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PALABRAS DEL PRESIDENTE URIBE AL RECIBIR TÍTULO DOCTORADO HONORIS CAUSA DE LA UNIVERSIDAD ANDRÉS BELLO
Noviembre 27 de 2006 (Santiago de Chile)

“Chile y Colombia son miembros de esa gran sociedad de hermanos que está llamada por vocación, la América Latina.

Por la vía del ejemplo de Don Andrés Bello, el leal compañero de El Libertador en la lucha emancipadora, el pensador, el revolucionario liberal, el poeta, el codificador, el gramático, el pedagogo, Chile y Colombia comparten hoy una íntegra y superior fraternidad que nos permite soñar en una alianza política profunda y un destino común de progreso y desarrollo, fundados en la preservación de nuestra larga tradición republicana.

En los albores de la Independencia, Don Andrés Bello acompañó a Bolívar a Inglaterra para predicar ante el Pueblo y el Gobierno británicos la justicia de la causa.

Desde 1810 permaneció en Londres como puntal y enlace de la emancipación americana, a la que sirvió con el desinterés heroico de los sabios. Allí profundizó en el conocimiento de la filosofía política liberal, el derecho y la gramática que, pensaba, eran la mejor herramienta para fundar una gran confederación de repúblicas unidas por su origen común, idioma y militancia en instituciones democrático-liberales.

A través de Don Andrés Bello, se unen las gestas de Bolívar y O’higgins y los destinos de Chile y Colombia. Como Secretario de la legación chilena, primero, y luego de la legación de Colombia, él creó lazos de confianza entre los dos caudillos de la Independencia, a los que fue nutriendo con su inmenso aporte intelectual.

Bolívar solía compartir su pensamiento con O’higgins. En su prolongada correspondencia, se leen frases como ésta: ‘Hemos expulsado a nuestros opresores, fundando instituciones legítimas, pero aún nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una Nación de repúblicas viables’.

Cuando Bello decidió que era el tiempo del regreso a la Patria Grande para trabajar en la construcción de una nueva sociedad libre, recibió la invitación entusiasta de ambos gobiernos para que les sirviera.

El de Chile por conducto de don Mariano Engaña y el de Colombia por boca del propio Libertador. Las circunstancias del destino trajeron a Bello, para bien de todos, a esta tierra del Sur, que lo acogió como un misionero y un maestro y le dio todo lo que necesitaba para realizar sus ambiciosos proyectos.

Desde Chile, Bello fue ejerciendo una tutela intelectual sobre el conjunto de la América hispana. Por eso ningún nombre mejor que el suyo para bautizar el Convenio de Integración y Cooperación Cultural y Educativo de la región.

Bello actuó en Chile como un reformador social, se abocó de inmediato a la conducción de una revolución educativa y a la construcción de un gran ordenamiento jurídico.

Sabía que la ignorancia era la mayor talanquera para que los hombres se elevaran a la categoría de ciudadanos. Comprendía también que la instauración de un nuevo orden político en las antiguas colonias españolas, demandaba la formulación de un orden legal propio.

En educación su obra fue inmensa. A él se deben las primeras escuelas dominicales para adultos, a fin de hacer los actos para el ejercicio político y el goce de la ciudadanía.

En un artículo de prensa de 1836, formuló esta crucial pregunta: ‘¿Qué haremos con tener oradores, jurisconsultos, estadistas, si la masa del pueblo vive sumergida en la noche de la ignorancia? Es no sólo una injusticia sino un absurdo privar de los beneficios de la educación a las clases menos acomodadas, si todos los hombres tienen derecho al bienestar social’.

Los ecos del pensamiento de Bello llegaban a Colombia a través de sus cartas y artículos.

Su idea de promover por parte del Estado la fundación de universidades cayó en tierra fértil en Bogotá, Medellín y Popayán. Fue en Colombia en donde germinaron con fuerza sus enseñanzas sobre construcción y gramática. No sin fundamento escribió Don Miguel Cané que Bogotá parecía una Atenas Suramericana.

Caro, Cuervo, Suárez, declararon ser discípulos de Bello. Cuando a nuestro presidente sabio Marco Fidel Suárez sus paisanos le anunciaron que bautizarían con su nombre a la pequeña aldea que lo había visto nacer, Hato Viejo, el rogó, para gloria de Colombia y suya propia, que mejor llevara el nombre del sabio y patriota en quien reconocía su principal inspiración. Hoy esa pujante ciudad industrial de mi comarca lleva con orgullo el nombre del latinoamericano esclarecido: Bello.

Su idea de educativa tan cercana a la lógica de John Stuart Mill y a la filosofía fundamental de Balmes, creo lazos estrechos que se prolongan hasta hoy entre los académicos chilenos y colombianos.

Ejemplo es esta ilustre universidad, que acoge como profesores, investigadores y estudiantes a decenas de mis compatriotas. Ese flujo de estudiantes entre nuestros países ha creado una larga fraternidad, que llegó a su esplendor en la relación de solidaridad entre la Premio Nobel Gabriela Mistral y nuestro presidente– periodista Eduardo Santos.

Cuando por los avatares de la política Gabriela Mistral fue despedida del Gobierno, Santos, para garantizar su digna subsistencia, la incluyó en la plantilla de redactores de su periódico.

Sin habernos visitado nunca Gabriela Mistral, está en la imaginación de nuestro pueblo como una compatriota más. Decenas de escuelas públicas llevan su nombre y su Oración al Maestro nos es tan familiar como el Nocturno, de Silva, o la Canción de la Vida Profunda, de Porfirio Barba Jacob.

En materia jurídica, Andrés Bello se formó en la escuela inglesa. Por eso los conceptos de seguridad y libertad impregnan toda su concepción del derecho y de la justicia. Al tocar tierra firme en Chile, se abocó a la tarea de intervenir en una profunda evolución legislativa, que no se quedara en las meras recopilaciones.

Su tarea de elaboración de códigos sistemáticos tuvo momento estelar en la codificación del derecho civil, obra cumbre del saber jurídico y del manejo del idioma, un monumento de la cultura jurídica latinoamericana.

El código es un ordenamiento para la sociedad civil. Señala a la comunidad con certeza cuáles son sus derechos y cuáles los deberes en las interrelaciones. Es el mayor aporte a la construcción de unas bases de seguridad dentro de un amplio espíritu de libertad.

El Código Sustantivo de Bello tuvo su complemento con el Procedimental redactado por Florentino González, compatriota arraigado desde mediados del Siglo XIX en las tierras chilenas.

Colombia en 1887 acogió el texto de Bello como propio, tal como propio hemos considerado a su autor.

La convergencia de nuestros pensamientos coincidentes sobre los conceptos de seguridad y libertad, se manifestó otra vez, y brillantemente, en 1906.

Rafael Uribe Uribe, rebelde de la Guerra de los Mil Días, y para ese entonces embajador colombiano aquí en Santiago, admiró el profesionalismo y eficiencia de la Fuerza Pública chilena, y convino la llegada a Bogotá de una misión, que asesorara la fundación de nuestra Academia Militar y de Policía, y la profesionalización de la Fuerza.

Bello, al desarrollar la idea bolivariana, enfatizó siempre sobre la necesidad de integración, a partir de la construcción de unas relaciones armónicas, con lazos comerciales, que tienen en sus palabras una virtualidad pacificadora.

En 1834 pronunció estas palabras que, aunque referidas inicialmente a Chile, son consigna vigente para toda la América meridional. Decía Bello: ‘Chile desea tener relaciones estrechas con todos los Estados que forman esta gran familia de pueblos libres, a que se gloria de pertenecer, que descienden de un mismo origen, hablan un mismo idioma, profesan una misma religión, conocen las influencias de unas mismas costumbres y de una misma legislación civil, y han organizado instituciones análogas’.

Hace tres años conmemoramos el nacimiento del poeta de América Pablo Neruda. Nuestro presidente–humanista Belisario Betancur encabezó la brillante y numerosa comisión del centenario.

Miles de niños repitieron con asombro las palabras milagrosas del bardo y su recuerdo fue una fiesta popular masiva y alegre. Las palabras más expresivas de Neruda son para Colombia, país al que amo y del que se sintió hermano.

Y los colombianos interpretados por Otto Morales Benítez, sentimos que el Canto General es como nuestro himno, porque, al decir de Otto Morales Benítez, el Canto General de Neruda pone en evidencia cómo es nuestra América, y lo dice amándola, cantándole, exaltándola.

Nos enseñó los nombres de los ríos más misteriosos, nombró las piedras que tutelan las canteras en nuestros dramáticos países, hizo el inventario de los árboles y de los colores de las flores, se internó por nuestras selvas para poder cantar, con las voces regionales, a las plantas que alimentan a las humildes gentes.

Se fue despacio por la historia, para exaltar los rudos varones de leyenda política, que no tienen sitio en los cartabones oficiales, sino que son los oscuros precursores de nuestra Independencia.

Él nos ordenó las sílabas para que descubriéramos su contorno y su profundidad, él nos hizo el milagro poético de unificarnos.

Señor Rector, honorables directivos, investigadores, profesores y estudiantes de la Universidad Andrés Bello: inspirados en el pensamiento y el talante de la intelectual de la Independencia y la fundación de las repúblicas americanas, quiero enunciar unas ideas cuya formulación he venido desarrollando en el amplio y democrático debate político que sostenemos los colombianos.

Hemos querido construir confianza en Colombia, para que las nuevas generaciones vean en el país la posibilidad de vivir felices; los empresarios, la seguridad para invertir; los trabajadores, la eficacia del derecho para su labor, a partir de buscar la aplicación de un concepto democrático de seguridad.

La nuestra es la Seguridad Democrática. La denominamos así, y después de más de cuatro años de practicarla creo que ha merecido ese calificativo.

Lo hicimos por razones de diferente índole: por una connotación histórica, para marcar la diferencia con la doctrina de la seguridad nacional, que recorrió el continente, utilizó la lucha contra el terrorismo para sustentar dictaduras, cercenar libertades, afectar el disenso, eliminar el pluralismo.

La nuestra es seguridad para el pluralismo, para proteger por igual a los ciudadanos empresarios que a los ciudadanos trabajadores, para que sientan la garantía de la seguridad los amigos de las tesis del Gobierno y los voceros de la oposición. Por eso es democrática.

La nuestra busca liberar a los colombianos de la dictadura que los ha maltratado durante más de cuatro décadas: la dictadura del terrorismo, que creció sin freno por parte de la mayoría de los años de Gobierno, y finalmente terminó generando el terrorismo paramilitar, que apenas empieza ahora a tener freno.

La nuestra es democrática para liberar a los colombianos de la fuente de financiación del terrorismo, que es el narcotráfico.

Nosotros hemos venido defendiendo ese concepto de seguridad, como un valor democrático y una fuente de recursos. Y nos ha permitido elaborar un llamado a las democracias del continente: creemos que es inútil continuar con la polarización de dividirlas entre democracias de derecha y democracias de izquierda.

En el giro de la historia el momento quedó atrás. Las circunstancias permitían ese desarrollo ideológico cuando era menester enfrentar las dictaduras. Ahora que, al menos declarativamente, todos giramos alrededor de la regla democrática, lo importante es medir los grados de democracia.

Para ello hemos propuesto cinco parámetros: seguridad con alcance democrático, libertades públicas, cohesión social, transparencia y respeto a la institucionalidad que converge en la formación del Estado.

Pues bien, esos parámetros parecían excluirse los unos con los otros cuando se hacían denodados esfuerzos para marcar diferencias entre izquierda y derecha, pero cómo han confluido.

La seguridad se presentaba como una aspiración de la derecha, era rechazada desde las toldas civilistas de la izquierda, pero hoy, y el caso colombiano sí que lo acredita, se reclama como un valor democrático, como una fuente de recursos, se convierte en el elemento que protege el ejercicio político de la izquierda. La izquierda que inicialmente rechazaba la seguridad, hoy la reclama, como una condición necesaria para poder desarrollar su proyecto político.

Y esa seguridad es un valor para el ejercicio del segundo parámetro, las demás libertades democráticas. Sin seguridad estas últimas quedan escasamente consignadas en los textos del ordenamiento jurídico, inocuas e impracticables.

Las libertades públicas eran reclamadas por la derecha, a la cual se le señalaba que pretendía enseñorearlas simplemente como libertades formales, para estancar los procesos sociales.

Finalmente la izquierda tuvo que reivindicarlas para ejercerlas y buscar darles dinamismo a los procesos sociales. Ahí vemos cómo en materia de seguridad es imposible marcar diferencias, en materia de libertades es imposible marcar diferencias.

Y la cohesión social, que aparecía como la gran aspiración de la izquierda y que parecía estar ajena a las ambiciones de la derecha, es hoy una necesidad sin la cual no es posible garantizar la estabilidad de la seguridad, ni el horizonte de largo plazo de las libertades públicas.

La enseñanza colombiana nos ha dictado que se necesita la seguridad para que haya confianza en la economía, afluyan los recursos y se dé la inversión social.

Y se hace imperativa la cohesión social, a su turno, como garantía para la sostenibilidad en el tiempo de la seguridad.

La transparencia es un elemento necesario para la confianza ciudadana en el modo de gobierno. Y el respeto a las instituciones independientes que conforman el Estado, es la garantía de equilibrio para que esa forma de Estado sea perdurable dentro de un proceso evolutivo de mejoramiento continuo.

Quiero proponer estos cinco parámetros a todo el continente como condiciones de mejoramiento de la democracia, desde esta tribuna respetable que hoy, de manera generosa, me ofrece la Universidad Andrés Bello.

Permítanme recordar que esta visita a Chile, en cuyo marco se me otorga este Doctorado Honoris Causa, que lo entiendo por la generosidad de ustedes y por el merecimiento no mío sino del pueblo colombiano que quiero representar en esta ocasión, en el marco de esta visita se ha suscrito el Tratado de Comercio entre Colombia y Chile, de gran importancia para tomar de allí muchas lecciones de Chile.

Una Nación que nos ha instruido en la tesis de que la integración a la economía global no es un dogma, no es un mandato de la ideología, sino un requerimiento del pragmatismo.

Dieciséis millones de chilenos quizás tendrían una economía pequeña si no se hubieran integrado a la mundial, quizás tendrían 16 millones de consumidores, pero hoy tienen un mercado de más de tres mil millones de consumidores. Eso marca la diferencia entre una economía cerrada y una economía integrada a la economía mundial.

Más de 50 mercados abiertos les permiten a los chilenos dormir tranquilos, aun ante la dificultad de que perezca uno de esos mercados.

¡Qué diferente frente aquellas naciones que cuando pierden un mercado, tienen la enorme preocupación de haberlo perdido todo!

Mayores serían las vulnerabilidades de Chile en materia de energéticos, si no tuviera el gran resultado derivado de este gran proceso de integración a la economía mundial.

¡Cómo es de importante y resalta a los ojos elementales de la observación, la transformación de su agro! Basta mirarlo aquí en los alrededores de Santiago, donde las viejas y apacibles instancias pastoriles se convirtieron en granjas eficientísimas de producción agropecuaria, con riego por goteo, para la exportación con alta capacidad competitiva.

¡Qué importante este proceso de Chile! ¡Cómo nos ha enseñado!

Recuerdo que, reunidos los intelectuales latinoamericanos de izquierda, en noviembre de 1997, en Ciudad de México, por primera vez aceptaban los fondos de pensiones y señalaban que se constituían en un modo de ahorro, de construcción de capital nacional, que permitía que un país ganara la independencia financiera, que le era necesaria para poder defenderse de las crisis internacionales.

Otro ejemplo que nos ha dado esta gran Nación.

Estamos viviendo en Colombia momentos de transformación. Empieza a fortalecerse la república y a debilitarse el terrorismo. Durante años parecía que imperaran guerrilleros y paramilitares. Ahora de nuevo impera la justicia, los colombianos le han perdido el miedo a la intimidación. Ahora ya no hay coacción que valga para frenar testigos. El país está recuperando la institucionalidad.

La Seguridad Democrática hace que los colombianos se sientan más libres. Muchos intelectuales, muchos de aquellos que me criticaban y que me señalaban el presidente del fascismo, paradójicamente han regresado al país ahora con la protección de nuestra Seguridad Democrática. Por eso hay que avanzar con la Seguridad Democrática.

Y este diploma de la Universidad Andrés Bello no honra en mis vanidades, que necesariamente se opacan con el avance de la madurez, pero sí obran en los motores de mi alma para continuar, con mayor dedicación y con mayor energía la batalla, por la seguridad hasta derrotar definitivamente el terrorismo del suelo de Colombia.

Tengan ustedes ese compromiso como el fundamental para reciprocar de alguna manera esta generosa decisión, para quitarle al país la dictadura del terrorismo, la dictadura del narcotráfico, para que regrese el pluralismo democrático en la expresión de toda su eficacia.

Hemos venido a Chile a decirle al mundo, desde esta Nación que es escuchada en todas las latitudes, que Colombia necesita la compañía de todo el mundo democrático para salir adelante, para que se recupere la justicia, se dé la reparación a las víctimas, aflore la verdad. Tenemos una Ley de paz, de justicia y de reparación, pero no de impunidad.

Es muy importante ejercer tanto la autoridad como abrir las puertas de la reconciliación a partir de la buena fe de quienes quieran reconciliarse.

De los 60 mil terroristas que encontramos, se han reinsertado 40 mil: 30 mil de los paramilitares y más o menos, algo más de 8 mil de los guerrilleros. Imaginarán ustedes la dimensión del desafío de reinsertarlos.

Basta comparar con otras latitudes. Los grupos de ETA sumaban y un poco más en docenas los grupos de IRA. Los nuestros eran 60 mil terroristas, ricos, que no dependían de la financiación internacional, sino de un negocio autónomo ilegítimo y con tentáculos en todo el mundo: el negocio de la droga. Razón de más para que el mundo nos acompañe en la tarea de derrotarla.

Pero allí vamos saliendo adelante. Hace cuatro años, en el país había 69 asesinatos por cada 100 mil habitantes en un período anual. Falta mucho camino por recorrer. El año pasado fueron 39. Quisiéramos ninguno. Este año se presenta una reducción adicional entre el 7 y el 8 por ciento.

El país era afectado con 3 mil secuestros. Este año todavía hay 300. Pero Bogotá, nuestra capital, se ha convertido en una de las ciudades más seguras del mundo. Sus indicadores la muestran a la altura de las más seguras del continente.

Tenemos 578 mil kilómetros de selva, una gran alcancía a nuestra biodiversidad, que es aprovechada por el terrorismo. La destruyen para sembrar droga y también la utilizan para guarecerse. Comprenderán ustedes que el tarea de la Fuerza Pública colombiana es difícil.

Este año terminaremos con la fumigación de 160 mil hectáreas de droga y con la erradicación manual de 40 mil hectáreas de droga. Todavía queda un saldo de cultivos muy grande, y nuestro propósito es avanzar hasta que no haya en Colombia una sola mata de coca, no haya en Colombia una sola mata de amapola. El mundo nos ha respondido. Los colombianos también.

Hace cuatro años, la inversión privada representaba el 6.5 del PIB. Ahora representa el 19. La inversión total ha pasado de 13 al 26 por ciento. La inversión privada está creciendo 30 por ciento por año. Hace cuatro años, el desempleo había oscilado entre el 17 y el 20, ahora todavía está en el 12. Pero aspiramos que los esfuerzos que se están haciendo lo muestren rápidamente por debajo de un digito.

Venimos de pobreza en niveles del 60 por ciento. Está en menos del 50. Confiamos que el 20 de julio del 2010, en las vísperas del final de nuestro Gobierno, esa pobreza se haya reducido al 35 y tengamos bastante eliminada la pobreza absoluta, que ha venido descendiendo del 20 al 14 y esperamos que no quede en más del 13.

Hace cuatro años, para mostrar algunas expresiones de la tonificación de nuestra economía, en Colombia se vendían 60 mil vehículos, este año se venden 200 mil automotores.

Hace cuatro años, el país colocaba en el mercado 60 mil motocicletas. Este año 400 mil.

Durante los dos primeros años de nuestra administración, economistas críticos señalaban que el país se estaba empobreciendo, que no crecía el consumo de alimentos. El crecimiento de la economía este año puede ser superior al 6 por ciento. Lo que es muy importante, dado que nuestra economía no es petrolera, ni minera. Es un crecimiento sustentado en 4.700 productos de exportación en pequeñas cantidades.

Pues bien, el comercio en términos reales está creciendo al 15 por ciento, y los alimentos, que son el gran indicador para medir cómo avanza la capacidad adquisitiva de los sectores populares, en su consumo en términos reales están creciendo al 7 por ciento.

Señor Rector, señor Decano, muy apreciada familia intelectual de la Universidad Andrés Bello: mil gracias por lo que hacen por el continente, por la investigación, por la ciencia y por la integración.

Mil gracias por la generosidad con los jóvenes colombianos, llenos de deseos de profundizar en sus estudios.

Mil gracias por tanta generosidad para con este servidor público, que la única virtud que tiene es la de ser un luchador de todas las horas.

No sé qué voy a hacer para honrar este título, pero sí mantendré la angustia de no deshonrarlo.

Muchas gracias”.

 
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