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“Muchas gracias, pastor Alberto Motessi. Muchas gracias, pastor Héctor Pardo. Muchas gracias a todos lo que nos han convocado a este desayuno de reflexión.

Ustedes son un gran ejemplo. Un ejemplo de ética, un ejemplo de moral. La vida de ustedes es una vida para hacerle bien al prójimo. Me llamaba la atención la memoria del pastor Moteéis, quien recuerda los años cuando me visitó en la Gobernación de Antioquia. Y yo pienso: este grupo de ciudadanos vive permanentemente dedicado a hacer bien, a predicar el bien, a dar ejemplo del bien. Tienen esa práctica ética que hace tan fácil entender la ética, que estar permanentemente luchando por producir bien en el prójimo.

Y ese sentido moral de interiorizar valores y practicarlos. De coherencia, de congruencia, de actuar como piensan en función de los valores que han interiorizado.

Muchas gracias por lo que hacen por nuestro país. Han ayudado inmensamente, con toda su prédica y con todo su ejemplo, a que esta Colombia vaya saliendo adelante.

Muchas gracias a todos quienes les ayudan, A doña Ana Cecilia Ortiz de Marín Bernal. Muchas gracias a quienes hoy concurren a presidir esta mesa. Al ex presidente Ernesto Samper, al ex presidente Sixto Durán Ballén. Y muchas gracias a los visitantes internacionales por venir a Colombia a compartir estas horas de reflexión.

Encuentran un país con muchos problemas, pero con más capacidad de superarlos. Un país con una gran voluntad de salir adelante. Encuentran una democracia vibrante, a un mes largo de unas nuevas elecciones, donde se respira un gran espíritu democrático, un total apego a la Constitución, un gran sentido de Nación en medio de un sano pluralismo.

Una Nación que mayoritariamente quiere el debate pluralista pero ajeno al odio de clases. Una Nación que mayoritariamente quiere superar la exclusión pero con solidaridad. Una Nación que está luchando por salir adelante con la Seguridad Democrática, con el respeto a las libertades, con la cohesión social, con la búsqueda de la transparencia, con el respeto a todas las instituciones que forman el Estado, al orden legal, trasunto del orden moral.

Una Nación que está luchando para poder consolidar la seguridad, para consolidar la confianza inversionista con responsabilidad social, para cumplir, antes de la fecha señalada por Naciones Unidas, las metas sociales del Milenio.

Una Nación que hoy entiende mayoritariamente que la seguridad no es una actitud fachista ni un desafío de derecho sino un valor democrático, una fuente de recursos, un imperativo para que prospere la economía, que tiene que ir de la mano de la prosperidad social. Una Nación con tristezas y con alegrías, todavía con la tristeza de los secuestrados.

Hemos reducido significativamente el secuestro, el terrorismo. La Nación toda está hoy más optimista sobre la posibilidad de las instituciones de derrotar totalmente el terrorismo. Pero subsisten problemas. Estamos ganando, pero no hemos ganado todavía.

Hemos hecho enormes esfuerzos para no sólo derrotar el secuestro sino para liberar a nuestros secuestrados. Hemos liberado a 178 integrantes de las Farc, unilateralmente. Hemos autorizado a todas las personas de instituciones que han querido cumplir una tarea facilitadora para la liberación de los secuestrados.

Lo que no podemos es dar zonas de despeje. Lo que no podemos es permitir es que los guerrilleros que salgan de la cárcel regresen a delinquir. El país vio cómo las zonas de despeje contribuyeron a lo que fue la casi toma total por parte del terrorismo guerrillero y la reacción que el creó: el terrorismo paramilitar.

Se generan controversias porque el Gobierno tiene que asumir posiciones. Pero es nuestro deber. Un país que estuvo tantos años despejado, que ahora está recuperando la vigencia de las instituciones en todo el territorio, no puede dar marcha atrás en ese proceso de recuperar la vigencia de las instituciones. No puede permitir paraísos de impunidad, donde los terroristas eludan la acción de la justicia, la acción de las fuerzas institucionales del Estado. Tampoco puede permitir que aquellos que salgan de la cárcel regresen simplemente al delito del secuestro, al asesinato.

Hemos estado dispuestos no sólo a las liberaciones unilaterales de prisioneros que hemos hecho, sino también al canje humanitario que se requiera. Pero con la condición de que aquellos que salgan de la cárcel, se reintegren a la vida constitucional y no se reintegren al delito, al asesinato, al secuestro.

Tenemos a 1.700 compatriotas, integrantes de la Policía y el Ejército, en los pabellones de sanidad de los hospitales militares y de Policía, que han sufrido mutilaciones por las minas antipersona de los grupos terroristas. Ellos entienden que el Gobierno libere de las cárceles a unos guerrilleros para propiciar un canje humanitario. Lo que no van a entender es que esos guerrilleros, al salir de la cárcel, en lugar de integrarse a la vida civil, a la convivencia, se reintegren a las filas del terrorismo.

En fin, son temas que se debaten todos los días en Colombia, que generan controversia, pero lo importante es la firme voluntad de un país de superar la amarga tragedia del terrorismo.

Cuando escucho a los conferencistas internacionales, como lo escuchamos esta mañana (la lectura de la carta del congresista de los Estados Unidos o la oración que acaba de pronunciar el pastor Motessi), siempre hay alguna compasión por la sangre que ha derramado Colombia. El mundo debe saber hoy que además de compasión necesitamos acompañamiento en nuestra férrea voluntad de derrotar el terrorismo.

Deberían tenernos compasión si estuviéramos débiles haciéndole concesiones al terrorismo, pero la debilidad quedó atrás. Hoy mayoritariamente el pueblo colombiano lo que quiere es fortaleza para que podamos derrotar el terrorismo, para que no solamente aboguemos por la vida de los que están secuestrados, sino también por la libertad de los colombianos que hoy corren menos riesgos de ser secuestrados que antes.

Un país con toda la firmeza, más que compasión, empieza a requerir es una gran comprensión y un gran apoyo internacional a sus designios democráticos.

Muchas gracias por este desayuno de reflexión. A mí mismo me sirve, porque yo soy un combatiente. Y entonces cuando uno está en el combate de la democracia, en el entusiasmo de sus ideas, en la fortaleza de sus convicciones, a ratos tiene que hacer unos altos en el camino para reflexionar y tratar de mitigar los ímpetus.

Ímpetus que se necesitan, porque esta patria sin ímpetus, es una patria que puede ser conducida equivocadamente por quienes no entendieron el peligro del terrorismo. Los ímpetus hacen falta para tener claridad y la emoción que se requiere para poder conquistar objetivos. Pero la reflexión moral, ética, el contagio espiritual de ustedes ayuda mucho para tranquilizar el alma, para fortalecer el alma, para limpiar el alma.

Muchas gracias por habernos convocado esta mañana a seguir el ejemplo que, en buena hora, de reflexión y de ética ustedes nos dan”.

 
 
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
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