“Acudimos esta noche aquí con mucho entusiasmo en Colombia, en la ciencia, en la política, como la más difícil y noble de las actividades del ser humano.
Acudimos con el entusiasmo que siempre genera el recuerdo de Don Hernán Echavarría Olózaga, una patriota ejemplar, un empresario ejemplar, un hombre de doctrina sin fundamentalismos y un dialéctico, pero con norte y con valores.
A lo largo de su vida dio ejemplo en aquello de crear empresa privada con toda la responsabilidad social, en aquello de innovar, en aquello de anticipar el futuro, en aquello de no reducirse al sector privado, de estar siempre atento en función de los superiores intereses de la Patria.
Sirvió bien en lo privado y en lo público, con ética ejemplar. Estudioso de todas las horas. Las generaciones recientes lo conocieron en sus permanentes escritos y conferencias sobre el final de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética, la apertura de China a la economía de mercado, la globalización, la necesidad de realinderar al sector privado y al sector público.
Pero quienes lo conocieron desde más atrás, como muchos de los aquí presentes, sus compañeros de toda la hora, tuvieron la oportunidad, como la tendrán los estudiosos de esos temas, de mirar en sus libros sabias recomendaciones sobre la teoría y la práctica, que tienen tan buenos ejemplos. Y viene a mi memoria aquel libro, verde, que publicó: El Sentido Común en la Reforma Agraria.
Y si nos remontamos a años anteriores, estudió y entendió con claridad insuperable los fenómenos que condujeron a las guerras mundiales, su superación, la recuperación de los países que quedaron destruidos en esos procesos, el marxismo. No creo que haya colombiano que hubiera estudiado y entendido el marxismo con mayor claridad.
Sus lecciones en el London School of Economics, su examen de Hegel, de Marx, de Engels, fue un examen con toda la profundidad.
Yo me pregunto por qué después de haber estudiado tan profundamente el marxismo, tuvo esa irrompible adhesión a la iniciativa privada. Porque lo estudió con consagración, pero sin fundamentalismo. Y permitió que prevaleciera el análisis crítico sobre la adhesión ideológica ciega.
Sus escritos de los años 30, de los años 40, en plena juventud, anticiparon aquello que en los años 70 el mundo todavía no anticipaba: la caída del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética, la revolución China que, iniciada en el 48, le daba al mundo la impresión de ser una revolución eterna.
Predijo la división de Alemania y su reunificación, porque intuyó, gracias a su profundo examen de las doctrinas políticas, que el modelo de la dictadura del proletariado era insostenible, por más que sus fundadores quisieran presentarlo como el fin de la historia. Si este nombre se le pudiera aplicar, dado que pensaban sus fundadores que era la eliminación definitiva de la sociedad de clases, la parálisis de la historia como proceso de explotación de los unos a los otros, y el camino para llegar a la sociedad comunista.
Tomó la dialéctica, yo diría, más de Hegel que de Marx. El marxismo se inspiró en Hegel, pero frenó la dialéctica.
Esa capacidad de Don Hernán de innovar, de ajustar, pienso que fue bastante influida por sus estudios profundos sobre Hegel y por su pragmatismo. El pragmatismo de su comarca y el pragmatismo de su intuición empresarial.
Difícil encontrar esa combinación: alguien que hubiera estudiado tan profundamente al padre de la dialéctica, a Hegel, y al mismo tiempo tener a flor de piel ese sentido común, ese gran pragmatismo.
Pero su aceptación de la dialéctica, del movimiento, de la necesidad de los ajustes, nunca lo llevó a renunciar a sus principios.
Qué difícil encontrar esa mezcla: un dialéctico con principios no negociables, un hombre de doctrina sin fundamentalismo.
Generalmente los hombres de doctrina incurren en el exceso de fundamentalismo y estancan la doctrina. Y en el otro extremo, los seres dialécticos cambian tanto en nombre de la evolución, que renuncian a los principios.
Don Hernán jamás estancó la doctrina y jamás renunció a los principios. Qué ejemplo tan importante para las nuevas generaciones de colombianos.
He tenido la gratísima oportunidad de haber compartido, con muchos de los aquí presentes, largas horas con Don Hernán.
Estábamos en el Gobierno del Presidente César Gaviria. Y cómo iluminó Don Hernán desde la trinchera del Instituto las reformas que propuso el Presidente Gaviria y las que se sacaron adelante en esa época.
La Ley50 de 1990. ¿Qué sería de la empresa privada colombiana, qué sería de los trabajadores, si no se hubiera desmontado la retroactividad de las cesantías y no se hubiera sustituido por los Fondos?
Todo el mundo estaba mal. Don Hernán nos decía: ‘Las empresas no pueden predecir costos y los trabajadores corren todos los días el riesgo de seguir perdiendo sus ahorros’.
Esta Patria ha podido avanzar en materia de seguridad social y hay un panorama que cada día se despeja más, gracias a otra reforma de la administración Gaviria, que tuvo el gran apoyo y las luces de este Instituto y de Don Hernán Echavarría: la Ley 100.
Y qué obstáculos ideológicos tuvo que remontar.
Cuando propusimos por primera ocasión, en las Comisiones Séptimas del Congreso, que se eliminara el monopolio estatal de los Seguros Sociales, sin desmantelar al Estado, que el Estado mantuviera las potestades de regulación, vigilancia y la oportunidad de ser uno de los prestadores del servicio, nos dijeron que estábamos enterrando la seguridad social que habíamos traído de Alemania como un monopolio exclusivo del Estado, para que fuera una garantía exclusiva del pueblo.
Don Hernán entendió y nos enseño a muchos colombianos que ese monopolio del Estado ninguna garantía eficaz le estaba concediendo al pueblo.
Y cómo animó desde este Instituto esa reforma. Como otras. Como esa Ley 142 de Servicios Públicos. Tan importante y que se le debe a la administración Gaviria y a inspiradores como Don Hernán Echavarría.
¿Qué sería de este país, de esta Patria nuestra, si se hubiera mantenido adherida al principio de que los servicios públicos sólo los podía prestar el Estado?
Cuando ejercí la Gobernación de Antioquia –les voy a confesar– había mañanas en que amanecía y decía: ‘Bueno, hay que empezar hoy la batalla nuevamente de la seguridad. ¿Cuántas críticas aparecerán?’.
El uno me escribía: ‘paramilitar’. El otro me decía ‘militarista’. El otro: ‘de extrema derecha’.
Y siempre tuve, en el orden establecido de la Patria, voces de firme apoyo encabezadas por Don Hernán Echavarría Olózaga. Le guardo a ese apoyo gratitud incancelable.
Desde las primeras horas de la campaña presidencial que emprendimos, allí estuvo él. Inspirándola, animándola, con muchos de los aquí presentes.
Permítanme referir a esa lista de compañeros de Don Hernán Echavarría, que tan noblemente nos acompañó en esa tarea, mencionando sólo a dos personas: al doctor Gustavo Vasco y al doctor Gustavo Gaviria.
Don Hernán Echavarría creía en la internacionalización de la economía colombiana, pero no como una categoría ideológica sino como un camino de construcción de prosperidad. Eso es bien importante.
Para él eso no era un principio filosófico sino una necesidad para traer inversión, forzar productividad, superar pobreza por la vía de construir prosperidad y construir equidad también por la vía de construir prosperidad.
Nosotros estamos trabajando cinco valores, que creemos que en las democracias deben superar la división que empieza a ser arcaica entre izquierda y derecha: la seguridad, las libertades, la construcción de equidad, el esfuerzo por la transparencia, el respeto a un Estado formado por instituciones independientes.
Sí que habló, escribió e inspiró sobre la necesidad de tener las pesas y contrapesas en la formación y en la operación del Estado, para defender a los ciudadanos de cualquier abuso.
Y estamos trabajando tres objetivos de Gobierno bajo esos principios: consolidar la seguridad desde la democracia, consolidar la confianza inversionista desde la responsabilidad social, desde la solidaridad, y construir cohesión social desde el respeto a las libertades.
Don Hernán nos hacía ver que esas divisiones entre izquierda y derecha se estaban borrando, que había que trabajar por una democracia moderna.
Recuerdo diálogos con él. La seguridad puede ser tanto de la derecha como de la izquierda.
En algún momento los marxistas decían que muchos países tenían interés en la seguridad simplemente para poder reproducir las condiciones de explotación, los privilegios de unas clases sociales.
Pero también las izquierdas reclamaron la seguridad. Y en Colombia sí que se sintió, para poder erigirse sin riesgo en alternativas de poder.
Don Hernán nos enseñaba que las libertades se podían reclamar desde cualquiera de los dos ángulos. Que los marxistas decían que eran una gracia burguesa para distraer y evitar cambios de infraestructura.
Pero también las izquierdas las necesitaban, como quiera que las dictaduras de derecha les negaban espacios políticos.
Don Hernán nos decía –y se refería bien al pensador italiano–: la cohesión social no se puede entender como un patrimonio de la izquierda. La derecha la necesita. ¿Si no cómo hace sostenible el Estado democrático que propone?
Creo que nos inspiró bastante para dejar atrás esa división que es hoy equivocada y polarizante en América Latina.
Si estuviera vivo y le preguntáramos: ¿dónde hay más derecha y más democracia?, él respondería: preguntémonos dónde hay más democracia. Y él diría: entonces para responder pregúntense dónde hay más institucionalidad, más libertad, más confianza.
Y pienso que los diagnósticos sobre ubicación de unos y otros en América Latina, a la luz de su pensamiento, serían muy diferentes.
Cómo nos estaría animando los esfuerzos para avanzar en la incorporación de Colombia a la economía global.
Alcancé a dialogar mucho con él sobre el primer tratado de nuestro Gobierno: Comunidad Andina–Mercosur. Después sobre el TLC con los Estados Unidos y todo el plan (el tratado con Chile, ya hecho, y el tratado con Perú), para profundizar posibilidades de inversión más allá de los acuerdos con la Comunidad Andina.
Y su pensamiento nos estimula, nos estimuló para avanzar en el tratado con los tres países centroamericanos. Ahora para avanzar en el tratado con Canadá. Para avanzar en el tratado con la Unión Europea. En el tratado con Suiza y sus cuatro socios de la Asociación Europea de Comercio. En el tratado con el P-4, encabezado por Chile en el Pacífico. En el tratado de protección de inversiones con China. En el tratado de protección de inversiones con India. En los tratados para desmontar doble tributación.
Si un inversionista tiene inversiones en un país B y tiene inversiones en Colombia, que aquí paga impuesto por las inversiones que aquí tiene y allá por las inversiones que allá tiene, pero que se vaya eliminando el obstáculo de la doble tributación, que lo obliga a pagar impuestos por las inversiones en otro país y las inversiones en el propio.
La vida, la teoría y la práctica de Don Hernán Echavarría son un faro para iluminar, durante muchos años, esta Patria colombiana. Él nos dio lecciones de sentir por ella el más grande amor.
Muchas felicitaciones, doctora Marcela (Prieto Botero, directora ejecutiva del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga), por dedicar usted, su juventud, a esta bella empresa, que le permite priorizar en favor de la Patria, desde la observación y desde la ciencia.
Muchas gracias, doctor Alberto Galofre, a usted y a todos los integrantes del Consejo Directivo, por mantener viva la llama de Don Hernán Echavarría, que siempre será fresca, tendrá actualidad y futuro, para cualquier joven que se acerque a esta casa y abra los libros de esa biblioteca. Como fresca y futurista fue en todo momento la mente de Don Hernán Echavarría.
Muchas gracias a ustedes, apreciados integrantes del Consejo Directivo, por su voluntad para ofrecerle a Colombia este gran apoyo.
Muchas gracias, Doña Loli Obregón de Echavarría, doctor Gabriel Echavarría, por el apoyo de la familia Echavarría Obregón a esta tarea patriótica.
Muchas gracias, compatriotas”. |