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DÍA NACIONAL DEL GANADERO
Septiembre 30 de 2005 (Bogotá – Cundinamarca)


Compatriotas:

Quiero saludarlos muy afectuosamente, felicitar al doctor José Félix Lafourie y a la Junta Directiva de la Federación, por señalar este día como un día de reflexión, un día para que el gremio ganadero se reúna, piense en lo que ha sido su recorrido histórico, en las responsabilidades del presente y en la responsabilidad de poner las bases del porvenir, para que esa reflexión se haga alrededor de tantos sufrimientos, que no queremos que se repita para las nuevas generaciones, sino que queremos que ese sufrimiento nos ilumine para hacer bien nuestro trabajo, a fin de que las nuevas generaciones puedan vivir felices.

Conocí al doctor José Raimundo Sojo Zambrano en el Senado de la República, éramos compañeros, conversamos muchas veces, era un hombre tan firme y al mismo tiempo tan sereno, de una vasta cultura, era un erudito de mano firme, voz pausada y tono de calma. Su firmeza era en procura del imperio de las instituciones de Colombia. Su firmeza no era desafío, su cultura era un gran aporte a la Nación.

Difícil, un colombiano tan amante del campo, tan comprometido con las instituciones, tan vastamente culto, tan erudito.

¡Cómo le dolió al país, a todos, ese asesinato!

¡Cómo este día, al recordar su memoria –convocados por el doctor José Félix Lafourie y por el gremio- recordamos, a partir del nombre de José Raimundo Sojo Zambrano, el sacrificio de tantos hombres del campo de la Patria, a quienes muchos –peyorativamente- señalan de terratenientes, sin entender lo que significa ser guerrero!

¡Como ha sido de difícil trabajar el campo colombiano! ¡Como ha sido de difícil producir en el campo colombiano!

Eduardo Posada Carbó, ese compatriota sobresaliente, profesor de las universidades de Londres y de Oxford, doctor de la Universidad de Oxford, produjo una magnífica tesis que se titula ‘El Caribe Colombiano: 1850 – 1950’, una tesis doctoral con la bibliografía más completa que pueda encontrarse para ese estudio.
En esa tesis desmonta muchos mitos, el mito de que el hombre caribe es flojo, el mito de que el hombre del campo colombiano no ha hecho esfuerzos de productividad.

En esa tesis cuenta cómo los antepasados de José Raimundo Sojo, en Barranquilla, en 1915, bajo techos de eternit, producían textiles y confecciones para exportar, sin extractores, sin ventiladores, sin aire acondicionado.

Como sobrevino la crisis por la guerra, se perdieron los mercados de exportación y no había manera de proveer los mercados del interior del país, por unas comunicaciones precarias que apenas empezaron a mejorarse recién empezaba la década de los 50’s.

Recuerda las dificultades del campo, los períodos de plagas, la langosta devastadora de las cosechas y de los pastos, las sequías y las inundaciones, que nos siguen siendo frecuentes.

¡Cómo ha sido de difícil trabajar en el campo colombiano!

Pero este sobresaliente historiador de la Patria, atrevido a no complacer las tendencias de algunos que hacen sus estudios con la proclive intención de maltratar a los hombres del campo. No alcanzó en su tesis doctoral a estudiar la otra plaga: la plaga de la violencia que ha afectado al campo colombiano.

Y que ha creado un gran riesgo: los hijos de la mayoría de los que estamos aquí presentes no han podido vivir en el campo tanto, cuanto nosotros habríamos querido, porque la violencia no ha permitido.

Hacer clase empresarial del campo es muy difícil, destruirla es muy fácil.

Cuando Gorvachov, todavía no resuelto a que se diera el tránsito de Unión Soviética al capitalismo, trabajando ese proyecto de participación y transparencia que llamaba Perestroika, quiso devolverle el campo ruso a los campesinos, encontró que no había quien los recibiera porque Lenin había sido relativamente cuidadoso en no maltratar totalmente a la clase campesina, pero las nacionalizaciones de Stalin comenzaron a acabar con lo que había de clase empresarial de campo y la destruyeron.

Y lo que había sido la clase empresarial del campo de mayor productividad, por las políticas de ese Estado, despareció y Gorvachovno encontró a quién entregarle la tierra tan fértil en tantos sitios de Unión Soviética.

Hay que poner mucho cuidado con eso, como se destruye de fácil la clase empresarial del campo, como es de difícil construir clase empresarial del campo y como el esfuerzo de décadas, de un momento a otro, se derrumba.

Esa plaga de la violencia ha sido muy, muy dura. Para mí es difícil asistir a este acto porque llego aquí a cumplir obligaciones de Presidente de la República, pero me es imposible separar aspectos sentimentales y afectivos que vinculan toda la vida a las ilusiones del campo, a lo que hemos sufrido allí por el amor y la adhesión de nuestros seres queridos al campo y su voluntad de enfrentar la violencia.

Pero en fin, ahora lo que toca es mirar cómo las nuevas generaciones de colombianos pueden trabajar en el campo con alegría, con felicidad, con ética, con seguridad. ¡Es que es muy difícil trabajar el campo!

El año pasado me llamó el doctor Luis Guillermo Echeverri (representante de Colombia ante el BID) y me dijo que unos funcionarios del Banco Interamericano (de Desarrollo) querían conocer una empresa agropecuaria que yo manejo por ahí, entre medianoche y la madrugada, que si los podía llevar un domingo.

Entonces suspendí la agenda pública de otros compromisos y me fui allá y empezaron a preguntar valores, y dije: ‘esto depende, no me pregunten por estados financieros que para quienes queremos el campo, lo único que cierra los estados financieros es la satisfacción espiritual de trabajar bien el campo. Si se elaboran los estados financieros sin ese componente afectivo, nunca cierra’. Fue mi respuesta a estos señores del BID.

Por eso, aquellos que pretendan venir al campo, simplemente a buscar una rentabilidad de inversiones, están equivocados. Para trabajar en el campo hay que tener desprendimiento. Para trabajar en el campo hay que tener afecto por el campo, hay que tener una disposición natural a relacionarse con los campesinos, a sentirse con ellos de igual a igual.

¡El campo es para quienes tenemos alma y manos de tierreros! Para los puros inversionistas no es rentable, por eso hay que cuidarlo muchísimo más.

Hemos sufrido cuatro plagas –además de aquellas a las que se refería tan importante historiador, el doctor Posada Carbó-: la plaga de la negligencia del Estado, la plaga de la guerrilla, la plaga del narcotráfico, la plaga de los paramilitares y todas ellas alrededor de otra, la corrupción. Hay que superarlas todas.

En alguna forma, he visto las gentes del campo de mi Patria entre atónitas e inseguras, sin saber qué camino coger en ocasiones frente a la guerrilla, en ocasiones frente al narcotráfico y en ocasiones frente a los paramilitares.

¿De dónde proviene esa inseguridad en la actitud, en la psicología de los compañeros, de los compatriotas del campo?: de la primera plaga, la falta de diligencia del Estado para protegerlos.

Cuando el Estado no acude a proteger a los ciudadanos, entonces los ciudadanos entran en un estado de total inseguridad, en un estado de vacilación espiritual y mental. Los ciudadanos no saben qué camino coger.

Llega la guerrilla, maltrata amplias regiones de la Patria, los ciudadanos al ver que no hay Estado que los proteja, que el Estado va en ocasiones a Valledupar a que los atiendan con whisky en el Festiva Vallenato, en ocasiones a Montería a que los atiendan con whisky en San Pelayo, en el Festival del Porro, en ocasiones a otras ciudades a semejantes actividades pero que después no aparece el Estado, entonces quienes viven allí, quienes tiene que trabajar todos los días, no saben qué hacer.

Y esa inseguridad conduce a que unos le tengan que pagar extorsión a la guerrilla para apaciguarla, a que otros enfrente a la guerrilla y tengan que hacerse matar en una actitud de defensa de lo que consideran sus derechos y su carácter, que otros tengan que salir despavoridos, desplazados, mal vendiendo sus propiedades –que no es el problema-, sino entregando su madeja de trabajo.

Para el hombre del campo un pedazo de tierra no es un bien de capital, no es una propiedad, no es un motivo de vanidad, es una madeja de trabajo.

Eso sería bien importante que lo desarrollaran sociólogos y economistas, que se tienen que meter en la psicología del hombre del campo antes que en los libros de contabilidad, antes que en los avalúos del (Instituto Geográfico Agustín) Codazzi o de las lonjas de propiedad raíz.

Y tantos años, el campo presionado por la guerrilla, el campo desatendido por el Estado y entonces aparece el paramilitarismo y, finalmente guerrilleros y paramilitares empiezan a enfrentarse, ya no por apropiarse de los seres humanos del campo sino, fundamentalmente, por apropiarse del negocio de las drogas ilícitas. ¡Que caminos tan tortuosos!

Este país venía en una tendencia natural de distribución de la tierra, prácticamente el latifundio improductivo estaba desapareciendo, se reversa con el narcotráfico, por eso diría que hay que acelerar los procesos de extinción de dominio, cumplir esa meta de entregar –en una primera etapa- 150 mil hectáreas al campesinado colombiano, bien organizado. Y, definitivamente espantar el narcotráfico del campo colombiano

¿Qué necesitamos?; necesitamos una férrea voluntad de no abrirle espacios a la guerrilla, esa inseguridad que llevó a muchos a tratar de convivir con la guerrilla, demostró finalmente, que tratar de convivir con la guerrilla es como dijera el Presidente (Jhon F.) Kennedy, pretender montarse en las ancas de un tigre para terminar en su vientre.

Y lo mismo con el paramilitarismo. El paramilitarismo llegó como llegó la guerrilla, la guerrilla en muchas regiones llegó con simpatía –como hoy pretende reinstalarse en Urabá y en Catatumbo-, no están en una posición totalmente agresiva sino que están allí, bregando a conquistar al campesinado, pero después de esa conquista viene la esclavitud, lo esclavizan, lo forzan al sometimiento y lo mismo pasó con el paramilitarismo. Finalmente son bandidos.

Entonces, la criminalidad llena de plata, llena de dinero, desarrolla una actitud totalmente arrogante, sin limitación ética que borra todos los valores morales y que por ende no tiene límites y hoy matan con frialdad a quien ayer consideraron su amigo o su contribuyente.

Por eso, dormir en el campo, pensando que a uno nada le va a pasar porque le dio una extorsión a la guerrilla o que a uno nada le va a pasar porque es amigo de los paramilitares, es como dormir en un zoológico, en una jaula de una mapaná, pensando que ella está tranquila porque hace ratico se comió dos ratoncitos.

¡No podemos, dormir en el campo tranquilos, sino en la medida que tengamos la voluntad total de derrotar la guerrilla, el paramilitarismo, el narcotráfico y de colaborar con las Fuerzas Militares y de Policía!

Aquí está el señor Fiscal General de la Nación (Mario Iguarán), una nueva generación preparada, probidad y ecuanimidad, que le digamos todos hoy que cada uno de nosotros quiere ser colaborador de la justicia colombiana.

Aquí está el Ejército, representado por el señor General Matamoros, hay representación de la Policía encabezada por su director, el General (Jorge Daniel) Castro Castro, hay una representación bien importante de la Armada Nacional encabezada por el Almirante Parra Cifuentes, Jefe de Desarrollo Humano. A todos ellos hay que decirles: ¡presente!

La semana pasada, cuando dinamitaron una finca en la sabana sucrense, regresé a ese departamento a revisar el proceso de Seguridad Democrática, a ver cómo, en cada finca, hay una expresión de cooperantes con la administración de justicia, con la Policía, en el Ejército, cómo en cada finca en donde no haya señal de celular se instala un radio, cómo hay –permanentemente- esa integración de los ganaderos con la Policía y el Ejército, es un camino necesario.

En este país nos mal formaron, en este país nos dijeron que la civilidad era debilidad, en algún momento, para tener éxito político, había que mirar con desdén a las Fuerzas Militares y de Policía porque quien atreviera a cercarse a ella, inmediatamente lo degradaban señalándolo de fascista, de paramilitar, de militarista, como lo hicieron adversarios de Raimundo Sojo, hasta que obligaron a que los verdugos lo condenaran al asesinato. Nos mal formaron.

Pero de la historia hay que aprender, para que recuperemos el imperio de las instituciones, cada uno de nosotros tiene que asumir la responsabilidad de ser una talanquera que rechace la guerrilla, que rechace el paramilitarismo, que rechace el narcotráfico y de ser un instrumento de cooperación con las Fuerzas Militares y de Policía.

Mientras la guerrilla ascendía, los paramilitares llegaban, en muchas regiones se le temía a la presencia del Ejército: ‘no, no los reciban’, que problema, pero también hubo un problema mayor: la falta de voluntad política desde arriba.

No les voy a hablar de los temas de Seguridad Democrática porque ustedes los conocen, tenemos muchas consignas y muchos principios desarrollados a lo largo de estos 38 meses de Gobierno entre ellos, quiero simplemente mencionar para recordar: hoy hay voluntad política para derrotar todas las expresiones del terrorismo.

Segundo: hemos insistido en que las Fuerzas Militares y de Policía se tienen que mantener en la iniciativa, en una actitud agresiva, permanente, a acabar esos grupos terroristas.

Tercero: se requiere que las operaciones garanticen permanencia de las autoridades en la zona o que, cuando la Fuerza Pública entra y sale, la ciudadanía se siente totalmente desprotegida.

Cuarto: se requiere acompañamiento integral por parte de toda la ciudadanía, los programas sociales del Gobierno –como lo decía el doctor José Félix Lafourie (Presidente de Fedegan)- y transparencia. Tiene que ser tan importante para la credibilidad, la eficacia, como la transparencia. Solo así podemos sostener una política de Seguridad Democrática como política de Estado, que trascienda de un Gobierno a otro, para que Colombia recupere plenamente la tranquilidad.

No veo posible, en un país con 1.164.000 kilómetros de área, con una geografía tan diversa, con una topografía tan difícil, con ríos y ciénagas allí donde no está la montaña andina, todavía con la mitad del territorio en selva –afortunadamente todavía tenemos 578.000 kilómetros en bosques-, no veo posible que por más que crezcamos la Fuerza Pública, ella sola pueda derrotar el terrorismo. Para lograrlo, tiene que haber un trípode: la Constitución arriba, la Fuerza Pública y la Justicia aquí y los ciudadanos a su lado, como cooperantes.

Es una tarea recíproca, pero los ganaderos tenemos que tomar la iniciativa para ayudarle a la Fuerza Pública. Recíproca porque también se necesita que la Fuerza Pública sea muy diligente para recibirla, que a toda hora estén prendidos los teléfonos, dispuestos sus oficiales, abiertas las puertas de los cuarteles para recibir nuestra denuncia, nuestra queja, nuestro pedido de ayuda.

Entonces, si nosotros tomamos la iniciativa y hay una respuesta diligente y eficaz de la Fuerza Pública, se construye esa confianza que finalmente se traduce en eficacia.

El desafió es grande, hace pocos días, una viaja compañera de acción política en mi departamento, me encontró –ahí al pie del aeropuerto de Río Negro- y me dijo, como me dicen las mujeres antioqueñas: ‘quiubo Álvaro’.

Le dije: quiubo Aura querida, ¿como te va?, te veo muy nueva.

Y me dijo: ‘yo a vos te veo Álvaro muy peliblanco, siempre te ha hecho mella esto’. Y me llamó y me dijo: ‘¿por qué estás desmontando los paramilitares?’

Le dije: Aura, porque el país no puede tener ni guerrilla ni paramilitares.

Me dijo: ‘¿no es un error desmontar los paramilitares antes de acabar con la guerrilla?’

Y le contesté: nosotros no tenemos más camino que acabar con la guerrilla, apelando exclusivamente al esfuerzo de las instituciones.

Y me dijo: ‘¿y si será capaz el Ejército, la Policía, sin paramilitares, de acabar con la guerrilla?’

Le dije: tenemos que ser capaces, porque ahora hay un elemento que se tiene que convertir en un factor de cultura, de estado de Colombia, que es voluntad política, que es lo que ha faltado. Voluntad política que transmita el afán del pueblo, a través del gobernante, a las Fuerzas Institucionales y que el gobernante y todos sus cooperantes, todos sus colaboradores, no duerman buscando que mejore el orden público. Esa duda la hay en el pueblo colombiano.

Y en el Catatumbo y en el Urabá me dicen: ‘¿y entonces sin los paramilitares quién nos va a defender?’.

Hay que sacar a los colombianos de esos errores. Apreciados colegas y compatriotas: yo no veo posible legitimar la acción contra la guerrilla, si persiste el paramilitarismo en Colombia.

Para que esa acción contra la guerrilla se legitime en el alma del pueblo colombiano y en la comunidad internacional, tiene que ser totalmente transparente. Yo me habría podido unir subrepticia, soterradamente con el paramilitarismo para acabar con la guerrilla. Le habría podido mandar al paramilitarismo una razón: ‘muchachos, quédense tranquilos, no hagan masacres, ayúdenme a acabar al Eln y a la Farc’. De pronto iríamos más adelante frente al Eln y la Farc, pero qué camino tan dañino para la Patria, para la democracia.

Por convicciones cristianas, democráticas, por compromisos de padre de familia con las nuevas generaciones de colombianos, el único camino es el institucional. Es muy difícil.

Por ejemplo, tenemos muchas amenazas en el Catatumbo, ahí estamos preparando una Brigada nueva para el Catatumbo porque con la desmovilización de todos estos paramilitares, entonces vemos allí presión de la guerrilla. Y lo mismo en el sur de Córdoba, en Urabá.

Pero también me ha preocupado lo siguiente: ¿hasta dónde era eficaz el paramilitarismo?

El día que instalamos una nueva Brigada Móvil en Urrá me pregunté: 10, 12 años de paramilitarismo, de aquí para abajo paramilitares y de aquí para arriba guerrilla. Tampoco los veía acabando la guerrilla, los veía era teniendo por ahí unas barreras de contención para cuidar sus predios y disputando droga con la guerrilla.
Antes de las 6 de la mañana del 8 de agosto de 2002, aterricé en Valledupar, donde había contraído el compromiso de que allí empezaríamos el proceso de recuperar las carreteras. Y entonces, eso estaba lleno de guerrilla y de paras ¿y cuál era el beneficio? ¡Valiente gracia! Lleno de paras y la guerrilla tenía totalmente bloqueada la carretera de Valledupar a Santa Marta, totalmente bloqueada la carretera de Valledupar a Riohacha.

¡Valiente gracia! Eso lleno de paramilitarismo y fuera de los paramilitares, los ganaderos no podían ir a las fincas.

Entonces uno –también- cuestiona la ineficacia de lo que son las soluciones contrarias a las instituciones. El único camino, por razones prácticas, democráticas, cristianas, de ejemplo a las nuevas generaciones, es el camino institucional.

Pero es eficaz, en la medida que nosotros lo acompañemos. Que cada uno de nosotros sea el principal colaborador con la justicia y con la Fuerza Pública. No hay más camino.

Cada uno de nosotros se tiene que preocupar tanto por la seguridad como por los terneros, tanto por la seguridad como por los pastos, tanto por la seguridad como por la genética. Eso es bien importante.

Hoy los catálogos sobre el buen ganadero deberían encabezarse con los compromisos del buen ganadero con la Seguridad Democrática.

El doctor Lafaurie ha propuesto una bien original fórmula, para capitalizar el campo. Quiero recordarles a ustedes que los años 2004, 2005 y 2006, en virtud de una norma que nos aprobó el Congreso, entre los estímulos tributarios que ofrece, está aquel de una deducción del 30 por ciento a las inversiones generadoras de renta.

Ayer, Naciones Unidas publicó cómo ha venido creciendo la inversión privada en Colombia en los últimos tres años. En 2004 creció un 95 por ciento frente a 2003, de acuerdo con la publicación de Naciones Unidas, de hace dos días.

Hay que utilizar estos estímulos tributarios. Cada finca ganadera debe convertirse, a mi juicio –también- en un elemento de alta productividad pero con procedimientos sostenibles. Y eso obliga a sembrar madera, a proteger los nacimientos de agua y eso tiene hoy, muchas garantías.

Una de las decisiones de este Gobierno fue introducir la exención tributaria para la madera, para los cultivos de tardío rendimiento y confiamos que rápidamente el Congreso apruebe el nuevo Estatuto Forestal. Hay que aprovechar todos estos instrumentos.

Nosotros, además tenemos que dar ejemplo como empleadores cristianos, democráticos, solidarios. Cada finca ganadera debe ser un ejemplo en las relaciones entre el empleador y el trabajador.

¡Qué bueno, doctor Jose Félix! que se haga el inventario que muestre al país quiénes son los ganaderos que cumplen todas las obligaciones laborales, las obligaciones con la seguridad social, las obligaciones con la parafiscalidad. Esos esfuerzos son necesarios.

Hay que vivir tranquilos, pero más austeros. La verdad es que mientras más se desarrolla el país, menor es el margen de contribución de los sectores económicos. La tranquilidad implica, también, sacrificios de austeridad.

Creo que la tranquilidad va a obligar a sacrificios de austeridad muy importantes. No creo que se pueda pensar en que la finca dé utilidades para vivir en el extranjero o para vivir con todo lujo en una capital. Hay que vivir en la finca. Eso exige mucha austeridad. Tal vez el único lujo: mandar a los hijos a que estudien bien, ojalá en las mejores universidades. Pero hay que vivir en la finca.

La finca no da para que el ganadero sea de club social, para que el ganadero sea un ciudadano urbano que viva en el boato y en el lujo.

Nosotros tenemos que llevar de la mano la aspiración de la tranquilidad con un modo de vida austero, el ganadero presente, ejemplo de austeridad. Eso va relacionado con el ganadero buen empleador. Se requiere ello.

¡Qué bueno, doctor José Félix, que le hagan ese aporte a Colombia! Ir presentando, región por región, el listado de fincas que están cumpliendo todas las obligaciones de la seguridad social, todas las obligaciones laborales.

¡Qué bueno que no haya finca ganadera que se quede sin un esquema de participación con los trabajadores tan fácil! Una finca de 300 hectáreas, que organice 30 hectáreas de agricultura para los trabajadores, nada pierde y gana mucho.

¡Qué bueno que las fincas ganaderas sean modelo en aquello de respeto al medio ambiente!

En fin, todo esto lo podemos aportar para que este gremio de casi medio millón de colombianos, que tanto quiere al campo, le haga este gran aporte a la Nación.

Me gusta su idea. Discutámosla.

Le he pedido al señor Ministro de Hacienda (Alberto Carrasquilla) que para dar señales con suficiente antelación a los inversionistas, se tramite en este período una reforma tributaria para eliminar el impuesto de remesas, para clarificar cómo funcionarán en el futuro las zonas francas y para reducir la tasa de renta, para hacer al país más competitivo.

Y que esa nueva tasa de renta, reducida, debe entrar en vigencia cuando finalice su vigencia el estímulo tributario presente, la deducción del 30 por ciento, que se extingue el 31 de diciembre del año entrante.

Y me parece bien estudiar la posibilidad de que parte de la nueva tarifa de renta, se dedique a capitalizar el campo. Hagámoslo.

Miren, cuando se fue a crear a Finagro, muchos ortodoxos de la economía dijeron: ‘es una locura que este país siga exigiendo inversiones forzosas’. Esa inversión forzosa a nadie le ha dolido y cuánto ha ayudado.

Creo que la alternativa de decirle: ‘usted puede o pagar estos dos o tres puntitos de renta o dedicarlos a este fondo para el desarrollo de Colombia’, es una buena alternativa.

Hablémoslo con el Ministro de Agricultura (Andrés Felipe Arias) que se los nombré joven y preparado para que ustedes lo hagan. A él lo formaron por allá en las universidades, muy neoliberal, pero entre ustedes y Carlos Gustavo (Cano, ex ministro de Agricultura) ahí lo van poniendo en el justo equilibrio social. Y hablémoslo con el Ministro de Hacienda. A mí me parece bien eso, doctor José Félix.

Creo que, en medio de dificultades, salimos bien en el tratado CAN – MERCOSUR y tenemos que salir bien en el TLC. Hay que hacer un gran esfuerzo en materia fitosanitaria ¡pero un gran esfuerzo en materia fitosanitaria! Si no, no tenemos camino.

Este país necesita pasar de… ¿cuántas cabezas tenemos hoy?, ¿24 millones?, para ser un gran país exportador necesita 45 millones de cabezas y hay que hacer ese gran esfuerzo. Eso es un esfuerzo descomunal, pero posible porque es que la violencia nos congeló el hato.

Ustedes saben que hasta hace no mucho, la población venía hombro a hombro con el hato y hoy el hato está alrededor del 50 por ciento de la población.

Y, confío que el TLC nos salga bien y que antes de que termine esta administración y el gobierno del Presidente (Vicente) Fox en México, debemos concluir la revisión del G – 3 con México.

Porque el año pasado ellos nos facilitaron el tema de los registros fitosanitarios, de la homologación de las plantas, la certificación de las plantas, pero los aranceles son muy altos.

Entonces por eso nos toca, rápidamente y es una instrucción que tienen el Ministro de Comercio (Industria y Turismo, Jorge Humberto Botero) y el Ministro de Agricultura, hacer esa revisión con México –que además tiene en la balanza bilateral un gran superávit frente a Colombia-. ¡Hagamos eso!

Confío en las obras de infraestructura que están empezando a hacerse.

El sector va a tener una gran participación en el mejoramiento de vías. Por ejemplo, esos 3.200 kilómetros que están adjudicados, tiene vías tan importantes para la ganadería como la pavimentación de 98 kilómetros de San Marco a La Mohana, como la pavimentación de la vía de Puerto López a Puerto Gaitán, para no mencionar sino algunas. Creo que eso va ayudar mucho.

Ahora, falta mucho en lo social, en lo de infraestructura pero ahí, trabajando, sobretodo si conseguimos la tranquilidad, vamos a lograr todos esos desarrollos.

Recordemos pues a Raimundo Sojo Zambrano, como ese gran colombiano que fue y que desde el cielo nos ayude para que esta Patria pueda crear unas condiciones de felicidad para las nuevas generaciones.

Muchas felicitaciones por este día apreciados compatriotas ganaderos.

 
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