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CLAUSURA DEL FORO ‘CONVIVENCIA PACÍFICA’
Febrero 23 de 2006 (Barranquilla - Atlántico)


Compatriotas:

Me honra mucho visitar hoy la Corporación Universitaria, y hacerlo para un evento de tanta importancia: el Buen Gobierno, la convivencia.

Quisiera introducir estas palabras, primero, con una felicitación a la Universidad por estos esfuerzos. Hacer tarea universitaria en nuestra Patria ha sido muy difícil, y esta Corporación Universitaria ha hecho Patria.

A usted, doctor (Tito José) Crissien, a todo el equipo, quiero transmitir, en nombre de mis compañeros y en el mío, del Gobierno Nacional, todas nuestras felicitaciones por esta manera de hacer Patria.

Segundo, quiero referirme a algunos aspectos del Estado Comunitario. Y tercero, a algunos aspectos de negociación pacífica de conflictos. Y después invitar a las preguntas, preocupaciones de ustedes.

¿Cuál es, en mis cavilaciones, el origen del Estado Comunitario? Era yo estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, y estaba en su furor en el mundo el marxismo. El mundo se lo dividían entre la orientación comunista de Moscú, la de Pekín o la de Cuba. Parecía que no habría opciones en el futuro.

Paradojas de la vida, poco tiempo después ocurrió todo lo opuesto: cayó el Muro de Berlín, se cayeron los Estados marxistas. Perduran algunos. Nunca lo esperó mi generación. A mi generación la formaron mucho más en la idea de que sería eliminado el capitalismo, que en la idea de que pudiera caerse el marxismo.

Pero después apareció el libro de Francis Fukuyama, “El fin de la historia”, a mi juicio otro error. La historia es un proceso dialéctico, ininterrumpido.

Tan grave pensar que el marxismo sería infinito, como se le hizo pensar a mi generación, cuando estábamos en las bancas de la universidad, como hacer creer a los jóvenes de hoy que la discusión ideológica se estanca en la economía de mercado. Ni lo uno, ni lo otro. Vivimos en un proceso permanentemente dialéctico.

En aquella época lo que se nos enseñaba fundamentalmente como modelo de Estado era la dictadura del proletariado, que se proponía como el modelo de Estado para derrotar el Estado explotador capitalista.

En la universidad pública no eran muchos los profesores que enseñaban el Estado de Derecho, ni éramos muchos los estudiantes que lo estudiábamos con gran entusiasmo. Yo recuerdo tanto lo uno como lo otro. El uno enmarcado en la lucha de clases, en el propósito de eliminar la sociedad de clases. El otro enmarcado en los principios de la constitución escrita, la separación del poder en ramas, la existencia de órganos de control independientes y la alta participación de opinión pública.

Generalmente yo he sido disidente. Procuré estudiar con cuidado las materias que nos enseñaban en aquella época. En la clase de ciencias políticas había que estudiar a (Nicos) Poulantzas, en la introducción a la economía a Marta Harnecker, en filosofía estudiábamos las cuatro tesis filosóficas de Mao, en prospectiva política el librito de (Louis) Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de Estado”.

Yo estudié eso con juicio, pero siempre he sido disidente, y como uno profundiza los vicios, seguramente moriré disidente.

Y estudié con gran vocación el Estado de Derecho, el Estado de Leyes. Y a lo largo de la vida he venido haciendo esta disquisición sobre sus elementos característicos.

Constitución escrita hoy tienen todos los modelos de Estado, eso deja de ser el elemento que distingue al Estado de Derecho.

Separación del poder en ramas, hoy se da en todas partes, en unas con más independencia que en otras. Eso ha dejado de distinguir al Estado de Derecho, no puede decir uno que eso sea hoy lo fundamental.

Órganos de control independiente, yo creo que no pueden ser ni del Gobierno ni de la oposición, tienen que ser técnicos, imparciales. Más grave que órganos de control politizados a favor o en contra no hay. Y esta es una dilución muy importante de la ciencia y de la praxis política actual en Colombia. Y los tienen que tener todos los Estados.

Para mí lo que identifica, caracteriza fundamentalmente al Estado de Derecho, es la participación de la opinión pública, es un Estado de opinión.

Porque otros dicen: el gran aporte histórico del Estado de Derecho es haber obligado a que el gobernante tenga que someterse a una ley ajena a él, externa a él. La garantía de que eso se dé es la alta participación de la opinión.
Entonces ahí vamos conduciéndonos a lo que yo he llamado: la ecuación que hace equivalente el Estado de Derecho al Estado de Opinión.

Y eso nos va llevando al Estado Comunitario, un Estado de alta participación de la ciudadanía, un Estado de opinión, con dos propósitos: la construcción de equidad y la construcción de transparencia.

Ese Estado Comunitario busca una sociedad con equidad, a través de una creciente participación de la ciudadanía en la toma de las decisiones oficiales, en la ejecución de esas decisiones y en su vigilancia.

Y eso nos va conduciendo de la construcción de equidad a la garantía de buen gobierno: eficiencia y transparencia.

Yo veía muy estancada la discusión colombiana entre neoliberalismo y socialdemocracia, y pensé que un aporte importante a esa discusión podría ser no tanto la teoría como la praxis del Estado Comunitario.

Pensé que el mundo no se podía estancar en el Consenso de Washington, ni tampoco en una versión desfigurada de la socialdemocracia, y que en ese proceso evolutivo hay que propiciar permanentemente la participación ciudadana, el Estado Comunitario.

Y hemos procurado ejercerlo a lo largo de estos casi cuatro años de gobierno. En la Gobernación de Antioquia se hizo un gran esfuerzo en ese sentido.

Era yo Senador de la República, antes de esa Gobernación, y trabajaba permanentemente con los alcaldes, por regiones, en lo que llamábamos unos ejercicios comunitarios para el buen gobierno. Tengo que agradecer que uno de los colombianos que mejor ha entendido este aporte del Estado Comunitario, es el gobernador del Atlántico, el doctor Carlos Rodado, a quien en esta Corporación Universitaria de su ciudad quiero expresarle mi gratitud.

Veamos las relaciones de ese Estado Comunitario con la equidad, con la eficiencia y con la transparencia.

La participación comunitaria garantiza que los recursos vayan a construir equidad. La participación comunitaria evita que haya apropiaciones de los recursos en contra de la equidad. La participación comunitaria le da al pueblo más vocería para reclamar la destinación de recursos a aquellos fines que se necesitan para construir equidad.

Yo lo he sentido en este gobierno: un consejo comunitario en Barranquilla, de los tantos que hemos celebrado, equidad en la asignación de recursos de educación a la Costa Caribe. El reclamo por equidad en infraestructura para la Costa Caribe, el reclamo para que crezca el régimen subsidiado de salud, el reclamo para que crezca Familias en Acción, el reclamo para que crezca el Sena, el reclamo para que crezca Bienestar Familiar.

Un gobierno encerrado es un gobierno menos dado a percibir esos reclamos, menos garante de poder atenderlos. De ahí la importancia de tener la disposición permanentemente abierta a recibir esos reclamos y, por ende, a tratar de atenderlos en lo posible.

Esta práctica del Estado Comunitario también nos ha hecho ver que es un camino para mejorar los resultados de gobierno, porque hemos planificado con la comunidad, ejecutado con la comunidad y controlado con la comunidad.

De manera comunitaria trabajamos en todo el país, al principio del Gobierno, para definir la agenda con cada municipio, con cada distrito –agradezco la compañía de nuestro Alcalde (encargado de Barranquilla), Juan García–, para definir el Plan de Desarrollo.

El Plan de Desarrollo no se redujo en esta ocasión a un entendimiento entre el Ejecutivo y el Congreso. Tuvo altísima participación comunitaria. En lugar de auxilios parlamentarios, en lo cual ha habido de todo, buenos y malos, transparentemente aplicados y corruptamente apropiados, ajustados a las necesidades o desfasados de las necesidades, este Gobierno los eliminó. Llegamos a un final de Gobierno sin auxilios parlamentarios, pero con audiencias públicas.

Un ilustre vocero de la oposición me decía: Presidente, usted no resiste los cuatro años, usted no es capaz de llegar al año cuarto de gobierno sin auxilios parlamentarios. Lo resistimos. Se lo agradezco al Parlamento. Eso es un gran cambio en las costumbres políticas.

Y llegamos al último año de gobierno sin presupuestos adicionales. El Gobierno podría estar hoy ejecutando un presupuesto adicional del año 2005, en la víspera de campaña, en la víspera de elecciones. No lo hace, no se aprobó presupuesto adicional.

Pero sí, ¿que hicimos? Audiencias públicas. Los recursos de acueductos, de alcantarillados, de vías, todos se dispusieron en audiencias públicas. Esos 100 kilómetros de carretera que hoy se están pavimentando en el Atlántico, se discutieron en audiencia pública.

Hace 15 días estuvimos en el departamento con el Gobernador, el Alcalde de Barranquilla y los alcaldes de los municipios, en un programa que se llama “Contratistas visibles”, pidiéndole cuenta a cada uno de los contratistas sobre cómo va cada uno de los contratos, y pidiéndoles que asumieran una responsabilidad pública ante la comunidad.

Cuando el Gobierno y el Congreso se aíslan de la comunidad, se pueden entender muy bien entre ellos, pero quedan desacreditados ante la comunidad. A mí me han dicho ministros: Yo no tuve con el Congreso los problemas suyos, Presidente, porque yo arreglé todo con auxilios y puestos. Este Gobierno ha dado participación y escasa, porque casi todo se ha definido con meritocracia.

Ustedes hablan con el Director del Sena de Barranquilla, meritocracia. Con la Directora de Bienestar Familiar del Atlántico, meritocracia. Con quien dirige la Oficina del Trabajo, meritocracia.

A este Congreso le ha tocado hacer unos sacrificios muy grandes en relación con lo que eran antiguas costumbres con la política, y todavía seguramente queda mucho que cambiar. Y seguramente hemos cometido muchos errores.

Y me decía mi interlocutor: Yo resolvía los problemas con un puesto o con un auxilio, y se nos acababan los problemas. Este Gobierno ha discutido mucho con el Congreso. Yo me he tenido que sentar, largas horas, a discutir con el Congreso un artículo de una ley. Pero yo creo que eso ha sido útil. Porque nada gana un país cuando consigue que se entiendan bien el Ejecutivo y el Congreso, si ambos quedan desacreditados con la comunidad.

Entonces algunos han criticado y han dicho: Uribe acabó con la democracia representativa. No. Yo creo que está hoy más vigorosa y mejor legitimada. Lo que pasa es que en nuestra época, no se puede pensar en una democracia representativa que excluya la participativa.

Si Madison, Jefferson, los fundadores de la Constitución de los Estados Unidos, resucitaran, yo creo que no podrían poner el debate en blanco y negro, como lo pusieron en ese momento. Tendrían que aceptar que nuestra época es una época que necesita mezclar la democracia representativa con la democracia participativa.

Y así lo entendió la Constitución del 91, que no solamente crea o redefine el Congreso, sino que creo todos los elementos de participación. Es muy importante lo que se ha hecho para redistribuir gasto público.

No fue solamente la representación congresional con el Ejecutivo quienes definieron que carreteras hacer, sino que fue en audiencias públicas, donde participaron los congresistas y el Ejecutivo, pero ninguno de los dos imponiendo. Los gobernadores y los alcaldes, diputados, concejales, organismos comunitarios, una mezcla de democracia representativa y democracia participativa.

Yo creo que eso legitima más las instituciones, que la otra, que es la exclusión muchas veces de la partición comunitaria. En mi opinión, apreciados compatriotas atlanticenses, se fortalece más la democracia representativa, aun cuando esa democracia le abre espacios a la participación comunitaria.

Y ese proceso de Estado Comunitario ha sido muy importante para la gobernabilidad. No era fácil la gobernabilidad en un gobierno presidido por mí, que ha tenido que construir sobre la marcha mayorías parlamentarias, bastante criticado por amplios sectores intelectuales: Uribe mano dura, Uribe paramilitar, Uribe militarista, Uribe de derecha, Uribe violador de los derechos humanos. No era fácil, con toda esa cantaletica, construir gobernabilidad.

Este proceso ha servido para construirla, porque en todo ese ejercicio de Estado Comunitario no hay un solo alcalde de Colombia que pueda decir: el Gobierno me desconoció. No hay un solo gobernador de Colombia que pueda decir: el Gobierno me irrespetó. Todos han tenido la puerta abierta, como la ha tenido la comunidad.

Hemos querido gobernar sin discriminar a la gente por razones de su ubicación política, o por el origen político de su elección. Las elecciones del 2003, que llevaron al doctor Luis Eduardo Garzón a la Alcaldía de Bogotá, y a voceros muy importantes de la oposición real, a puestos de gran trascendencia, también hicieron que muchos analistas dijeran: Esto sí se puso bueno, se le acabó la gobernabilidad al Gobierno. ¿Cómo se va entender con alcaldes y gobernadores de la posición radical?

El ejercicio participativo nos llevo a decir: hay que construir unidad de patria en lo básico. El Gobierno trabaja con ustedes, independiente del origen político de su elección. Necesitamos honradez y capacidad de gestión. Seguramente si ustedes le preguntan al doctor Luis Eduardo Garzón: ¿usted tiene diferencias con Uribe?, él les va decir: muchas. Y si le preguntan: ¿usted se ha entendido con Uribe en el gobierno, tiene algo que sentir de Uribe, ha discriminado a Bogotá?, les tendrá que decir: no.

Tema de la Alcaldía de Barranquilla: era de suponer que por el origen político de la Alcaldía de Barranquilla, iban tener todas las dificultades el Gobierno Nacional y la Alcaldía de Barranquilla entre ellos. Trabajando con todo amor por la ciudad y por la Patria, uno llega y coincide en agendas que necesita la comunidad, y eso todo a través del ejercicio del gobierno comunitario. El gobierno comunitario ayuda muchísimo ha construir gobernabilidad, en un país pluralista, a partir del respeto a la diversidad. El gobierno comunitario ayuda mucho a la eficiencia, y se los voy a poner en sentido no teórico, sino práctico. ¿Qué hace un Presidente, qué hacen unos ministros que a toda hora le tienen que dar la cara a al comunidad? Ponerse las pilas, estar respondiendo.

El Ministro de Minas y yo hicimos ahora un compromiso allí, en la Cámara de Comercio: que vamos a buscar como una ley de los años 20 del siglo pasado, nos permite por decreto ponerle tope al costo del alumbrado público en los distritos y municipios de Colombia. Porque esa ley de los años 20 dijo que los municipios son totalmente autónomos para regular el servicio de alumbrado público y, en nombre de esa autonomía, ha habido en Colombia abusos.

Entonces como no hemos podido tramitar una ley que autorice que la Creg entre a regularlos, vamos a buscar si por decreto podemos decir: esa autonomía es solamente para regular el servicio y cobrar el costo del servicio, no para abusar.

Ay, que yo vuelva a Barranquilla y que no diga qué pasó con la propuesta de ese decreto. Ay, que el Ministro venga y que no diga qué pasó con la propuesta de ese decreto.

Yo empiezo a venir a Barranquilla recién elegido presidente, y en todo ese ejercicio comunitario aparecía la necesidad del dragado del puerto, de construir esas obras al frente para frenar el desplazamiento del río, del Transmetro, de los caños. Y como volvíamos a los 15 días, o al mes, o al mes y medio, a volver a darle la cara a la comunidad, ¿quién se podía olvidar de eso?

Uno gobierno que no le da la cara a la comunidad puede darse licencias y decir: no tengo plata o eso se hace dentro de 10 años o lo hará el otro gobierno. Un gobierno dándole la cara a la comunidad a toda hora, tiene que responder.

Entonces no eran el Ministro de Obras y el Presidente encerrados en una oficina presidencial, sino aquí. ¿Qué ha pasado que no se hizo el contrato con los holandeses para las obras del otro lado del río? Y al Ministro de Hacienda: los recursos, que no los hay, tiene que haberlos. Y entonces, ¿cuándo abrimos la licitación? ¿O lo del Transmetro?

Y lo del Transmetro acosa por igual al Presidente de la República que al Alcalde de Barranquilla, porque entonces también frente a la comunidad se decía: es que Barranquilla todavía no está lista, porque todavía no está ajustada a la Ley 617. Y eso ponía al Alcalde de Barranquilla con pilas, a ver cómo ajustaba la ciudad a la Ley 617.

Para la eficiencia del Estado es muy importante la participación comunitaria. Un gobierno que le tiene que dar la cara a toda hora a la comunidad, es un gobierno que tiene que ser más diligente y más eficiente. Menos promesero, pero más comprometido. Eso es bien importante, apreciados estudiantes: menos promesero, pero más comprometido.

En administración la participación comunitaria equivale a un proceso de seguimiento permanente. Y por mejores planes estratégicos, acciones, proyectos que se definan, si no hay seguimiento permanente las cosas no resultan.

Para la eficiencia del Estado es fundamental la participación comunitaria, porque se constituye en un medio de seguimiento permanente, que presiona al Ejecutivo a ser cumplido.

Y esa participación comunitaria también se constituye en una garantía de transparencia. Se dificulta la acción de la corrupción cuando todos los contratos se adjudican en audiencia pública. Entonces el Gobierno ha exigido que todos los contratos se adjudiquen en audiencia pública. ¿En qué estaríamos, si no lo hubiéramos hecho así?

Nosotros con Transmilenios en Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Medellín, Pereira, Cali y Soacha, ¿en qué estaríamos si todo eso no se hubiera adjudicado en audiencia pública. ¿En qué estaríamos si más de 400 contratos del Plan 2.500 no se hubieran adjudicado en audiencia pública?

Esa audiencia pública de contratación, que es una expresión del Estado Comunitario, es un gran camino para eliminar la corrupción. Uno tiene que creer en todo, en la ley, en la sanción, en el procedimiento. Déjenme decir que la participación comunitaria, a mi juicio, es el remedio más efectivo para derrotar la corrupción en Colombia. Y le da confianza a la ciudadanía.

Y desde el punto de vista del Gobierno, la participación comunitaria obliga al Gobierno a ser menos promesero, pero más comprometido, y a la comunidad la obliga a ser más consciente. Un ejemplo, de hace dos horas: una de las peticiones de los empresarios de Barranquilla esta mañana, de todos los estratos, de estrato 100 hasta estrato menos 100, era un centro de convenciones en Barranquilla. Que el Gobierno les pusiera la plata.

Yo me gano un aplauso si les digo: cuenten con ella. Y vuelvo a los 15 días y no la tengo, y al mes y no la tengo. Derivo de ahí incredulidad. Entonces me tuve que poner colorado y decirles: hombre, la plata no está. No la tengo.

Si les digo ahora que sí la tengo, les miento. Vamos a buscar un esquema, hay unos estímulos tributarios. El Gobernador me ayudó explicándolos. Esos estímulos tributarios han permitido que se construyan hoteles en Barranquilla, el sector privado está invirtiendo, vamos a utilizarlos, además hay la posibilidad de que Findeter les preste un dinero a 15 años.

Entonces ahí aparece un gobierno que no puede prometer lo que no puede cumplir, pero que tiene que cumplir a comprometer a buscar opciones. Quedé comprometido en volver a Barranquilla más o menos en un mes, para buscar opciones con el sector privado de aquí, alrededor de los estímulos tributarios y de un crédito del Gobierno para sacar adelante el centro de convenciones.

La participación comunitaria vuelve al gobierno menos promesero y más comprometido, piloso. Uno sabe que sale de un consejo comunitario un sábado por la noche, pero también sabe que el otro sábado tiene que volver a un consejo comunitario, y que quién sabe cuántas reuniones comunitarias transcurran en el curso de la semana.

Entonces uno no se puede olvidar. Yo mañana tengo que ir a Boyacá a darles la cara y decirles qué ha pasado en este Gobierno con la doble calzada Bogotá – Tunja – Sogamoso. Y la comunidad se ha concientizado tanto que me hacen un seguimiento milimétrico, de qué pasa con esa obra.

Pero la comunidad también se vuelve más consciente. La comunidad es igualmente exigente pero más consciente, porque esa participación comunitaria le permite conocer prioridades y limitaciones y le permite también asumir responsabilidades. Mire, esto no puede ser todo del Gobierno Nacional, nosotros tenemos que hacer esfuerzos locales. Y conocer lo que en otras circunstancias no se conocería: el alto nivel de déficit, de endeudamiento, etcétera.

Y todo eso conduce a que el Estado de Derecho se vaya tornando en Estado Social de Derecho. A través de la participación comunitaria, ese Estado de Leyes se convierte en un Estado de equidad social. Y un vehículo para hacer ese tránsito del Estado de Derecho al Estado Social de Derecho, es la participación comunitaria, porque exige que los recursos se administren bien, que cumplan funciones de equidad.

Y finalmente, asigna responsabilidades. Mientras más participe la gente y más el Gobierno tenga que dar la cara, menos difícil es para la gente decir: el responsable de ese fracaso es usted, el responsable de ese éxito es usted. Se asignan responsabilidades.

Y eso hay que desvincularlo con lo que yo llamaría: la nueva etapa de la descentralización en Colombia, que es la asociatividad. Tiene que haber una mejor integración de los gobiernos locales, regionales y el Nacional, y todos con la opinión.

El Gobernador ha sido un gran defensor de la descentralización, atrevido en eso. Él ha propuesto que todos los departamentos puedan tener competencias en materia de asignación de tributos. Un momento difícil de Colombia por el déficit y la necesidad de ser competitivos internacionalmente. Y yo he estado pensando que, además de incrementar recursos, ¿qué debe desarrollar la descentralización ahora en Colombia? Yo creo que la asociatividad.

Los departamentos y municipios pueden hacer casi todo lo que quieran. El problema es de recursos, no de competencias. Por ley, hoy podrían hacer casi todo lo que quieran. Lo que pasa es que les falta plata. Y yo creo que la manera de superar eso es asociándose.

Por ejemplo, estamos preparando el nuevo plan de vías de competitividad, para que al próximo gobierno, cualquiera que él sea, no le pase lo que le ocurrió al nuestro. Nosotros nos demoramos mucho para empezar estos planes viales, porque no teníamos plata y no había proyectos. Y todavía hay dificultades: esa carretera que va por la orilla del Canal del Dique, en el Atlántico, que estamos pavimentando, hay que hacerle un realce, por encima de las últimas cotas de inundación, que batieron todos los récords. Ahí parece ya que hay conseguido un dinero con la Corporación del Río Magdalena.

Entonces le estamos proponiendo ahora al país el nuevo plan de vías, que se tiene que discutir ampliamente con gobernadores, alcaldes, congresistas, comunidad.

Y me han dicho: que se necesita tal vía municipal, tal otra. Y yo he contestado: yo creo que el próximo gobierno no va a poder hacer sino vías de competitividad. Entonces me dicen: ¿y qué va a pasar con las vías departamentales que aún no se han pavimentado y que no sean de competitividad nacional? Tampoco las podemos abandonar.

Entonces ahí estamos tratando de estimular la asociatividad: que el Gobierno Nacional tramite un crédito de mil millones de dólares, a 20 años de plazo, con la mejor tasa de interés posible, y que lo ejecuten los departamentos, preferiblemente de manera asociada, para pavimentar vías departamentales. Y que a medida que lo vayan pagando, el Gobierno Nacional vaya creando un fondo, para que les realimente esos recursos. O les vaya obteniendo un nuevo crédito, para mantener ese proceso de mejoramiento de vías departamentales.

Los distritos se van a tener que unir para muchos efectos, y los municipios. Yo tengo la vieja cantaleta de que cada municipio pequeño no puede tener una Umata, costosa, burocrática e ineficiente. Se tienen que unir y hacer esas Umatas regionales.

Los alcaldes van a Bogotá y me reclaman a mí y a los funcionarios que por qué se están contratando las vías terciarias desde Bogotá, que por qué no se contratan con ellos. Y tienen razón.

Y los alcaldes me dicen: ah, es que allá en Bogotá hay interés, porque eso lo hacen muy caro desde allá, nosotros lo hacemos más barato. Y algunos funcionarios me dicen: es que se la roban o la parten con un político. Una desconfianza mutua. Para superarla, hay que lograr la asociatividad. Asociados unos municipios vecinos para ejecutar recursos nacionales y propios, en el mejoramiento de vías terciarias, yo creo que se disipan todas las dudas. Porque cada municipio se convierte en fiscal del vecino en esa asociación, a la cual todos convergen, y en eso tiene que confiar el Gobierno central.

Yo diría que en esto de buen gobierno, hay que pensar en todo ese tema de la participación comunitaria como condición de gobernabilidad, de buena planeación, de legitimidad institucional, de eficiencia del Estado, de transparencia y de equidad, y de asunción de responsabilidades. Y hay que pensar en el nuevo camino de la descentralización, que debe tener gran énfasis en la asociatividad.

Yo no estudié en las academias militares, paradojas de la vida, yo estudié negociación de conflictos. En lugar de estar conduciendo el Ejército y la Policía, debería estar por ahí, buscando el diálogo. Creo que son plenamente compatibles, aunque aparecen excluyentes.

Déjenme decirles que, en la medida que los colombianos aprendamos a negociar los conflictos de la vida diaria, pacíficamente, se va frenando la adhesión de sectores de la población a querer definir las cosas violentamente.

A mí me dicen: ¿pero para qué un programa de negociación pacífica de conflictos? Eso no persuade a guerrilleros ni paramilitares. Pero en la medida que se negocien pacíficamente los conflictos del hogar, de la vida laboral, los conflictos callejeros, los conflictos políticos, eso va creando una gran conciencia colectiva en favor de la negociación pacífica.

La negociación de conflictos no implica unanimidad, implica todo lo contrario, reconocer la diversidad. El mundo actual es un mundo crecientemente interdependiente y la diversidad se hace más notoria, en cuanto que haya mayor interrelación entre los actores diversos.

Si Édgar y yo pensamos distinto, pero nunca nos vemos, esa diversidad no se va a hacer notoria. Si pensamos distinto y estamos ocupando sendas curules del Congreso, esa diversidad se hace notoria, porque actuamos de manera interdependiente todos los días.

Entonces en un mundo que es menos aislado, más interdependiente, debido a la revolución de las comunicaciones, la diversidad está menos aislada, más expuesta a aflorar en conflictos.

Yo les diría: hay diversidad, interdependencia y conflicto. Lo que hay que hacer es no soñar con que no va a haber conflicto. Lo que a mi juicio debe hacerse es pensar cómo se supera. Ya aparecen unos métodos de superación de conflictos bien, bien importantes, que yo creo que hay que aplicarlos a la sociedad colombiana.

Ahora, las dos preguntas que hacen sobre el tema de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario: en un Estado de opinión, la política de seguridad se sustenta en el respaldo de opinión, y el respaldo de opinión a una política de seguridad necesita mirar dos puntos: que esa política sea eficaz y que sea transparente. Y para que sea transparente, tiene que ser totalmente respetuosa de los derechos humanos.

El Derecho Internacional Humanitario es una especie de ese gran género, que son los derechos humanos. Yo tenía conmigo, hoy no tengo, las cifras que quejas de violación de derechos humanos imputables a la Fuerza Pública en Colombia. Han disminuido dramáticamente. La semana pasada las llevé a los Estados Unidos, y confío que, tan pronto pueda viajar el Vicepresidente o la señora Canciller a Europa, las lleven a Europa.

Una política de seguridad, para que sea democrática, no puede suprimir las libertades públicas, no puede afectar los derechos humanos. Lo que caracteriza nuestra política de seguridad, y la distingue de políticas de seguridad que se plantearon, que se propusieron en otros países del continente, es que la nuestra es democrática.

Miren ustedes lo que pasó en muchos países hermanos, y no menciono nombres para evitar malos entendidos: en nombre de la seguridad de la lucha contra el terrorismo, el Estado masacraba. Aquí el Estado tiene el interés es en los derechos humanos.

En nombre de la seguridad de la lucha contra el terrorismo, el Estado suprimía las libertades públicas. Aquí yo creo que se ha profundizado.

Yo llamaría a los colombianos a comparar la campaña de hoy con anteriores. Teníamos muchos sitios vedados. Ayer me llamaron y me dijeron: por aquí está en Tumaco el doctor fulano, con el doctor fulano, con el doctor fulano. Atiéndalos y protéjalos. Que fulano de tal quiere ir a Puerto Rico, Caquetá. Llévenlo. Yo creo que hay un país más libre en la práctica.

Frecuento unos consejos de seguridad con participación comunitaria y he notado un cambio dramático en lo que dicen los colombianos. Hace cuatro años me decían: Presidente, le voy a contar algo, pero escondidito.

Como un viejito de El Peñol, Antioquia. Una vez les dije, por ahí analizando los colombianos: mire, yo salí de la Gobernación de Antioquia y me fui al exilio. Y cuando regresé, una señora, en el aeropuerto de Barranquilla, me decía: Uribe, a la guerrilla chuzo y chuzo y chuzo.

En Bogotá me llamaban a un ladito del aeropuerto y me decían: mira, Uribe, con mucha delicadeza, porque el tema tiene unas apariencias complicadas de manejar… ¡Las personalidades colombianas!

Y un viejito de El Peñol, Antioquia, en el aeropuerto de Medellín, me decía: Gobernador, ¿cuándo volvió? Ayer. Venga pa’ca, yo lo apoyo a usted y apoyo a las Convivir, pero eso sí, no vaya a decir que yo lo apoyo.

Y aun en esta espontaneidad Caribe, al principio del Gobierno, en cualquiera de estas ciudades, y recuerdo el amanecer del 8 de agosto, me decían en Valledupar: le vamos a contar unas cositas pero al oído, solito.

Hoy todo el mundo denuncia. Hace cuatro años se morían de miedo de denunciar a los paramilitares. Hoy apuestan a ver quién es más duro en la denuncia. Yo creo que es la consecuencia de un país más libre.

Ramón, doctor Ramón Pacheco, pienso que el carácter democrático de nuestra seguridad es la mejor contribución a los derechos humanos. Les dejo esa reflexión.

Ahora vi por allí propaganda de José David, del doctor Crissien, del uno y del otro. Y enseguida del doctor Ashton, y un carro con propaganda de la doctora Piedad Córdoba. Todas las expresiones ejerciendo libremente sus derechos, y en toda parte. Y no en esta ciudad, siempre bulliciosa, siempre amable, siempre espontánea, sino en todos lo sitios de Colombia.

Yo creo que ese es el mejor aporte a los derechos humanos: persistir con toda tenacidad en una política de seguridad, pero con absoluto respeto a las libertades democráticas.

Bueno, me entusiasmé mucho, apreciados estudiantes y directivos. Ahora las preguntas y los comentarios y las objeciones de ustedes. Les ofrezco la palabra.

Muchas gracias.

 
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