Palabras del Presidente Álvaro Uribe al clausurar el
Encuentro Internacional de Acción Social en Cartagena

 
Julio 18 de 2008 (Cartagena)
 
 

“Quiero, en primer lugar, agradecer a todos los participantes en esta tarea. A Luis Alfonso Hoyos (Director de Acción Social), por estos años de abnegación y amor por Colombia. A todos sus compañeros.

A Coldeportes, al Comando General, a la Fiscalía, al Incoder, Icbf, al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, al Ministerio de Defensa, al Ministerio de Educación, al Ministerio de la Protección, al Ministerio del Interior, a la Oficina del Alto Comisionado, a la Policía, a la Registraduría, al Sena.

A los enlaces de la Consejería para la Reintegración, del Banco Agrario, del Consejo Superior de la Judicatura, de la Defensoría del Pueblo, de Planeación, del DAS, del Ipse, del Ministerio de Ambiente y Vivienda, de Comunicaciones, de Comercio, de Cultura, de Minas y Energía, del Ministerio de Transporte.

Un agradecimiento muy especial a los Estados Unidos de América, a la Embajada, a los diferentes programas de Usaid, como le decimos en Colombia, al Comando Sur.

Muchísimas gracias a todos.

Luis Alfonso (Hoyos, Director de Acción Social), este equipo que se ha hecho merece toda nuestra gratitud y apoyo.

Quiero referirme a algunas de las palabras del General Freddy Padilla de León (Comandante de las Fuerzas Militares). Él y el Embajador (de Estados Unidos, William Brownflied), en la cita que hace el Embajador, de Sir Winston Churchill, nos producen reflexiones.

Yo diría que estos avances, son avances muy importantes. No son la victoria final. La maldad es difícil de erradicar.

El terrorismo, tan enseñoreado de nuestra Patria. Y una prueba del enseñoramiento es el relato dramático, conmovedor, desgarrador, que nos hizo el General Padilla. El terrorismo es como una maleza de tierra estéril. En la tierra estéril, aquello que con más fuerza crece es la mala maleza. Y es muy difícil erradicarla. Así es el terrorismo.

Diría que todos estos pasos importantes, lo necesario es consolidarlos. Colombia le ha perdido el temor al terrorismo. Ese es un gran avance. Colombia ha aprendido a protestar contra el terrorismo. Ese es un gran avance. Las víctimas se han quitado la mordaza y ahora reclaman. Ese es un gran avance.

Yo creo que todo el Estado ha recuperado el monopolio en la lucha contra los violentos. Uno encuentra narcotráfico, guerrilla, esas bandas criminales. Pero no encuentra hoy bandas privadas y organizadas con propósitos criminales de combatir a otra organización criminal, para las cuales se usó el nombre de paramilitares.

Si algo importante ha ocurrido en este país, es que se ha recuperado el monopolio del Estado para combatir a los violentos.

Esta mañana nos contaban de una extorsión en La Guajira, a nombre de paramilitares. Son bandas extorsionistas del narcotráfico, que están compitiendo con la guerrilla o aliadas con la guerrilla, a ver quién extorsiona más y quién tiene más éxito en la extorsión, en el narcotráfico, etcétera.

Esto que podríamos llamar el Grito de Independencia de Colombia, la Segunda Independencia, la Segunda Libertad, de que hablara el General Padilla, ahora que nos aproximamos a las celebraciones del 20 de julio, y que estamos en la víspera de la celebración mayor, la del Bicentenario, 20 de julio de 2010, amerita un raciocinio y una convocatoria de los colombianos.

Este nuevo Grito de Independencia no puede ser sucedido por Patrias Bobas.

El problema de 1810 fue lo que siguió: aquella Patria Boba en la cual quedamos inmersos, y que nos exigió otra década de profundos sacrificios y que nos retrasó tanto. Hay que estar muy alertas en eso.

Cuando escuchaba al General Padilla y después al Embajador Brownfield, decía: lo importante es que lo podríamos llamar este Grito de Independencia de los colombianos, ahora que se han quitado la mordaza del terrorismo, no vaya a ser sucedido por una época de Patria Boba, que nos retrasaría mucho.

El relato desgarrador del General Padilla, nos pone de presente varias cosas.

Primero, cómo se dio en este país la combinación de las formas de lucha. Se asesinaba y se secuestraba, y al mismo tiempo se penetraba al Estado. Se le combatía, pero también se le cooptaba.

Los mayores, presentes en esta reunión, como mi persona, nos conmovimos cuando oímos el relato del General Padilla. Pero no nos sorprende. Era lo que vivíamos en la Patria. Yo lo viví en la universidad y en la vida pública y en la vida privada, en las actividades del campo.

Las guerrillas trajeron esa idea de la combinación de las diferentes formas de lucha. Entonces a quien no se sometiera a su poder en el Caguán, lo secuestraban, lo asesinaban.

Combatían al Estado, pero también lo cooptaban, como ocurría en muchas regiones con programas como el DRI.

Y eso se lo enseñaron a los paramilitares. Lo de los paramilitares se ha investigado. Se ha investigado cómo desviaron los recursos de salud, cómo se apoderaron en muchas partes de la contratación. Lo de la guerrilla no se investigó. Ahí tenemos una deuda de justicia con el pueblo colombiano.

Y hubo un error muy grande. Sectores de Gobierno, de la sociedad colombiana, creían que el problema no era con ellos. Entonces creían que ser civilizado era darle la espalda al problema. Era mirar con desdén a las Fuerzas Militares. Era tener distancia frente a esos uniformes.

Y qué equivocación. Se fue aplicando el poema de Bertolt Brecht. Cuando llegaron por el uno, pensamos: ‘Bueno, pero no es por mí’. Y por el otro, lo mismo. Y por el otro, lo mismo. Y por el otro, lo mismo. Hasta que llegaron por mí.

Se pensó también equivocadamente que la solución del problema era meramente social. Pero mientras el Estado adelantaba algunas acciones sociales, los terroristas no estaban interesados en hacer la paz a raíz de esas acciones sociales, sino en utilizarlas para apoderarse del Estado.

De un lado había voluntad de realizar unas acciones sociales, y de otro lado, el objetivo era la toma violenta de las instituciones. No fuimos conscientes de eso.

Se le asignaba mucha importancia al diálogo con el terrorismo, pero se negaba importancia al diálogo con el pueblo colombiano.

Para enmendar esa plana, ha sido el esfuerzo de este Gobierno de tener un diálogo sincero, sin demagogia pero con compromiso, permanente, con el pueblo colombiano, en todos los momentos.

Tampoco se visionó otro fenómeno. Se hacían intentos de política social, pero en lugar de desmotivar el terrorismo, éste crecía.

Y el crecimiento del terrorismo debilitaba la inversión. No llegaban capitales a Colombia. Los colombianos no invertían lo suficiente en el país.

Se cayó esa tasa de inversión, hasta el punto de que la tasa de inversión en Colombia, cuando empezó nuestro Gobierno, estaba en el 6, 8 por ciento, en el sector privado. Y la total era del 12. El año pasado fue del 27,5 la total, y del 22 para el sector privado.

Entonces mientras el terrorismo avanzaba, la inversión se marchitaba, porque no había crecimiento de recursos para sostenerla. Ese fue otro problema, que no se anticipó, muy apreciados asistentes.

Y llegó el momento en que se estancó la inversión e hizo crisis el debilitamiento de las Fuerzas Armadas de Colombia, porque no se tomaba en serio la necesidad de fortalecerlas y de acompañarlas.

Compras excepcionales, incrementos excepcionales de tropa, eso no era suficiente. Se necesitaba era crearles confianza y acompañarlas en todo momento.

Nos quedamos sin capacidad de inversión, con unas Fuerzas Armadas maltratadas, en las palabras del General Padilla, que se las he escuchado a otros Comandantes y que me duele mucho repetirlas. Unas Fuerzas Armadas humilladas. Qué grave para el país. Un terrorismo engreído, crecido, ostentoso. La inversión anulada, y las Fuerzas Armadas humilladas. Eso era sumamente grave para la Nación.

Quería hacer esos comentarios.

En los años 95, 96 y 97, hacíamos un gran esfuerzo en la Gobernación de Antioquia, muy aislado, pero muy integrado con las Fuerzas Armadas. Permanentemente oíamos la queja de los Comandantes de que necesitaban que los acompañáramos.

Esa idea allí la desarrollamos precariamente. Momentos muy difíciles de la vida del país, períodos muy cortos, una aguda escasez de recursos, pero tuvimos presente la idea.

Y cuando pudimos tener el respaldo mayoritario de los colombianos y empezó este Gobierno en el 2002, la Seguridad Democrática empezó con la idea de avanzar en seguridad con un gran proyecto democrático, para establecer la diferencia con las dictaduras del continente, que habían hablado de seguridad, pero habían terminado con un terrorismo de Estado, igual o más grave que las fuerzas insurgentes a las cuales enfrentaba.

El gran reto nuestro era un avance en seguridad, profundo y democrático.

Y recuerdo, para ir haciendo historia, General Padilla, dos decisiones:

Primero, no teníamos con qué pagar los soldados para terminar 2002. Y fue necesario derramar el impuesto extraordinario de Seguridad Democrática. Tuvimos que declarar la Conmoción, que es un Estado de Emergencia, consagrado en la Constitución, y derramar el impuesto. No teníamos con qué pagar los soldados para terminar 2002.

Empezamos a trabajar. Hay momentos muy felices. Es bueno recordar, y deben estar los videos, aquel puente de octubre de 2002 y aquel puente de noviembre, de diciembre, cuando todas las Fuerzas Armadas se lanzaron a las carreteras. Y el país volvió a salir, en medio de inmensos riesgos aún. Parecía la liberación de un secuestro colectivo.

Y una segunda decisión: creamos, también por Conmoción, la figura de las zonas especiales de orden público. Yo hoy no las volvería a crear. Creo que la experiencia nos está demostrando que el tema es de voluntad política y de capacidad operativa, y menos de normas jurídicas excepcionales.

Si me pusieran a decir esfuerzos estériles, creo que fue haber creado esas zonas, que terminaron derogadas por la Corte Constitucional. O haber tramitado el estatuto antiterrorista, que terminó derogado por la Corte Constitucional.

Errores de nadie, solamente errores míos, pero que nos tienen que enseñar.

Pienso que en la medida en que menos se apele a la normatividad extraordinaria, es más legítima la política de seguridad, genera menos controversias en el marco de discusión de la institucionalidad democrática.

Y que el problema, más que de normas extraordinarias, es un problema de sostenida voluntad política, que vaya fortaleciendo todos los días la capacidad operativa. Es un problema de darles confianza a las Fuerzas Armadas de Colombia, para que agucen la imaginación y la creatividad.

Si a mí me preguntarán: ‘Presidente, ¿cuál fue su aporte en la Operación Jaque?’, yo les diría: ‘Ninguno’.

Yo no la concebí, no tuve la imaginación, la creatividad, ni el conocimiento técnico para penetrar a esos bandidos o para preparar esa estrategia y esa táctica.

Eso fue pura imaginación, creatividad, audacia de nuestras Fuerzas Armadas.

Pero me dicen: ‘Presidente, algo tuvo que hacer usted’.

Bueno, sí, la decisión, y unas discusiones iniciales.

Discutimos con el General Padilla, con el Ministro (de Defensa, Juan Manuel Santos), primero, que si teníamos éxito no dispararíamos contra los guerrilleros que quedaran en tierra.

En alguna ocasión, preparando el operativo, recuerdo haber tomado nota, en una sesión con mi General Padilla, de que probablemente allá había entre 56 y 60 guerrilleros, y que de pronto en el momento de la entrega estarían 15.

Entonces hice esta cuenta, y no resultó tan ajustada a la realidad. Hice esta cuenta: si abordan el helicóptero dos, allá van a quedar 13.

La decisión era no dispararles y no se disparó. Y se le explicó al país por qué tomamos esa decisión.

Una segunda decisión: como era una misión internacional humanitaria ficticia, fuimos muy celosos en aquel tema de que no se utilizaran emblemas de instituciones humanitarias internacionales. Tema sobre el cual se le habló al país en el día de antes de ayer.

La tercera decisión: que si fracasábamos, inmediatamente teníamos que tener una fuerza contingente muy cerca, muy bien preparada, muy bien apoyada en logística y en transporte, para hacer el rodeo humanitario, que veníamos desde hace muchos meses buscando. Y que casi lo logramos en febrero y que, infortunadamente, nos fracasó en febrero. Pero Dios premia la buena fe y la constancia.

Lo de febrero, diría, General, que, mi impaciencia, a mí me da pena con ustedes porque con esa impaciencia a toda hora, a mí me dolió mucho que nos fracasara febrero. Pero a la hora de la verdad reconozco que nos enseñó.

Entonces me pregunta un periodista: ‘¿Entonces usted en nada contribuyó?’ En nada contribuí. Solamente en dar confianza.

Hubo por allá un problema de Granda. Alguien me dijo, un colombiano muy importante: ‘¿Usted por qué asume la responsabilidad política? Deje que la asuma el Comandante de la Policía, y entonces llámenlo a calificar servicios’.

Y le dije: ‘No puede ser. Eso es injusto con las Fuerzas Armadas de Colombia. Por eso no han tenido confianza’.

La responsabilidad política, si vamos a resolver este problema de orden público, la tiene que asumir el Presidente.

La asumimos en el caso Granda. La asumimos cuando nos fracasó el operativo de rescate que terminó con la muerte, el asesinato del doctor Gilberto Echeverri, del doctor Guillermo Gaviria, de todos los oficiales que estaban con ellos.

Yo pienso que si a las 8:00 de la mañana de aquel amanecer del operativo de ‘Reyes’, hubiéramos llamado a calificar servicios al Comandante de la Fuerza Aérea, y le hubiéramos dicho a un Gobierno de una nación hermana: ‘Miren, perdonen, fue un exceso de la Fuerza Aérea, hemos llamado a calificar servicios al Comandante de la Fuerza Aérea’, de pronto no habría habido problema diplomático.

Pero lo que tenía que prevalecer era la solidaridad con las Fuerzas Armadas. La responsabilidad del Presidente, que había tomado esa decisión. Y eso no era por capricho. Era por dar confianza.

Hemos tenido que asumir unos costos internacionales difíciles. Pero qué bueno, qué bueno, qué bueno ir creando un clima de que el Gobierno, el más alto Gobierno, el Presidente de la República, tiene que jugársela para apoyar a las Fuerzas Armadas.

Y eso va encadenado. Si no se asume esa responsabilidad política, si no se dan los pasos para construir confianza, las Fuerzas Armadas se apabullan y se desmotivan y pierden interés.

Si se les apoya permanentemente, si se crea confianza, las Fuerzas Armadas se crecen, logran un nivel febril de interés. Eso les aguza la imaginación, la creatividad.

Pongámonos en el plano individual: el día que uno está apabullado, desinteresado, indiferente, ese día no es creativo. Ese día el pintor no puede intentar pintar, porque resulta con mamarrachos.

Ese día el poeta no puede intentar hacer un verso, porque no encuentra la rima. Ese día el político no debe salir a la plaza pública, porque no transmite carisma.

Cualquiera sea la actividad de ustedes, el día del desinterés, de la indiferencia, ese día no hay creatividad.

Traslademos eso a las Fuerzas Armadas. El desinterés, la indiferencia que se produce por la falta de responsabilidad, de compromiso del más alto Gobierno, no les estimula la creatividad, la imaginación.

Creo que la contribución que se ha podido hacer a esto desde el alto Gobierno, es haber dicho a los soldados y policías de la Patria: ‘Estamos con ustedes, los apoyamos, ustedes son la fuerza institucional de la Patria’.

Un país que estuvo tanto tiempo maltratado por guerrillas y paramilitares y por su socio, el narcotráfico, tiene un camino, que es el camino del apoyo a sus Fuerzas Armadas para tener una política de seguridad transparente y eficaz. Transparencia igual a derechos humanos.

Y entonces eso genera confianza. Y de la confianza se deriva la creatividad. La confianza aguza la imaginación. La confianza da la energía para tener el arrojo de bien, que se ha tenido en estas operaciones.

Creo que es bueno pensar en eso, para no retroceder, pero tampoco para estancarnos. Hay que estar haciendo ajustes todos los días, pero para mejorar.

Quería hacerles esos comentarios, y agradecerles todo este esfuerzo que ustedes han hecho”.

 
Imprimir