Palabras del Presidente Álvaro Uribe durante la cena en conmemoración de los 60 años de la Organización de Estados Americanos (OEA)

 
Mayo 31 de 2008 (Medellín - Antioquia)
 
 

“De nuevo, muchas gracias a la Organización de Estados Americanos por haber escogido a Colombia y a esta ciudad de Medellín, para este nuevo periodo de sesiones de su Asamblea. Muchas gracias, doctor Insulza (José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA).

Increíble que después de tantos años de dificultades por los cuales pasó esta ciudad, que se están superando, estemos esta noche empezando este periodo de sesiones de la OEA, aquí, en el Jardín Botánico de Medellín, que es la puerta de entrada a las comunas del norte, azotadas durante muchísimos años por la violencia en la más cruel de las expresiones.

Gracias a ustedes por confiar en Colombia, por confiar en Medellín. Esta ciudad que, al decir del anterior alcalde (Sergio Fajardo), pasó del miedo a la esperanza, se siente hoy más sólida en la esperanza con la visita de ustedes.

Hoy estamos tristes por los eventos de la naturaleza, porque aquí, en la Comuna Trece, han muerto unas personas por un deslizamiento. A esta hora todavía hay unos desaparecidos y hay varios hogares destruidos.

Esa Comuna Trece era el epicentro de la violencia en la ciudad. Una ciudad que llegó a tener más de cien asesinatos por cada 100 mil habitantes al año, está hoy convertida en una ciudad que va ganando mucho, comparativamente, en seguridad.

Muchas capitales del continente todavía tienen más de 30 homicidios al año, por cada 100 mil habitantes. Esta ciudad ha bajado de 100 a 27. Pero no estamos contentos. Estamos haciendo todo, todo el esfuerzo para recuperar plenamente la paz, la conciencia ciudadana, el compromiso en favor de la convivencia.

Ustedes saben cuánto significa la OEA para Colombia. Uno de los ex presidentes doctrinarios de Colombia, Alberto Lleras Camargo, dedicó inmensas energías de su vida a servir al continente, en nombre de Colombia, desde la OEA.

Y en los últimos diez años recientes, el señor ex presidente César Gaviria, después de haber liderado el proceso de la nueva Constitución colombiana, al concluir su periodo como Presidente de la República, durante dos periodos, le hizo el gran honor a Colombia de servir bien al continente, desde la Secretaría General de la OEA.

Y tenemos profunda gratitud con usted, doctor José Miguel Insulza. Su apoyo permanente al proceso de Seguridad Democrática en Colombia, al proceso de reinserción de personas desmovilizadas; su apoyo, su consejo, la supervisión rigurosa, siempre con el ánimo de ayudarnos a salir adelante.

Ejercer esa supervisión, esa monitoría, es muy difícil para cualquier organismo internacional. Primero, contamos con la fortuna de que el ex presidente César Gaviria, como Secretario General de la OEA, tomó la decisión de apoyar este proceso en Colombia y después hemos contado con la fortuna de su férrea determinación, doctor Insulza. No es fácil.

En usted no hemos encontrado el vigilante suspicaz, sino el consejero constructivo, todo lo cual le ha dado más confianza a nuestra buena fe y más determinación al propósito colectivo de que este país supere totalmente la violencia.

Esta Patria colombiana, la Patria de ustedes, hermanos del continente, en el año 2002 tenía aproximadamente 60 mil terroristas. Se han desmovilizado 48 mil; de ellos, han reincidido tres mil.

Así como hemos sido generosos con aquellos que han cumplido con los compromisos de la desmovilización, también se es riguroso con aquellos que han reincidido en el delito. Imaginarán ustedes la dimensión de la tarea: conducir, vigilar, consolidar un proceso de 48 mil desmovilizados provenientes de los grupos terroristas, unos, los más antiguos del mundo, todos, los más ricos y crueles.

Que la OEA nos haya acompañado como lo ha hecho, que lo siga haciendo como lo hace, nos da a nosotros el mayor impulso para seguir adelante y tenemos que expresarle a la OEA toda nuestra gratitud.

Nosotros respetamos profundamente la OEA. Es la concreción de la integración del continente. Colombia es de la tesis de que los procesos subregionales deben estar totalmente sometidos a la OEA.

Definitivamente, es la OEA el único proceso que ha sabido, durante tantos años, integrar plenamente al continente. Y en momentos muy difíciles y en temas también diversos, muchos de profunda complicación, la Carta Democrática de la OEA en el continente guarda una semejanza con lo que es la exigencia democrática en la Unión Europea.

Así como la consolidación de la Unión Europea evita que los países miembros salgan de la democracia o lleguen a gobiernos de cualquier extrema, la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos, en nuestro medio, es la garantía de que cada uno de nuestros países esté obligado y vigilado por todos sus compañeros, a gravitar exclusivamente alrededor de los principios democráticos.

Es la garantía para que se dé finalmente aquello que añoramos en todo el continente: que solamente rija la democracia, la estabilidad, el valor de la seguridad, el valor de las libertades, el valor de la transparencia, el valor de la cohesión social, el valor de los gobiernos y de los estados de equilibrios, a partir de instituciones independientes, obligadas a colaborar armónicamente por los fines superiores de la seguridad, por los fines superiores de la cohesión social, por los fines superiores de la comunidad y que esos valores democráticos eviten gobiernos de extremas.

Los compromisos de la OEA contra la corrupción y el terrorismo los consideramos fundamentales. Sin transparencia no existe ese elemento fundamental de la democracia que es la confianza ciudadana en las instituciones que integran el Estado. Los compromisos de todos los signatarios en contra del terrorismo son una gran esperanza para Colombia.

Como decíamos anoche, permítanme expresar hoy, en nombre de todo el pueblo colombiano, el más profundo sentimiento de amistad por todos los pueblos del continente.

Colombia no ha tenido tradición belicista, no la tiene, jamás la tendrá. Este es un país respetuoso del ordenamiento jurídico y aprecia, en el ordenamiento jurídico, el sendero de construcción de amistad y de confianza con todos los pueblos y los gobiernos hermanos. Simplemente, aquí hay una rebeldía popular e institucional contra la violencia que hemos sufrido durante tantos años.

El Gobierno que presido, mi persona, no hemos tenido inconveniente, en aras de la armonía, en ofrecer excusas, en pedir perdón a los pueblos y gobiernos que crean que hemos procedido equivocadamente al avanzar en nuestra lucha contra el terrorismo.

Permítanme hablar con toda franqueza y desde el corazón: nuestro enemigo es el terrorismo; todos los pueblos y los gobiernos de nuestros países hermanos son nuestros amigos.

Les pedimos a todos que nos permitan y nos ayuden a vivir como ustedes viven. Nosotros sentimos envidia de la buena cuando repasamos la geografía del continente y vemos un continente sin terrorismo. Nosotros queremos vivir como vive la mayoría de nuestros pueblos hermanos: sin terrorismo y sin drogas ilícitas.

Esta ciudad es una ciudad prodigio; es una ciudad que ha sabido qué es la paz y qué es la vida dentro del ordenamiento jurídico y ha sabido qué es la violencia y qué es el narcotráfico.

En 1880, el 20 por ciento de los obreros industriales de Colombia eran alfabetos. En esta ciudad, el 80 por ciento. Acababa de instalarse acá una misión alemana de revolución educativa, muy distante del mar, con una geografía abrupta. Aquí se pusieron los cimientos para la industrialización de Colombia y en 1950 se dio el gran paso hacia la solidaridad entre empleadores y trabajadores.

En 1950 en esta ciudad se creó el sistema de compensación familiar, que hoy beneficia directamente a 6 millones de trabajadores colombianos, con el multiplicador de sus familias.

Es un sistema de organizaciones que llamamos cajas de compensación familiar, que se rigen por las normas básicas del derecho privado, pero que tienen las obligaciones del sector público. Carecen de ánimo de lucro y tienen que cumplir unos compromisos muy grandes de inversión social; se financian por un impuesto de nómina pagado por los empleadores, que equivale al 4 por ciento y se administran entre empleadores y trabajadores. Vigiladas por una institución gubernamental. Esa expresión de solidaridad nació aquí, fundamental hoy en Colombia.

El pasado primero de mayo en esta ciudad veíamos los nuevos esfuerzos para acercar a empleadores y trabajadores alrededor del principio de la solidaridad de los empleadores y de la responsabilidad participativa de los trabajadores.

Esta ciudad es epicentro hoy de un gran movimiento solidarista en materia de relaciones laborales, que queremos que se generalice en el país, donde hay ideas muy concretas. Aquella según la cual la sostenibilidad de las empresas, su prosperidad, depende de un gran esfuerzo solidario de los empleadores y de una asunción de responsabilidad empresarial de los trabajadores.

La historiadora Patricia Londoño Vega, doctora de la Universidad de Oxford, escribió una tesis doctoral sobre el capital social de esta ciudad y de este departamento. Ella concluye que entre 1850 y 1960 se desarrolló aquí el más rico capital social de la región. Ese capital social permitió que a pesar de la geografía, de las distancias, de las dificultades, se tuviera un gran sistema educativo, un gran sistema de salud y un gran sentido de igualitarismo comunitario.

Ella termina diciendo que su tesis concluye cuando todo se está opacando por la aparición del narcotráfico.

El narcotráfico, sus aliados, la guerrilla, los paramilitares, sus acciones, el terrorismo, mataron durante décadas ese capital social, que por fortuna se está reconstruyendo con todo el vigor.

La presencia de ustedes nos ayuda a dar un paso en la dirección correcta para restituir totalmente ese capital social.

Esta ciudad sabe qué es la prosperidad dentro de la armonía social, la ética del respeto a la ley, y esta ciudad sabe qué es la destrucción del alma individual de la familia y el colectivo, cuando prevalece la violencia, el terrorismo, el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares.

Ayúdennos, distinguidos delegados de todos los países hermanos, a que Colombia sea un país sin terroristas; a que podamos vivir libres de esa plaga, como ustedes viven en sus países.

Nosotros repetimos hoy nuestro sentimiento de solidaridad y afecto por todos los pueblos, por todos los gobiernos de los países hermanos.

Cuánto quisiéramos que nuestra lucha contra el terrorismo no nos creara dificultades que hemos tenido con algunos. Y cuánto queremos resolverlas, superarlas, dejarlas atrás. Mirar solamente hacia delante, con todo el compromiso, nuestra devoción por la legislación internacional, por las normas rectoras de la Organización de Estados Americanos, con nuestro único pedido: que nos ayuden a vivir libres de terrorismo y de narcotráfico, como ustedes viven en la mayoría de los países del continente.

Deseamos que estas deliberaciones sean muy exitosas y que ustedes, al regresar, algunos como embajadores de sus países a la capital de los Estados Unidos, y otros, como cancilleres a sus respectivos países, tengan por siempre un buen recuerdo de Colombia, de Medellín, y a su misión diplomática le agreguen otra: la de darnos una ayudita a nosotros para poder vivir tranquilos, sin violencia, sin narcotráfico, con prosperidad económica, con equidad social.

Nos emociona mucho convertir un sueño en realidad: verlos a ustedes sentados esta noche en el Jardín Botánico de Medellín, percibiendo, en el espíritu de cada uno de ustedes, una ciudad que representa la determinación de un país que quiere salir adelante.

Nuestros votos por la integración de todo el continente, por el éxito de esta Asamblea.

Nuestra admiración fervorosa por la fecunda tarea de de la Organización de Estados Americanos.

Bienvenidos y muchas gracias”.

 

 
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