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IMPOSICIÓN DE LA CRUZ DE BOYACÁ A LA UNIVERSIDAD CATÓLICA
Noviembre 16 de 2004 (Bogotá – Cundinamarca)

Compatriotas:

La educación católica, inspirada en el evangelio, comunica sabiduría, ayuda a comprender el sentido de la palabra, difunde las virtudes de la prudencia, justicia, rectitud y, equilibrio; hace sagaces a los jóvenes inexpertos, y da a ellos conocimiento y reflexión.

Las instituciones católicas difunden entre sus estudiantes ese inmenso legado de la humanidad: el Evangelio de Cristo, Maestro de maestros, aquel que enseñó las Bienaventuranzas, el mejor himno a la sabiduría y al amor.

Colombia tiene una deuda infinita con la Iglesia y, particularmente, con instituciones educativas como la Universidad Católica. Una máxima de Herbart, fundador de la moderna ciencia pedagógica, ha inspirado siempre la formación en ésta universidad: “No puede haber educación sin instrucción; no hay verdadera instrucción que no sea educativa”.

Ustedes, con amor, conducen a la juventud hacia un acatamiento voluntario y conciente de las normas morales, de las leyes positivas, introducen a los estudiantes en la ciencia, la tecnología, pilares insustituibles del progreso y el desarrollo.

Cuando en la carrera por la presidencia de la República, luchando con unas ideas en favor del pueblo colombiano, visité el claustro de la Universidad, por invitación de su ilustre Presidente, Edgar Gómez Betancur, recuerdo que desde allí lancé la Revolución Educativa, primera de las 7 Herramientas de Equidad.

Es esta Revolución Educativa el esquema de inversión social que más profundo impacto puede tener en la redistribución del ingreso, y es garantía de construcción de una sociedad sin exclusiones.

La Revolución Educativa en un ambiente como el de la Universidad Católica, garantiza dos propósitos políticos de Colombia: un país sin exclusiones y un modelo político sin odios. La lucha por la igualdad ha tenido muchas etapas: la igualdad para acceder a la propiedad, la igualdad democrática, la igualdad en el sufragio, la igualdad de derechos de la mujer con el varón. Creería que el gran reto de nuestra época es la igualdad de oportunidades, que sólo se obtiene con una educación universal, permanente y de alta calidad.

Hemos avanzado durante el gobierno, en la incorporación de 103.903 nuevos estudiantes en educación superior, sin contar el inmenso esfuerzo del SENA, en el crecimiento de la población atendida por el ICETEX, en la extensión de los plazos de esta institución, en la reducción de las tasas de interés, en la eliminación de su fronda burocrática, en la concreción de acuerdos con las universidades. Por primera vez hemos convocado un concurso de méritos para la selección de 50 mil maestros y 10 mil cargos directivos, con lo que la Revolución Educativa tendrá miles de nuevos entusiastas agentes, escogidos entre los más de 200 mil profesionales de la educación que se han inscrito para participar en el próximo examen.

Todos los niños y jóvenes colombianos deben tener acceso a una silla en la mesa del conocimiento. He concebido la función educativa como pública, no importa si esa misión la cumplen entidades del Estado, organizaciones comunitarias o entidades privadas. Lo importante es que haya muchos egresados de universidades con excelencia, como podemos decirlo de los más de 28 mil que se han formado en las aulas de la Universidad Católica en estos buenos lustros de existencia universitaria para la Patria.

Hombres como el Presidente del Congreso, Humberto Gómez Gallo, magistrados de las altas Cortes, dirigentes de los sectores público y privado, abrevaron principios y conocimientos en las aulas de esa Alma Máter, a la que el Gobierno Nacional, en nombre de todos los colombianos, rinde homenaje de gratitud y admiración.

Rector y miembros de la comunidad educativa de la Universidad: sea esta reunión de educadores católicos, ocasión para exaltar la memoria de Octavio Arizmendi Posada, a quien el Creador llamó a acompañarlo en su Gloria.

Que su ejemplo y el de otros grandes de la educación cristiana, como Emigdio Rincón Gómez, cofundador de la Universidad Católica, guíen la formación de los jóvenes, dentro de los altos criterios de la Iglesia, que es, para casi todos los colombianos, Madre y Maestra.

Con el esfuerzo de todos, con el esfuerzo de ustedes, con su ejemplo de patriotismo, con su ejemplo para incorporar valores morales en la conciencia de los colombianos, con su ejemplo para promover conductas éticas por el comportamiento de los colombianos, con el propósito de derrotar el terrorismo, de derrotar la corrupción y de reivindicar a los sectores desvalidos de la sociedad colombiana, vamos a sacar esta Patria adelante.

Me honra mucho entregar hoy a la Universidad Católica la presea concebida por el Libertador para honrar a los mejores hijos de Colombia: personas naturales e instituciones. Que contentos se deben sentir los colombianos al tener la Universidad Católica la Cruz de Boyacá.

 
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