PALABRAS
DEL PRESIDENTE ÁLVARO URIBE EN LA CONMEMORACIÓN
DEL CENTENARIO DE LA ESCUELA MILITAR JOSÉ MARÍA
CÓRDOVA
Junio 01 de 2007 (Bogotá D.C.
- Cundinamarca)
“Acudimos de nuevo a este campo a celebrar hoy el
centenario de la fundación de la Escuela Militar José María
Córdova. Se creó en 1907 como alma máter
del Ejército, con el propósito de formar a
los oficiales en sólidos principios de moralidad,
de sobriedad, de fortaleza y disciplina, tal como lo expresó el
entonces Presidente, general Rafael Reyes.
Para la creación de la Escuela se contrató una
misión militar chilena, a través del entonces
ministro plenipotenciario en el Cono Sur, general Rafael
Uribe Uribe.
Confluyen entonces a esta Escuela tres faros de virtud:
El general Rafael Reyes, un hombre obsesionado por el progreso,
por la colonización de nuevos territorios y la construcción
de grandes obras. A él debemos el financiamiento estatal
de caminos y carreteras, la creación del Ministerio
de Obras Públicas, la promoción del ferrocarril
de Girardot, la continuación del Capitolio. Se ocupó de
la instrucción pública, especialmente del sector
obrero. Estabilizó la moneda a través de la
creación de Banco Central. Firmó el tratado
de Averbury-Holguín, que permitió sanear la
deuda externa del país con crédito internacional.
Desarrolló la industria minera, textil y azucarera,
las refinerías, las fábricas de alimentos,
de vidrio y papel. Proporcionó créditos para
la promoción de la agricultura de exportación.
El general Rafael Reyes, presidente de la República,
profesionalizó y modernizó las Fuerzas Armadas.
Fundó esta Escuela, la Escuela Naval de Cartagena
y la Escuela Superior de Guerra. Dividió al país
en 34 departamentos y erigió a Bogotá como
Distrito Especial. Estableció el monopolio de las
armas por parte del Estado. Consagró el código
de reconocimiento a los derechos de las minorías,
buscando una paz que garantizara el progreso económico,
al tiempo que en el exterior trataba de mejorar la imagen
de Colombia.
Confluyó un segundo faro a la creación de
esta Escuela: el general Rafael Uribe Uribe, virtud en carne
y hueso, virtud de la patria, paradigma de la civilidad ciudadana.
Fue el primer apóstol de la guerra y finalmente el
primer apóstol de la paz.
No tuvo inconveniente, después de haber desatado
tantas guerras civiles, en entrar a colaborar con del gobierno
del general Rafael Reyes en esa etapa de reconstrucción
de la vida nacional, de la institucionalidad, de reencuentro
con los caminos del progreso.
Encarna Uribe Uribe la conciencia social y la concordia
por reconstruir a una nación en ruinas, inteligencia
puesta al servicio de los intereses populares, excelencia
de civismo, grandeza moral, dinamismo empresarial y capacidad
de liderazgo. Parlamentario y jurista, pensador, estadista
y humanista.
Tercer faro: aquel en quien se pensó en aquel momento,
cuando se fundaba esta Escuela y en quien tantas veces tenemos
que pensar los colombianos: José María Córdoba,
el más joven general en la fundación de la
República, de quien es epónima la Escuela.
El Héroe de Ayacucho, militar destacadísimo
durante la Independencia, reconocido por su pulcritud y decoro,
destacado estratega, táctico, excelente organizador
y buen administrador.
El General Bolívar solía clasificar a los
generales en tres categorías. Asignaba el primer puesto
a aquellos que se desempeñaban en el campo de batalla
y a aquellos que se desempeñaban bien en la administración.
Asignaba el segundo puesto a aquellos que se desempeñaban
bien en el campo de batalla y mal en la administración.
Y asignaba el tercer puesto a aquellos que se desempeñaban
bien en las oficinas y mal en el campo de batalla.
Él dijo que el mejor entre los generales que lo habían
acompañado era Sucre. Pero escudriñando la
historia, estamos seguros que en el mismo nivel tenía
a José María Córdoba, quien ilumina
desde la historia de la patria esta Escuela.
Córdoba dio honra a las armas de la Nueva Granada,
fue la vocación guerrera por antonomasia, pensando
en la libertad de Colombia y de América. Su participación
en las campañas de Nueva Granada, Ecuador, Alto y
Bajo Perú, muestran por qué no hay en la historia
de Colombia –difícilmente lo habrá– otro
ejemplo de más completa dedicación militar.
Regresado a Colombia, emprendió una nueva batalla,
en aquella oportunidad contra los ejércitos del Libertador,
desde la tierra antioqueña, donde cayó muerto.
Encarna el deber de ser del soldado por su valor, disciplina
y entrega total al servicio de las armas.
Era un hombre civilista, enamorado de las libertades ciudadanas.
Un hombre respetuoso de la autoridad y de la ley. Un republicano
que fue a los campamentos no a satisfacer sed de sangre ni
instintos salvajes, sino su hambre de libertad y justicia,
como de él se expresara el ex presidente Carlos E.
Restrepo.
Conmemoramos hoy 100 años de esta Escuela Militar
José María Córdova. Cien años
durante los cuales ha formado a los oficiales que le han
permitido a esta patria enfrentar todos los desafíos
del terrorismo, a los héroes de la nación que
han evitado, que evitaron que el terrorismo pudiera desarticular
la democracia de Colombia.
Nos rodean hoy en este centenario representantes de las
Fuerzas Armadas de todos los países hermanos, a quienes
mencioné con inmensa gratitud en la lectura del protocolo,
y a quienes expreso, en nombre de todos los colombianos,
del Ministro de la Defensa, del Alto Mando, nuestra gratitud
por su presencia en esta hora centenaria, aquí en
la patria colombiana.
Y hemos condecorado a quienes dirigieron esta escuela. Una
pléyade de generales de la República y de coroneles
de la más destacada hoja de servicios a la patria.
A todo ellos hoy la repetición de nuestra gratitud.
Acudimos también a condecorar por su valor al intendente
de la Policía John Frank Pinchao Blanco, quien estuvo
durante de seis años secuestrado por el grupo terrorista
de las Farc.
Los colombianos aplaudimos su valor, su entereza, su coraje.
Tanta resistencia, tanta capacidad para reintegrarse rápidamente
al seno de las instituciones de la patria, muestran una fortaleza
espiritual superior a las fuerzas físicas, que engrandece
a la generación del intendente John Frank Pinchao
Blanco.
Será un gran embajador de Colombia, contándole
a la comunidad internacional la tragedia que hemos vivido,
y que, junto con el valor de los hombres en armas, estamos
superando. Muchas gracias, intendente John Frank Pichao Blanco.
Aspiramos ver a quienes con usted soportaban el cautiverio,
aspiramos verlos en libertad.
Apreciados Comandantes de las diferentes Fuerzas que hoy
nos acompañan: la historia universal se ha ocupado,
con millones de páginas, sobre los campos de concentración
que en Europa instalaron los nazis para torturar a los judíos.
Esperamos que la historia contemporánea, la noticia
contemporánea se ocupe de esos campos de concentración
que aquí han instalado las Farc, los nuevos nazis,
para torturar a los secuestrados. Torturas de las que acabamos
de recibir una nueva noticia con la liberación de
este valiente intendente, John Frank Pinchao Blanco.
Este Gobierno no ha permitido las zonas de despeje. Siempre
se aprovecharon de la buena fe de los mandatarios de Colombia
para que el terrorismo avanzara en el propósito de
desestabilizar a nuestra democracia.
Nuestros mandatarios procedían con todo el ánimo
de buscar la paz, y el terrorismo recordaba muy bien la lección
que había tomado de Marx, y que Marx había
inspirado en Maquiavelo: cuando el Estado enemigo, al cual
quieres derrotar, te ofrezca un gesto de generosidad, tómalo
como una debilidad y aprovéchalo como una oportunidad
para avanzar en su derrota.
Un país que añora que todo el territorio tenga
la presencia de la Fuerza Pública para proteger a
los ciudadanos, un país que desea firmemente que en
ningún milímetro del territorio haya guerrillas
y/o mal llamados paramilitares, sino Fuerza Pública,
es un país que nos ha enviado el mensaje de decirle
no a las zonas de despeje.
Nosotros queremos el acuerdo humanitario, pero no queremos,
no podemos aceptar las zonas de despeje. Otros parecen estar
interesados no en el acuerdo humanitario sino en el despeje,
que no podemos permitir.
Bien hemos dicho con claridad que no aceptamos que salgan
de las cárceles integrantes de las Farc para volver
a delinquir. No se entendería que, en un gesto de
generosidad del Estado democrático en procura de la
liberación de los secuestrados, aquellos que salieran
de la cárcel salieran para reincorporarse a las filas
del terrorismo, al asesinato, al secuestro y a la barbarie.
Manteniendo estas salvedades, apreciados compatriotas, debo
decir que un gobierno que ajustará en agosto cinco
años, que no ha tenido un momento de vacilación
en la determinación militar y policiva de derrotar
el terrorismo, se apresta en las próximas horas a
dar un importante gesto unilateral, que busca que se apliquen
en Colombia los principios humanitarios.
Realizaremos ese gesto con la convicción de que la
Seguridad Democrática no es el fin en sí mismo,
sino el camino para que los colombianos se reencuentren con
la vida institucional, para que cada día se consolide
más la unidad de la nación.
Realizaremos ese gesto, y en su momento abundaremos en detalles
para que el mundo y la comunidad internacional queden suficientemente
enterados de que la firmeza de nuestra determinación
para derrotar el terrorismo no desconoce los clamores de
la comunidad nacional e internacional, para que aquí también
siempre brille la adhesión del Gobierno, de las Fuerzas
Armadas a la Constitución y a los principios humanitarios
que rigen la vida moderna, que deben regirla.
Vamos a hacer ese gesto unilateral en busca de la liberación
de los compatriotas que están hoy sometidos a la tortura
de las Farc.
Durante estos cinco años, que cumpliremos en agosto,
no ha habido un solo día en que dejemos de luchar
por el rescate de nuestros secuestrados.
El señor Ministro Fernando Araújo, una vez
obtuvo la liberación, nos decía que él
pudo escapar gracias a la acción militar, y que desde
empezó este Gobierno sintió la cercanía
de la presencia de la Fuerza Pública en busca de su
liberación. El mismo testimonio nos ha dado John Frank
Pinchao Blanco.
Esta semana, en unos operativos en la Sierra Nevada, murió un
secuestrado. Estaba en poder del Eln. Hermano del senador
Luis Vives, de Santa Marta. Una familia que retrata la tragedia
colombiana: un hermano secuestrado, otro muerto en cautiverio
de secuestro y el otro senador de la República en
la cárcel.
Hicimos todos los esfuerzos para liberar al ex ministro
Gilberto Echeverri y al gobernador de Antioquia, Guillermo
Gaviria.
En ese operativo las Farc, con toda la sevicia, los asesinó.
Los helicópteros rondaban la selva, una selva tupida,
de topografía bastante quebrada. Aterrizaron en un
lugar alejado del campamento. Los guerrilleros inicialmente
huyeron. Y fue tanta la sevicia, que al darse cuenta de que
no llegaban los soldados que por precauciones aterrizaron
en un lugar alejado del campamento, los guerrilleros regresaron
(no como lo dicen los cuentos, como a mí me lo dijo
un mayor del Ejército, sobreviviente), los guerrilleros
regresaron y con toda la sevicia asesinaron a los cautivos.
Los que lograron sobrevivir, sobrevivieron con heridas que
no alcanzaron a ser mortales, por milagro de Dios.
Hemos estado buscando a nuestros secuestrados todos los
días, y no hemos ahorrado posibilidades para la liberación
humanitaria de ello.
Haremos un nuevo gesto unilateral en las próximas
horas, esperando que eso sea una contribución para
que podamos ver libres del secuestro a la doctora Ingrid
Betancur, a la doctora Clara Rojas, a Emmanuel, a todos los
integrantes de la Fuerza Pública, a los congresistas,
diputados, a todos los que están en el cautiverio
de las Farc, y a los tres norteamericanos.
Quiero hacer una referencia a Emmanuel, concebido y nacido
en el secuestro, separado de su mamá. Eso recuerda
a las sociedades esclavistas, pero a la etapa más
brutal del esclavismo, aquella cuando todavía no se
reconocía la libertad de los vientres de las esclavas.
Emmanuel nació sin libertad. Su madre no ha tenido
en el cautiverio la posibilidad de orientarlo, de tenerlo
abrazado a su pecho para transmitirle, en esos primeros años
de la infancia, las mejores calidades del ser humano, que
hay que transmitirlas en abrazo apretado a los hijos que
están en esa edad.
Nosotros haremos este gesto humanitario pensando no solamente
como Estado o Gobierno, sino también como padres de
familia, que queremos que para los niños colombianos,
encarnados, representados en Emmanuel, regrese la libertad.
La libertad de un país sin secuestros, la libertad
de un país sin guerrilla, la libertad de un país
sin paramilitares, la libertad de un país sin narcotráfico,
la libertad de un país sin que haya grupos terroristas
y sin que grupos terroristas recluten a los niñitos.
John Frank: podrá decirle al mundo que aquí hay
un Gobierno con toda la firmeza para derrotar al terrorismo
y con toda la angustia buscando afanosamente la libertad
de los secuestrados. Que por eso en las próximas horas
haremos este gesto humanitario.
Y pido, como lo pedí esta semana a las Cortes consultadas,
a los presidentes de los partidos políticos que me
apoyan, al Ministro de Defensa, a los Altos Mandos, pido
la comprensión a ese gesto humanitario que haremos
en las próximas horas.
Les quiero decir a los soldados de la Patria que ese gesto
humanitario fortalece nuestra respetabilidad. Y una respetabilidad
que se fortalezca todos los días, se constituye en
mayor solidez para poder adelantar las operaciones militares
con la frente en alto.
Nada peor que operaciones militares con complejos. Si quedare
algún complejo de que no hemos hecho lo suficiente
desde el punto de vista humanitario para poder liberar a
los secuestrados, lo vamos a hacer en las próximas
horas.
Acuden ustedes, distinguidos comandantes de los países
hermanos, a una Colombia que le va ganando la guerra al terrorismo
pero que todavía no la ha ganado. Una Colombia con
controversia y con crítica, pero optimista. Dispuesta
a sacar adelante la Seguridad Democrática, la confianza
inversionista y la equidad social.
A una Colombia, donde los ciudadanos se han reencontrado
con la protección de las Fuerzas Armadas y de la Policía,
donde los ciudadanos le han perdido el miedo a la guerrilla
y a los mal llamados paramilitares. A una Colombia que esta
alegre viendo que los hechos demuestran que está apareciendo
la luz después de un largo túnel. Una Colombia
que no ha enfrentado mil terroristas, que no ha enfrentado
dos centenas. Sesenta mil terroristas hemos enfrentado.
Estaba yo cercano del acuerdo del Viernes Santo de 1998,
que tenía por un lado al Gobierno inglés y
al Gobierno de Irlanda, y por otro lado al grupo guerrillero
IRA.
Y preguntaba yo allá cuántos son los del IRA.
Me decían: más o menos 120, con unas adiciones
200. Y decía yo: y en Colombia 60 mil.
¿Cuántos muertos ha habido en Irlanda del
Norte por esta acción terrorista? Me decían:
Desde los años de 1920, no más de 3.200 asesinatos.
Y pensaba yo en mi ciudad de Medellín, que por esa época
sufría 5 mil, 6 mil asesinatos al año.
Y le preguntaba, hace algunos años, primero al Presidente
Aznar de España y después al presidente Rodríguez
Zapatero, su sucesor: ¿Cuántos integrantes
ha tenido el grupo terrorista ETA de España? Y me
decían: Unos 300. Alguien habla de que tenían
una lista de 118. Y pensaba yo en Colombia con 60 mil.
Distinguidos Comandantes de las Fuerzas de las naciones
hermanas: aquí estamos enfrentando 60 mil terroristas,
ricos. Eso sí que marca la diferencia.
Tuve el privilegio de compartir ocho meses en una universidad
con Joaquín Villalobos, el ex comandante de una guerrilla
salvadoreña.
Al principio él me miraba con ojos de asombro, con
toda la suspicacia y con toda la distancia, porque a su lado,
en esa universidad, estaba sentado yo: el Gobernador de Antioquia
que había impulsado las Convivir porque creo en la
cooperación ciudadana con la Fuerza Pública,
que había dicho que Colombia no podía tener
más consideración con el terrorismo, que el único
camino era derrotarlo militarmente.
Y él me veía como un militarista de extrema
derecha, quién sabe qué aliado del paramilitarismo.
Y a los meses, cuando se dio cuenta que nuestra firmeza era
una firmeza con transparencia, una firmeza de convicción
inclaudicable, me empezó a hablar y a preguntar.
Y llegamos a esta conclusión: la guerrilla salvadoreña
negoció cuando se dio cuenta que no tenía posibilidades
de avance militar, cuando perdió las fuentes de financiación,
que no les llegaban de la Cortina de Hierro sino de Ong’s
de Europa Occidental. Qué tristeza.
Y un punto muy importante de nuestra conclusión:
los grupos terroristas de Colombia necesitaban para negociar
un gobierno con toda la firmeza que les demostrara que tenían
dos opciones: o la derrota militar completa, así se
tomara tiempo y hubiera que franquear dificultades, o sentarse
a negociar. Pero también necesitan otra cosa: quitarles
la fuente de financiación, porque aquí no hay
dinero que llega de afuera, sino el negocio de las drogas
ilícitas.
Estos grupos terroristas nuestros han tenido la combinación
de cinismo de sangre, de sed de sangre, y al mismo tiempo
de arrogancia de criminales llenos de dinero con el negocio
de la coca.
Sesenta mil terroristas vivos. Hemos desmovilizado 40 mil.
Todos los días encontramos dificultades, pero, con
la ayuda de Dios, al decir de Unamuno, “Nuestra alma
se templa cada día más enfrentando las dificultades”.
Así se siente en el espíritu de cada soldado
de Colombia.
Y así como hemos pasado de 60 mil, y los hemos reducido
muchísimo y se han desmovilizado 40 mil, nuestro objetivo
es una patria sin un solo terrorista, y a allá vamos.
Y lo hemos hecho abiertamente. Aquí no censuramos
la prensa en aras de la seguridad. La seguridad es para que
haya libertad para los periodistas.
Aquí discutimos, combatimos argumentalmente con la
oposición, pero no afectamos sus libertades, y hemos
demostrado en cinco años de gobierno que la seguridad
es para que ellos puedan ejercer sus derechos políticos
en todo el territorio de Colombia.
Aquí no nos hemos encerrado para que el mundo no
vea lo que ocurre en Colombia, como ocurrió en muchas
partes en aras de la seguridad. Aquí libramos esta
batalla contra el terrorismo con las puertas de la nación
abiertas. A este país se le visita sin visa. Aquí llegan
todos los críticos, todos los periodistas, todas las
Ong’s a investigar lo que quieren, y encuentran este
país como un libro abierto.
Aquí estamos derrotando al terrorismo con toda la
transparencia, sin cartas oscuras, y además adheridos
plenamente a los derechos humanos, al ejercicio y al respeto
de las libertades. Por eso nuestra seguridad es democrática.
Tenemos todavía muchas dificultades con las drogas
ilícitas. Hemos extraditado casi 600 personas. Tenemos
una de las leyes de confiscación de riqueza ilícita
más importante del mundo. Avanzamos en la fumigación,
en la erradicación, no al ritmo que quisiéramos
en cultivos sustitutivos.
Sabemos que tenemos que derrotar el narcotráfico
para que Colombia pueda decir que no tiene terrorismo. Tenemos
reveses y avances.
La nación ha avanzado mucho. A mí me dicen
en las ciudades que ya los grandes proyectos de construcción
no están financiados con el narcotráfico. Me
dicen en los campos colombianos que ya los dueños
agrícolas no son desalojados por la tentación
de venderle las estancias agrícolas al narcotráfico.
A mí me dicen que la riqueza lícita ya no está opacada
por la riqueza ilícita del narcotráfico.
Pero tenemos dificultades. Hace dos meses las Naciones Unidas
expresaban que ya Colombia había reducido el hectariaje
de coca a 79 mil hectáreas. Sin embargo, los Estados
Unidos ahora dicen que son 156 mil. Tamaña dificultad.
Hemos librado una lucha con toda nuestra voluntad, con toda
nuestra determinación. Y entonces uno se hace muchas
preguntas. ¿Será que hemos trabajado en vano? ¿Será que
todo ese trabajo no produce resultados? ¿Será que
cuando se hicieron las primeras mediciones de las áreas
de coca no se incluyó todo el territorio nacional
y empezaron a incluir, anualmente, en cada nueva medición,
un porcentaje adicional del territorio?
Y uno se pregunta: ¿será consistente esa cantidad
de droga con unos paramilitares que están desmontados
por la acción de la Fuerza Pública y con unas
guerrillas que están debilitadas?
Si aquí no se estuviera disminuyendo la coca, creo
que no habríamos podido desmontar el paramilitarismo,
ni habríamos logrado el avance logrado en el debilitamiento
de la guerrilla, ni tampoco estaríamos teniendo éxito
con quienes quieren rearmarse. De aquellos desmovilizados
que han intentado rearmarse, han sido dados de baja más
de 400 y capturados más de 800.
La contundencia de la Fuerza Pública muestra que
aquí no van a pelechar ‘Águilas Negras’,
ni azules, ni blancas, ni angelicales, que todos esos bandidos
los vamos a acabar. Si tuvieran tanto poder todavía
los cultivos ilícitos, creo que no sería posible
este avance de nuestra política de Seguridad Democrática.
A mí no me parece comprensible que mientas Naciones
Unidas dice que aquí hay 79 mil hectáreas de
droga, los Estados Unidos diga que aquí hay 156 mil.
Ayer me decían que tenían mucha preocupación
para revelar esa cifra por mi viaje a los Estados Unidos.
Que las revelen. Por eso las revelo yo ya. Este tema aquí no
es de cosmética, sino de fondo.
Yo les hago un pedido muy respetuoso a Naciones Unidas y
a los Estados Unidos: que se pongan de acuerdo en la metodología.
Pero uno se siente desorientado. En esta batalla, para que
haya semejante diferencia entre una medición y la
otra. Tenemos derecho a sentirnos desorientados.
Ahora, todos los días ajustamos nuestra política
de lucha contra el narcotráfico. Este Ejército,
que aquí se forma en esta Escuela centenaria, ha empezado
a vincularse con la Policía en la lucha contra el
narcotráfico, resueltamente.
Hasta el año pasado las fumigaciones, las erradicaciones,
estaban a cargo de la Policía. El Ejército
ya en el Putumayo y en Santander avanza también en
erradicación.
He pedido al señor Ministro de la Defensa, a los
Altos Mandos, que desde hoy se tome la decisión de
que en cada jurisdicción un grupo compuesto por el
Comandante de Brigada, el Comandante de Policía, si
hubiere Comando de la Fuerza Aérea, de la Armada,
ese grupo se responsabilice de que en esa jurisdicción
no haya droga. Que si la detectan, mientras la erradican
manualmente o mientras se destruye vía fumigación,
ese grupo se responsabilice de que no se permita cosecharla
ni venderla.
He pedido a los Altos Mandos que hagamos mayores esfuerzos
para capturar el eslabón intermedio de la cadena:
aquel que va con dinero a las selvas colombianas a comprar
la coca y a recibir la coca. He pedido que avancemos en la
confiscación de predios rurales donde se siembra la
coca.
En la revisión del Plan Colombia, es de gran importancia
darle más peso a la erradicación manual, más
velocidad a los cultivos sustitutivos. Aquí se desestimaba
la erradicación manual. Sin estar incorporada en el
Plan Colombia, nuestro Gobierno unilateralmente la incorporó.
Hace dos años eliminamos 31.200 hectáreas
manualmente. El año pasado 43 mil. Este año
aspiramos a erradicar manualmente 50 mil.
Esta noticia de los Estados Unidos, mientras ellos la validan
con Naciones Unidas y nos dicen cuál es la realidad
y se ponen de acuerdo, nos obliga a nosotros a ajustar más
la erradicación manual. La meta de este año
es de 50 mil hectáreas.
Le he pedido al señor Ministro de Defensa que hagamos
todos los esfuerzos para que, con esa responsabilidad de
los comandantes en cada jurisdicción, elevemos esa
meta. Ojala rápidamente el país pueda decir
que está erradicando 100 mil hectáreas manualmente
por año.
Esa es la diferencia, apreciados comandantes de los países
hermanos: aquí un terrorismo rico, un terrorismo del
narcotráfico. Y por eso en Colombia hay que derrotar
las drogas ilícitas.
Nos reunimos en este mediodía a graduar la promoción
centenaria de cadetes de esta Escuela que se gradúan
hoy como subtenientes. A ellos, nuestra gratitud, nuestra
felicitación.
Ahora estrechaba las manos de ellos. Sentía manos
con fuerza, con vigor. Los miraba a los ojos y veía
miradas penetrantes, ceño fruncido, mente altiva.
Me llenaba de esperanza con esta generación que estamos
graduando.
Estos jóvenes que hoy se gradúan como subtenientes
de la patria, son la esperanza para una Nación que
sueña con la vigencia plena de la Constitución
en todo el territorio. Para una Nación que sufrió la
tragedia de su Estado democrático desvanecido y sustituido
por el terrorismo guerrillero y por el terrorismo paramilitar.
Rindo a ustedes un homenaje, jóvenes subtenientes,
en nombre de todos los colombianos.
Rindo un homenaje al subteniente de caballería Édgar
Camilo Bello Mora, primer puesto del curso centenario, condecorado
hoy con la medalla Francisco José de Caldas, con las
medallas de los países hermanos.
Rindo a ustedes un homenaje, en cabeza del subteniente William
Cediel Gómez, quien ha recibido la Copa Ahumada Guillén
por demostrar sus condiciones de compañerismo y carácter.
Rindo un homenaje a los primeros puestos de cada arma. En
la caballería Édgar Camilo Bello Mora; en la
Artillería, William Fernando Barrera Soracá;
arma de Ingenieros Jhonny Alexander Chávez; arma de
Ingenieros, Carlos Andres Silva Ardila; arma de Infantería, Álvaro
Andrés Celis Ordóñez; arma de Infantería,
Eduardo Cuéllar Ramírez; arma de Infantería,
Arbey Barrera Palomino; arma de Caballería, Libardo
Piñeros Rodríguez; arma de Caballería,
Luis Eduardo Serrano Bernal; arma de Artillería, Daniel
Felipe Cubillos Sanabria.
Y rindo un homenaje, desde el fondo del alma, a los papás,
a las mamás, a los hermanos, a los familiares de estos
subtenientes.
Muy distinguidos comandantes de los países hermanos:
graduarse como subteniente del Ejército, en un país
que todavía tiene tantos terroristas por derrotar,
no es emprender un camino de rosas, es emprender un camino
de dificultades. Es emprender un camino de riesgos.
Mientras ellos van ahora al campo a derrotar el terrorismo,
sus padres y sus madres se quedan en los deberes del hogar
o en los deberes del trabajo, angustiados, por la suerte
que puede correr la integridad física de sus hijos.
Para que un joven colombiano abrace la carrera de las armas,
en plena conciencia de que hay que derrotar al terrorismo,
se necesita mucho valor civil y mucho patriotismo.
Para que un papá y una mamá entreguen en Colombia
a un hijo al servicio de las armas, con conciencia de todos
los riesgos que esperan a su integridad física, se
necesita mucho patriotismo.
Muy apreciados papás, muy apreciadas mamás:
los papás y las mamás de las nuevas generaciones
de colombianos, damos a ustedes la gratitud por el sacrificio
que ustedes hacen ofrendando sus hijos a la patria.
Quiero pedir un aplauso para los papás y las mamás
de estos subtenientes.
Quiero pedir un aplauso para estos papás y estas
mamás, que identificamos bien con Flor Marina López
y Luis Édgar Bello León, los padres de Édgar
Camilo Bello Mora.
De los Altos Mandos, del Ministro, de mi persona, solamente
un compromiso, papás y mamás: nuestra determinación
de correr todos los riesgos, de afrontar todas las dificultades,
siempre con alegría y amor a Colombia, para tener
una patria sin terrorismo guerrillero, sin terrorismo paramilitar.
Para tener una patria en prosperidad, una patria sin narcotráfico,
una patria en caminos de equidad.
El sueño de esa patria es el sueño de mi generación,
que no ha vivido un día completo de paz, para que
las nuevas generaciones de colombianos puedan vivir felices
en Colombia.
Gracias, subtenientes: su decisión valerosa le permitirá a
la joven generación que ustedes representan y a aquellos
que vienen detrás de ustedes, que puedan vivir felices
en el noble suelo de Colombia.
Muchas felicitaciones a esta gran Escuela José María
Córvoba en el centenario de su fundación. ¡Qué viva
Colombia!”. |