, toda la gratitud. Treinta años de exposición al riesgo, 30 años de servicios ininterrumpidos a la Patria. Lo mismo que al brigadier general Héctor García Guzmán, comandante de la Policía de Bogotá y a su señora Clara Inés, por estos 30 años, en los cuales ellos y el general Vera Garavito, y el general García Guzmán no han tenido un momento de reposo, no han tenido un segundo de tranquilidad. Treinta años discurridos en constante disponibilidad del sacrificio para servir a la Patria.

El Gobierno Nacional ha entregado hoy la orden que creara El Libertador para testimoniar la admiración y gratitud a los mejores hijos de la Patria, a los brigadieres generales Luis Alberto Gómez Heredia, Hipólito Herrera Carreño, Mario Fernando Ramírez Sánchez, Mauricio Gómez Guzmán y Rubén Carrillo Vanegas. A ellos, a Lucía, la señora del general Gómez Heredia, a Marta, la señora del general Herrera Carreño, a Hilda, la señora del general Ramírez Sanchez, a Renate, la señora del general Gómez Guzmán, y a Carmen Alicia, la señora del general Carrillo Vanegas, a todos ellos, a toda su familia, la felicitación. Son sus méritos su abnegación, su dedicación al servicio, los atributos que le han conferido esta orden, legado del Libertador para premiar a los mejores hijos de Colombia.

Que estos ascensos, que estas condecoraciones se interpreten como un estímulo en un momento de angustia y de esperanza de la vida nacional, en un momento en que la Patria es recorrida por una fuerza del alma, que se mantiene en cada colombiano y contagia al vecino para derrotar el terrorismo. Una fuerza del alma que se expresa en determinación del pueblo colombiano para cumplir tres objetivos: la derrota del terrorismo, la derrota de la corrupción y la reivindicación de los pobres. En un momento en el cual en la Patria se acabaron las vacilaciones, en el cual en la Patria se acabaron los engaños del terrorismo a la ciudadanía y a los gobiernos, en un momento en el cual en la Patria todos los ciudadanos se han llenado de valor civil para derrotar plagas como la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico.

Muy distinguidos compatriotas de la Policía: desde el Ministro (de Defensa, Jorge Alberto Uribe), el General Castro Castro (Jorge Daniel, director de la Policía Nacional), el general Arango ascendido hoy, los coroneles que hoy han ascendido a brigadieres generales, los generales que hoy han recibido la Cruz de Boyacá, los generales que hoy han recibido la condecoración por 30 años de servicios, pasando por todos los oficiales, los suboficiales, hasta el agente y el estudiante de más corto período en la Policía, a todos ellos un llamado de una Patria agradecida pero expectante, agradecida por su sacrificio, por su abnegación, por el avance, pero expectante porque las cosas han mejorado.

Esta batalla contra el terrorismo la estamos ganando, pero aún no la hemos ganado y la tenemos que ganar. Aquí no puede haber sino un objetivo: el triunfo del pueblo colombiano a través de sus instituciones legítimas, para quitarse de una vez por todas la pesadilla el terrorismo.

Hace dos años hablé de unos valores que deben guiar la tarea de la Fuerza Pública, hace un año hablé de otros valores complementarios que deben guiar la tarea de la Fuerza Pública. Y en este final de año voy a repetir hoy en la Policía, mañana lo diré en el Fuerza Aérea, lo repetiré en el Ejército y lo diré por primera vez en la Armada, unas palabras acerca de unos valores complementarios, para que vayamos integrando la doctrina de valores con la cual debemos proceder.

Hoy quiero referirme a la voluntad política, a la iniciativa en la agresividad, a la transparencia, al don de mando y a las relaciones humanas. Requerimos voluntad política, la determinación en todas las horas, en la hora de los buenos resultados, en la hora de las dificultades, en la hora del estado de ánimo arriba, en la hora del estado ánimo en la oquedad. Voluntad política en todos los momentos para derrotar el terrorismo. Que nada nos saque de esa voluntad política, que nada nos haga dudar de esa voluntad política, que todo compatriota al mirarnos a los ojos, nos vea esa determinación de derrotar el terrorismo. Esa voluntad política va de la mano, se debe expresar en la iniciativa y en la agresividad de todas las fuerzas. Iniciativa permanente. Que no reaccionemos cuando los terroristas hagan daño, que nos mantengamos sobre la iniciativa, es la única manera de que el terrorismo no se pueda organizar, de que el terrorismo finalmente se desmantele, de que podamos derrotar y obligar al terrorismo a dispersarse.

Estos dos valores requieren la transparencia. En un Estado de opinión, en unos gobiernos democráticos, en una Nación de ciudadanía, una política de seguridad con toda la firmeza en la voluntad, con la permanencia en la iniciativa agresiva, requiere transparencia. Lo exige el pueblo, hace parte de la dignidad con que debemos proceder, es el presupuesto necesario para que esta política tenga continuidad, que se logra a través del permanente respaldo popular.

Transparencia, derechos humanos, que sea un hito en la historia de América Latina, que Colombia pueda decir que con transparencia las fuerzas institucionales derrotaron el terrorismo. Que aquí no se necesita violar la ley, que aquí no se necesita apelar a la guerra sucia para derrotar el terrorismo. Qué importante la combinación de estos tres valores y de ellos con los otros dos: con el don de mando, con las relaciones humanas.

Miren: si hay voluntad política pero no hay agresividad, la voluntad política se desgasta, la ciudadanía observa voluntad política en el Gobierno, pero la ciudadanía no observa resultados en la acción de la Fuerza Pública. Y si la Fuerza Pública quiere ser agresiva, ir a la iniciativa, pero no hay voluntad política en el Gobierno, esa falta de voluntad política en el Gobierno frena la agresividad de la Fuerza Pública, desmotiva la agresividad de la Fuerza Pública. Y si se dan los dos elementos: voluntad política y agresividad, pero no se da el tercero, no hay transparencia, la ciudadanía se queja, no mira los resultados sino que evalúa simplemente el hecho de lo turbio, la violación de los derechos humanos, la práctica ilegal. Y si procedemos con esa observancia rigurosa en los derechos humanos pero no hay agresividad, la ciudadanía va a decir: muy bien, cumplan los derechos humanos, pero también sean efectivos para protegerme. Necesitamos combinar esos valores.

Voy a sacar unos minutos para escribir unos reglones sobre ellos, como se escribieron unos reglones el año pasado y el antepasado, para pedir a ustedes la reflexión y pedir a ustedes la retroalimentación. Y necesitamos en una fuerza jerarquizada introducir dos elementos: el uno común a esta fuerza, a la institución armada, que es el don de mando. El segundo, el de las relaciones humanas. Difícil al interior de una fuerza jerarquizada y difícil en la relación de esa fuerza jerarquizada con la comunidad.

Don de mando, adentro y hacia fuera. Adentro para que las órdenes se estudien, se cumplan, teniendo en cuenta que quien da órdenes para que esas órdenes sean bien atendidas, debe preceder la orden, debe anticipar la orden de tres pasos: el primero, observar bien sobre el tema sobre el cual se propone dar órdenes. El segundo, indagar bien sobre el tema. El tercero, dar ejemplo. Y finalmente dar la orden.

Si se da la orden y no se da ejemplo, la gente dice: qué voy a cumplir con esa orden si el jefe que la dio da ejemplo de lo contrario. Si se da la orden sin haber observado bien el tema, sin haber indagado bien el tema, la orden corre un altísimo riesgo de ser equivocada. Esas órdenes hay que darlas en la jerarquía interna y en la relación de la institución armada con la ciudadanía.

Pero se necesitan relaciones humanas. Hay que tenerlas al interior de la institución armada, vertical y horizontalmente. Uno no puede abusar de la superioridad jerárquica para negar las relaciones humanas y el derecho de réplica dentro de las relaciones humanas de quienes son subalternos laborales. Tema bien difícil en la administración civil y todavía más difícil en la vida de la institución armada.

Hay que tener ese buen sentido para poder combinar el don de mando con las relaciones humanas. Si hay don de mando y no hay relaciones humanas, quien recibe la orden la recibe con amargura, y la orden hay que recibirla con alegría para cumplirla. Quien recibe una orden a despecho, con amargura, sin entusiasmo, es alguien con muy pocas probabilidades de ejecutar bien esa orden.

Pero al mismo tiempo, ese don de mando no se puede debilitar por el espacio que hay que darle a las relaciones humanas. Las relaciones humanas no pueden convertir el don de mando en una actitud pusilánime, débil. Las relaciones humanas tienen que ser un camino para que el don de mando permee bien a todos, hasta el más nuevo de los integrantes de la institución.

Órdenes con relaciones humanas, relaciones humanas sin debilidad, con sentido de mando, es lo que tenemos que combinar.

Y se necesita que esta fuerza, que tanto prestigio ha recuperado con la ciudadanía, todos los días se haga querer más de la ciudadanía, que la ciudadanía se sienta protegida.

Ahora tenemos un reto: ahora que se están desmovilizando paramilitares, me llaman del Catatumbo y me dicen: ‘Presidente, ¿quién nos va a proteger, si aquí no ha estado el Estado? Aquí teníamos guerrilla y después nos mandaron como solución los paramilitares. Hemos estado entre unos y otros, ambos financiados por la coca’.

Para nosotros tener esa legitimidad permanente sobre la ciudadanía, tenemos que demostrar con nuestra acción que no estamos dispuestos a que el pueblo colombiano continúe siendo sometido por la guerrilla, ni tenga que ser defendido por los mal llamados paramilitares. Nos toca hacer esfuerzos extraordinarios, esfuerzos extrahumanos, esfuerzos inmensos para garantizar la protección a los ciudadanos. Hagámoslo allí en el Catatumbo, demostremos que allí podemos derrotar la droga, que allí vamos a proteger a la ciudadanía, que desmovilizados los paramilitares vamos también derrotar allí la guerrilla con la acción de las fuerzas institucionales.

En nombre de las relaciones humanas, con la eficacia, la agresividad en la iniciativa, hagamos que el pueblo todos los días quiera más a su Fuerza Pública, a su institución armada.

El Libertador lo dijo bellamente en la carta a la Convención de Ocaña: ‘la energía de la Fuerza Pública es la salvaguarda del débil, es la garantía para todo el pueblo, es lo que reclama toda la sociedad’. Y recuerden, en las palabras del Libertador: ‘sin energía no hay virtud y sin virtud perece la República’. Necesitamos la energía de la Fuerza Pública, aplicada a través de estos valores para garantizar la eficacia, y la eficacia de la Fuerza Pública logra lo que dijo El Libertador: la protección del débil. Y logra que la Nación sea cuidadosa con la virtud, y el respeto a la virtud es lo que garantiza la permanencia de la Nación.

Felicitaciones, Policía Nacional, ni un paso atrás. Que el espíritu de los fundadores de esta Nación los ilumine y los entusiasme a ustedes. Ni un paso atrás. Una Colombia sin guerrilla, una Colombia sin paramilitares y una Colombia sin droga. Ni un paso atrás. Una Colombia en la cual derrotemos el terrorismo, derrotemos la corrupción y reivindiquemos a los pobres.

Que viva la Patria colombiana”.

 
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