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INTERVENCIÓN ANTE LA 59 ASAMBLEA DE LAS NACIONES UNIDAS
Septiembre 29 de 2004 (Nueva York – Estados Unidos)

Compatriotas:

Acudo nuevamente a esta Asamblea a tiempo que en Colombia avanza la lucha del pueblo y de las instituciones por lograr la seguridad democrática que permita a todos los ciudadanos vivir en paz, expresar sus ideas políticas sin arriesgar la vida, apoyar u oponerse a los Gobiernos en medio del respeto a la diversidad.

Esa política muestra avances notables en reducción de homicidios, secuestros, otros actos terroristas, desplazamiento, siembras de drogas ilícitas. Aún es mucho lo que falta, pero con persistencia lo lograremos.

La seguridad democrática es uno de los componentes de la primera necesidad colombiana: recuperar la credibilidad y confianza de la ciudadanía en las instituciones. Esa confianza, que al ser destruida rompe el lazo vinculante que a partir de cada ciudadano forma la Nación, necesita también la transparencia en la acción pública y privada, la reactivación económica y la cohesión social.

La cohesión social es la construcción de confianza de los ciudadanos entre sí y de estos con el Estado. La cohesión social es la derrota de la pobreza y la construcción de la igualdad de oportunidades. Colombia había creado un marco de reglas jurídicas propicio para que los beneficios del crecimiento económico condujeran a la derrota de la pobreza. Sin embargo, el crecimiento, que entre los años 60 y 1980 osciló alrededor del 4.5, se redujo a un promedio del 2% de allí en adelante. Esta reducción estimuló la informalidad, signada por miseria y pobreza. Fue cada vez más evidente el contraste entre la empresa privada organizada, justa con los trabajadores, contribuyente de impuestos al fisco, con infortunado lento crecimiento, y la informalidad apabullante que absorbía las masas en su miseria.

El narcotráfico, financiador del terror, reversó la tendencia de distribución de la tierra, que se daba por acciones de reforma agraria y de reparto natural por sucesión de una generación a otra.

Entre 1994 y el año 2000 el desempleo de jefes de hogar se elevó del 4 al 10 por ciento y el desempleo general del 7.5 al 19 por ciento. En períodos relativamente cortos el déficit pasó del 1.5 por ciento del PIB al 4.2 por ciento; el endeudamiento público del 24 por ciento al 54 por ciento del PIB. Y el presupuesto llegó a gastar el 40 por ciento para servir y amortizar deuda. Contribuyó como agravante la mínima inversión privada.
La derrota de la pobreza exige un ritmo elevado y sostenido de crecimiento económico. Este a su vez demanda seguridad física y jurídica, transparencia en las reglas de juego y estabilidad macroeconómica.

En Colombia se proyectaba para el año pasado un crecimiento del 2.5 por ciento y crecimos cerca del 4 por ciento. Este año luchamos por aproximarnos al 5 por ciento. Eso se da básicamente porque estamos recuperando la confianza inversionista. Este crecimiento ha permitido reducir en 3 puntos el desempleo, aún muy elevado. Y por fortuna ha empezado a recuperarse la generación de empleo en las actividades económicas que deparan seguridad social e ingresos justos para los trabajadores. Todo a pesar de las restricciones fiscales a la inversión pública y en medio de una intensa lucha para eliminar la droga, que ha llegado al extremo de incidir en el mayor o menor crecimiento de la economía agrícola.

En los años siguientes a la Revolución Cubana mi generación explicó la violencia en la inequidad social. Después de observar durante tantas décadas a mi Patria, debo repetir que la violencia terrorista ha aumentado la miseria y ha anulado las posibilidades de reivindicarla. La violencia ha agravado la pobreza y la ha utilizado para reproducirse.

Nuestra meta es reducir la pobreza en un porcentaje igual o superior al crecimiento económico. Nuestro programa de inversión social depende en muy buena parte de un fuerte y sostenido crecimiento de la economía. En consecuencia, nuestro programa de inversión social tiene que ir de la mano de la seguridad democrática. Si descuidamos la seguridad democrática se crece el terrorismo, se pierde la ilusión de que podamos derrotarlo, se afecta la inversión, se disminuye el vigor de recuperación económica y nos quedaríamos sin recursos para la inversión social.

La igualdad de nuestros días es la de las oportunidades económicas y sociales. De ahí nuestro empeño en la revolución educativa. Hemos aumentado la escolaridad en 750.000 niños, pero el país aún requiere 1.250.000 nuevos cupos. En 25 meses hemos multiplicado por 2.5 la capacitación técnica, con la promoción de las competencias laborales básicas para que los jóvenes tengan la doble posibilidad de la inserción en el mercado laboral y de continuar estudios. En campos y ciudades adelantamos una silenciosa revolución de formación técnica que en 2006 favorecerá 4.000.000 de jóvenes por año.

Un subsidio se paga a 340.000 familias pobres para que mejoren la nutrición de los hijos y garanticen la asistencia escolar. Con un nuevo programa de desayunos para menores de 5 años, que reúne 503.000 niños, y que se duplicará en 2005, más los restaurantes escolares y el programa de madres comunitarias, llegaremos a más 6.000.000 de niños atendidos en los diferentes programas de nutrición.

En diciembre, cuando completemos 28 meses de Gobierno, más de 4.000.000 de colombianos pobres habrán ingresado al Régimen Subsidiado de Salud, en adición a los 13.000.000 que estaban protegidos antes. Avanza una reforma legal y administrativa que nos permitirá aumentar mucho más la cobertura en mejores condiciones de transparencia y aplicación de los recursos.

Colombia tiene más de 600.000 adultos indigentes. Antes, 60.000 recibían un subsidio monetario. Este año lo hemos elevado a 172.000. Y ahora empezamos un nuevo programa para entregarle una comida diaria a 400.000 que no reciben el subsidio monetario.

Más de 100 millones de dólares pagamos este año en subsidios para el servicio de energía a los sectores populares.

Estamos subsidiando más de 7.000 reinsertados de los diferentes grupos violentos. Esta acción es un gran proceso de paz, sin alardes pero efectivo. Cuando un reinsertado percibe la acogida y el apoyo del Estado y la comunidad, se reconcilia con las instituciones, abraza la democracia y la convivencia, y rechaza cualquier justificación de la violencia. Aspiramos que sean muchos miles más y requerimos el apoyo internacional a este programa.

Estamos subsidiando 21.000 familias guardabosques, antes involucradas en los cultivos de drogas y ahora comprometidas en su eliminación y en la recuperación del bosque tropical. Esta tarea es necesaria para la humanidad en razón de la biodiversidad colombiana y de sus 578.000 kilómetros cuadrados de selva, amenazados por las drogas ilícitas.

Estamos subsidiando 700.000 campesinos y llegaremos pronto a 1.000.0000 para que garanticen su seguridad alimentaria.

Estamos subsidiando los cultivos de las asociaciones campesinas durante la instalación y etapa improductiva.

Las mediciones de pobreza deben tener en cuenta los subsidios que generalmente no se contabilizan para medir el ingreso de las familias.

Ha sufrido Colombia una tragedia en desplazamiento. Lo hemos disminuido en promedios del 40 por ciento, pero aún continúa y es muy elevado. Se han dado retornos que benefician 70.000 personas y esperamos acelerar más retornos y más masivos. Una sola agencia estatal ha multiplicado por 8 el presupuesto de atención de desplazados.

Gracias a una ley aprobada a principios del Gobierno, los procesos de extinción de dominio sobre bienes adquiridos ilícitamente han tomado mayor velocidad. Confiamos adelantar una constructiva reforma agraria por intermedio de este mecanismo.

Para financiar la seguridad y recuperar la inversión social, los colombianos han hecho un esfuerzo tributario representado en un crecimiento en la presión contributiva en 2 puntos del PIB.

Hemos recibido buen apoyo de los bancos multilaterales, pero requerimos más comprensión de los mercados financieros, con créditos de más largo plazo y de menor tasa de interés.

Estamos luchando y necesitamos contar con mejor acceso a los mercados de los países industrializados.

Reitero el compromiso colombiano con el multilateralismo. Este tiene que vivir en un proceso continuo de mejoramiento para ser más eficaz y recuperar el consenso perdido para garantizar la paz internacional. La construcción de este consenso demanda que cada Estado signatario sienta que se le escucha y se le tiene en cuenta.

Agradezco el apoyo de los organismos de Naciones Unidas en materia social.

Tenemos toda la disposición de respaldar los esfuerzos de la comunidad internacional a favor de la consolidación democrática y de la seguridad en la región y especialmente en Haití. Colombia hará parte de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en este País. Se colaborará con la presencia de expertos policiales en la lucha contra el narcotráfico.

Todos debemos hacer parte de la solidaridad internacional efectiva con los hermanos pueblos del Caribe, seriamente afectados por la temporada de huracanes.

Requerimos un compromiso total de los países del sistema de Naciones Unidas en la lucha contra el terrorismo en Colombia. El terrorismo que sufre un país nutre y reproduce las redes del terror mundial. Las viudas y huérfanos de la violencia se preguntan ¿por qué se asigna tanta importancia al terrorismo en otras áreas del mundo y tan poca por parte de algunos al terrorismo que agobia a Colombia?

Esta petición la elevo desde el alma de nuestros profundos compromisos democráticos. Es difícil encontrar un país que enfrente semejante desafío terrorista y simultáneamente amplíe su democracia.

Gracias a nuestra seguridad democrática hoy Colombia ofrece más efectivas garantías para que se ejerza el pluralismo político.

Nuestras fuerzas institucionales combaten el terrorismo apoyadas en la indeclinable voluntad política del Gobierno, lo hacen con coraje, abnegación y transparencia. La guerra sucia oficial no tiene cabida en nuestra política.

Un Estado democrático tiene el derecho de pedir al mundo que, en lugar de reclamar un acuerdo claudicante con el terrorismo, se exija a los terroristas devolver a los secuestrados.

Solicitamos al mundo más apoyo, más definido y más eficaz. Si este se da, los grupos violentos no tendrán más camino que abandonar el terrorismo y aceptar la paz.

Unidos el pueblo colombiano, sus instituciones democráticas y la comunidad internacional, lograremos que Colombia sea un ejemplo de capacidad de derrotar el terrorismo y de cumplimiento de los derechos humanos, lograremos que sea un ejemplo de la capacidad de derrotar el terrorismo y de voluntad de construir justicia social.

Al terror lo desterramos de la mano de instituciones legítimas y de una comunidad solidaria y justa, con oportunidades para los más pobres.

 
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