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INTERVENCIÓN ANTE EL CONSEJO PERMANENTE DE LA OEA
Marzo 25 de 2004 (Washington – Estados Unidos)

Ciudadanos de las Américas:

Acudo a este recinto con profundo respeto, con devoción por la democracia, lleno de recuerdos, con la angustia de la debida digna representación de los colombianos.

Acudo honrando la memoria de una figura cumbre de la democracia americana, que sirvió bien acá: Alberto Lleras Camargo, quien tanto lustre dio a Colombia, al mundo democrático.

Acudo a este recinto, justamente cuando se están cumpliendo los 10 años del mandato en la Secretaría de la OEA, del ex Presidente Cesar Gaviria, cuyo paso honra a Colombia, es motivo de satisfacción para cada uno de los ciudadanos de nuestra Patria y deja un legado fecundo en innumerables tareas.

Acudo a este recinto con inmenso respeto por cada uno de ustedes, distinguidos Embajadores, representantes permanentes de nuestros países americanos y con especial respeto y reconocimiento a la tarea de Horacio Serpa Uribe, Embajador representante permanente de Colombia, quien con su presencia en esta delegación ha contribuido noblemente a la construcción de consenso en mi Patria. Ha honrado la democracia americana y ha representado dignamente la inteligencia y el espíritu democrático de mi pueblo.

Quiero agradecer tantos esfuerzos de la Organización de los Estados Americanos por Colombia, por la democracia del Continente, doctor Cesar Gaviria. Su tarea, en estos 10 años, ha tejido con laboriosidad la bella artesanía del fortalecimiento de la democracia del Continente.

Cuando usted mire con el reposo que hoy no tiene, el discurrir de estos 10 años, encontrará una democracia más cimentada en todas las Américas. Unos pueblos en todas las Américas con más confianza democrática, con más aferramiento al pluralismo, dispuestos a no permitir que se les limite uno solo de los derechos democráticos.

La democracia necesita transparencia, la transparencia en la gestión pública legitima tanto o más que el mismo origen democrático de quienes ejecutan la tarea pública.

Quiero rendir un homenaje a sus esfuerzos, doctor Cesar Gaviria, por la transparencia en la gestión pública del Continente. Dentro de poco, el mundo no volverá a hablar de dictaduras, las nuevas generaciones solo conocerán el pluralismo democrático y la gran preocupación por la legitimidad, se enfocará hacia la transparencia.

Usted, en esta conducción de la OEA ha sentado pilares muy fuertes. Se ha anticipado a lo que será la preocupación de las nuevas generaciones y ha hecho de la transparencia en la gestión pública del Continente, la principal fuente de legitimación de la tarea democrática que hay que relegitimar cada mañana.

Los procesos electorales no bastan como causas de legitimación democrática, se necesita relegitimar la democracia al despuntar del sol de cada día y eso solo lo consigue la transparencia de la gestión pública.

Cuánto nos ha ayudado la OEA en este proceso de su conducción para que países como nuestra Patria colombiana empiecen a doblar la triste noche de las minas antipersonales sembradas por los grupos terroristas a lo largo y ancho de nuestro territorio y que han dejado centenares de compatriotas mutilados, como muy bien, usted lo expresaba ahora.

Cuánto nos ayuda el esfuerzo de la OEA contra el tráfico de armas, cuya última expresión se vio en la Conferencia de Bogotá, hace pocas semanas, presidida por el Embajador Serpa, y que nos dio la oportunidad de decir ante el mundo, lo que quiero repetir hoy ante ustedes, distinguidos embajadores de la América hermana: más del 90 por ciento del los crímenes de Colombia, se cometen con armas ilegales fabricadas por fuera de Colombia.

Una Patria como la colombiana, afectada por una de las tasas de criminalidad más alta del mundo se encuentra en la mayor necesidad de que sea eficaz la iniciativa de la OEA, para la eliminación del tráfico ilícito de armas.

Cuánto contribuye a la gobernabilidad del Continente, el esfuerzo académico de la OEA para que haya absoluta claridad sobre el grado de democracia participativa y el grado de democracia representativa que se requiere en cada uno de nuestros Estados. Ese esfuerzo académico, conducido por usted, ex Presidente, Cesar Gaviria, será de enorme utilidad para construir gobernabilidad.

Pienso que hoy no pueden estar en disputa los conceptos de democracia participativa y de democracia representativa. Deben ser convergentes. Los partidos que canalizan la democracia representativa son referentes éticos, morales e ideológicos imprescindibles, pero no pueden ser cuerpos anacrónicos e inmutables.

Y los espacios de democracia participativa, son necesarios en una época en la cual el ciudadano está más informado y con mejor acceso a la información, quiere seguir la acción del Estado a cada momento y entiende que para que el ciudadano sea el beneficiario de la acción del Estado y no lo sean grupos de interés o corruptelas, ese ciudadano tiene que tener el derecho y poder ejercerlo, de participar de manera más creciente en la toma de las decisiones públicas, en la ejecución y en la vigilancia de esas decisiones. Razón de ser de la democracia participativa.

Los esfuerzos de la OEA nos ayudarán a entender cómo, de ahora hacia delante, hay que tener esa clarísima integración entre las dos expresiones de la democracia que produjeron el magnífico debate entre Madison y Jefferson, en los orígenes de la democracia norteamericana y que hoy tienen que conducirnos a entender los nuevos presupuestos de gobernabilidad.

Cuánto tiene que agradecer Colombia a la OEA y a su gestión, ex Presidente, Cesar Gaviria, por su constante preocupación por la paz de nuestro país.

Era yo Gobernador de Antioquia en 1997, se necesitaba dar garantías para adelantar un proceso electoral en octubre y sectores del movimiento guerrillero ordenaron entorpecer allí las elecciones. Tomamos la decisión de que no se aplazarían porque ninguna amenaza puede hace sucumbir la democracia y tuve el apoyo presto de la Organización de Estados Americanos, que con el enorme sacrifico de haber visto secuestrados a algunos de sus delegados, intervino allí para ayudarnos a dar garantías efectivas al debate democrático.

Hoy, un proceso de paz que puede ayudar a remover uno de los actores de la violencia en mi Patria, tiene mejores posibilidades de éxito y de credibilidad gracias a la decisión de la OEA. Sin temblores y sin dubitaciones, firme como son todas sus decisiones, Presidente Gaviria, de acompañar ese proceso, de verificar el cese de hostilidades, de ayudarnos para que ese proceso contribuya a la paz de Colombia.

Tendría innumerable cantidad de materias para hacer un repaso de su diligente actividad en estos 10 años de la OEA y para reiterar a usted y cada uno de los representantes en el Consejo Permanente y al Embajador Serpa, nuestra incancelable gratitud.

Déjenme, expresar a ustedes que nuestro concepto de Seguridad es Democrático.

Democrático porque es para dar seguridad a los amigos del Gobierno y a los opositores, a los líderes empresariales y a los líderes sindicales, a las mayorías y a las minorías étnicas, a los campesinos y a los empresarios del campo. Seguridad para todos.

Y cuando se propone un concepto democrático de seguridad es para proponer una diferencia con los viejos conceptos de la Seguridad Nacional que recorrieron el Continente, sin sentido democrático, solamente con ánimo de persecución de las ideas disidentes, que aprovecharon las armas institucionales para silenciar las voces críticas y que no anticiparon la necesidad de que hay que crear un equipo entre el concepto de seguridad y la práctica de la democracia.

Ese concepto de seguridad no nos permite aceptar como simples insurgentes a quienes están en armas contra el Estado y contra la sociedad colombiana.

Déjenme atrever a proponer este concepto a la consideración de ustedes. Cuando las instituciones de un Estado proceden para consolidar el pluralismo democrático, ninguna acción contra ese Estado, por la vía de las armas, puede calificarse de manera distinta de señalarla terrorista.

Puesto en palabras más cortas, cuando no hay terrorismo de Estado, no puede aceptarse acción política armada contra el Estado.

Por eso nosotros no reconocemos en Colombia a los enemigos armados de nuestro ordenamiento jurídico como insurgentes, los señalamos como terroristas, porque hemos hecho un gran esfuerzo para fortalecer esta democracia, como lo indica solamente el proceso electoral del año pasado, que se refirió al referendo propuesto por el Gobierno y a las elecciones regionales.

El Gobierno apenas pudo obtener la aprobación de uno solo de los puntos del referendo -bastante importante-: la prohibición de que aquellos condenados por corrupción no puedan volver al Estado por elección, por contrato, por nombramiento. Pero, ese referendo, sin las facilidades de las preguntas populistas, con temas sumamente difíciles y variados, como la propuesta de eliminar los regímenes especiales de pensiones, dio una gran oportunidad para debatir a fondo, con democracia participativa, los problemas de Colombia.

Y puedo decir hoy, ante la Organización de los Estados Americanos, que ninguno de los opositores, que ninguno de los abstencionistas, puede levantar la mano para decir que sus derechos democráticos fueron limitados. Gozaron de todos los espacios, controvertí con todos ellos, pero me propuse como Presidente sentar un antecedente: construir la doctrina de que el debate tiene que darse con superior respeto a las personas y con plenitud de fuerza en las ideas.

No lastimamos a uno solo de los contradictores. Nuestra participación fue vibrante, seguramente con todas las debilidades de la condición humana, pero con el buen cuidado de que nadie pudiera llamarse afectado por la palabra del Presidente o por la acción del Gobierno.

Y candidatos de la oposición, de partidos llámense de izquierda, derivados de antiguas guerrillas, alternativos a los tradicionales, gozaron de garantías efectivas que son mucho más que las garantías formales.

Gracias a esta política, pudieron participar, provistos de todas las condiciones de seguridad en ese debate electoral y ganaron posiciones muy importantes como la Alcaldía de Bogotá o la Gobernación del Valle del Cauca.

Eso puso en evidencia una política de seguridad firme y sin claudicaciones en contra del terrorismo y al servicio de la democracia, que nos da fortaleza para decir que, quienes atentan en armas contra ese Estado, contra esas instituciones y contra esa comunidad, son terroristas.

Y muchos ciudadanos del mundo preguntan: '¿pero si usted no ha cerrado las puertas de la negociación, cómo hace posible que se les denomine terroristas y que se negocie con ellos?', por eso hemos exigido el cese de hostilidades como condición para negociar con cualquiera de estos grupos. Porque en el momento que ellos cesen hostilidades, que ellos pongan fin a las acciones delictivas, en ese momento dejan de repetir acciones terroristas y se facilita el diálogo. Pero no el diálogo para que se fortalezcan como terroristas, sino el diálogo para que avancen hacia la paz, hacia la deposición de las armas, hacia la reconciliación.

Hemos dicho que es prerrequisito para iniciar uno de estos procesos, con cualquier grupo, el cese de hostilidades, pero que carecemos de afán para el desarme y la desmovilización.

Desde la OEA repito este mensaje a los miles de campesinos colombianos, engañados por estos grupos: desde que haya cese de hostilidades, no importa cuanto tiempo se requiera para llegar al desarme y a la desmovilización.

Y el acompañamiento de la OEA, en el proceso en curso, va a ser definitivo para demostrarle al mundo que eso también es posible. Que no obstante que hay un Presidente resuelto en lo personal y en lo institucional a derrotar a los terroristas, con la acción legítima de las armas del Estado, también ese Presidente y ese gran pueblo de Colombia aceptan el proceso de diálogo pero sin que haya engaños, como se engañó en el pasado. Procesos de diálogo que conduzcan definitivamente a la remoción de activistas de la violencia, a la consecución de la paz.

Y quiero llamar, con toda solidaridad, la atención de todos ustedes sobre el tema de las drogas y el riesgo del contagio.

Si Colombia no tuviera droga, Colombia no tendría terroristas. Pertenezco a una generación de colombianos educada en la universidad pública, mis compañeros miraban desde las bancas universitarias con enorme esperanza, la Revolución Cubana. Competían a ver cuáles ideas eran más convenientes, si las de la Unión Soviética, las de Mao Tse Tung. Estudiaban con febrilidad el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, la Primacía del Estado de Hegel, Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado de Althuser, el modelo de la Teoría del valor de uso y del valor de cambio, la sustitución del Estado Burgués –como peyorativamente se definía al democrático- por la dictadura del proletariado. Equivocaciones a la luz de la historia, pero sueños ideológicos plausibles.

¿ Qué ha pasado con el curso de los años?: que mientras muchos proyectos ideológicos en armas de América Latina se mantuvieron en la ideología, fueron pobres y en el momento en que dejaron de percibir donaciones internacionales, se vieron obligados a negociar, los nuestros abandonaron la ideología, abrazaron el negocio de la droga, cambiaron el idealismo por el mercenarismo y miran con la arrogancia del criminal rico cualquier posibilidad de imperio del Estado de Derecho esa dificultad de derrotarlos y les ha bloqueado su mente frente a la alternativa de la negociación. Pero los vamos a derrotar, sin negarles la oportunidad de que negocien.

Por eso necesitamos que siga esta gran cooperación de la OEA y de cada país en particular. Los colombianos sentimos con gratitud todo el acompañamiento de la OEA, con sus declaraciones, con sus acciones, cada vez que el terrorismo nos ha golpeado. Y necesitamos más y más cooperación de cada uno de nuestros vecinos.

La droga ha destruido en Colombia, país tan rico en biodiversidad y tan rico en disponibilidad de agua dulce por unidad de superficie, como muchos de los países hermanos que ustedes representan, 1.700.000 hectáreas de selva tropical.

¡ Qué peligro del contagio! Si no paramos eso, va a destruir la cuenca Amazónica.

A mi generación nunca le fue posible avizorar que 30 años después de estar en las bancas universitarias, la ideología fuera reemplazada por el mercenarismo. De pronto en las décadas que vienen, la droga puede destruir la cuenca amazónica, así parezca eso hoy, no anticipable.

Hay que derrotar la droga, entenderla como el gran destructor de la ecología. Nuestro Continente tiene en la ecología la gran reserva del presente y el fututo y en la droga el gran enemigo de la ecología.

Los terroristas no respetan fronteras, la arrogancia del criminal, derivada de su sed de sangre y de su ambición de dinero, su cinismo, le lleva a tratar cínicamente, no solamente las instituciones de su país de origen sino las instituciones de cualquier país. Para ellos no hay países hermanos, para ellos simplemente hay idiotas útiles. Ellos se aprovechan de la pasividad de algún gobierno para combatirlos y terminan maltratando a los ciudadanos del país de ese gobierno.

El problema del terrorismo en Colombia, de la droga en Colombia que lo financia, es hoy un problema de Colombia y entraña un riesgo de contagio para todos los países hermanos.

Por eso quiero invitarlos a que fortalezcamos nuestras acciones de cooperación con el terrorismo. La mayor responsabilidad la tiene Colombia para evitar que estos terroristas extiendan sus actividades a los países hermanos, pero mucho nos ayudará a cumplirla en la medida que haya más y más cooperación.

Entiendo también que nuestro Continente tiene que superar el señalamiento mundial de la inequidad social, por eso hemos estado empeñados en recuperar la confianza en Colombia, no solamente sobre la acción de una política democrática de seguridad, sobre el impulso de la transparencia siguiendo los mandatos de la OEA, sino adicionalmente sobre la reactivación económica y social.

Creo en una visión para América Latina en particular, una América Latina sin exclusiones y sin odios, con democracia ambiciosa en lo social, sin engaños populistas, porque el engaño populista se torna en la nueva armazón que cubre el viejo odio de los enfrentamientos armados.

Una América Latina sin exclusiones y sin odios, en fraterno y permanente debate democrático, nos obliga a poner mucho énfasis en la tarea social.

Por eso estamos impulsando en Colombia las Siete Herramientas de Equidad. La revolución educativa que nos ha permitido extender las posibilidades de educación básica a medio millón de niños, la meta de este gobierno es 1.500.000. Si la cumplimos, bastante exigente, no será suficiente. Todavía quedarán en el 2006, 500.000 niños sin acceso a la educación básica.

La calidad en la educación, la capacitación técnica. En ese sistema hemos encontrado una contradicción entre el Estado burocrático, dilapidador de recursos, con discurso social y sin resultados sociales. Problema de América Latina: mucho discurso social, estados dilapidadores en lo burocrático, en lo clientelista, sin resultados sociales.

En nuestra reforma del Estado, hemos puesto como ejemplo la reforma de esta institución. El recorte, la eliminación del gasto público innecesario en ella, la mayor orientación de los recursos hacia la inversión social productiva y el resultado formó un millón de colombianos en el año 2002, dos millones 200 mil colombianos en el 2003 y con la ayuda de Dios habremos de dejarla formando 4 millones de colombianos en el año 2006 y mejorando las posibilidades de empleabilidad de sus egresados.

Con el Presidente Gaviria, en el ejercicio de su mandato en mi Patria, empezamos la tarea de renovar la seguridad social y aspiramos continuar con otros pasos de gran importancia.

El año pasado, a ese régimen subsidiado de seguridad social que concebimos con Juan Luis Londoño –quien nos acompaña en perenne memoria- a él ingresamos 1.200.000 colombianos pobres y este año vamos a cumplir la meta de otro 1.5 millones de conciudadanos.

Para el final de este año todos los colombianos indígenas, todos los colombianos de los estratos pobres de la antigua zona de despeje, todos los colombianos de los estratos pobres de las antiguas zonas especiales de orden público, estarán afiliados al régimen subsidiado de salud.

Estamos trabajando por la economía cooperativa, solidaria, que tuvo un gran espacio en la Constitución de 1991. Por primera vez se consagró el espacio de la tercera vía. Constituciones hechas para la economía del sector público, para la del sector privado tradicional y negadas para la economía solidaria.

Al amparo de esa norma de la Constitución del 91, venimos impulsando la economía solidaria como una expresión que puede trabajar con la eficacia y la flexibilidad del sector privado y que busca la solución de los problemas públicos, que es el objetivo del Estado.

Hoy 5 millones de niños colombianos están en los programas de nutrición infantil, cifra insuficiente pero creciente. Y además entre este año y el 2005, aspiramos que otros 700 mil niños colombianos entren a ese programa.

340 mil familias de la Patria, a través de las mamás están recibiendo un subsidio bimestral para garantizar la asistencia de sus niñitos al colegio. Y 70 mil colombianos bachilleres, que no han ingresado a la universidad y que están a riesgo de enrolarse en los grupos delincuenciales, están siendo vinculados este año a programas cortos de formación teórica y también de práctica empresarial.

Todo es insuficiente, pero si persistimos iremos consiguiendo una sociedad más justa.

Soñamos con un país de propietarios, con un país de capitalismo social. El banco central ha certificado que en este Gobierno, el microcrédito ha crecido en un 57 por ciento. Hasta febrero más de 900 mil familias colombianas se habían favorecido del microcrédito. Pero son más las que faltan.

Hace poco acudí con el Ministro de Comercio (Jorge Humberto Botero) a una reunión de microempresarios y todos reclamaban y el Ministro me dijo: '¿por qué están todos bravos, si en este Gobierno ha crecido mucho el microcrédito?', le dije: porque aquí no están los que han recibido microcrédito sino los que no han podido acceder al microcrédito. Porque la tarea del Gobierno no es estar viendo las páginas de power point para sentirse jactancioso de lo logrado, sino estar mirando lo que falta para avanzar hacia aquellos que continúan siendo excluidos. Esa es una tarea fundamental de gobernabilidad.

Les cuento estas cifras para que ustedes se entusiasmen a acompañarnos, pero no porque esté contento con ellas, porque cualquier progreso es insignificante frente a lo mucho que necesita Colombia.

Los acuerdos de comercio no nos pueden dividir. Esta semana el Gobierno de los Estados Unidos anunció la iniciación oficial de negociaciones del acuerdo de comercio con Colombia. Pero que bueno poder decir a ustedes que en diciembre terminamos la negociación básica entre la Comunidad Andina y MERCOSUR y que ahora se están concluyendo las negociaciones de los protocolos adicionales.

Los acuerdos de comercio no pueden ser ni excluyentes ni tener sesgos ideológicos. Los invito a que miremos el tema desde una óptica práctica.

Los acuerdos de comercio tenemos que proponer que sean equitativos para que sean durables y cuenten con legitimidad popular, que no sean excluyentes y que definitivamente estén orientados a producir resultados sociales, que sean una vía para reivindicar las grandes masas excluidas de nuestros países.

Reitero todo el respeto del pueblo de Colombia y de nuestras instituciones a la Organización de los Estados Americanos. Que la memoria de Alberto Lleras, que el gran legado del Presidente Gaviria, que honra a Colombia, iluminen para siempre la buena andanza de esta gran organización.

Este mensaje lo traigo en nombre de un pueblo que ha sentido el fuego, que ha sentido el fuego del sufrimiento, pero que en ese fuego también ve la luz de su prosperidad.

Ustedes, saben todos, que mi política de seguridad es aplaudida y controvertida. Ustedes, saben todos, que hay gran división de analistas alrededor de esa política. Una política ejecutada por las falencias de la condición humana, pero tengan la certeza que vivo tan consagrado a la derrota del terrorismo como a estimular el amor por la democracia.

El Libertador nos enseñó que "la fuerza de las instituciones legítimas armadas, es la garantía del débil, lo único que espanta al delincuente". Las armas de Colombia tiene hoy una misión: proteger a los débiles, a los indefensos de todas las horas, derrotar el terrorismo, honrar la democracia.

Muchas gracias a ustedes. Felicitaciones, Presidente Gaviria.

 
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